HANCOCK. CUANDO LA KRYPTONITA ERES TÚ
ANTONIO SANTOS

HANCOCK. Cuando la kryptonita eres tú

 

     BÁSICAMENTE

     

    Un superhombre amnésico, cuyo nombre prestado es JOHN HANCOCK, malvive como un indigente alcohólico en las calles de Los Ángeles. Dotado de invulnerabilidad, superfuerza y capacidad de vuelo, Hancock trata de hacer el bien conforme a los cánones de los superhéroes. En cambio, sus conductas, deterioradas por un profundo cinismo, lo hacen más peligroso que el crimen que combate. No obstante, tras rescatar a un excesivamente bien intencionado (y quizás ingenuo) QUIJOTE publicista, entrará en contacto con la parte avinagrada de sí mismo, lo cual también le supondrá la mayor amenaza para su vida hasta entonces.

 

 

     ¡NO NECESITAMOS OTRO HÉROE!

      Hancock no es una película de superhéroes, porque no hay supervillano al que machacar. No persigue ese espectáculo, sino que trata de extrapolar las circunstancias sociopsicológicas de un ser dotado de tan conspicuas facultades en un planeta tan mediocre. Es, por tanto, una cinta de superhombres. Comparte con el primer SUPERMAN de los setenta el que una inteligencia criminal, supina y rencorosa, le plantea dificultades. Pero no es un film al estilo de los X-MEN o aún los HULK que llevamos vistos: no hay un desfile de disfraces y capacidades sobredimensionadas. Es la historia de un cínico superdotado (sin segundas) que se siente amargamente solo y defraudado. A Hancock le podemos aplicar la MARGINALIA XLIII de POE:

"Me he entretenido a veces tratando de imaginar cuál sería el destino de un individuo dueño (o más bien víctima) de un intelecto muy superior a los de su raza…"

pero leyendo facultades o poderes por intelecto. Esta película contesta el dilema planteado en la reflexión del escritor virginiano: Hancock está rodeado de pigmeos, morales y físicos, incapaces de compartir su concepción del mundo, donde las fronteras están situadas increíblemente lejos y el horizonte ni se divisa. En tanto, los pigmeos viven perfectamente emporcados en sus vidas, rodeados de cachivaches que complacen a sus maxiegos envidiosos e insensibles, egoístas.

Por fuerza el punto de vista de Hancock (nombre que toma de una marca de hipodérmicas) debe ser amplísimo y no quedar limitado por los oscuros convencionalismos y tribalismos como los que nos atenazan. Cierto que él posee unas facultades que le proporcionan mayor resolución y profundidad, los mismos que le frustran cuando se percata de que, aún pudiendo, los seres humanos apenas evolucionan; se esfuerzan en tornarse regresivos.

A tenor de su dilatada experiencia (por sus palabras, Hancock replica a LOS ETERNOS de JACK KIRBY), el superhombre no ha visto un práctico avance en una raza de la cual se ha autoerigido custodio, y que le reprocha el gesto: ¿quién es él para elegirse nuestro hermano mayor? Porque, en última instancia, más allá del complaciente fetichismo exhibicionista machista o feminista que parece ser un superhéroe, un SuperHombre tiene la misión de salvarnos a nosotros, de nosotros mismos, tratando de dar un positivo ejemplo moral y ético, de civismo y urbanidad (eso que hoy llaman educación para la ciudadanía, y antes Reglas de Urbanidad); el resto del tiempo lo pierde aporreando la obtusa cabeza de un pendenciero histérico grotescamente disfrazado, un malvado reflejo del superhéroe en cuestión.

Pero Hancock se ha rendido: no cuenta con la superpaciencia de Superman y comprende que no hay nada que hacer con los pigmeos. Así que, como TONY STARK, se embolinga de continuo. Entre resacas, comprueba que el avance moral de los pigmeos sigue estancado o limitado a perfeccionar formas mecánicas de masacrarse a mansalva mutuamente. ¿Para qué necesitan supervillanos de estrafalarios disfraces? ¡Solitos se bastan! HITLER no llegó, precisamente, de la QUINTA DIMENSIÓN, como muchos querrían. Era otro pigmeo.

