TEBEOSFERA \ SECCIÓN  


IN MEMORIAM / 9

 

Dante Quinterno

San Vicente, 26-X-1909 – Buenos Aires, 14-V-2003

[ Dante Quinterno en una de las últimas fotografías que le tomaron ]


El último ¡Huija!, por Fernando García

Dante Raúl Quinterno, creador del cacique Patoruzú y fundador del primer sindicato argentino de distribución de historietas, falleció en Buenos Aires durante la madrugada del 14 de mayo, a los 93 años. Fiel a su bajo perfil mediático, sus restos fueron inhumados horas después en el cementerio de la Recoleta, sin dar aviso a los medios periodísticos. El deceso fue comunicado por un vocero de la Secretaría de Cultura de la ciudad de Buenos Aires y confirmado luego por personal de la Editorial Universo, empresa que en la actualidad se encarga de la producción y comercialización de las revistas Andanzas de Patoruzú, Correrías de Patoruzito y Locuras de Isidoro. Al sepelio sólo concurrieron su esposa Rosa Schiaffino de Sica, sus hijos Dante, Walter y Mónica, sus nietos, un puñado de colaboradores y amigos.

Descendiente de inmigrantes piamonteses asentados en la zona rural de San Vicente, Quinterno había nacido el 26 de octubre de 1909 con un prodigioso don para el trazo caricaturesco. «Primero ensuciaba con grafito cuanta superficie pulida se presentara a mi vista. Después, en los recreos de la (escuela) primaria, garabateaba retratos de próceres argentinos en los pizarrones», contó a la revista Mundo Argentino en 1932.

A los catorce años publicó sus primeros tres dibujos en la sección de lectores de Páginas de Columba. Con el germen de su trazo dinámico y costumbrista, las ilustraciones enfocaban la hazaña boxística del argentino Luis Angel Firpo (“El Toro Salvaje de las Pampas”), que con una trompada había logrado tirar a su contrincante, el norteamericano Jack Dempsey, fuera del ring. Al año siguiente, mientras cursaba estudios secundarios en el colegio nacional Bernardino Rivadavia de Buenos Aires, Quinterno se inició como ayudante de uno de los más grandes y famosos dibujantes humorísticos del momento, Diógenes “Mono” Taborda; y poco más tarde empezó a colaborar con Arturo Lanteri, pionero de la historieta local.

El 29 de julio de 1925 debutó profesionalmente con el personaje Panitruco, guionizado por Carlos Leroy, en las páginas de El Suplemento. Casi inmediatamente, le siguieron Andanzas y desventuras de Manolo Quaranta (1926) para La Novela Semanal; Don Fermín (que más tarde pasaría a llamarse Don Fierro, 1926) en Mundo Argentino; y Un porteño optimista (que sería rebautizada Las aventuras de Don Gil Contento, 1927) para el popularísimo diario Crítica. Durante el primer año, la tira de Gilito (así llamaban al personaje) fue pródiga en pasos clásicos de la comedia de enredos, hasta que en octubre de 1928 ingresó en la historieta un nuevo personaje: Curugua-Curiguagüigua, un millonario “joven indio, último vástago de los ‘tehuelches gigantes’ que habitaban la Patagonia”. Al verlo llegar a bordo de un tren carguero, Don Gil Contento le grita: «¡Por fin llegaste, Patoruzú! Te bautizo con ese nombre por que el tuyo me descoyunta las mandíbulas». La leyenda se ha encargado de aclarar que el gestor del nombre definitivo del máximo icono historietístico de la Argentina fue Muzio Sáenz Peña, amigo de Quinterno que le recomendó el cambio inspirándose en una famosa golosina de la época, la Pasta de Oruzú.

Lo que sigue, como suele decirse, es historia. De oscuro segundón a cabeza de un imperio editorial pionero en la diversificación mediática y la explotación del mercadeo. Fenómeno social que trasciende los parámetros de la historieta, Patoruzú ha llegado a simbolizar muchos de los valores morales atribuidos al “ser argentino”.

