NOTAS SOBRE ALGUNAS REFERENCIAS CULTURALES EN SWAMP THING DE ALAN MOORE
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Fig. 1. Primera página del clásico «The Anatomy Lesson» |
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Fig. 2. Cartel de la película Anatomy of a Murder,de Otto Preminger |
En las tres entregas que siguen a «The Anatomy Lesson» (los nº 22 al 24, de marzo a mayo de 1984), el uso de referencias filmográficas vuelve a estar presente, ahora para construir el discurso ecoterrorista de Floronic Man, el villano de la saga que, precisamente, ha actuado como diseccionador ficcional del origen de la criatura y que actúa ahora como el reverso oscuro del elemental protagonista (Campbell: 1990, 2). Este villano, viejo personaje de la editorial DC Comics que hasta ese momento responde al estereotipo de malvado convencional que busca dominar el mundo sin motivos bien desarrollados, es reconvertido por Moore en una especie de profeta del mundo vegetal (el verdor) que aspira a aniquilar a la especie humana (la carne) para instaurar un imperio plenamente vegetal, al que Moore parece calificar irónicamente como, simplemente, «Another Green World» (título de la historia del nº 23), coincidente con el álbum de Brian Eno del año 1975, ex Roxy Music y uno de los precursores del ambient. Para caracterizar esta ambición revolucionaria, que se revela fallida en última instancia en la confrontación contra Swamp Thing (no un profeta sino un tótem) cuando éste le hace ver que las plantas también se verían perjudicadas por la muerte del hombre y de los demás animales con que coexisten en el planeta, el guionista inglés le hace proferir un breve monólogo (nº 24, pág. 11) en que alude a las denominadas slasher movies (Molitor / Sapolsky: 1993), tan típicas de finales de los setenta y de los ochenta, para equiparar los asesinatos sangrientos que en este subgénero fílmico se muestran al comportamiento del hombre hacia el mundo vegetal mediante herramientas como la sierra eléctrica. Así, con un cierto tono de humor negro reforzado por el recurso autoconsciente de evocar estas películas de bajo presupuesto y de escaso reconocimiento crítico[20], Floronic Man se nos presenta en calidad de trasunto de los asesinos psicopáticos habituales en la filmografía de autores como Wes Craven. Al igual que con la película de Preminger, pero ahora, como es obvio, bajo un prisma muy distinto, más cerca de la cultura trash y del humor grueso propio del gore que de la exquisitez estructural del thriller à la Hitchcock, si bien el director inglés solía trabajar a partir de fuentes de calidad discreta, el préstamo fílmico sirve para ahondar en la sordidez del mundo en que habitan la criatura y demás secundarios.
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Fig. 3. El sueño de la razón produce monstruos, de Goya |
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Fig. 4. El Infierno según Bissette y Totleben |
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Fig. 5. Detalle de un cuadro de El Bosco como modelo de representación del Infierno en Swamp Thing |
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Fig. 6. American Gothic de Grant Wood |
Por lo que respecta a algunas entregas específicas, cabe destacar[34], en lo que respecta a nuestro objeto de estudio, los dos episodios dedicados al mito del mundo zombi (nº 41 y 42, de octubre y noviembre de 1985) para tratar el tema del racismo. Así, nos encontramos que a la conclusión del díptico (nº 42, págs. 22-23), Bissette y Totleben, ya sea por decisión propia o a sugerencia del guionista, introducen reproducciones, a manera de collage, de varios pósteres reales de películas de zombis de los años sesenta y setenta como, por ejemplo, Night of the Living Dead (1968) o Dawn of the Dead (1978), de George A. Romero (Paffenroth: 2006), señales, tal vez, de una visión que combina la crítica social feroz (el zombi como metáfora de los ciudadanos carentes de voluntad para decidir por sí mismos) con el puro divertimento pulp. Más interesante aún, a nuestro parecer, es la recurrencia a una pieza musical popularizada por Billie Holiday y escrita por Abel Meerepol como el título de la segunda entrega (nº 42, pág. 4) (fig. 7), es decir, la historia denominada «Strange Fruit» (un recurso compartido con la apropiación de un álbum de Brian Eno, punto ya comentado): en este caso, la interpretación deja poco lugar a dudas, puesto que se trata de una canción fieramente posicionada en contra de los ataques raciales gracias a una letra descarnada que describe a los negros colgados por el Ku Klux Klan como esa extraña fruta que pende de las ramas (Margolick / Als: 2001). Antes, en el nº 40 (septiembre de 1985), titulado «The Curse», se aborda el mito de la licantropía entremezclado con la idea