LA HISTORIETA FILIPINA DE HORROR. EL CASO DE ALEX NIÑO
Durante toda la década de los setenta, en EE UU “cómic de horror” fue sinónimo de Warren Publishing Company, pues en sus magazines ensayaron aproximaciones al género más atrevidas y arriesgadas, sorteando los códigos de autocensura, renovaron la apariencia estética de este tipo de historietas con la incorporación de firmas extranjeras, y evolucionaron al son de las modas. Esto mismo hicieron, aunque a su manera, y con menor arrestos, otros sellos: Dell/Gol Key, Archie/Red Circle, Marvel, DC… En este caso con supeditación de sus contenidos a la moralidad y los códigos de autocensura admitidos para los comic books, pero todos, tanto los editores de superhéroes como los especializados en horror, tuvieron algo en común: la inclusión de firmas de autores extranjeros en sus publicaciones. Si Warren o Skywald utilizaron mano de obra eminentemente española, estos sellos contrataron a autores de Sudamérica, de México y de otro punto muy lejano del globo, Filipinas, cuyos dibujantes se fueron colando en sus publicaciones para aportar historietas de horror y de fantasía con un estilo característicamente clásico, muy ortodoxo, con alguna excepción en cuanto a ejecución, como la que preconizaba el autor Alex Niño.
CÓMICS DEL OTRO LADO DEL MUNDO.
Portada de Puck de 1898, edición de Nueva York, con la efigie de George Dewey, el almirante estadounidense que ganó la guerra contra España por la colonia filipina.
Liwayway, portadas desde 1922 a hoy mismo.
La atención del cómic por la mitología autóctona filipina, repleta de demonios que arrastraban por el fango sus largas cabelleras, o que ronzaban con sus dentudos rostros entre otros horrendos hijos de la selva, se incrementó tras finalizar la ocupación japonesa del país en 1946. Estos seres, pese a ser horripilantes, eran protectores y a la larga resultaban familiares o hasta simpáticos; pero lo importante es que sirvieron para inflamar el espíritu nacional del pueblo, ahora necesitando más que nunca definirse como filipino y libre tras años de sometimiento a la colonización (española, estadounidense, japonesa, amén de la religiosa). Los cómics fueron un camino para ese fin, puesto que sus señas de identidad fueron: redacción en tagalo en abierto desafío a las dos lenguas oficiales de las islas (el español hasta mediados de los setenta, el inglés desde acabada la guerra), el barajado de temas paganos en los que la religión no era habitualmente invitada (al menos la católica), y la incentivación de roles protagónicos investidos de valores patrióticos o valedores de rasgos de identidad nacional (Kulafu, Lapu-Lapu) o, también, luchadores por la preservación de las costumbres locales. Demos un repaso a su tebeografía para comprobar estos asertos.
Portadas de varios números de Halakhak, primera revista periódica con historietas de importancia. Se muestran el número 1, de 1946, y los números 7 y 8, de 1947.
Curiosamente, los modelos y formatos editoriales que triunfaron en las islas fueron casi todos de inspiración americana, con la diferencia de la aplicación del color, no tan habitual en la tebeografía filipina: casi todas las publicaciones que aparecieron durante la gran proliferación de títulos de los años cincuenta y sesenta solían imprimirse con color en sus cubiertas, pero sin color en su tripa, o como mucho a dos tintas. El surtido de géneros era variado, y desde 1947 hubo no sólo cómics de drama y comedia –muy queridos entre las muchachas- también fueron creadas series de superhéroes (desde Ipo-Ipo, de 1947, pasando por la incombustible Darna, desde 1950, y muchos más), de suspense, de fantasía, policíacas, etc. El horror tuvo una importante presencia en los cómics filipinos, en correspondencia con un pueblo pendiente de los ritos atávicos y también atento a las manifestaciones de los representantes tradicionales del folclor.
