En un pequeño pueblo de Texas, Peaster, el matrimonio Isaac Mordecai y Hester Jane Ervin Howard tuvieron su único hijo el 22 de enero de 1906, que fue bautizado Robert por su tío Robert Bruce. Durante nueve años la familia se desplazó hasta asentarse en otra localidad del estado, Cross Plains, de la cual apenas saldría el creador de Conan y otros mitos de la literatura pulpdurante el resto de su vida.
Es a partir de 1925 que sus relatos vieron la luz en Weird Tales , publicación a la que dirigió la mayoría de sus trabajos en lo sucesivo. Tras convencerse de que no había futuro en los cursos de biblioteconomía que había realizado y de que su poesía no generaba muchos dividendos, desde finales de los años veinte incrementó su producción fantástica en prosa, con la cual había aumentado su caché (en 1925 le habían pagado 16 dólares por su primer relato y en 1928 esa cifra se había multiplicado por diez). Sus obras de ficción también trataban temas de amor, piratería, western, narraciones deportivas, aventura genérica y cuentos de fantasmas, algunas de las cuales fueron publicados en otros pulps de la época: Argosy, Adventure, Romance, True Stories, Ghost Stories, Thrills of the Jungle y Liberty.
En 1929, Howard había alcanzado la cota de 772 dólares por la venta de sus relatos, y con ello se había convertido en uno de los hombres más adinerados de la ciudad en que residía. Ese mismo año aparecieron dos de sus personajes más importantes: Solomon Kane, un torvo espadachín de la época isabelina que nació para la literatura en 1928, en el relato “Red Shadows”, y el Rey Kull de Valusia, a quien había situado Howard en una era imaginaria anterior al hundimiento de la Atlántida y que inauguró el género de la fantasía heroica con su relato “The Shadow Kingdom”, publicado en 1929 en Weird Tales.
En 1932, y sobre la base del relato de Kull “By this Axe I Rule!”, que había sido rechazado por la ausencia de elementos fantásticos, Howard inventó un nuevo héroe al que ubicó en otro mundo, nuevo, surgido unos miles de años más adelante en el tiempo que correspondía al atlante. El relato transformado recibió el título “The Phoenix in the Sword”. El héroe, Conan. El resto podría decirse que “es Historia”, pero resultó que aquel mismo año algunos pulps fueron cancelados y Howard tuvo que incrementar su producción de relatos de corte policiaco para mantener sus ingresos (los cuales mermaron entre 1932 y 1933). Steve Harrison fue el detective que más aventuras policíacas escritas por Howard protagonizó. Otra creación también surgida por la necesidad de subsistir en aquel país ahora sumido en la Depresión fue Breckenridge Elkins, un pistolero que corrió sus aventuras en el la publicación no fantástica Action Stories. Gracias a ese tipo de producciones, en 1935 Howard había recuperado el ritmo de ganancias, pero su espíritu había ido perdiendo optimismo debido a un accidente de coche sufrido el 29 de diciembre de 1933, que le afectó al corazón, y a la enfermedad incurable que tuvo postrada a su madre desde comienzos de 1935.
Empero, Howard siguió escribiendo relatos fantásticos para la revista Weird Tales durante ese tiempo, sobre todo protagonizados por Conan, personaje que se había ganado el favor del público, y también otros aventureros y justicieros que le permitieron mantener unos ingresos aceptables (entre ellos Wild Bill Clayton, cuyos relatos los dirigió bajo seudónimo al pulp Spicy Adventure Stories ).
Eso no fue suficiente para calmar su atormentado estado interior y, ante la certidumbre de la inexorable muerte de su madre, en la mañana del jueves 11 de junio de 1936 Howard extrajo un “Colt” del 38 automático de la guantera de su coche y se suicidó. Fue enterrado junto con ella en el cementerio Greenleaf de Brownwood. No pudo llevar a feliz término un proyecto de adaptar alguno de sus héroes al cine, bajo producción de la RKO, y, paradójicamente, tampoco pudo ver impreso jamás un libro que llevase su nombre en cubierta, por más que intentó que un editor lanzase su única novela de Conan en el Reino Unido.
Pese a que su producción literaria no fue excesivamente grande (trescientos relatos, treinta ensayos y varias novelas), tras su muerte siguió deleitando a muchos lectores. Tras los libros que lanzó Martin Greenberg en los años cincuenta, que no obtuvieron mucho eco, las editoriales Lancer y Ace resucitaron a su héroe Conan para una colección de libros de bolsillo a finales de los años sesenta y al gran éxito de ventas que siguió fueron añadiéndose el rescate del resto de su producción fantástica, luego bajo las editoriales Bantam y Tor.
Ciertos héroes salidos de su imaginación, como Cormac Fitzgeoffrey, Francis X. Gordon, Kirby O’Donnell, Phyrras de Argos, Cormac Mac Art, Agnes de Chastillon, James Allison o Esau Cairn serían resucitados del olvido, pero ninguno de ellos consiguió alcanzar la popularidad de Conan, un bárbaro que obtuvo gran acogida entre los lectores de cómics cuando fue llevado a las viñetas por Roy Thomas y Barry Smith en 1970 y que promovió la realización de dos películas cinematográficas en los años ochenta.
Robert E. Howard quedará para la historia como una de las figuras más emblemáticas de la cultura popular del siglo XX. Su treinta años de vida han sido suficientes para alimentar centenares de fanzines que han tratado su producción, para impulsar la redacción de varios libros sobre su figura y su obra, entre ellos The Anotated Guide to Rober E. Howard Sword and Sorcery , de Robert Weinberg, Conan’s World and Robert E. Howard, de D. Schweitzer, La Canción de las Espadas, de Javier Martín Lalanda, Dark Valley Destiny: The Life of Robert E. Howard, de J.W. Griffin, Lyon S. y Catherine C. de Camp (que apareció publicando en castellano por entregas en el fanzine madrileño Lhork) o The Last Celt , de Glenn Lord, y para impulsar a Hollywood a producir en 1996 la película sobre su vida: The Whole Wide World.