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Boletín informativo   /   Boletín informativo y de opinión    /   Revista teórica sobre historietanacido en 1986, dirigido/a por varios (L.F. Díaz, J.M. Méndez, D. Muñoz, S. García, Ó. Palmer) y editado por Madrid Comics, Mario Ayuso Editor, Camaleón Ediciones, La Factoría de Ideas y Asociación Cultural U

 

Madrid

[ Ilustración de la cubierta de U # 22: Horacio Altuna ]


COMENTARIO

URICH

URICH Vol. II

U, EL HIJO DE URICH


LA QUINTA VOCAL, por Manuel Barrero


La historia de las publicaciones teóricas en España ha de ser analizada desde la década de los noventa con otra óptica. Al igual que la posmodernidad produce híbridos y pastiches, y desfigura conceptos, mercados, espectáculos, ciencia, periodismo y gratuidad, los fanzines, prozines y revistas de estudio de la historieta (y, muy excepcionalmente, del humor gráfico) han atravesado un período tan ambiguo como fértil durante la última década del siglo XX.

Tras aquellos años setenta de compromiso y energía fundacional (Cuto, Bang!, El Wendigo, Sunday, Cómics Camp Cómics In y otros...), se pasó a unos ochenta más contestatarios y desbaratados (Viñetas, Tribulete, Grafito, Cómics Fanzine, El Maquinista Mensual...) que fueron virando, en interés, hacia los comic books protagonistas del mercado (Urich, Dolmen, Krazy Comics, Slumberland), hasta que finalmente todo acabó diluyéndose con el mercado mismo, con la marginalidad, con el espíritu editorialista o el promocional. En los noventa asistimos, indiferentes a la par que embobados por el papel cuché y los milagros de la ofimática y la infografía, a fórmulas de presunta comprometida independencia entre una cada vez más acusada masa en crecimiento de opinantes frente a una cada vez menor cantidad de consumidores de tebeos.

No se puede decir que la crítica de historieta, considerada como profesión, lo haya tenido fácil para consolidarse en nuestro país; incluso no puede afirmarse que haya existido (salvo, quizá, el caso de Javier Coma). Lo cierto es que de las publicaciones habidas en nuestro terruño en la última década, solamente podrían haberse tenido por independientes cabeceras como El Boletín, La revista del CAT, Comic Guía, Noveno Arte, El Wendigo (y, ésta, salvo en lo relativo a sus propias ediciones de Mazzuchelli y a la nada creíble sinergia coincidente de loas y estudios sobre los autores invitados y premiados en el salón que el colectivo organiza). En cualquier caso, las últimas citadas y muchos otros fanzines teóricos, sí que gozaron de redactores que ni siquiera estuvieron ligados, como profesionales de la traducción, de la redacción y de la corresponsalía con lectores, con editorial alguna. En este ámbito de compleja, o al menos difícil, independencia crítica ¿qué papel ha desempeñado la publicación U, antes U, el hijo de Urich, y antes Urich...? La respuesta se resume en dos palabras: Coherencia, solidez. Y en dos nombres fundamentalmente: Méndez, García.

Los «úricos».

El nacimiento de la publicación Urich tuvo lugar en un momento concreto en el que el mercado español cambia y en el que cambia la crítica de la historieta, si es que así se puede denominar al conjunto de opinantes y sus actividades. El mercado de los cómics de una España encarrilada en la democracia experimentó una modificación importante debido a la gestión editorial de Comics Forum y Ediciones Zinco, que revitalizaron el gusto mayoritario por los superhéroes, a lo cual contribuyó, también, una gran cantidad de nuevas propuestas muy estimulantes procedentes de EE UU (Bolland, Simonson, Sienkiewicz, Miller, Moore y otros). Esto propició que las librerías especializadas en cómics se interesasen en apoyar la edición de publicaciones teóricas que avivaran la fogata de aquel mercado fascinante, fresco y provechoso. Por ende, como boletines promocionales pueden tenerse, entonces: Stock, con la librería Arte-9 como promotora, Pogo, auspiciada por EleKtra Comics, o Urich, editada por Madrid Cómics, con Mario Ayuso a la cabeza.

