TEBEOSFERA \ SECCIÓN 

GOLDEN CH@T   /  5

Carlos M. Federici

por CARLOS M. FEDERICI


Golden Age: Más sobre Stan Drake y John Cullen Murphy


Golden Age... ¡La Edad Dorada! Todos éramos más jóvenes por entonces; y el  mundo también lo era. Más que un tiempo, un lugar. Un lugar adonde  ir. O adonde regresar. Uno de esos sitios (igual al barrio, que decía el Gordo inmortal) adonde siempre se está llegando.

Según lo pactado en el Ch@t anterior, me enorgullezco en presentar ante ustedes (como diría el famoso empresario circense Barnum) las dos tiras iniciales de una de las mejores y más logradas historietas jamás aparecidas en los periódicos del mundo. Su título: The Heart of Juliet Jones. O bien, como fuera difundida en su versión para los países hispano parlantes, El Diario de una Vida, nombre de sugestivas resonancias, y a mi juicio superior al original (cualidad comprobable, asimismo, en los títulos asignados a los filmes hollywoodenses de los años cuarenta y cincuenta). A pesar de que nunca gozó entre nuestro público de la popularidad que conquistaran, por ejemplo, Mandrake, El Fantasma o Rip Kirby, la creación de Drake y Caplin no le iba en zaga en calidad a ninguna de ellas, superándolas, incluso, en alguno de sus rubros.

En verdad King Features Syndicate había acertado con un incomparable dream-team (en lo que a creación y factura de melodrama historietístico se refiere), al asignar a Stan Drake para que dotase de forma visible a las complejas personalidades que, brotadas de la inspiración privilegiada de Elliot Caplin, se sucederían en las distintas alternativas de un relato como pocas veces jerarquizara al género.

Por otra parte, el aporte de Tex Blaisdell, dibujante encargado de enriquecer la tira con un incomparable diseño de ambientes, paisajes y decoración —cuidada hasta en el detalle nimio del dibujo de una cortina o la apariencia de los colgadores de un toilette— convirtió a Juliet Jones en un producto exquisito. Alguna crítica le reprochó precisamente dicha cualidad, advirtiendo que corría el riesgo de lindar con lo empalagoso; pero, con el mayor respeto a su competencia, me permito discrepar en forma absoluta con esa aseveración. El único término que me viene a la mente con relación a Julieta Jones es perfección. Al que añadiría, para ser un poco más específico, profesionalismo en su nivel más elevado. Y un gran afán por realizar una labor digna, lo que demuestra el cariño que Drake prodigaba, tanto a su trabajo como a sus criaturas de tinta y papel.

No menor mérito debe atribuirse a los dos otros artífices de la tira, sólo porque la usanza de los tiempos los redujera al anonimato. Tanto Caplin como Blaisdell deben figurar en sitio destacado cada vez que se revise la historia de la narrativa secuencial publicada en periódicos.

 ELLIOT CAPLIN: EL HERMANO TALENTOSO DE UNA CELEBRIDAD.

Caplin, cuyo nombre de pila aparece a veces escrito con dos “t” finales, fue hermano del celebérrimo Al Capp, quien en los años cuarenta tenía bien cimentada su fama, gracias a su creación Li’l Abner (El Chiquito Abner), una aguda y con frecuencia ácida sátira de las costumbres norteamericanas a través de la pintura de un pueblo de hillbillies, es decir, rústicos montañeses, llamado Dogpatch, donde convivía la más estrambótica fauna humana que fuera dable concebir.

Julieta Jones constituyó una oportunidad para que Elliot Caplin demostrase su talento, que no desmerecía del de su famoso hermano, si bien transitaba rumbos diversos. Fue el mismo Caplin quien sugirió al KFS la idea de una historieta romántica, que pudiera competir con Mary Worth (María de Oro en Argentina), de Van Ernst y Allen Saunders, otra excelente creación del mejor género de tira dramático sentimental, que contaba con la adhesión de un abultado sector de público, especialmente femenino.