LOS PILIPINO LAGIM KOMIKS
El género del horror, o del “lagim” (terror en tagalo), afloró en muchas publicaciones con historietas de Filipinas, aunque no trataban específicamente este género, porque las divinidades patrimoniales, los dioses de la selva y las brujas estaban muy presentes en su cultura[3]. Por ejemplo, Aklat Dilang, uno de los guerreros dibujados primorosamente por Coching, se enfrentaba a demonios en un entorno fantástico ya en 1947, en las páginas de Halakhak Komiks. Y en el clásico título Tagalog Klasiks, un tebeo de aventuras, también aparecieron nigromantes alados, brujas y apariciones hacia 1950; cementerios y pactos con el demonio fueron temas tocados también en esta revista hasta la mitad de los años cincuenta, cuando la ola de moralidad que invadía Europa y América también se hizo sentir por esta parte del mundo.
Uno de los títulos fundamentales del cómic desarrollado en el archipiélago fue Hiwaga Komiks, un tebeo lanzado en octubre de 1950 por Ace Publications con Angel Santos como editor, que también ofreció historietas de horror a sus lectores. Esta revista publicó muchas series en las que lo fantástico era oferta común, imbricado con dramas familiares y con cierta crudeza en la resolución de las tramas: Berdugo ng mga Ángel, del prolífico guionista Mars Ravelo y con dibujos de Elpidio E. Torres, Abrakadabra, dibujada por Deo Villegas, Balwarte ng mga Dragon, de 1962, que dibujó el sólido Ruben N. Yandoc,
Muestras de Hiwaga (1, 2, 9 y 12, con predominancia del tema de la brujería, todos de 1951) y Spesyal Komiks (2, 4, 8, 9, de 1952 y 1953, con temas varios, algunos del folclor popular filipino). |
Lagim Komiks, arriba: números 10, 28, 44, 46. Brujería, muertos vivientes y demonios. Números 59, 60, 481 y 726. Iguales temas, para distinto título en 1975.
Horror Komiks fue un lanzamiento del sello Four Aces Publications, de 1960, que luego fue traspasado a MCNA Publication (con Marcelo B. Isidro como editor), y finalmente acabó en manos de Néstor Redondo Publications en 1964. En sus páginas se publicaron series como: Babaing Cobra, de Marcelo B. Isidro y Armando D’Guzman, Bulaklak sa Putikan, escrita por Liberty Ilagan y Jo C. Garbo para el dibujante Nar O. Castro, Dugong Nagliliyab, de Galeny Manalaysay y Ronnie S. Santos, u Otraza, de Marcelo B. Isidro y Warren Baldorado.
Horror Komiks (de 1960, con portada de Anton Caravana) Terror Komiks (de 1963, con portada de Ernie Chan)
Algunos dibujantes y guionistas de komiks fueron acumulando la predilección del público y, por consiguiente, más poder; curiosamente, allí los guionistas tenían mayor relevancia de la que tienen en otras latitudes, y de hecho muchas veces eran los escritores quienes elegían a sus dibujantes, además poseían el control de su obra para adaptarla a otros medios, como el cine, y varios de ellos manejaron el capital suficiente como para montar sus propias empresas editoras. De hecho, tras el final del monopolio de Ace, algunos autores se atrevieron a ser sus propios editores, como el guionista Mars Ravelo o los dibujantes Alcalá y los hermanos Redondo, que fundaron el sello CRAF. Bajo ese sello se publicó Redondo Komix, revista de historietas dedicada a la aventura pero donde se
publicó el serial de horror Maligno, que gozó de tanto éxito que pronto fue llevado al cine (luego obtuvo tebeo propio: Maligno, de VIP Publications, a finales de los años sesenta). Maligno, de VIP, de 1968
Otro guionista que gozó de mucha popularidad, aunque no tanta como Ravelo, fue Pablo S. Gómez; el primero destacó en el ámbito del drama, en cómic o en fotonovela, el segundo en el género fantástico y de aventura. Y ambos fueron editores. Universal Komiks fue la segunda revista de historietas que lanzó el guionista Pablo S. Gómez bajo su propio sello, PSG Publishing House, en abril de 1964. La revista fue uno de los puntales de esta empresa y vivió más de 750 números, si bien bajo otro sello (Affiliates Publications la compró en 1972). En ella se ofrecieron un buen montón de series de horror, o afines como Tartaro desde sus primeros números, obra de Bill Francisco y Fed C. Perona en la que un héroe con espada despachaba diablos sin cuento. Entre las de horror genuino más recordadas de aquella revista se hallan: Devil Boy en 1967, escrita por Villa y Ocampo, la triste historia de la muchacha cocodrilo Taong Buwaya, del mismo año, por Gomez y Perona, la de vampiros Uhaw sa Dugo, nacida en 1969 sobre guión de Rico Bello Omagap y con dibujos de Alex Niño, y no nos olvidemos de Zombie, guión de 1972 urdido por Pablo S. Gomez para un Alfredo Alcalá pletórico de tintas que ya en ese momento estaba a punto de dar el salto al horror americano en los comic books de DC.
