OESTERHELD Y BRECCIA. LOS MITOS DEL TIEMPO
NINO ORTEA

Notas:
Este trabajo se publicó originalmente en la revista teórica Dentro de la Viñeta. Su autor lo ha revisado para su edición en Tebeosfera

   Antes de que Frank Miller plasmara en 300 su visión de la batalla de las Termópilas, Héctor Oesterheld y Alberto Breccia firmaron en 1963, dentro de su serie Mort Cinder, un soberbio acercamiento a los hombres atrapados en ese desfiladero. 

Tal vez no venga mal un breve repaso a nuestros viejos apuntes de Historia para recordar lo que fueron Las Guerras Médicas, máxime en una época en la que la sinrazón de la L.O.G.S.E. lleva a los alumnos a quejarse de que los periodos históricos se estudien siempre en el mismo orden y encima con las mismas fechas, reyes y batallas.  

Para los que estudiamos tarde y con chuleta

En el año 546 A.C., Persia comienza un periodo de expansión a costa de posesiones griegas en Asia. En el 492 A.C., Darío I, el Grande, manda a la conquista de la Hélade una armada que es derrotada en Athos. Simultáneamente envía emisarios que exigen pleitesía a las principales ciudades-estado griegas. Esparta y Atenas responden asesinando a los legados. Una nueva invasión en el 490 A.C. amenaza la seguridad de Atenas, que solicita ayuda a Esparta, la petición llega en plena celebración de unas festividades religiosas que prohíben la salida de tropas de la ciudad. Con todo, los atenienses vencen en la batalla de Maratón.

En el año 481 A.C., Jerjes I organiza un ejército que invade la Grecia clásica. Su avance es frenado en el 480 en el desfiladero de las Termópilas por 300 espartanos y 700 tespios. Masacrada la resistencia griega, los persas incendian Atenas; aunque las posteriores victorias helenas en la batalla de Salamina —presenciada por Jerjes desde su trono de oro—, Platea y Micala dan final a este periodo conocido como Las Guerras Médicas y concluido con La Paz de Cimón.

La historia dibujada, de Breccia y Oesterheld

Antes de centrarnos en la obra, hagamos un breve semblante de los autores, quizás conocidos por algunos pero probablemente desconocidos para la mayoría de los lectores casuales de historietas. Alberto Breccia (Uruguay, 1919 – Argentina, 1993).

Con apenas 19 años, ya se encarga del dibujo en las series Kid del Río Grande, o Mariquita Terremoto; simultáneamente desarrolla historias para personajes propios como Puño Blanco. En la segunda mitad de la década de los 1940, a la vez que añade a su producción personajes como Vito Nervio, funda la revista Captura y encuentra tiempo para enseñar dibujo —al lado de autores como Hugo Pratt— en la Escuela Panamericana de Arte. En 1957 se produce su encuentro con Oesterheld, juntos crearán, hasta la criminal desaparición del guionista a manos de la dictadura militar argentina, algunas de las obras más humanas del cómic mundial: Sherlock Time (1958), Doctor Morgue (1959), Mort Cinder (1962), Ché (1968) y la segunda versión de El Eternauta (1969). Entrados los años 1970, Breccia trabaja primordialmente para editoriales europeas, destacando de este periodo Perramus, realizado en 1984 sobre guión de Juan Sasturáin.Héctor Germán Oesterheld (Argentina 1919 – 1977 (presum.).

Guioniza su primera historieta, "Alan y Crazy", en 1950. En 1951 desarrolla Ray Kitt junto con Hugo Pratt, dibujante con el que mantendrá una productiva relación: Sargento Kirk (1952), serie que Oesterheld nunca dejó a otros guionistas; Ernie Pike (1957), personaje que mostraba las facciones de Oesterheld; o Ticonderoga (1957). Crea Bull Rocket en 1952, para en 1953 —con la serie Uma-Uma— entrar en contacto con Francisco Solano López, con quien colabora entre otras series en: Bull Rockett, Ernie Pike, El Eternauta (1958) o Lord Pampa (1963).

En marzo de 1957, comienza su andadura Editorial Frontera, creada junto a su hermano Jorge y que acogerá tres versiones de la revista Hora Cero: Semanal, Mensual y Extra; y dos de Frontera: Mensual y Extra; en ellas —hasta su cierre en 1962— aparecen todas las series desarrolladas por Héctor Oesterheld. El guionista continúa creando nuevas historias hasta que el 21 de abril de1977, Héctor, al que los asesinos ya habían amputado dos hijas de su vida, es secuestrado en su propia casa. Nada más se supo de él.

Siempre nos quedará el consuelo de comprobar como su obra, auténtico canto a los valores humanos, cobra vida cada día en un mundo más libre, mientras que los execrables asesinos salvapatrias que creían ser dioses se ven obligados a refugiarse en sus cubiles ante la persecución internacional.