 

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     HABITUAL DE LOCALES DE MALA MUERTE

 

    Hancock debe sudar la camiseta ocasionalmente; hace de héroe pero tajado. Esto irrita al pueblo pigmeo (la masa falaz y veleidosa) enervado con sus millonarias meteduras de pata (consecuencia básica de su ebriedad). Pero cuando, por consejo de su autonombrado asesor de imagen, el publicista (que en esta cinta es la LOIS LANE del Superman de BRYAN SINGER) que él salvó de un trance que resalta la insolidaridad esencial humana, Hancock ingresa voluntariamente en la trena (capítulo dotado de singulares anécdotas), la misma rabiosa policía que lo quería lejos de L.A. lo reclama, incapaz de controlar el disparado índice de criminalidad. Hancock, despojándose de su atuendo de indigente y sus gafas a lo RAY CHARLES, regresa para auxiliarles (cuando lo que debió hacer era enclaustrarse en la FORTALEZA DE LA SOLEDAD –la de DOC SAVAGE o la de Superman- y mandarles a hacer puñetas). Y gracias a su publicista, reaparece con uniforme molón, semejante a los que lucía ELVIS, con el águila (símbolo de fuerza) cosida a la espalda (lo cual nos sugiere un guiño a ese compañero de CAPITÁN AMÉRICA, el HALCÓN, cuota racial a cubrir en unos tebeos eminentemente blancos y arios gestionados por judíos), experimentando un renacimiento fulgurante. Los pigmeos que poco antes le vituperaban ahora le aclaman como un ídolo. Ahora, Hancock encaja en su Universo. Y lo acogen porque él hace lo que ellos le ordenan cuando se lo mandan. Así sí queremos a nuestro héroe. Eso de ir volando por ahí, gozando de libre albedrío, nanay…

         Tras vivir milenios, ¿cuántas veces no ha ascendido al panteón y ha sido derribado de él por la misma multitud? Como GUARESCHI hizo observar a DON CAMILO en uno de sus cuentos: "Hay un paso corto del hosanna al crucifícale", vociferado por esa misma muchedumbre.

 

 

     GREATEST HITS

 

    Hancock ha bebido de los mejores y más prominentes momento de LOS INCREÍBLES (hay un Lassiter metido en este proyecto), donde se sometía a escrupuloso e ingenioso análisis el Universo de los Superhéroes, con sus grandezas y vilezas. Es un metraje escueto y lleno de aciertos, donde los guionistas han sido agudos en sumo grado, evitando redundancias y con un Will Smith que empieza a convencer como actor. Ha trasladado las circunstancias de encarnar a un campeón supremo nubio (con lo que eso supone en su medio ambiente) que no incide en las estridencias racistas de las producciones de QUINCY JONES, que hacen amplia crítica de las SITCOMS blancas pero luego se regodean recreándolas e incidiendo en lo mismo que desprecian.

         Hancock no presume de color de piel. No hay alusiones chabacanas al respecto (usuales, por otra parte, al propio Smith en otras cintas); hace ver que ignora que el color de la piel sea un condicionante. Él no ve diferencias raciales algunas. Notemos que su "esposa/hermana" (aquí se han pillado notablemente los dedos los guionistas. No supieron desembrollar el lío; trazaron una sospecha de incestuosidad, aunque ¿no es el mismo ZEUS incestuoso?) es blanca (y AFRIKAANER, por más señas), pero no hay comentario al respecto.

         Otro aspecto notable apreciado en Hancock sucede durante el tiroteo del banco, su renacer para la gloria y los medios, y que no es tan baladí como pueda parecer. La escena refleja un determinado estado de opinión que está fermentando en la presente Sociedad "de las miembras" y las "nuevas masculinidades" (para atónito pasmo de los más mesurados, desactivados para la protesta por miedo a endosarles cierta etiqueta política).

Cuando Hancock acude al rescate de la agente (¿o es la agenta?), antes que nada la somete a un cuestionario donde se esfuerza por detallar que "no se trata de nada sexual" (!) y aún pide permiso (!!) para tocarla. (O sea, ¿viene a equivaler a que un sanitario que deba realizar una RCP debe obtener antes un consentimiento firmado de la mujer autorizándole a tocarla, so pena de ser denunciado por acoso o intento de violación? Suena exagerado y estrafalario, pero esos vientos están empezando a soplar. ¿Puede la Ministro experta del ramo aclarárnoslo, por mor de su bendita corrección, por favor?)

Rogamos paciencia al amable Lector mientras desarrollamos el porqué del valor de la escena, y considere que este tema quedará aquí desarrollado para futuras reseñas.

