ECOS DEL FUTURO EN ARCONTE,
DE FIDEL MARTÍNEZ
Fidel Martínez (Sevilla, 1979) es una de las voces más interesantes del panorama del cómic actual en nuestro país gracias, sobre todo, a sus colaboraciones con Jorge García y su trayectoria posterior en solitario, con obras tan redondas como Fuga de muerte o Sarajevo Pain. En Arconte, su última novela gráfica, el autor, adentrándose por primera vez en la ciencia ficción, narra la historia de una pareja de astronautas, formada por Víctor y Sara Neminem, que viaja hasta Europa, una de las cuatro lunas principales de Júpiter, con objeto de fundar un asentamiento. Allí los espera el afamado astrobiólogo Sebastian Faust para dar inicio a un drama íntimo con el vacío del espacio como telón de fondo, en pleno siglo XXII. En esta obra se encuentran ecos de libros ciencia ficción de los años sesenta y setenta. Obras como Solaris de Stalisnaw Lem o 2001: una Odisea del espacio de Arthur C. Clarke y Stanley Kubrick por su tono cósmico e intimista, y, sobre todo del escritor británico J. G. Ballard, quien trasladó la ciencia ficción al ámbito de la psique humana, cuyo peso es esencial en Arconte, sin olvidar, en el aspecto gráfico, la aportación de Moebius, debido a su singularísima imaginería, que el autor usa como inspiración para sus diseños elementos situados más allá de lo puramente tecnológico, es decir, para la descripción, exquisita, de los pasajes exteriores de la luna Europa. Uno de los grandes aciertos de Fidel Martínez, de todos modos, es el hecho de dar su forma propia a todas estas influencias y convertirlas en ecos de su propia voz, una voz vibrante en un cómic exquisito. De esta manera, Arconte es, acaso, su obra más personal.
A diferencia de las novelas gráficas anteriores, ya mencionadas —que se centraban en un personaje histórico, el poeta judío Paul Celan, en Fuga de muerte o en acontecimientos históricos, como la representación del sitio de Sarajevo, ocurrido durante la guerra de Bosnia entre 1992 y 1995, en Sarajevo Pain— Arconte es una historia de ciencia ficción absolutamente original en la que lo realmente importante, más allá de una trama relativamente sencilla, es la relación que se da entre los personajes que pueblan el relato. Asimismo, el misterioso personaje que da nombre a la obra y marca el desenlace da forma a un engranaje narrativo terriblemente sólido. Y es la construcción de su carácter y la relación entre ellos, a través de unos diálogos muy acertados y de una narrativa gráfica excepcional, la que da forma a este cómic.
Se trata de un drama íntimo que narra el viaje exterior pero también interior de unos personajes en una trama que se encuentra bajo la influencia de uno de los grandes libros de la literatura universal, El corazón de las tinieblas, de Joseph Conrad. En Arconte Fidel Martínez cuenta, emulando el viaje del Charles Marlow por los paisajes fantasmagóricos del río Congo, la historia de un personaje que se mueve entre los grandiosos paisajes de Júpiter así como en los rincones más profundos de la mente humana, magníficamente descritos en las últimas páginas de esta obra, de un lirismo deslumbrante, que vuelven a poner de manifiesto que las obras de este autor consideran al cómic un punto de encuentro entre disciplinas como la poesía, la pintura o el cine, disciplinas que el creador emplea para enriquecer unas viñetas-páginas de plenitud absoluta en las que el personaje principal se sumerge, como hemos dicho, en los lugares más recónditos de su propia consciencia, donde la lógica y la razón ya han desaparecido.
Para ello, el autor emplea un blanco y negro de trazos y pinceladas gruesas, cercanas al expresionismo, que ayuda a transmitir intensidad dramática, casi trágica en algunos momentos, en el rostro de unos personajes que se mueven entre silencios, secretos, culpas y una falsa complicidad. Un blanco y negro que emplea, para construir, de esta forma, el día a día de unos personajes que se mueven entre la soledad, la sombra y la culpa, magníficamente expresados en unas viñetas que reflejan de forma muy acertada los sentimientos de los protagonistas y la distancia que puede haber entre las palabras y la verdad que alberga en su interior, en otro de los grandes aciertos de esta novela gráfica: mostrar las contradicciones propias de todo ser humano (de ahí la cita que aparece en la primera página), para hacernos comprender que las luces y las sombras están, de una forma u otra, en cada uno de nosotros, simbolizadas aquí, por ejemplo, en el retrato, físico y psicológico, de Sebastian Faust, un apellido nada casual, que revela todo aquello que es capaz de realizar la maldad humana. La maldad, uno de los temas comunes en la obra de este autor, así como otros que también aparecen en esta obra: la memoria histórica, la soledad, presentes, en este caso, en los recuerdos de un pasado que se muestra de forma trágica en algunas viñetas, tanto en el pasado de Víctor y Sara como en el de Faust, prisioneros todos de un pasado que acaba por envolverlos a todos.
Arconte es, en suma, una fábula moral que expresa la incapacidad de los seres humanos para huir de su pasado, para escapar de las sombras que otros proyectan en nosotros, así como del afán de enfrentarse a esas mismas sombras y salir victoriosos. Arconte y Sarajevo Pain son anverso y reverso de una misma historia dado que en ambas la maldad es uno de los motores narrativos de la trama pero, a diferencia de esta, en que la maldad se adueña, de forma escalofriante, de muchas de las viñetas y no aparece posibilidad alguna o deseo de redención, en Arconte el mensaje es totalmente diferente ya que, como se cuenta en sus últimas páginas, en este caso hay lugar para la esperanza, como bien queda reflejado en la última viñeta y en el nombre escrito en una de una de las naves: esperanza (Hope).