Apasionado por los cómics desde niño, Bernárdez hacía trabajos de fontanería y electricidad al mismo tiempo que vendía cómics eventualmente en librerías como Zap 275 o Makoki. Gran conocedor del fanzinismo, del comix americano y del cómic underground que se estaba gestando en España, ayudó a Josep Maria Berenguer a buscar autores para lanzar la revista El Víbora en 1979. Nazario, Martí, Max o Roger pasaron a colaborar en esa revista gracias a la intermediación de Bernárdez, y él mismo pasó a hacer una sección escrita en la revista, sobre fanzinismo. Gran conocedor como era del mercado de los tebeos y también del público consumidor de los primeros años ochenta, entró a trabajar en el área de producción en el sello La Cúpula, y al poco pasó a incorporarse en el consejo de redacción de la revista El Víbora, contribuyendo a su periodo de máxima grandeza.
Tras la marcha de Berenguer, Bernárdez se quedó a cargo de la editorial y siguió creando cómics de calidad, muy preocupado por el proceso de producción, sobre todo por las traducciones, la rotulación y el acabado de los tebeos, además de por la presencia de personajes femeninos fuertes y por las lectoras de cómic. Gracias a su buen olfato pudimos conocer en España la obra de Ralf König o la de Clowes, por ejemplo; se preocupó por editar muy buenos manga de tipo gekiga, o los de Hideshi Hino; nos trajo los primeros tebeos LGBT y con denuncia feminista (Gloeckner, Dreschler), e hizo una gran contribución localizando a autores españoles jóvenes que así tuvieron su primera oportunidad como historietistas, caso de Ana Oncina, Sole Otero o Anabel Colazo o los que poblaron la revista Voltio.