de la regla como símbolo del desangramiento que padece el colectivo femenino desde un punto de vista social (maltrato físico no condenado, menosprecio intelectual…). El propio Bissette (2010) señala la importancia (implícita) del film The Company of Wolves (1984), de Neil Jordan, para la realización de este episodio, pero, por encima de ello, creemos que se debe destacar el uso de dos referentes que, a nuestro juicio, se contraponen, quizá inconscientemente, para poner de relieve con mayor énfasis el contraste entre el rol de romanticismo ideal asignado por el hombre a la mujer en una sociedad machista y el deseo de dominación absoluta que busca privadamente esa misma figura masculina al deshumanizar a su pareja para la plena satisfacción sexual: no pensamos que sea casual, pues, que en un mismo número se haga mención de «Moon River» (pág. 1), canción de Johnny Mercer y Henry Mancini (Holden: 1997) difundida por Audrey Hepburn en Breakfast at Tiffany’s (1961), epítome del amor romántico incondicional que debe caracterizar a toda mujer ideal, y que, unas pocas planas después (pág. 18), la mujer lobo protagonista de la trama recale en una tienda de videos pornográficos, donde se alcanza a ver la referencia a Seka, el pseudónimo bajo el cual la actriz Dorothea Patton se convirtió en una de las starlets del género más conocidas entre los setenta y los ochenta, es decir, durante la denominada Golden Age of Porn (McNeil / Osborne / Pavia: 2008).
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Fig. 7. Primera grabación de «Strange Fruit» por Billie Holliday en abril de 1939. Debajo, el asunto al que hacía referencia el tema musical. | |
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Para cuando Moore deja Swamp Thing, en 1987, el título ha pasado de unas paupérrimas 17.000 copias a unas estimables 100.000 (Parkin: 2009, 50), pero, por encima de todo y como ya hemos señalado al principio, el guionista inglés, a su marcha de la cabecera, ha demostrado que el cómic mainstream norteamericano no tiene por qué encallarse en viejas pautas obsoletas, esto es, que no hay necesidad de atarse a tópicos largamente agotados, sino que cuenta con la posibilidad de abrirse a experimentaciones que permitan construir puentes entre géneros, entre el concepto de obra de género y obra de autor e, incluso, entre el cómic como medio y otras formas de expresión artística, tal como hemos intentado ejemplificar a partir del recurso de préstamos culturales. De esta manera, Moore consigue reclamar la atención de un público más exigente con lo que consume, que abandona la caracterización tradicional del fan en favor de un lector con plenos intereses culturales: ya no se trata, pues, del lector generacional que, a partir de cierta edad, abandona el medio, sino del individuo inquieto que se acerca a un cómic con las mismas expectativas de calidad con las que se acerca a un libro o a una película. Este lector, además, es el adulto, cosa que no otorga necesariamente una mayor condición cualitativa a ninguna obra, pero que, desde nuestro punto de vista, se constituye como premisa absolutamente necesaria y urgente en el contexto de un panorama editorial en el cual, durante varias décadas, a raíz especialmente de la censura de los años cincuenta y el nacimiento del Comics Code Authority (Nyberg: 1998; Beaty: 2005; Hajdu: 2008), ha atendido tradicionalmente casi de manera exclusiva a la franja infantil y juvenil de lectores. Sin duda, todo esto no es sólo responsabilidad de la etapa que aquí hemos comentado (parcialmente), pero, al menos en el ámbito estadounidense, sí que pensamos que es la que da el pistoletazo de salida, la que abre el boquete por el que posteriormente se cuelan otros forajidos. En este sentido, defendemos que la capacidad, podríamos decir, alquímica de Moore para saquear otros medios artísticos le permite cimentar las tramas argumentales y ahondar en las caracterizaciones de los personajes con una profundidad de miras que no habría sido posible con una vampirización superficial de la tradición estricta del cómic de terror norteamericano.
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NOTAS
[33] Moore señala que se trata de 8:10, pero la última línea ya corresponde a 8:11: «The Third Angel blew his trumpet, and a great star shot from the sky, flaming like a torch [...] the name of the star was Wormwood» [según la versión Nácar-Colunga alojada en www.bibliasonline.com: Tocó la trompeta el tercer ángel, y cayó del cielo un astro grande, ardiendo como una tea […] El nombre de ese astro es Ajenjo].
[34] Recordemos que se trata de una aproximación sustentada en una antología de préstamos culturales, esto es, no nos mueve, al menos para lo que concierne a este artículo, una voluntad de exhaustividad sino de representatividad.