 

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     EL HÉROE: DIGRESIÓN

 

    Hancock (y cuantiosos héroes más) nos permite contrastar y hacer somero examen respecto a la mutación que está padeciendo la identidad del héroe y sus características. Centrándonos sólo en ALAN MOORE, desde que el inglés "desfiguró" la identidad del campeón, nos hemos ido ciñendo a unos criterios cada vez menos deseables de lo que debe ser un héroe. Esa imagen sencilla, devota y limpia (maniqueamente distorsionada y explotada como un determinado icono político), como constituye el credo de Superman, hoy se desprecia como una cosa estúpida, pueril, ñoña, inmadura. Lo indecoroso y/o amoral, o directamente inmoral, es preferible. Cuanto más cínico, oscuro y contradictorio sea el personaje, ¡tanto mejor! De esto, Moore tiene cierta culpa, pero no toda. Otros más mediocres vieron en esto un filón y malsanamente lo han explotado. (En Hancock se denuncian a los tales: los tebeos exhibidos son sospechosamente parecidos a los de IMAGE y adlateres.)

         También es consecuencia de nuestra Sociedad, llena de maldad, hipocresía y sinrazón. Para colmo, al mando hemos puesto a sujetos incompetentes o deliberadamente maliciosos, asesorados por "eminencias intelectuales" cuyos criterios desafían hasta el más elemental sentido común. Esto está produciendo unos singulares y extraños espasmos socioculturales, contaminando el criterio general y las corrientes de opinión, complicándolo todo aún más la opinión del/a observador/a "autorizado/a" que, quisquillosamente, somete a riguroso análisis y desconfianza al héroe, forzándole a cumplimentar un formulario parecido a este:

 

¿Soy políticamente correcto, o sólo lo suficiente, o nada?

¿Me expreso correctamente? ¿Mis palabras, o acciones, pueden reinterpretarse como lesivas del género, la raza, el credo o la opinión?

¿Mi uniforme es el apropiado? ¿Sus símbolos o colores tienden a equívoco? ¿Cualquier tipo de equívoco?

¿Mis actos me pueden hacer parecer un machista, esclavista, nazi, depravado, degenerado?

Cuando rescato a una mujer (joven), ¿parece que aprovecho para meterle mano?

Cuando rescato a un/a niño/a, ¿indica eso tendencias pederastas? ¿Debí dejarlo en manos de profesionales?

Al presentarme en una escuela, simbolizando determinados valores (trabajo, esfuerzo, familia, patria…), ¿se puede considerar que estoy influyéndoles de una forma ideológica impropia o inadecuada?

¿Pueden acusarme de pedófilo porque me aprovecho de mis poderes para obnubilar sus sensibles y susceptibles mentes infantiles?

Rescatando a un fornido varón albañil (joven), de un andamio ruinoso, ¿desvelo secretas connotaciones homosexuales?

 

         El decálogo puede proseguir incluyendo numerosos y puntillosos apartados más, hasta lo neurótico, pero se capta el espíritu de la idea, ¿verdad?

         WERTHAM utilizó uno parecido, durante su oscura cruzada MCCARTHYSTA contra la historieta, viendo a veces más lo que quería ver que lo que había, reinterpretando con malicioso capricho toda sombra presente. Hoy día, prosperan las Asociaciones y parecidos que hacen lo mismo, y cuya influencia aumenta, avalados por las autoridades que deberían mantenerse independientes, al margen.

Así, el héroe bombardeado por semejante metralla de mezquindad se está petrificando, temeroso de que su menor gesto parezca una brutal amenaza, acosado por una Sociedad estéril, decadente, pérfida, dominada por unas minorías aberrantes y berreantes, aún más lesivas y rabiosas, que en todo, de todo, ven ofensa a su estima. Han amedrentado al gran organismo adocenado de nuestra civilización actual, debido a un exceso timorato de escrúpulos, introducidos en los mismos estamentos que deberían podar sus exigencias desmedidas.

  

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     RECAPITULANDO

 

    Hancock sondea el aspecto más pedestre del héroe que, en plata, está hasta los cojones de quienes debe tutelar. Aunque posee émulos en los tebeos (The Pro, quizás), una de sus fuentes es, curiosamente, IDENTIDAD SECRETA, de BUSIEK e INMONEN, donde una suerte de Hancock se analiza en una clave más convencional, más ceñido a la grasa del riñón del tebeo de superhéroes típico, con algunos momentos oscuros y desapacibles.