El tono de esta publicación, desde la perspectiva del ejercicio de la crítica, nada tenía que ver con lo habido hasta entonces en principio: nada que ver con ¡Bang! y su dosis de profunda documentación, nada que ver con la levemente sectaria y poco ecuánime El Wendigo, o la arribista Sunday, o la reaccionaria Tribulete o la farragosa Neuróptica (por citar tan sólo sus defectos, que virtudes también tuvieron, y tienen). El caso de Urich es otro muy diferente, pues el objeto del producto de Madrid Cómics es promocionar los comic books. Por lo cual es encargada la dirección al simpatizante (y eventual trabajador) en la librería Lorenzo Félix Díaz, surgiendo así un flaco boletín que muestra cierta asepsia opinante, pero también cariño por los tebeos tratados (Carlos Portela, en Urich Vol. II, # 1 llegó a calificar el tono de Díaz de «didáctico»). El mismo cariño que les profesaba José María Méndez, segundo director de la publicación, desde su número 11, quien impuso de inmediato su fuerte carácter saltando del tono «didáctico» al directamente «chulesco», también en palabras de Portela. Chulesco pero sagaz, inteligentemente sarcástico y demostrando un sentido del riesgo que Lorenzo no tuvo y un compromiso más claro con la historieta española. O con una parte de la historieta española, la madrileña concretamente, usando así el boletín para destacar valores locales, algo que fue criticado pero que con el tiempo se ha demostrado un acierto, por cuanto ese “ombliguismo” apuntó hacia algunas firmas que con han demostrado ser valores a escala nacional.

Méndez no sólo significó un relevo carismático, también fue dibujando una filosofía editorial concreta que quería alejarse de desgranar vacuidades para regocijo de adolescentes y evolucionar hacia la publicación más sesuda, analítica, integrada por largas entrevistas y dossieres. Lo consiguió, rodeado de un plantel de colaboradores muy estimable, donde despuntaban Antonio Trashorras, eternamente certero, Francisco Naranjo, excepcional analista –cuando no ejercía la digresión amanerada, sobre todo por caminos conquenses–, Cuadrado, incisivo y aguijoneante, o Díaz, siempre eficaz bajo diferentes seudónimos. Se fue forjando así una férrea voluntad, la del editor, de ejercitar la crítica inteligente en un soporte con cuya estética también se obsesionó. Así lo declaró Méndez, en el número 1 de Urich Vol. II (página 15), donde expuso sus objetivos de modo aplastante y con declarado espíritu independiente, pero también combativo, y que tuvo como fusilero con galones a Jesús Cuadrado. En efecto, acabada la aventura del primer boletín Urich, tras 23 números, Méndez volvió a la carga con una publicación renovada en apariencia y que detonó entre el ya entonces incipiente “mundillo” como una traca de feria: aquel especial “Una merienda de negros” lanzó la primera mirada hacia sí mismos, hacia los críticos, y resultó un documento de relevancia oportuna, acaso lastrado por la bilis que acogía en el encarte central (una suerte de libelo a modo de diccionario sardónico escrito por Cuadrado y que a muchos aludidos no hizo gracia). Pero la publicación, ahora con aspecto profesional, continuó su andadura con firmas sólidamente asentadas (David Muñoz, Gonzalo Quesada, S. García, los aludidos anteriormente) y con temas de gran interés, tratados con rigor siempre y con ese toque ácido que tan bien supo sintetizar Cuadrado cuando aludía al equipo redactor de la publicación como “los úricos”.

En el apartado de los defectos de la etapa Méndez podría caber la de acusar a su director de prepotente, y desde luego de irreverente, si bien eso no oscureció su brillantez. Resplandor que se fue apagando al ritmo que Méndez acusó el hastío de mantener la postura adquirida, a lo que probablemente contribuyó la reacción casi unánime de una masa ignara que no supo leer o entender un célebre texto suyo publicado en Krazy Comics donde ponía en solfa los cómics de superhéroes. Algo que aprovechó el turbio fenómeno Piñol, con el sentido del humor cruel y populista que le caracteriza, para sacar partido (aquel alegato “¡Todos contra Méndez!”, insultante y falto de gracia incluso en su reedición años después en el volumen Fan con nata).

Los «ágrafos».