El horror asomó en otras revistas de los años sesenta en Filipinas, aunque no iban específicamente dirigidas a producir miedo en el lector, como Pioneer Komiks, Pinoy Komiks o United Komiks. La revista Pioneer Komiks fue dedicada a lo fantástico y mostró cierta apetencia por lo macabro y lo sobrenatural. Apareció en diciembre de 1962 bajo el sello GASI (Graphic Art Service, Inc.) y sería una de las más longevas de su país, con al menos 1.239 números publicados. En su largo recorrido fueron desarrolladas series como: Gruaga, desde 1966, en la que una madre protege a su hijo de todo tipo de peligros, sobrenaturales incluso, y que fue dibujada por un Alex Niño muy inspirado, y ya más adelante otras como Ang Tigre at ang Diablo, de Marcial Buanno y Fred Carrillo, The Hands, por la cual obtuvo popularidad Hal Santiago, o Gallery of Terror, de P.H. Espiritu y Tec Manalac.
Página de Zombie, serie dibujada por Alfredo Alcalá para la cabecera Universal Komiks, poco antes de dar el salto a los EE UU. Abajo: Portadas de United Komiks, números 74 y 78, del año 1966.
En 1964 apareció en Filipinas el tebeo United Komiks, editado por PSG, al que contribuyeron guionistas como Ravelo / Villa o el mismo Gómez bajo el seudónimo Rene Rosales. La serie más recordada de las publicadas en esta revista era protagonizada por una bruja, Mga Kuwento ni Bruhilda, que dibujó Alex Niño. Otras series con elemento sobrenatural fueron: Ulo ni Drakula, vampírico serial de 1964 de Gomez y Rolly C. Buenafe, Dyangga, creación de 1966 de Villa para Fed C. Perona, o Tsandu, creación de 1968 de Gomez, que disfrutó de varias series distintas. Tras la compra del título por Affiliated Publications, que le cambió el título por United Super Stories, hubo otro serial protagonizado por Drácula a mediados de los años setenta, en este caso influido por el vampiro pagano procedente de la literatura británica.
El horror al estilo occidental en títulos de los setenta: Lagim Stories Rico, de 1971, y United Super Stories, de 1977.
Al igual que ha ocurrido en Occidente, el mayor auge del horror en las filipinas se vivió en los años finales del siglo XX, sobre todo representado por las revistas de Atlas y de la resistente GASI. El sello GASI fue uno de los que más se afanaron en la edición durante los ochenta y los noventa. Lanzó Space Horror Comix en 1988, con Ollie Roble como editor (alcanzó 600 números), y continuando con un surtido de títulos a lo largo de las dos décadas, algunos de ellos de larga vida, como Shocker, Pantasya Komiks, Pinoy Maligno, Super Kilabot o Zuma.
Pioneer Komiks de 1981 y Drakula de 1988.
