A I. P.; siempre.
Actualmente, bien poco se habla, se discute, se analiza sobre los
clásicos de la historieta. Al público mayoritario, el estudio de
nuestras obras “mayores” le trae sin cuidado, orientado su gusto hacia
lo actual; al medio editorial (en teoría amalgamado a los gustos de los
anteriores pero siempre sumido en esa crisis eterna y circunstancial que
parece propia de la historieta de todo tiempo, lugar y condición), el
estudio preciso del pasado no deja de resultarle un hablar por hablar
voluntarioso e ingenuo del cual es imposible obtener beneficios. Y es
que, hoy por hoy, una mirada histórica y crítica de nuestro medio se ha
convertido en un acto clandestino amparado únicamente en iniciativas
particulares como la que nos ocupa.
En abril de 2001 tuvo lugar la publicación del primer número de la
Biblioteca Temática de la Historieta Argentina por parte de
Ediciones la Bañadera del Cómic, un trabajo previo de años en
silencio de un grupo “novel” de críticos argentinos constituido
inicialmente por los nombres de Hernán Ostuni, Fernando García, Andrés
Ferreiro, Mario Formosa y Rodríguez Van Rousselt (el grupo ha sufrido
obligados cambios debido al fallecimiento de Mario Formosa y a la
incorporación de Fernando García y José Luis Rosales). El grupo de investigadores
centraron sus esfuerzos conjuntos en la controvertida figura de Patoruzú,
primer santo y seña del cómic argentino (de hecho el título de este
primer cuaderno es: Patoruzú, vera historia oficial del grande y
famoso cacique Tehuelche), obra escasamente analizada a pesar de su
importancia comercial y la incuestionable calidad historietística de
buena parte de sus páginas. Es decir, un grupo de teóricos y críticos,
historiadores en el más elevado sentido del término, quienes cansados de
verse marginados dentro de un panorama industrial en el que esta rama de
la historieta sólo alcazaba cierta difusión entre el comentario o la
reseña de novedades recientes, emprendieron la ardua labor de la
autoedición para tratar así de encontrar salida a sus líneas
particulares de pensamiento: una visión objetiva e imparcial que trata
de dar respuesta, a través del rigor histórico y documental, a los
símbolos y mitos presentes, pasados y futuros conformadores de la
historieta nacional argentina. Y es en este contexto, donde Patoruzú
cobra vida. Pero, ¿por qué este personaje y no otro?
La siguientes palabras de Rodríguez Van Rousselt justifican la elección
del grande y famoso cacique tehuelche:
«hubo, sin embargo, un
personaje al que se enarboló como quintaesencia, pese a ser muy
discutido en su autenticidad, de los habitantes de estos lares.
Discusión, tal vez, sin sentido, ya que la representatividad del
personaje no se encuentra en su posibilidad racial, su habla o en el
discurso político aparente sino en el entorno en que está sumergido y en
el desempeño de los comparsas que encaran los roles de tipos humanos». (pág.
3)
Y
es que Patoruzú, más allá de la renovación introducida
en
su momento o de su trascendencia puntual, es una figura abierta en su
planteamiento, difícil de abordar al llevar implícita consigo la
discusión, la solfa (y más en una situación como hemos tratado de
definir en el que parece que se tratan de borrar las huellas del
pasado): ¿es una figura clásica?, ¿aún hoy tiene vigencia o se trata de
una figura obsoleta?, ¿cuál es su auténtico valor? A todas y cada una de
estas preguntas tratarán de dar cuenta especialmente tres de los
distintos capítulos que conforman esta obra.
.
“Vera Historia del indio Patoruzú”: una visión diacrónica en la que
podemos observar como la figura del indio va creciendo a medida que
avanza el tiempo. Una antesala a las distintas apariciones desarrolladas
por el personaje a lo largo de su historia particular: desde sus
primeras intervenciones como secundario de lujo (en 1928 en las
aventuras de Don Gil Contento; en 1930 en Don Julián de Montepío) hasta
su toma de conciencia particular como protagonista absoluto en 1935 para
el diario El Mundo (incluido su alter ego infantil, Patoruzito,
creado en 1945). Un crecimiento a tirones: si bien Patoruzú es un
personaje que desde sus inicios ha mantenido íntegra parte de su
identidad propia, al mismo tiempo desarrolla de forma paralela un
carácter huidizo en el que sus rasgos, o más la inseguridad definitoria
de ciertos de ellos, se ofrecerán abiertos a distintas interpretaciones.