 

La extraña pareja

«Yo no sé nada sobre Mort Cinder. Si es un buen o mal trabajo. Para mí tiene valor porque mientras lo hacía, mi mujer se estaba muriendo. (...) Yo creo que Mort Cinder es una buena historieta porque puse en el dibujo todo lo que entonces estaba viviendo» 

Esta reflexión de Alberto Breccia, refleja la pasión puesta por los creadores en su obra y que es imposible no encontrar al leerla.

Mort Cinder surge como un encargo de Editorial Yago, en un intento de potenciar la segunda época de la revista Misterix. Esta condición de trabajo alimenticio se notará en las primeras aventuras, las cuales eran secuenciadas por Oesterheld gracias a su oficio, pues era tal su exceso de trabajo que él mismo reconoce no haber dedicado una tarde a planear el desarrollo de la colección. Con todo Héctor aplica a la serie el cariño, cuidado y creatividad que impregnan todas sus creaciones para ese género tan infravalorado como es el de la literatura de aventuras. Breccia marca ya las primeras viñetas con la impronta tan personal de su impresionista uso de la raya y la mancha, contrastadas con los espacios en blanco.

En la historieta se nos cuenta la extraña amistad surgida entre Ezra Winston, un anticuario británico dotado del aspecto físico de Breccia, y Mort Cinder —cuyo semblante se inspira en Horacio Laila / Lalia, futbolista tornado en dibujante— una especie de espíritu que camina condenado a vivir 1.001 vidas y sus consecuentes muertes.

El vínculo afectivo entre los personajes se va estrechando a medida que avanza la serie, en un proceso que comprende un simultáneo desarrollo de los protagonistas. Cinder pasa de ser un mero fantasma cuya presencia detiene relojes y causa taquicardias a Ezra, o un precedente del campeón eterno de Michael Moorcock, a convertirse en un hombre cuyo dilatado vivir encierra una serie de amargas experiencias que lo humanizan a través de sus sufrimientos físicos y emocionales.

Mort se aleja de la mítica figura de héroe misterioso, convirtiéndose en un mero mortal inmortal.

Ezra Witson desempeña varias funciones en la obra; por un lado es el fiel amigo de Cinder, al que acompaña en sus aventuras, llegando a alcanzar más protagonismo que Mort en algunas de ellas; por otro lado actúa como el resorte que activa las aventuras al ser su curiosidad la que provoca el relato, de hecho nunca nos quedará claro si Cinder es un personaje real o surgido de la fértil imaginación de Ezra, el onírico uso de las luces y sombras por parte de Breccia germina esta duda; también funcionará como encarnación del lector planteándole a Cinder las preguntas y dudas que cualquiera de nosotros le haría, colaborando en este aspecto el expresivo dibujo que en muchos diálogos enfoca la mirada de Mort hacia el lector.

Destaca el magistral uso por parte de Oesterheld de los textos de apoyo que, pese a abundantes nunca resultan superfluos, pues realzan lo narrado o establecen contrastes entre lo épico del dibujo y lo dramático del texto.

Mort Cinder fue uno de los 300. Tras la presentación de la serie en el episodio "Ezra Winston, el anticuario" —curiosamente el último capítulo realizado, pero que ha pasado a ocupar el primer lugar en las recopilaciones del relato— y el encuentro de ambos personajes en "Los ojos de plomo", el capítulo más extenso y alejado temáticamente de la saga; la serie pasa a centrarse en las posibilidades temáticas que un personaje como Cinder ofrece. El hallazgo casual de un objeto en la tienda de Ezra, sirve para que Mort cuente una historia vivida por él bajo cualquiera de sus identidades.

Archivados en La biblioteca de narraciones perdidas —disculpad el guiño torpe a Borges— quedaron el episodio anacrónico "Diligencia a cuchillo", y una sipnosis argumental de un episodio con el que los dos creadores acariciaron la idea de recuperar al personaje en 1974.

El capítulo de las Termópilas es el penúltimo de la serie centrada en contarnos las vivencias de Cinder en sus viajes por la Historia, que nos llevarán de la Babel bíblica a la América precolombina, pasando por el Egipto de los faraones. Su publicación original ocupó del Misterix núm 794 (31 de enero de 1964) al núm. 800 (13 de marzo de 1964), según rezaba en la edición de Mort Cinder publicada por Planeta-DeAgostini en 2002.

En La batalla de las Termópilas, más que ante un fresco histórico o un poema épico, nos encontramos ante un reflejo de la inutilidad de las guerras, donde se desperdicia tanta potencialidad humana en pro de una victoria que se acabará convirtiendo en derrota. «Fue tremendo ver sucumbir a tanto hombre de valor», ese es el resumen que Cinder hace de la batalla.

La guerra no es la última aventura gloriosa de los espartanos, es el triunfo de la Muerte, del Mal, sobre la Vida. Un Mal no encarnado en los persas a los que se muestra tan sangrientos como los hoplitas. Un Mal que es la Guerra misma, una actividad baldía de la que sólo dolor y sufrimiento brotan. Un sinsentido que alcanza su mayor expresión cuando Jerjes, emperador de Persia y victorioso en la masacre, se reconoce inferior a Dieneces (nombre de Cinder en la historia) y le perdona la vida.