Por fortuna, el desaliento de Méndez no sería patente hasta después de consolidarse un segundo rescate del boletín, ahora bajo el título U, el hijo de Urich, que apareció en agosto de 1996 con el formato de un fanzine de un centenar de ejemplares de tirada, el cual entronca con una nueva etapa de la publicación teórica en nuestro país, la del patrocinio no ya de tiendas interesadas en promover ventas, sino de editoriales interesadas en promover ventas. Para un debate posterior dejo la idea de si las publicaciones teóricas, de divulgación, información, comentario y recensión de esta época, pudieran o podrían desvincularse de presupuestos subjetivos y de apoyo a sus respectivas entidades editoras nodrizas, en tanto que si bien los editores declaraban dejar independencia a sus redactores, el hecho es que Slumberland perteneció al sello editor Camaleón, como Dolmen y U, el hijo de Urich; Nemo fue editada por La Factoría de Ideas; Volumen lo ha sido por Under Cómic, al igual que su sucesora La Guía del Cómic; dentro de LA VIÑETA, perteneció a Dude Cómics durante una docena de números; Ultimate Reports, y la reciente Wizard, a la editorial Mega Multimedia; Trama a Astiberri Ediciones... Y siendo como eran pocos los estudiosos del cómic en España, no extraña ahora que los opinantes más capacitados estuviesen trabajando al tiempo como redactores, traductores, asesores y corresponsales de Forum o de Zinco. Ello no implica que debieran rendir cuentas a sus patrocinadores y anunciantes, pero el hecho es que la renombrada con escasa originalidad U, el hijo de Urich se supeditó a Camaleón ediciones (desde XI-96 a XI-98), sello que también editaba Dolmen.

Con presencia profesional gracias a ese mecenazgo, la publicación fue pasando poco a poco de las manos de un cada vez más cansado Méndez a un cada vez más responsable Santiago García, quien actuó con ayuda de David Muñoz en labores de coordinación y dirección (sobre todo en referencia a la etapa con edición y distribuido de La Factoría de Ideas, entre I-99 y IX-00). García, de correctas mirada y pluma, traductor y prologuista omnívoro, y gris correero, alternó su nombre real con el de Trajano Bermúdez en sus labores para la editorial Planeta-DeAgostini, y jamás se mostró tan temerario como Méndez. A García no le guiaba el afán polemista, era más ecuánime pero también más aburrido. Igualmente se mostraba coherente, lo cual benefició a la publicación, que dirigió en todo momento junto a David Muñoz. Con ellos, impetuosos y vivaces, seguros, U, el hijo de Urich convino en parecer aún más sólido (pese a que la crítica ácrata, ignoramos si por satisfacer cierto espíritu vengativo, los calificó de ágrafos), con una filosofía editorial muy clara: la de tratar sobre historieta evitando el editorialismo. Ejercitaron ese deber volcándose sobre tebeos del gusto de los redactores, algunos de ellos embelesados por la publicación de Gary Groth The Comics Journal, modelo de referencia tanto en lo referido al enfoque monográfico que pronto adquiere la publicación como en lo relativo a los autores que eran reseñados (sin olvidar el modelo de su maqueta, que también debe algo al de Les Cahiers de la Bande Dessinnée).

Esforzado por mantener una periodicidad bimestral durante 17 números, la labor del director, García / Bermúdez (junto a Muñoz), no admite tacha. Pese a ser trabajador de una editorial, el porcentaje de textos y páginas dedicadas al comentario fue repartido de un modo equitativo casi matemático (con algún desliz perdonable). Con todo, el modo de acercarse a las reseñas jamás cayó en la chabacanería, en la mordacidad hiriente, en la ironía sardónica o en la respuesta airada, siendo muchos de los trabajos publicados allí modelo de conducta para futuros teóricos. El extenso análisis sobre los superhéroes de García, las entrevistas de Trashorras y Muñoz a Carlos Giménez y Francisco Ibáñez, la practicada por García Sánchez a Miguelanxo Prado (que el mismo Prado luego indicó como audaz y certera en El Semanal), la de Guiral a Mora, las entrevistas a Altuna, Muñoz, Torres, el número dedicado a Alan Moore, o las reseñas de Naranjo, Guiral, García Sánchez, P. Pérez, Bonet... todo en conjunto, supera con creces el rasero de la alta calidad, y resulta un fondo documental de imprescindible consulta para cualquier interesado en analizar la el mercado de la historieta en España durante los años ochenta y noventa. Si bien no todo fueron parabienes: El equipo redactor fue tildado de pedante por quienes solamente querían reseñas livianas a salvo de vocabulario florido y complejo (¿?) y fue tachado de cruel por aquellos opinantes que también habían sido creadores vapuleados por los críticos madrileños. Nunca llueve a gusto de todos.