Hasta hoy, el género se ha mantenido en el archipiélago como uno de los más interesantes para el público (si bien las tiradas han bajado con respecto a los años cincuenta y sesenta) como lo demuestran los títulos publicados por los sellos Affiliated Publications y Sonic Triangle Publishing. Affiliated lanzó Daigdig ng Lagim Komiks en 1993, una publicación que sería continuada tras la disolución de esta editorial por Sonic, a partir de 1998, y que sobrepasó los trescientos números. Los guionistas centraron su interés en los demonios interdimensionales, colosales y acosadores de muchachas exuberantes. Sonic, por su parte, publicó títulos como Aswang Horror Komiks, Salamin ng Lagim (título para tres publicaciones de diferentes épocas o que mostraron tres distintos formatos) o Kuweto Sa Dilim, tebeos todos repletos de vampiros o demonios sedientos de sangre, publicados en 1994 y 1997 respectivamente. También ha habido horror en otros títulos de otros editores: Monster Horror Special Komiks (de Affiliated Publications, Inc., 1998), Guni-Guni (Counterpoint Publishing House, 1998), True Horror Stories (Atlas Publishing, 1998), Halimaw (Solid Gow Publishing, 1999), Abante Horror (Anerto Pub., Co., 2002), Voodoo Comix (Teamwork Media Co., 2003), Sindak! (KCC, 2008) o Bubog Horror (Sacred Mountain Publications, 2009), por citar los títulos más importantes.
Desde el punto de vista argumental no podemos comentar estos cómics en profundidad por nuestro desconocimiento del tagalo, la lengua en que están escritos, y por las escasas muestras de historietas que se pueden consultar a través de sitios web o escaneos realizados por coleccionistas y aficionados filipinos. Lo que sí parece evidente es que, desde el punto de vista estilístico y en referencia al periodo que queremos analizar para poder trazar comparativas con la evolución del género en Europa o EE UU, entre los años sesenta y los ochenta, el modelo seguido por la mayor parte de autores de cómics de horror o fantásticos fue F.V. Coching, con permiso de Yandoc, Reyes o Jesse Santos, otros autores de fuerte personalidad, y más tarde Alcalá y Redondo, los otros dos grandes pilares de la historieta filipina. La versatilidad y calidad de Coching le elevó por encima de todos y le convirtió en el principal referente de toda la producción filipina, no sólo de historieta, también de cartoon e ilustración publicitaria o cartelismo. Todos los autores bebían de él. Y quizá solamente fuera superado en carisma o en personalidad un joven autor que se incorporó a la industria a finales de los años cincuenta, quien había heredado sus maneras acendradas y su trazo vigoroso y nervudo, pero que se aplicó sobre su derivada distorsionada, esa que confería un “nervio” peculiar a las imágenes dibujadas. Nos referimos a Alex Niño, autor que nos sirve de ejemplo para comentar el modo de hacer horror en las Filipinas tanto como para plantear algunas hipótesis sobre el horror desarrollado también en los Estados Unidos en el fin de la modernidad.
Ejemplos de comics de horror filipinos de los finales años ochenta (sobre estas líneas) y en los noventa y hasta la actualidad (abajo). De izquierda a derecha: Drakula de 1988, número 19, el número 1 de Space Horror Komiks, del mismo año, Drakula de 1989, el núm. 87, y Monsters, de 1993. En la segunda fila aparecen: Shocker, de 1993, Aswang Horror Komiks, de 1994, Horror, de 1996, y Zuma and other Horror Stories, de 1996 también. Bajo estas líneas, ejemplos de cómics de terror más recientes: Kilabot, de 1997, Salamin ng Lagim, que también arrancó aquel año, Guni-Guni, de 1998, True Horror Stories, del mismo año, el número 13. Y en la fila inferior: Jugoi ng Lagim, número avanzado de 1999, Halimaw, de mismo año, Voodoo, un ejemplar de 2003, y Bubog, tebeo de horror de 2009, ayer mismo.
NIÑO, PRODIGIO DEL CÓMIC.