El syndicate, demostrando gran respeto por esta obra, había pensado oponérsele nada menos que con un argumento escrito por Margaret Mitchell, la afamada autora de Lo que el viento se llevó. La prematura muerte de la escritora frustró el proyecto, lo que en definitiva vino a redundar en beneficio de Caplin, quien pudo de esa forma llegar a participar en la realización de una verdadera obra maestra, realzada por el arte incomparable de Stan Drake. Nada mejor que los ocurrentes, incisivos e inspirados bocadillos concebidos por Caplin para dotar de alma a los magníficos personajes que retrató Drake.

Otra de las famosas tiras que libretó Caplin fue Big Ben Bolt, que contó asimismo con insuperable gráfica, debida al lápiz privilegiado de John Cullen Murphy, acerca del cual versara parte de nuestro Ch@t del mes pasado. Hemos visto en la edición previa una muestra del trabajo de este excelente profesional para las páginas dominicales. En éstas, quizás por formar parte de un suplemento de historietas en colores supuestamente dirigido a audiencias juveniles, se privilegiaba el dibujo, en tanto el argumento perdía casi toda la complejidad, y también mucha de la sustancia, que contenía el de las tiras diarias en blanco y negro. Por otra parte, eran más amplias, desde el punto de vista del diseño, las posibilidades que ofrecía la página, en contraposición a las restricciones de una tira de tres o cuatro cuadros monocromáticos dispuestos en forma horizontal. Por regla general, y salvo raras excepciones como Steve Canyon (Luis Ciclón), de Milton Caniff, se llevaban historias independientes para cada una de las dos modalidades, siendo más sencillas y breves las de aparición semanal, mientras que las de continuidad diaria podían prolongarse por varios meses, al menos durante la época de auge del género.

Precisamente en las postrimerías de ese período, o sea en los años cincuenta, las empresas periodísticas solían promover a los creadores de historietas, publicando sus semblanzas en clave de estimulante panegírico, de atractiva lectura para los aficionados. Acerca de John Cullen Murphy se informaba al lector que el dibujante de Big Ben Bolt no había sido muy afortunado en su niñez. Vástago de un matrimonio muy humilde, debió salir a trabajar en edad muy temprana, con el consiguiente detrimento para sus estudios. 

UNA VOCACIÓN FRUCTÍFERA.

A los 12 años John vendía diarios en las calles, durante las mañanas y las tardes. Pero por las noches se recluía en su pequeña habitación y luchaba contra el sueño para poder dedicarse a dibujar, dibujar y dibujar, hasta que su progenitor le obligaba a apagar la luz y lo metía en la cama a viva fuerza. Era evidente que los familiares de John no tenían muy buena opinión del dibujo como profesión de futuro para el jovencito.

Les disgustaba que robase tantas horas al precioso sueño, en pos de un afán nada redituable. Lo reprendían por perder tiempo con “garabatos” en vez de ocuparse en tareas de provecho. Sin embargo, como la vocación de John se asentaba en firmes raíces, él perseveró en sus esfuerzos, hasta que obtuvo los logros que ameritaba por su dedicación.

Según consigna la fuente de la que extraigo la mayoría de estos datos biográficos, la carrera de John Cullen Murphy —que habría de culminar en la consagración de su historieta boxística— se inició en el año 1941, cuando contaba 19 años. Una providencial entrevista con el ya famoso Alex Raymond —a quien muchos han tenido por el mejor historietista de todos los tiempos—, lo estimuló del modo que más necesitaba para lanzarse de lleno a la conquista de sus sueños.

«La conversación que mantuvimos en esa oportunidad forma parte de los recuerdos de mi vida que más atesoro” —diría el dibujante—. Las indicaciones y críticas que me hizo Raymond, su indiscutible jerarquía profesional, lo mismo que su gentileza hacia el principiante que llegaba para quitarle su valioso tiempo, me convirtieron desde entonces en su primer admirador.

»Gracias a su apoyo y aliento, sentí que se acrecentaba mi coraje, y no demoré gran cosa en animarme a solicitar un puesto en la famosa revista Collier’s... Sin duda un paso importante para un novato en el oficio...»

Obtuvo cierto éxito. Se le encargó la realización de viñetas y pequeñas ilustraciones; pero él ambicionaba trabajos de mayor envergadura, por lo que al cabo de un tiempo renunció, para probar suerte en el campo de la ilustración publicitaria.