O U.

Alejado Muñoz en parte por su dedicación a elaborar guiones cinematográficos y con García también implicado en otras direcciones (el Volumen de Under Cómic, que aparece en un mercado saturado de publicaciones teóricas “subvencionadas”), el impulso inicial se desinfló entre los números 18 y 21, que se vuelve trimestral, habiendo entre los números que van del 21 al 22 un paréntesis de cinco meses que se convierte en anualidad entre los números 22 y 23, y que concluye con la marcha de García de la dirección, siendo éste sustituido por teórico y traductor decimonónico Óscar Palmer.

La publicación, en general, ha sido alabada hasta aquí casi con unanimidad. Pero esa unánime impresión proviene de una minoría, de nuevo, de la minoría interesada en el acercamiento teórico de la historieta desde la inteligencia y el buen gusto, lo cual demuestran las cifras de ventas: U, el hijo de Urich, luego simplemente U, distribuía entre 1000 y 1200 ejemplares, cifra baja frente a los 3500 ó 4000 de tirada de Dolmen, o los actuales 8000 que pone Astiberri en circulación de su publicación Trama.

Acaso se deba este aprecio a que la renombrada U se mantuvo firme en sus convicciones de lo que era calidad en historieta. Sí, demostró algo de acritud hacia ciertos géneros (fantasía heroica ) y sellos (MegaMultimedia), e hizo arropo hacia ciertos sectores de la creación (los indies yanquis) y de la edición (Fantagraphics), mas, nunca pecó de contradictorio su director García, salvo a la hora de su marcha, también desasida de ilusión, que casi coincidió con la desalentadora visión del cómic que su contacto en EE UU hizo pública en el número 23 de U.

Indicaba el editorial de U # 22 (II-2001, p. 2), que para los que hacían U el cómic había perdido cierta importancia, lamentándose en estos términos: «a medida que nos hacemos mayores, cada vez nos cuesta más encontrar tiempo para jugar». Ley de vida y metafórica alusión a su despedida de la dirección de U, la cual dejó en manos de un Palmer que se benefició de la inercia del anterior equipo, pero que se ha visto perjudicado por la contradicción en que entra el editorial citado: «desengañémonos, el lugar de una revista de crítica independiente no está dentro de una editorial del ramo. Lo natural es no rendir cuentas a nadie.» Este cambio de rumbo fue tomado en el número 22, editado ahora por Asociación Cultural U; cabe preguntarse por qué no fue tomado en 1996, para editar U, el hijo de Urich # 1.

Leve defecto este de la contradicción si admitimos que no existe la crítica independiente en España, y más tratándose una publicación caracterizada por la maqueta esmerada (un aplauso para Méndez, pero otro mayor para Luis Bustos), conducida por cerebros privilegiados (Díaz, Méndez, Muñoz, García, Palmer), plural, selecta y, considerada en un solo bloque, una de las cinco mejores publicaciones seriadas sobre historieta españolas.


VÍNCULOS.

Comentario de Javier Mora Bordel

URICH (# 1 a # 21, y # 13 bis)

URICH (Vol. II: # 1 extraordinario, y # 1 a # 3)

U, el hijo de Urich [ luego U ]: (Especial # 1, y # 1 a # 23)


[ Ficha: M. Barrero, para Tebeosfera 020430 ]   |   [ Ficha enmendada con fecha 15-V-02 por su autor a petición de los directores de Urich y U: José María Méndez, Santiago García y David Muñoz, en virtud de que opinaron que en el comentario se minusvaloró la participación de Muñoz en las publicaciones. Si bien se ha retocado el texto para evitar inferencias por parte del lector que (siempre a juicio de Méndez y García) pudieran extraerse del comentario, en Tebeosfera consideramos que el comentario no escapa a la veracidad ni resulta insultante para ninguno de los directores y / o coordinadores, salvo que medien prejuicios que desconocemos. ]