Pineda, dibujante de Philippines Free Press (arriba) y F.V. Coching, dibujante de... todo.
Autores con influjo sobre Niño, en el sentido de lectura: Emil Roriguez, Noly Panaligan, Néstor Redondo y Alfredo Alcalá.
Por fuerza influyeron en Niño las grandes obras de los cincuenta de Coching y otros autores, un periodo en el que la historieta proliferó de manera formidable en Las Filipinas. Nos atrevemos a indicar algunas posibles fuentes: la serie “Bathala” de Coching en Liwayway, publicada desde 1948, o su “Hara Siri” en Tagalog Klasiks desde 1950, la “Prinsesa Bituin” de Ja Guintuan en Bituin Komiks, desde 1950, o el tarzanesco “Buntala” de Virgilio Redondo ofrecido en la revista Silagan Komiks, también desde 1950. Aquel año, precisamente, fue cuando el sello Ace lanzó la revista Hiwaga Komiks, que ofreció al público lector historietas de carácter más fantástico, con el misterio y el horror como invitados habituales. Eso le encantó a Niño, que ya se había demostrado un muchacho curioso, inteligente, y muy interesado por todo lo fantástico. Había descubierto un placer enorme en el acto de dibujar y no dejaba de hacerlo, siempre motivado, siempre ávido por aprender algo nuevo, copiando cada viñeta que veía y planteándose la mejora de sus aptitudes ya de por sí excelentes para el dibujo como una constante prueba de superación. Y practicó, practicó y practicó.
Aparecieron bastantes nuevas revistas en Filipinas durante los años cincuenta, albergues de aventuras mil, donde los autores fueron desarrollando sus estilos, unos sin moverse del clasicismo formal (como Mario del Mar, Néstor Redondo o Alfredo Alcalá en títulos como Aksiyon Komiks o Craf Klasix) y otros, ya maduros, que se atrevieron a formular alguna innovación estilística, como así procedió Coching con su versión de la leyenda nacional de “Lapu-Lapu”, aborigen que recurrió a la brujería en sus lances contra los españoles en Pilipino Komiks en 1954.
El mayor influjo sobre Niño lo ejerció Coching, como se puede ver en estas imágenes del autor, de los cincuenta y los sesenta.
Niño, en 1957, después de haber concluido el periodo de educación secundaria, planteó a su familia la posibilidad de ser dibujante. También, para “satisfacción” de su padre, había querido ser músico de rock, pero un accidente acaecido en uno de sus primeros conciertos le disuadió de proseguir esa carrera. Su padre no admitía otro futuro para Alex que el de ser médico, pues esto había planeado para su hijo mayor, y le envió a Manila a cursar estudios de medicina. Niño los inició, pero jamás los terminó. En 1959 decidió presentar sus trabajos de ilustración e historieta a varios editores de cómics en la capital filipina, al principio con escasa suerte, y únicamente logró que le encomendaran ilustraciones de acompañamiento, a veces alguna historieta de complemento, de una o de media página. Orvy Jundis ha relatado la anécdota de uno de sus primeros rechazos: le prometieron publicar cierta obra pero cuando la fue a cobrar a Manila no le pagaron y, como el joven carecía de dinero para tomar el autobús de vuelta, tuvo que vender sus zapatos para poder adquirir el billete[5].