La II Guerra Mundial interrumpió entonces el desarrollo de su carrera. Debió ir al frente de batalla, y le tocó estar en las célebres contiendas de Okinawa e Iwo-Jima. A principios de 1945 tuvo la fortuna de encontrarse con Raymond, quien tenía grado de Capitán, y éste lo designó como su asistente para la actividades de propaganda que le encomendara la Marina de Guerra. Ambos se trasladaron a Borneo, y allí tomaron crudos apuntes de los campos de batalla, que luego conmoverían al público norteamericano desde las páginas del magazín Newsweek.

A fines de 1945, luego de la rendición del Japón, Alex y John fueron dados de baja. Murphy volvió a Nueva York, donde, cimentado su prestigio por las ilustraciones bélicas, no se le hizo difícil encontrar trabajo en las mejores revistas. Por aquel entonces, cuando la televisión no había llegado a imponerse, la popularidad de Collier’s, Holiday o Esquire era inmensa, entre un público ávido de emocionarse con las novelas de romance, aventura y exóticos ambientes que solían poblar sus páginas.

Los dibujos de John concitaron la admiración de los lectores, aparte de llamar la atención del King Features Syndicate, que poco después lo contrató para que crease una historieta deportiva, habida cuenta de su experiencia como ilustrador de esos temas. Murphy eligió como protagonista a un joven boxeador, Ben Bolt, pecoso, bonachón e «incapaz de toda picardía». De la peripecia argumental habría de encargarse un promisorio escritor a quien el mismo John, que lo conoció durante la guerra, recomendara al Sindicato. Este escritor no era otro que Elliot Caplin.

El resto es Histori(et)a. Duró 25 años.

Hoy día, fenecido Ben Bolt (ver Golden Ch@t 4), Murphy se encarga de continuar El Príncipe Valiente. Su labor le ha conquistado el aplauso de público y colegas.

Como puede comprobarse, los sueños de John se realizaron.

Fiat Lux!

 

TEX BLAISDELL: UN DECORADOR COMO POCOS

Sobre Philip “Tex” Blaisdell, opinaba su colega Bob Fujitani, que trabajó con él en el estudio del gran Will Eisner en la década de 1940: «Tenía un enorme sentido del humor. Quizás no fuera un gran ilustrador en términos académicos, pero para el grotesco era insuperable. A Eisner le agradaba el dibujo ‘caricaturesco’, como puede notarse en su más famosa obra, El Spirit. Tex estaba especialmente dotado para resolver cualquier problema que se nos presentase al dibujar un cuadro; él siempre acertaba a colocar la nota de humor que Eisner quería. La mayoría de nosotros estábamos tan preocupados por los aspectos técnicos del dibujo, que perdíamos de vista el humor. Eisner confiaba en Blaisdell para que mantuviese la línea que deseaba imponer en la realización de su historieta. Tex era como nuestro supervisor en ese aspecto.»

A lo que puede agregarse que Blaisdell mostró, con El Diario de una Vida, que aparte del humor, poseía también un excelente gusto para diseñar los detalles de interiores domésticos, panoramas urbanos y paisajes de todo tipo, que fueron el complemento ideal para las figuras de Stan Drake.

 

¡ULTIMO MOMENTO! JOHN CULLEN MURPHY DICE "ADIOS"

Según noticia proporcionada por el boletín electrónico Scoop, que Gemstone envía semanalmente a sus suscriptores, se hace saber, con fecha 20 de febrero de 2004, que John Cullen Murphy anunció, a pocos meses de su octogésimo quinto aniversario, que se retiraría como dibujante de la serie El Príncipe Valiente. Se ofrece una somerísima biografía del artista, y se informa, además, que la clásica historieta que creara el maestro Harold Foster pasará a ser ilustrada por Gary Gianni, profesional de prestigio, según la fuente de referencia, el cual fuera premiado por la Sociedad de Dibujantes. El hijo de Murphy, Cullen, continuará desempeñando la función de guionista de la tira.
Una honrosa retirada para un grande de la historieta, que tuviera destacado papel en la época más gloriosa del género. Sus admiradores no lo olvidaremos.

VISITAR LA GALERÍA DE IMÁGENES de J.C. Murphy y S. Drake  >


 [ © 2004 Carlos M. Federici, para Tebeosfera 040306 ]