LA AVENTURA IDEOLOGICA DE FRANK CAPPA
Frank Cappa surgía en 1981 en las páginas de la fenecida revista Cimoc completando un total de tres historias largas y diez cortas hasta su última entrega durante el año 1988. Pese a su no muy extensa bibliografía (cuatro álbumes publicados más un relato largo titulado ‘Somoza y Gomorra’ aparecido a lo largo de los cuatro números de la revista K.O. Comics), Cappa fue, para el lector habitual de aquellos años, uno de los personajes más queridos y, por supuesto, uno de los más emblemáticos. ¿En qué consisten los atractivos de este personaje y cuales son sus características fundamentales que lo diferencian del héroe clásico? Para responder a esta pregunta intentaremos acercarnos a él analizando tres de las piezas principales del puzzle que forman su compleja personalidad.
Para comenzar convendría aclarar que es todo esto de la aventura ideológica y, por ende, situarnos al mismo nivel que nuestro personaje. Más o menos podríamos definirla como aquellas aventuras donde a través de las acciones narradas se destilan una serie de planteamientos morales o éticos que obligan tanto al héroe como al lector a adoptar una actitud crítica sobre lo allí narrado. Normalmente expresan una toma de posición asumida por parte del personaje que no es sino, en muchos casos, el álter ego del autor (no es gratuito que, en el caso que aquí nos ocupa, la fecha del nacimiento de Cappa en la ficción sea el 27 de mayo, la misma que la de su autor). Casi siempre, el autor, dirige al héroe hacia la reflexión, por lo que, es frecuente, que éste viva en un continuo claroscuro vital y, por ello, aluda, de una manera activa, a los sentimientos del lector, provocándole sensaciones dispares que ha de acoplar en un proceso de interiorización, lejos pues de esa actitud pasiva del lector de tebeos tradicional, receptor / devorador de unos hechos transmitidos desde el cómic clásico de forma unidireccional.
Una vez situados frente a nuestro personaje, podríamos obtener gran cantidad de información, si desmenuzáramos la segunda pieza del rompecabezas, es decir, sus referencias. Al parecer, y según leemos en el artículo de Javier Coma “Desde el pueblo de utopía”, el nombre del personaje le viene dado a éste por la asociación de dos personalidades reales: el director de cine Frank Capra y el conocido fotógrafo de prensa Robert Cappa. Estamos de acuerdo en que del hibridismo de ambos podemos sacar importantes rasgos generales que definirían a nuestro personaje. Yo, a ellos, agregaría otras dos referencias, quizás más literarias y menos aparentes, como las de Ernest Hemingway y Jack London, ambos también corresponsales de guerra en algún momento de sus vidas.
De Frank Capra, recoge Coma, “su fe en el hombre, el escepticismo ante la sociedad, el irrefrenable instinto poético y el placer de la ironía”. De él, yo, añadiría que adopta el desencanto del héroe decepcionado ante la imposibilidad de cambiar el mundo a través de su lucha contra el poder (acordaros del personaje de George Barley / James Stewart de ¡Qué bello es vivir!, 1948), así como su alejamiento de una mirada fácil, cínica y falta de compromiso sobre una realidad deshumanizada y cruel a criticar.
De Robert Cappa, Sommer obtiene el arquetipo a seguir. Quizá sea esta la referencia más clara y la que le aporte mayor cantidad de calor humano, recreándose en varios de los aspectos que hicieron de su figura un ser mítico. Por un lado su talante vital y aventurero: “Si tus fotografías no son lo bastante buenas, es que no estas lo bastante cerca”, solía decir, y esta máxima parece ser seguida por Frank Cappa, que siempre se encuentra en el mismo centro de la acción desde donde nos narra los acontecimientos, poniendo, en muchas ocasiones, su vida en peligro. De otra parte también toma prestado de él su vena de caballero altruista, generoso y sensible al sufrimiento que cualquier guerra produce. Quizá, por ello, en sus aventuras, Frank Cappa, nos habla más de la gente subyugada, portadora de historias personales truncadas por dictámenes arbitrarios de los poderosos, que de la Historia, en letras mayúsculas, de los acontecimientos que le toca vivir (Vietnam, África, Nicaragua, etc.) En este aspecto centra Sommer los primeros capítulos de su personaje ocurridos en tierras africanas en medio de luchas tribales. Así en historias como la titulada “Víctimas y héroes” (Cimoc núms. 4 al 6) vemos a nuestro personaje acompañar, en las últimas horas de vida, a un desertor ‘cobarde’ que va ha ser ejecutado al alba (“Nada de lo que es humano me es ajeno”, le dice, en una frase harto significativa). También desertor y nativo será el protagonista de otro relato, “El último africano” (Cimoc nº 7), reclutado, a su pesar, en una guerra que, entiende, no es la suya, a quien Cappa acompañará en el viaje de regreso a su aldea, siendo testigo de su triste sino.