Referimos Identidad Secreta pues esa historia recoge algo, de lógica por otra parte, que no se aprecia en Hancock: ¿el Estado no ha tratado de analizarlo y replicarlo? Goza de superfacultades y sin embargo duerme la papa en un banco, cuan vulgar indigente más (un interesante modo de presentar a un dios). El Ejército, o sea, EL GENERAL ROSS, ¿no anda tras de él procurando viviseccionarlo para hacer copias suyas leales a la bandera? Con Hulk, funciona. ¿Por qué no con Hancock?

Tanto los guionistas, como el director, y en la parte que les corresponda a los actores implicados, eran conscientes del "limitado" presupuesto del cual disponían y han tratado de ser más creativos y agudos que espectaculares, aunque no han podido renunciar del todo al asunto. El resultado final quizás flojea. Habrá quien vea en esa ausencia de homérica un defecto, pero que considere que, en esencia, ese no era el objetivo que perseguía Hancock.

Esto nos lleva a hacer otra pequeña digresión: usualmente, se mide la grandeza de un héroe por la enormidad del obstáculo y el supervillano que lo plantea. Reparemos entonces en la cacareada HEROES. Es una basura pretenciosa. ¿Por qué? Carece de su DR. DOOM. Lo compensan con una aberrante analogía a X-FILES y así vas que chutas.

A su vez, de un modo torpe y vacilante, Heroes trata de ser Hancock, mostrando la faceta íntima y cotidiana del personaje. Fracasa porque sus creadores son unos incompetentes pagados de sí mismos que se creen dueños del secreto del género, pero en realidad sólo poseen un puñado de papelotes pergeñados con majaderías ostentosamente elongadas.

Nos tienen atontolinados con el chinito de marras y su ademán de ¡brazos en alto!, como cumbre de creatividad. Sin alharacas, los responsables de Hancock han hecho, en 90 minutos, lo que ellos han sido incapaces de trasladar en ¿40, 50 horas?, todas las temporadas sumadas. Claro, que la culpa la tiene la persistente huelga de guionistas. Los desastres del último huracán son por culpa de su ausencia de actividad ante el teclado, ya sabéis, la Teoría del Caos: la pulsación de las teclas en Los Ángeles contrarresta las corrientes frías del Golfo de Méjico. Que TIM KRIGG, padre de los Heroes, sea escritor, no cuenta. Las pérfidas radiaciones emitidas por los sindicalistas lo han mermado de tal forma que lo han incapacitado para terminar su propia historia. Le dan de comer con una sonda.

         Aunque es llamativo el personaje encarnado por Chalize Theron, una mezcla de TORMENTA de los X-Men, WONDER WOMAN y CAPITÁN MARVEL (había una CAPITANA MARVEL, ¿no?), mucho más poderosa que Hancock, pero que guarda celosamente sus poderes, no obstante desprende la sensación de que aparece porque debe, que tiene bastante de chica florero.

         Otra de las identidades que nos recuerda Hancock es al LUKE CAGE de AZZARELLO y CORBEN, y del cual parecen haber sacado más de una idea para sus conductas y, sobre todo, el vestuario de rapero de tercera.

         Queda, para rematar, la pregunta de que si, en un mundo lleno de Superhéroes, las figuras ajadas, defraudadas, vencidas, hastiadas, como la de Hancock, abundarían. Las Editoriales han coqueteado con esa idea sin llegar a plasmarla en profundidad, devolviendo luego al afectado a los rectos parámetros de la LEY VOLSTEAD y los refinamientos del MARQUÉS DEL MIRIÑAQUE, dejando a tipos como PAT MILLS y KEVIN O´NEILL reflejarnos un poco de Hancock en el tebeo, aunque limitándoles la difusión todo lo posible.

         Y teniendo en cuenta cómo acaban maleando este tipo de iniciativas, más vale que el ejemplo de Hancock no cunda en el cómic, porque abarrotarán nuestras estanterías de imitadores a cual más penoso.

        

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Creación de la ficha (2008): Edición de Javier Alcázar
CITA DE ESTE DOCUMENTO / CITATION:
ANTONIO SANTOS (2008): "Hancock. Cuando la kryptonita eres tú". Disponible en línea el 16/XI/2024 en: https://www.tebeosfera.com/documentos/hancock._cuando_la_kryptonita_eres_tu.html