Edward Lear nació en un suburbio de Londres en 1812 y fue el vigésimo hijo de un matrimonio que llegó a tener veintiuno. Desde la más tierna infancia gozó de una salud delicada, y a partir los quince años comenzó a ganarse la vida como ilustrador -«paisajista» para más señas-, lo que con el tiempo le convirtió en un «pintor enemigo jurado de toda pintura». Fue un viajero impenitente: recorrió, sin descanso, numerosos países, y sintió una especial predilección por la luz del Mediterráneo. Murió en San Remo (Italia) en 1888.