Con el éxito popular, el universo patoruziano creció con la incorporación de Isidoro Cañones y la aparición de emblemáticos personajes secundarios, como la Chacha (la nodriza de Patoruzú); Upa y Patora (hermanos de Patoruzú); el caballo Pampero; el Coronel Cañones (tío de Isidoro) y la versión infantil del héroe, Patoruzito. En 1936, el cacique ganó una página semanal a todo color en Mundo Argentino, infinidad de diarios del interior de la Argentina comenzaron a serializar sus hazañas; y apareció el primer número del semanario de humor político Patoruzú, que en sus mejores momentos llegó a agotar 300.000 ejemplares en pocas horas. Con el correr de los años la línea editorial se ampliaría con Andanzas de Patoruzú (1956), Patoruzito (1945, semanario de aventuras en el que colaboraron Eduardo Ferro, José Luis Salinas y Alberto Breccia entre otras figuras), Correrías de Patoruzito (1958) y Locuras de Isidoro (1968). Entre 1937 y 1984 se publicó el Libro de Oro Patoruzú, anuario que durante las décadas de los años 1940 a 1970 fue lectura obligada en más de un millón de hogares latinoamericanos.

Inspirado en los grandes sindicatos distribuidores de cómics de los Estados Unidos, Quinterno fundó el Sindicato Dante Quinterno en 1935, a través del cual distribuyó la historieta en Norteamérica. Como tira, Patoruzú se publicó en el diario liberal P.M. de Nueva York, entre 1941 y 1948. Apoyada en este pequeño suceso local, la editorial Green Publishing presentó los dos únicos números de la revista The adventures of Patoruzú en 1946.

Completamente diversificado, el Sindicato Dante Quinterno licenció la figura de Patoruzú con fines publicitarios: muñecos de tela, almanaques, dijes, jabones, carameleras, juguetes, prendedores, rompecabezas, discos, un serial de radio y un cortometraje animado (Upa en apuros, 1942), que sorprendió al propio Walt Disney con la calidad de su animación y el empleo del color.

Multimillonario, Quinterno se alejó del dibujo aunque siempre controló con mano de hierro la producción de las historietas y sus contenidos. A partir de los años cincuenta, empezó a adquirir campos en las zonas de Cañuelas y Coronel Brandsen, convirtiéndose paulatinamente en productor ganadero y forestal, razón por la cual fundó la revista especializada Dinámica Rural. En la actualidad, la empresa familiar abarca, además del terreno editorial y la explotación comercial de la marca Patoruzú en nuevos soportes tecnológicos, las telecomunicaciones y el comercio exterior.

Figura indiscutida de la historieta argentina, Quinterno (y en consecuencia Patoruzú) divide sin embargo las aguas en el terreno ideológico. Hombre de derecha y empedernido conservador, Dante Quinterno volcó en el cacique tehuelche la idealización de valores muy concretos: la nobleza, la abnegación, la generosidad; una amplia dosis de inocencia; el patriotismo extremo. En un reportaje a la revista Aconcagua en 1931, el autor confesó haber delineado a Patoruzú «después de haber estudiado la psicología de los indios que sobreviven en el país, y me interesó especialmente el más bonachón e ingenuo. Pero es la auténtica personificación del valor, simboliza cuanto de excelso puede contener el alma humana, y en él se conjugan todas las virtudes inalcanzables para el común de los mortales. Es el hombre perfecto dentro de la imperfección humana».

No es tan así. De los tehuelches, Patoruzú se apropió de símbolos externos como el poncho, la vincha y las boleadoras; de algunos vocablos de resonancia telúrica como “¡huija!” o “canejo”; poco más. De hecho, según lo especifica el propio Quinterno en la aventura “El águila de oro”, Patoruzú es descendiente de faraones egipcios (dinastía Patoruzek) y no de los nativos de estas tierras del Sur. Nunca quedó debidamente aclarada la notable contradicción de un indio terrateniente, propietario de una enorme estancia en la zona patagónica donde las matanzas de indios fueron moneda corriente durante la conquista del desierto. La contraparte del cacique es Isidoro, supuesta caricatura del argentino medio. Vago, interesado, inteligente, vividor. Su vida está controlada y organizada por el poder económico concentrado (Patoruzú) y los mandos militares (el Coronel Cañones).