Niño no se desalentó e insistió hasta que logró trabajar en lo que deseaba. La primera oportunidad se la dio Cristino Mata, editor de la revista Bulaklak, en 1959. Fue una historieta de cuatro páginas protagonizada por un héroe “katipunero”, o sea uno de los que se asociaron para liberar el país de los colonizadores españoles a finales del siglo XIX. Pero los siguientes guiones llegaron raleados, alguna historieta de relleno en una serie, alguna solitaria de escaso número de páginas, insuficiente todo ello para el espíritu inquieto de Niño. Fue por esta razón que el joven dibujante se integró en el estudio del autor Jess Jodloman, no sólo para medrar como aprendiz, también como dibujante de apoyo y obtener algún pago por su trabajo, allí consistente sobre todo en dibujar fondos de viñetas o personajes acompañantes del principal. Durante este periodo aprendió la importancia de la morfología (humana, animal o vegetal), depuró su entintando, supo cómo encajar a los personaje en los fondos que él terminaba, y templó su agresividad estilística. Según lo recordó Jodloman, siempre se mostraba ansioso por experimentar, por plasmar en el papel toda la documentación que había reunido; y también por entintar sus lápices y recrearse con las florituras y los detalles decorativos[6]. Niño, además, se mostraba incansable y ávido por impostar su presencia en toda página en la que intervenía; de hecho, la obra por la que más se recuerda a Jodloman, Ramir, fue dibujada por Alex casi por completo durante el año que actuó como asistente de Jess, quien sólo hizo las caras de los personajes.[7] Página de Ramir, de Jess Jodloman
Los influjos más patentes durante su aprendizaje bajo las alas de Jodloman fueron Coching, que era el referente para todos en cuanto a la creación de personajes y desenvolvimiento de la acción, en segundo lugar Yandoc, seguidor del anterior pero que forzaba más aún a los personajes en las escenas de acción, luego Redondo, por el refinamiento en la ejecución de los lápices y el encaje de las figuras, y por supuesto Alcalá en las técnicas de entintado y también en la planificación. Fue precisamente debido a la aparición del personaje vikingo enfrentado a lo sobrenatural Voltar, creación de Alcalá para Alcala Fight Komix, cuando Niño quiso dar el salto definitivo como profesional. Pero no lo tuvo fácil. Durante los primeros años sesenta, la edición de cómics en Filipinas comenzó a rodar por la cuesta de la crisis; lentamente tras la caída de la monopolista Ace, más aceleradamente desde la subida al poder en 1965 del dictador Marcos. La edición, al dejar de estar monopolizada por Ace, fue protagonizada por varios editores, entre ellos algunos autores (guionistas o dibujantes), capaces tanto de dirigir estas pequeñas empresas como de crear decenas de páginas a la semana sobre la base de un esfuerzo continuado y demoledor. Esto fue así en los tebeos del sello GMS, como Kilabot Komiks, o los de CRAF Publications, fundado en 1963 por un colectivo de autores entre los que se encontraban Alcalá y los hermanos Redondo. Hubo otros sellos, y Niño lo intentó con la mayoría pese a que su estilo era inadecuado a los ojos de algunos editores, o demasiado heterodoxo a su juicio, pues le sugerían cambios en su tratamiento de la historieta que él nunca quiso admitir, aferrado ya entonces a la idea de que su trabajo era una obra artística, no un “producto”.
Niño era un hombre de gran creatividad pero con el carácter cerrado de la población de raigambre rural de Tarlac; era respetuoso con las tradiciones de su gente y de la mitología y folclor de su isla, al tiempo que un testarudo creador que quería hacer cómics al mismo tiempo que Arte. De hecho, cuando no podía dibujar historietas se esforzaba con la ilustración, fijándose durante estos años mucho en la estampa japonesa y en las obras de paisajistas chinos, así como en la caligrafía con pincel chino, de lo cual se convirtió en experto. Durante los quince años que estuvo dibujando historietas para publicaciones en Filipinas pasó algunos periodos sin trabajo debido a rechazos o discusiones con editores. Esos paréntesis los utilizó Niño para seguir abordando trabajo de ilustración y pintando. Así es como obtenía unos dólares de los militares americanos asentados en
Algunos de los primeros trabajos de Niño, con ascendencias varias: Katuparan (Espesyal Komiks, 297, X-1965), que podría recordar a Breccia, y el trabajo parecido al de Alcalá titulado Mikrobyo (Pynoy Komiks, 71, I-1966).