·
“Orígenes de los distintos personajes y Buenos, Malos, Feos y
Segundones”: el estudio se centra ahora en los distintos tópicos de
partida desarrollados por los diversos personajes de la obra. Aunque la
lista de personajes es amplia e interesante de tratar hemos de señalar
en rasgos generales que nos encontramos ante un desarrollo esquemático
en cuanto a su psique y carácter. Cada personaje responde a un molde, a
un tipo social al que representa, marca y determina. Interesante dentro
de esta concepción es la psicología propia de Patoruzú: por un lado
representa la figura argentina por excelencia, el gaucho, independiente
y seguro en la naturaleza de sus actos (es decir, que actúa sin dobles
vueltas de hoja); por otro, la recreación del tópico romántico del
indio, un ser honrado y humilde amparado en una visión “exótica”,
siempre atendiendo a nuestra óptica particular de lector occidental, de
la naturaleza. Como vemos un carácter también heterogéneo en su rol y
caracterización.
·
“El padre de Patoruzú e Isidoro”: la raíz misma de esta naturaleza
ambivalente hemos de encontrarla en la figura de su creador, Dante
Quinterno. Un autor de su tiempo, o mejor dicho, adecuado a su tiempo,
plegado a sus exigencias. En este nivel del estudio se hace hincapié no
sólo en su faceta camaleónica capaz de hacer convivir las facetas del
artista con las del editor. De igual manera, nuestros autores tratarán
de alumbrar aquellos aspectos más oscuros dentro de la vida y milagros
de Quinterno: sus fluctuantes implicaciones políticas (aliado
con la derecha golpista del 1930 que derrocó a Irigoyen; luego
declarándose socialista a través de la famosa Quirosófica en loa
a Mario Bravo; después siendo un moderado conservador durante el
peronismo), las acusaciones de discriminación y xenofobia inherentes a
Patoruzú, el nacionalismo a ultranza que poco a poco se irá apoderando
del noble cacique...
Como podemos desprender de este análisis, una clasificación uniforme de
Patoruzú es imposible. El cacique, como retrato catártico de su
autor, es un reflejo exacto de la sociedad (con todos los elementos que
la conforman: desde el político al económico pasando por el cultural)
que le nutre y alimenta. Una sociedad compleja, multiforme, heterogénea;
una sociedad como la argentina en la que la convivencia de los extremos
ha sido desde sus orígenes el leitmotiv que la sustenta y
condiciona. Una sociedad donde la luz (atendiendo estrictamente a la
metáfora de Carpentier) convive con la más oscura de las sombras.
Porque, ¿acaso podemos dudar que Patoruzú sea el primer clásico
de la historieta argentina? Cuestionar su calidad artística o su
categoría textual (un clásico por todo derecho atendiendo a su
aportación e influencias en el posterior devenir de la historieta
nacional argentina) sería un error. Como también lo sería saltarse a la
torera implicaciones paralelas que son también parte y sustancia del
personaje. ¿O como olvidar que el personaje Patoruzú, por desgracia, se
convirtió en la “mascota” del funesto Proceso de Reorganización
Nacional? Arte y política; luces y sombras.
Es por esto que la elección de Patoruzú como la obra que abra
esta futura colección de (atendiendo a lo que reza en la cuarta de
cubiertas) recorridos guiados por los sitios históricos del cómic
nacional es un hecho necesario al ser el primer cómic enteramente
argentino. El próximo trabajo pretende ser un extenso y brillante
trabajo sobre la obra de Oesterheld; lastima que, debido a la atroz
situación económica en la que esta envuelta la Argentina, aún no haya
podido ver la luz.
Y
no es que sea importante Patoruzú, como señala este estudio, por
adaptar a la historieta elementos y tópicos populares como mayor o menor
fortuna, si no por representar en sus páginas, y en su concepción misma
como obra de género, las huellas profundas y testimoniales del mundo que
le rodea. Un proceso, desentrañar el origen de este pasado, y una
voluntad, observar su vigencia en el presente, que se convierten así en
los ejes centrales de esta apasionante historia (la de Patoruzú,
la de Argentina, la de cualquier otro correlato) que aún no ha llegado a
su fin... |