El universo Quinterno está estructurado socialmente a través de conductas paternalistas que se presentan como solidarias y desinteresadas en la superficie. Profundizando en los niveles de lectura, son evidentes las características xenófobas presentes tanto en las historietas como en notas editoriales o secciones de humor. Los judíos, con quienes más se ensañó Quinterno, son siempre despreciables, avaros y malvados; los chinos son traidores; prácticamente no existen negros y las mujeres son tratadas como seres intelectualmente inferiores o perversos.

El ideario político exhibido en Patoruzú privilegia los intereses sectoriales del capital concentrado por sobre los derechos del trabajador. Y en ese sentido, son notables los apoyos explícitos e implícitos a las dictaduras militares que administraron los destinos de la Argentina. En una tira del 12 de octubre de 1930, Julián de Monte Pío (arquetipo predecesor de Isidoro) apoya y festeja el golpe de estado efectuado por José Félix Uriburu el 6 de septiembre de ese año, diciendo: «Es por eso que todo argentino que lleve sangre de patriotismo en las venas, no debe faltar a la magna cita; hoy todo argentino debe concurrir a presenciar el desfile de los ínclitos milicos que nos salvaron de la tiranía oficialista».

Este desvirtuado nacionalismo a ultranza llevaría a que Quinterno no autorizara la utilización de la imagen de Patoruzú para ilustrar los afiches de la 1º Bienal Mundial de la Historieta de Buenos Aires, en 1968. Lógico, ya que la muestra se realizaba con la colaboración del Instituto Torcuato Di Tella, centro neurálgico de las distintas vanguardias artístico / políticas de izquierda.

Sin oponer ningún tipo de resistencia, la figura del cacique fue apropiada por la Junta Militar de la última dictadura militar (1976-1983); y se lució como mascota oficial de la muestra homenaje al quinto centenario del descubrimiento de América, uno de los logros de la política neoliberal implementada por el presidente constitucional Carlos Menem, continuación programática del modelo de vaciamiento impulsado por Alfredo Martínez de Hoz, ministro de Economía del autodenominado Proceso de Reorganización Nacional.

Medalla de oro de la Cámara de Diputados de la Nación por su trayectoria (1996), distinguido por la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires (1999), Dante Quinterno deja tras de sí un legado artístico de incalculable valor; el volumen de una obra que merece divulgarse y debatirse; y la figura más reconocida de la historieta nacional. Quiso el destino (que a veces se disfraza de casualidad) que su muerte ocurriera el mismo día en que Carlos Menem renunciara a su candidatura presidencial, consciente de su aplastante derrota en el balotaje que debía llevarse a cabo el 18 de mayo de 2003. Dándose la mano, la historia y la historieta cerraron un capítulo de la Argentina contemporánea.


GALERÍA

Dos ejemplos del arte de Dante Quinterno para las portadas del Patoruzú semanal: Nº 44 (18 de julio de 1938) y 107 (2 de octubre de 1939).

 

La bandera argentina siempre presente en la iconografía del universo Quinterno: Portada del Libro de Oro Patoruzú 1979; y Patoruzito lanzado a todo galope con el símbolo patrio.

Cubierta de Locuras de Isidoro número 17, del 4 de diciembre de 1969.

Para el dibujante Rep, la muerte de Quinterno y la victoria presidencial del patagónico Néstor Kirchner están concatenadas por el discurso de la historia argentina contemporánea (última viñeta de la tira publicada en el diario Página 12 de Buenos Aires el 16-V-2003).

Tapa de Patoruzito semanal (1956). Típica portada de Patoruzito, cuando era una de las revistas semanales de historietas de aventuras más importantes del país.

Cubierta del primero de los dos comic books que se editaron en Estados Unidos bajo el título: The adventures of Patoruzú

Patoruzú llora la muerte de su creador


VÍNCULOS:

Patoruzito, por H. Pérez Edía

Patoruzú. Vera historia no oficial del grande y famoso cacique tehuelche, reseña por Javier Mora Bordel


 [ © 2003 Fernando García, para Tebeosfera 030716. ]