Muy dotado para el dibujo, se formó artísticamente en las reputadas academias L’Escola del Bosc y el instituto Escola. Atraído por los tebeos y por los dibujos animados, comenzó profesionalmente con gran empuje en 1941, demostrando su habilidad para el trazo limpio en Mis Chicas, una de las primeras revistas femeninas de éxito en España, y en Cuadernos Selectos Cisne. Luego sería muy recordado por sus aportaciones llenas de dinamismo y sombras para la cabecera Chicos (y su derivada Chiquitito): Pepe Carter y Coco, desarrollada entre 1942 y 1946; Bambolia y Púa, 1943; Tony Martin, 1944; El País de los Chiflados, el mismo año; El Ladrón de Pesadillas, 1948; Petalito, 1950; Cosas de Don Justo, 1942, en Chiquitito; o El Aguerrido Felipe, en 1949, en Mis Chicas.
Fue todo un emprendedor. En 1946, junto con los hermanos Emilio y Carlos Freixas Angel, fundó su propia revista de historietas, Mosquito. En ella se ofrecieron los seriales El Capitán Misterio, con dibujos de E. Freixas; Pepe Carter, dibujada por Puigmiquel, y el primer personaje de Carlos, Pistol Jim. La revista no sobrevivió debido a la deficitaria distribución y parte de las series allí publicadas terminaron en las páginas de Gran Chicos y, más tarde, en las de la revista de editorial Plaza El Coyote.
Durante el ecuador de los años cuarenta fue prolífico dibujando historietas de todo tipo, tanto aventureras como románticas, destacando sobre todo en la revista Mis Chicas, por supuesto. También se vio su firma en Chicos, Cubilete, Búfalo, Nicolás, El Once, CIMA, Estrellita o Xanadú, entre otras publicaciones.
Puigmiquel contrajo matrimonio en 1948 y, ahora más seducido por la emergente industria de la animación, emigró a Venezuela para crecer allí como animador. En 1953 formaba parte de los autores más importantes en esta rama del cine, junto a Arturo Moreno (creador de Garbancito de la Mancha) y Alfons Figueras (creador de Topolino), con los que trabajó en la productora Lyon-Caracas Films, produciendo en ella más de medio millar de cortometrajes.
Puigmiquel también colaboró en la prensa venezolana como dibujante de tiras y viñetas, al menos en los periódicos El Nacional, La Esfera y Venezuela Deportiva, en este caso con humor sobre asuntos deportivos.
En 1963, regresó a Cataluña y allí fundaría un estudio publicitario, Cormorán. Dedicó el resto de su vida profesional a la ilustración comercial.