Páginas de komiks fantásticos de Niño, de 1967 y 1969 las dos superiores, pertenecientes ambas a la serie de vampiros Uhaw sa Dugo, una de Bruhilda también de 1969 y, la inferior derecha, de 1971 publicada en Kidlat Komiks. Obsérvese su progresión en la composición y en la tinta, y también en la rotulación de los títulos.
Le sacó de la desesperación el autor Leandro Martinez, que le recomendó que viese a Gómez, guionista que había fundado el sello con sus siglas, PSG Publishing House. “Mang Pabling” andaba a buscando valores nuevos y Alex apareció, abatido y sin esperanzas, en el momento oportuno. Gómez fue su salvador. Le arrancó de las garras del alcohol y le puso a dibujar, sin pausa, dándole plena libertad, lo cual supuso un renacer para Niño. De
Páginas de Tsangga Rangga (Espesyal Komiks, 338, V-1967) y, abajo, Gruaga (Pioneer Komiks, 10, X-1966).
En la obra de fantasía Gruaga, publicada en Pioneer Komiks, fue donde Niño deseó por primera vez mostrarse como autor completo, firmando Alex N. Niño por entonces. Aquí el dibujante sorprendió por usar unas fórmulas para componer la página que eran insólitas. No solo mostraba un estilo propio, también una fuerte personalidad: al dominio absoluto de la figura humana sumó la distorsión de la figura, incorporó composiciones organizadas en diagonal con respecto a la página, a las masas de negro le añadió furiosos chisporroteos de luz (o energía), y al conjunto así dinamizado confirió solidez con tramados manuales aplicados con plumilla sabia.
Doble página de Sargon, de 1972.
Una de sus obras más recordadas de este periodo fue Sargon, una suerte de Tarzan al estilo filipino que dibujó sobre guiones del mismo P.S. Gómez en las páginas de Universal Komiks desde 1972. Niño aprovechó las evoluciones de este joven semidesnudo para deleitarse con todo tipo de demonios cavernarios y bestias selváticas, pues le encantaba dibujar monstruos y deformidades. El émulo tarzanesco contrastaba fuertemente en estas páginas con los escenarios y los otros habitantes de las viñetas, su lampiño cuerpo era lo único canónico, lo demás aparecía retorcido, desencajado, con la apariencia de no pertenecer a un mundo real, como procedente de una pesadilla. Y aquí llega el momento de resaltar, como en las tres series anteriores, la increíble capacidad de Niño como rotulista. Sus rótulos, los títulos de las historietas, los logos que diseñaba, parecían estar vivos. Palpitaban, latían, como entes orgánicos; las letras se combinaban con formas animales o humanas o desafiaban cualquier regla para abultarse y deformarse.
Las dotes de Niño para la composición de sus obras no sólo dentro de las viñetas, también en la página y en la doble página. Estos ejemplos son de 1967.
Pero el autor no pudo seguir desarrollando este repertorio de fealdades en los cómics de su país con asiduidad. La crisis se había acusado desde la subida al poder del conservador Ferdinand Marcos. Su gobierno represor fue minando la industria de los cómics al aplicar sobre los editores fuertes cánones, que además sufrieron también dificultades en la distribución y vieron rechazados contenidos y detenidas tiradas enteras por razón de la censura, y eso sin tener en cuenta el cada vez más preocupante desabastecimiento de papel. En 1972 fue declarada la ley marcial y todo el país se fue al traste. El crecimiento de la industria de los cómics se detuvo abruptamente a partir de aquel año, como puede extraerse del total de nuevos títulos lanzados en este periodo. En 1968 se habían puesto en circulación trece nuevas publicaciones de o con historietas en las Filipinas, entre ellas el título Maligno Komiks donde Niño desarrolló un argumento de horror; en 1969 fueron treinta y seis los nuevos títulos, bastantes de ellos con carga erótica; en 1970, se redujeron a veintiséis; en 1971 fueron treinta, también trufados de erotismo muchos de ellos. Todo eso se acabó con Marcos: en 1972 se lanzaron sólo cinco títulos nuevos, en 1973 y 1974 del orden de diez, pero la mayoría de ellos iban destinados a reeditar clásicos o bien fueron creados con contenido propagandístico, en 1975 sólo se publicó un nuevo tebeo filipino: Kampeon Komiks[11].
