EL BOOM DE LA HISTORIETA BOLIVIANA |
Ya van cinco Encuentros Internacionales de Historieta organizados en nuestra ciudad: cinco años de compartir experiencias con algunos de los mejores autores internacionales. Desde que comenzó este marcado movimiento historietista se venían notando progresos, pero a la vez falencias a la hora de denotar una historieta boliviana con personalidad propia. Aunque no ha habido un establecimiento concreto de cómic propiamente boliviano, sí han habido en este último tiempo, hitos importantísimos para llegar a ese cometido.
Pero, ¿qué se entendería por historieta boliviana? ¿Estaremos frente a una utopía? Se ha conversado bastante acerca de que identidad no implica seguir preceptos típicos del lugar de origen, sino tener la suficiente capacidad de identificación por parte del entorno. Haciendo una pausa en ese tema, podemos revisar un poco de historia, la más reciente y la que más ha aportado al desarrollo de la historieta en nuestro país.
Han pasado más de siete años desde aquel histórico número uno del suplemento semanal Bang! dirigido por Susana Villegas, en el periódico Presencia, de gran tiraje y circulación nacional. Histórico porque bajo ningún punto de vista se puede negar su aporte determinante a la incipiente historia que estamos revisando. El proyecto que inició Susana junto con Edwin Álvarez y Álvaro Ruilova se constituyó casi inmediatamente en un referente de la historieta nacional, con entregas de noticias, historias completas, ilustraciones y correo, así como una sección abierta a los amateurs. Sería difícil imaginar a alguien a quien le gustara las historietas en esa época que no tenga un ejemplar de Bang! en su colección.
Figura 1: Portada de Crash! nº 1. |
La revista Crash!, única publicación vigente que sobrepasa la decena de entregas, pese a tener la gran desventaja de su aperiodicidad, es finalmente una publicación semi-anual que depende mucho de los apoyos externos y de la realización del Encuentro Internacional de Historietas. Con todo eso, aprovecha bien su proyección y es la única que aparte de publicar a autores extranjeros de primer nivel, ha publicado prácticamente a todos los historietistas del medio nacional con pocas excepciones.
Figura 2: Portada de El Fanzineroso. |
Estas publicaciones han ido aumentando en cantidad y afortunadamente también en calidad y ya se ha hecho una suerte de obligación para los autores nacionales preparar material nuevo y presentarlo en cada uno de los encuentros organizados acá en La Paz en el mes de mayo. El que algunos autores hayan presentado su obra en estos encuentros ha posibilitado que la gente invitada del exterior pueda tener acceso a lo que se produce aquí. Por tanto desde el año 2005, cuando sale publicada la revista Trazo Tóxico, una serie de títulos han ido viendo la luz con mayor y menor suerte. Trazo Tóxico abrió el camino a la nueva ola del cómic boliviano, que ya había visto nacer anteriormente títulos en Santa Cruz, como la Salamantra,y Cochabamba, con Ática, sin tener ninguno mayor repercusión.
Antes de esta publicación, solo fanzines habían llegado a obtener cierta base de seguidores; único ejemplo meritorio El Fanzineroso, que llegó a establecerse como un producto respetado entre los aún escasos del cómic nacional. Trazo Tóxico fue evolucionando hasta convertirse en un formato estándar para los demás títulos. A fines del 2005 la asociación Viñetas con Altura, junto a un nuevo miembro, Marco Guzmán, compilan el trabajo de varios historietistas y presentan el folleto gratuito «15», que reunía historietas de quince autores contemporáneos, para dar a conocer su trabajo a gente que habitualmente no consumía historieta.
En Cochabamba se publica la revista El Clan en enero de 2006, publicación de generosas 64 páginas. En La Paz le siguieron entre otras Mi Nomine, de un colectivo esencialmente oscuro con tendencias satanistas (¡sic!). El mismo año, en mayo, Avril Filomeno y Alejandro Archondo publican una edición en formato de historia completa –«Qué ciudad de locos»– que marcó un patrón y a la vez un debate en cuanto a lo que es y no es una novela gráfica, discusión que permanece hasta ahora.
Algunas antologías han hecho uso del término cómic adulto para definir su contenido, pero el primero en ceñirse adecuadamente a tal calificativo, fue Negro, editada por Pablo Cildoz en Cochabamba. En diciembre de 2006 Santa Cruz publica la revista Comicómano, con un formato sorprendente en cuanto a tamaño, colores y contenido, igualmente desde Santa Cruz llega El Vozetero, fanzine menos elaborado pero sí de un público establecido. Gracias a estos esfuerzos, varios grupos vieron la posibilidad de mostrar su trabajo sin necesidad de enviarlo a revistas de antología como Crash! y prefirieron autoeditarse como grupo o en solitario.
Marco Guzmán presenta su propio colectivo de una sola persona –Gringo Muerto– y deja su enclaustramiento en el mundo del fanzine, en el cual, de todas formas ya había sido abrumadoramente productivo con más títulos que ningún otro. Santos Callisaya, desde la ciudad de El Alto, produjo una miniserie denominada Soquer Boy, publicada en septiembre de 2006 con una trama simple y un dibujo metódicamente aprendido de Osamu Tezuka. Callisaya autofinanció su obra y la presentó con tapas fotocopiadas a color, lo cual, visto ya el resultado final, es loable.
Figura 3: Ilustración de El Marco Tóxico. | Figura 4: Portada de Negro. |
En octubre Cochabamba vuelve a lanzar una antología –«El Chulupi Rrrojo»– con autores de todo el país. El mismo mes la ya legendaria Trazo Tóxico se desintegra dando a luz a dos productos muy similares y antagónicos a la vez, El Trazo y Áxcido. El primero, mantiene la numeración de El Trazo Tóxico.
En enero de ese año Alliance Comics presenta Damocles, revista que incluye dos títulos y cuenta con guiones ambiciosos y más complejos. Otro caso interesante es el de la Estroboscopo, colectivo de artistas plásticos e historietistas que habían publicado ya anteriormente en forma defanzine, pero que tomando en cuenta el formato de imprenta lanzaron un nuevo número uno. Joaquín Cuevas lanza un compilado de su trabajo en su Inofensivo, utilizando un formato más pequeño, pero a la vez más accesible económicamente. Marcelo Fabián quien mantiene el estandarte de El Trazo, empieza a publicar historias de temáticas más diversas y subdivide sus títulos en líneas exclusivas de manga, comercial y adulto. Álvaro Ruilova, uno de los fundadores de Bang! se desmarca de todas las demás opciones y publica dos novelas gráficas bajo una misma premisa, el cómic de terror. Su colección Cuentos de Cuculis marca, quizá, el hito definitivo y parámetro básico a seguir si se pretende igualar el nivel de otros países: formato prestigio, full color, papel de buena resolución y lo más importante, historias pensadas para un público promedio y con personajes fácilmente identificables.
Este artículo omite algunos títulos pues obviamente no se puede citar a todos, pero con esta pequeña lista se puede inferir que el cómic boliviano está atravesando un momento sumamente saludable, que ya no necesita seguir comparándose con material extranjero y puede preocuparse esencialmente en satisfacer las necesidades de su propio público. Otras herramientas, como internet, han posibilitado otro tipo de publicaciones y de formas de difusión de la historieta boliviana, por lo que al público lector solo le resta esperar ver publicadas todas estas nuevas propuestas. Resultado de varias iniciativas, ya sean retos públicos, experimentos digitales, cómics colectivos, etc., la historieta boliviana está a punto de mostrar su potencial y sus mejores productos. Solo resta leer y observar.