Oesterheld utiliza un sujeto colectivo en la narración bélica, en la que no destaca nadie, ni siquiera al rey Leonidas. Tanto espartanos como persas aparecen como masas sedientas de sangre. Es en la narración emocional donde reside la intencionalidad de H. G. Oesterheld, al mostrarnos la batalla como algo iniciático, que hace descubrir los aspectos más humanos de Diecenes: su preocupación por su amigo, su llanto al creerlo muerto, el gesto de salvar la vida a su esclavo, lo alejan progresivamente del prototipo de espartano. Es la cercanía de la muerte lo que hace a Cinder apreciar toda vida; es el creerse ante el ocaso de su existencia lo que le hace maravillarse ante un crepúsculo, descuidando su deber de descansar como soldado; son la amistad y la camaradería lo único humano que aparece en la deshumanizada guerra.

Pese a que los temas son típicos: milicia, camaradería,... el guionista los enriquece al dotarlos de hondura moral. Al convertir a los personajes en criaturas vivas e individualizadas, habla de sus temores y anhelos, pese a su rudeza los muestra solidarios; supera lo histórico para atender los conflictos personales de los personajes. No explica las causas del conflicto, no limita la historia con detalles legendarios, su reflexión es sobre la guerra entre humanos, no entre persas y helenos. Esto no impide que incluya elementos realistas en su narración: simultáneamente a la batalla terrestre acontece la marítima, el desprecio hacia la blanda Atenas aparece varias veces, los iliotas, esclavos de los espartanos, y los tespios, aliados de aquellos, son mostrados con respeto. Además, no refleja la traición de Efialtes, que facilitó el paso a los persas.

A pesar de que ambas obras están basadas en los mismos acontecimientos ocurridos en el año 480 A.C., presentan de forma diferente los hechos históricos, el entorno social, los diálogos e incluso el porqué del absurdo de la guerra. El propósito de este artículo es recuperar el episodio recreado por Oesterheld y Breccia. 

El trazo expresionista de Breccia alcanza tanto realismo que sus figuras parecen cobrar vida propia. La fuerza de su dibujo y su capacidad de comunicar se muestra en viñetas tan sencillas como las dos finales de la página 14, en las que la contracción de una mano nos transmite toda la intensidad de la muerte.

El dibujante realiza habitualmente una distribución muy regular de viñetas por página, de cuatro a seis, lo que incita a una lectura acompasada de la obra, acentuada por el uso de primeros planos no sólo como recurso expresivo, sino narrativo al marcar nuestro ritmo de lectura usándolos como pausas en su discurso.

Debido a la falta de espacio tiende a alargar las figuras a lo alto, unas figuras libres de cualquier exceso de carne, convertidas en meros huesos y piel, cubiertas por telas que flotan en ellas. Muestra la guerra carente de cualquier lirismo o belleza. No aparece una ambientación detallada, concentrando nuestra atención en el austero rostro de los espartanos, penetrando a través de la expresividad de sus ojos en el fondo de su personalidad. Su dibujo no es maniqueo, muestra con el mismo respeto a persas que a espartanos. La composición de las viñetas va de la ordenada disposición de las escenas pacíficas, al desigual reparto y enfoque en las bélicas.

 

Mort Cinder ha sido varias veces publicada en nuestro país, aunque por desgracia nunca correctamente, pues como modelo de edición se siguió una versión francesa y no la original. Como resultado, el episodio “Ezra Winston, el anticuario”, realizado de forma apaisada, se presentó en formato vertical y los recuadros negros en los que esporádicamente Breccia incluía el título y nombre de los autores fueron eliminados. En ambos casos se decidió solucionarlo extrayendo figuras de las viñetas y agrandarlas. Tanto la primera edición en las páginas de la revista Zeppelin, como la posterior de Rambla (en ambos casos serializadas) presentan esta adulteración, que la posterior recopilación en álbum por la Editorial Lumen no solventó.

En el año 2002, Planeta DeAgostini publicó una versión restaurada de la obra, donde su mismo editor describía la dificultad de recuperar fielmente la obra, presentada en esta ocasión lo más fiel posible a cómo fue concebida originalmente.

Nino Ortea

TEBEOAFINES
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Creación de la ficha (2008): N. Ortea. Edición de M. Barrero
CITA DE ESTE DOCUMENTO / CITATION:
NINO ORTEA (2008): "Oesterheld y Breccia. Los mitos del tiempo", en Tebeosfera, segunda época , 1 (30-IX-2008). Asociación Cultural Tebeosfera, Sevilla. Disponible en línea el 18/XI/2024 en: https://www.tebeosfera.com/documentos/oesterheld_y_breccia._los_mitos_del_tiempo.html