Este infinito amor hacia la humanidad junto con un elevado sentido poético lo encontramos de igual manera en Jack London y Ernest Hemingway (“Generoso con los humildes y distante con los poderosos”, nos dicen sus biógrafos, “que sabía soportar el dolor físico y el dolor psíquico con infinita paciencia” ¿Acaso no le sucede, frecuentemente, esto a nuestro corresponsal de guerra?). De ellos podríamos comentar que, Cappa, hereda la afición por la aventura y la crudeza en la exposición de los hechos (el episodio “Jangada“, de Cimoc nº 8, sobre el viejo pescador Paulino, recuerda lejanamente a El viejo y el mar), alejándose, sin embargo, de los mismos en algo esencial: la atracción hacia la lucha y la violencia que ambos adoptaron y defendieron hasta, prácticamente, el final de sus vidas. En Cappa este sentimiento no tiene cabida y, como ejemplo claro, podemos leer el episodio titulado “La caza” (Cimoc nº 10) donde es criticada abiertamente, desde una perspectiva del siglo XX, la teoría darwiniana de la supremacía de los más aptos para el combate presentando las dos caras de una misma moneda: la de un indígena perteneciente a una tribu guerrera donde se adquiere prestigio e importancia según las muertes cobradas en las tribus circundantes, sin provocación alguna y, la de un potentado mafioso que se dedica a la caza del hombre por el simple placer de sentir el poder de destruir la vida de sus semejantes. En ambos casos la persistencia de estos comportamientos resulta, en Cappa, intolerable.
El último eslabón cabría dedicarlo a la propia idiosincrasia del personaje, basada en la forma de trabajo de su creador. Éste, dotado de una enorme personalidad y talento para contar historias densas y atractivas, amalgama todas las referencias citadas anteriormente en su crisol particular, dotando a su personaje de unas características especiales a través de unos guiones muy trabajados, enriquecidos con multitud de hallazgos y detalles. Veamos, por ejemplo, como Sommer consigue ahondar y consolidar esta personalidad vital y trágica de su héroe por medio de un continuo sentimiento de transitoriedad, de paso, tanto de los lugares donde permanece temporalmente, como de la vida de las gentes que conoce, como en “El tiburón de agua dulce” (Cimoc nº 47), donde la relación que mantiene con una periodista novata, acaba bruscamente al plantearse ambos lo efímero y cambiante que resultan las relaciones dentro de su profesión de corresponsal, todo ello al observar el acto heroico que realiza una mujer para salvar de la muerte a su marido.
En “Wellcome / Goodbye” (Cimoc núms. 25 y 27 a 29) una vuelta a su lugar de origen, le evidenciará el deterioro que sufren las relaciones humanas con el paso del tiempo, mostrándole lo alejado que se encuentra de sus amigos de la infancia, más preocupados en zanjar cuestiones terrenas que en cultivar su antigua amistad. Esta condición de vagabundo apátrida cuyo lugar en este mundo no está muy definido (por algo el lugar donde se crió se llama Utopía) tendrá en Cappa dos consecuencias fundamentales: por un lado, le hará extremadamente respetuoso con todo lo humano, al ser consciente de lo frágil que resulta la vida humana en un mundo insensibilizado y, por otro, le provocará un sentimiento de impotencia frente a las injusticias que, su profesión, le obliga a ver continuamente y a las que solo puede responder cumpliendo su trabajo lo mejor posible. “El mundo está loco y tu oficio no es arreglarlo”, le dice un veterano periodista encargado de despertarle al mundo real en la que era su primera misión profesional, “Tu solo has de informar a la gente de lo que pasa y esperar a que ellos reaccionen”. Será la lección de este relato vietnamita iniciático titulado “¿Qué diablos hago aquí?” (Cimoc nº 81); una lección aprendida a base de lágrimas y furia contenida.
Cappa representa la quintaesencia de una forma adulta de entender el mundo del cómic. Manfred Sommer ha sabido mostrarnos, a través de la empresa existencial de su personaje, su visión particular del mundo, alejándolo de terrenos trillados hasta la saciedad y de planteamientos juveniles, superficiales y planos. Todo esto lo diferencia del héroe clásico sin menoscabo alguno, expresando claramente una evolución del mismo. Por mi parte sea para él toda mi admiración y respeto.