Niño dibujó a lo largo de la década que iba de
Espectacular portada de Niño de 1972, cartel para cine dibujado por Niño en 1974 y una de las ilustraciones que hacía a mediados de los años setenta.
Durante toda la década de los setenta dio lo mejor de su arte a los editores americanos, remitiendo página tras página de historieta por correo, con destino a todo tipo de sellos (DC, Marvel, Warren, Red Circle, Eclipse, Megaton Publications, Horizon Zero Graphics, New Comics, Dark Horse, Image) y en títulos tan dispares como Creepy, 1994, House of Mystery, Bold Adventures, Star Reach Classics, JLA, incluso intentó trabajar haciendo tiras de prensa.
La obra de Alex Niño en EE UU ejemplifica la calidad de los autores de ese país. Una calidad producto de una industria cruel en la que sólo sobrevivían los mejor dotados, que trabajaban a un ritmo endiablado sobre la base de una formación muy sólida, asentada sobre tres o cuatro pilares estilísticos básicos, y que tuvo entre sus temas predilectos la tradición, las manifestaciones fantásticas de su folclor y los héroes nacionales, siendo el horror uno de los géneros de interés tanto para autores como para público. El trabajo de Niño para el exterior siguió siendo “filipino” en tanto que lo elaboraba desde el archipiélago, pero ya se había convertido en parte de la historieta producida en América. Su talento desbordado supuso un cambio radical en el modo de entender el cómic de horror en los comic books y, cuando comenzó a dibujar en los magazines, con mayores libertad y posibilidades de expresión, sorprendió a todos con increíbles monstruos en historietas y también con sorprendentes “historietas monstruo”.
[1] Lent, J.A. (2001): “Introduction”, en Illustrating Asia. Comics, Humor Magazines and Picture Books, Honolulu: University of Hawai’i Press, pp. 2 y 4.
[2] Para saber más, consúltese la enciclopedia web de los cómics filipinos, Komiklopedia, concretamente este texto.
[3] Todos los datos sobre cómics de horror en Filipinas los hemos extraído del esfuerzo recopilatorio de los autores de
[4] Cooke, J.B. (2004): “Alex Niño is Fearless”, en Comic Book Artist vol. 2, 4, p. 96.
[5] Jundis, O. (1978): “Introduction”, en Satan’s Tears. The Art of Alex Niño, Detroit: The Land of Enchantment, p. 1
[6] Amigo, C. (1979): “A Lust for Experiment… Niño’s Art”, en The Philippine Comics Review, 1. Manila: Tikbalang Publications, p. 42.
[7] Cooke, 2004, op. cit., 98
[8] Puede leerse la historieta completa en este enlace de Alanguilan.com
[9] Esta insistencia con el alcohol, o los posibles problemas del autor con el ron, proceden de las indicaciones de C. Amigo en sus textos publicados en The Philippine Comics Review en 1979. Cooke, en su entrevista de 2004 le preguntó sobre este particular: si se drogaba o estimulaba de algún modo a la hora de crear. Niño reconoció que bebía pero nunca mientras trabajaba, y que aparte de eso sólo había probado algo de hierba. Vid. Cooke, 2004, op. cit., p. 100
[10] Según confesaba el dibujante en “The Thoughs of Alex Niño”, entrevista de Celestino Amigo publicada en The Philippine Comics Review en 1979 (pp. 44-47), acompañado de una botella de ron.
[11] Datos extraídos de “A Chronology of Philippine Komiks”, listado tomado de Komiklopedia, que se puede consultar en este enlace.
Ensayo formado por tres artículos. Ver partes 2 y 3: | 2: ALEX NIÑO Y EL NUEVO HORROR AMERICANO << | 3: LAS INFINITAS PÁGINAS DE ALEX NIÑO >> |