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SIN CITY

Sin City (1991-1999)

[ Sin City, Sin City: That Yellow Bastard, Sin City: A Dame To Kill For, Sin City: The Big Fat Kill, Sin City: Family Values,  Sin City: Booze, Broads and Bullets, Sin City: Hell and Back, Sin City: The Babe Wore Red and other stories, Sin City: Just Another Saturday Night, Sin City: Silent Night, The Art of Sin City ]

Guión y dibujos: Frank Miller

Color: Lynn Varley

Edición : Dark Horse Ent. / Legend

Edición española: Norma editorial, en Cimoc, en la Col. Made in the USA y en diferentes libros publicados como lanzamientos únicos bajo el título Sin City

 Cubierta de las dos ediciones de Norma de la primera entrega de Sin City. © F. Miller


COMENTARIO, por Eduardo Martínez-Pinna

En la última década del siglo XX, Frank Miller se había encaramado en lo alto de la atalaya del prestigio. Con un dibujo que evoca los contrastes de Caniff y Toth, la soltura del pincel de Pratt y la realidad deformada de Breccia se reencuentra como autor completo. Un reencuentro en la simplificación, en soltar lastres y en donde no tienen cabida ni entintadores, ni coloristas, ni estrellas gráficas de primer orden.

Introducción.

Cuando Frank Miller se da el paseo por el mainstream, paseo que por otra parte remodela los márgenes estéticos del estilo superheroico, alcanza la categoría de autor mítico. Argumentaciones sostenidas, narración concisa, relato en primera persona, drama épico y enfoques crepusculares enmascaran con creces sus carencias plásticas. Si a ello le añadimos diseños innovadores (Daredevil y Batman Year One), coloraciones de lujo realizadas por su esposa Lynn Varley (Ronin, Dark Knight, Elektra Lives Again) cuando no una realización gráfica en manos de estrellas del dibujo (Romita Jr., Mazzuchelli o Sienkiewicz) sus obras se sitúan en estándares únicos muy difíciles de superar. Un engranaje perfecto entre la porción literaria y conceptual del cómic, entre la calidad y la comercialidad.

Ese devenir por las grandes editoriales (Marvel y DC) fija una nueva perspectiva del género que por otra parte siempre demanda revisiones constantes que retrasen su agotamiento estético. Ensancha el cerrado y circunscrito libro de estilo del “género sacro” (el superheroico claro, entendido así en EE UU) con la única premisa de ampliar las argumentaciones a conceptos más universales. Algo más que las simples peleas incruentas entre buenos y malos. En definitiva, historias en la que los grandes temas campen- o al menos lo intenten- sin trabas.

La personalidad de Miller y el concepto empresarial de las grandes editoriales son realidades de difícil comunión por lo que el matrimonio terminará rompiéndose. Entre las causas que facilitan el “divorcio” se encuentran la censura y la dificultad empresarial de tratar a los autores como lo que son, en vez de cómo asalariados, apropiándose y manipulando las ideas y personajes de una manera distinta a la impuesta por su (¿legítimo?) creador (el famoso caso de Elektra). La causa determinante es el hastío del propio Miller y la constante búsqueda de pastos más verdes donde pueda dar rienda suelta a su contenida rebeldía (no fue el caso de su paso por la industria cinematográfica, en donde debió de salir más escaldado que entró tras la escritura de las dos secuelas de Robocop). Ni ha sido el primero, ni probablemente el último de los rebeldes.

En los años noventa, pone su dilatado y personal saber creativo en la entonces emergente e “independiente” Dark Horse, escribiendo originales guiones para Dave Gibbons (miniseries de Martha Washington) y para Geoff Darrow (Hard Boiled) obras que no superan sus grandes trabajos en el circuito principal. El gusanillo de ser el propietario de su obra (tampoco será el primero, ni el último) le corroe por lo que hábilmente inspira una asociación formada por otros prestigiosos autores del mainstream con inquietudes similares (siempre y cuando sean como mínimo dibujantes, sino autores completos). El producto nacido de aquel parto se llama Legend y emerge con la suficiente independencia para editar en Dark Horse o cualquier otra empresa, en asociación o independencia, siendo los autores propietarios de su obra en su acepción más genérica. John Byrne, el otro de los principales impulsores, lo define como sello flotante. La nómina inicial de Legend, la integran además de los citados, o sea sus inspiradores, un registro de los autores más prestigiados de la última década del pasado siglo como son Arthur Adams, Dave Gibbons, Geoff Darrow, Paul Chadwick, Mike Mignola, a la que pronto se unirá Mike Alred. Las escasas obras que lucen el emblema son publicadas por Dark Horse, así como la más emblemática, Sin City, el último de los grandes trabajos de Miller en una carrera cuajada de éxitos. Su integración en Legend es a partir del segundo título A Dame to Kill For publicada como serie limitada en comic books de noviembre de 1993 a mayo de 1994.1

El culto al exceso.

Sin City es la condensación estética e ideológica, de su creador en un trabajo personal, arriesgado por una difícil figuración gráfica, y ajeno por completo a muchos de los conceptos del mainstream. No sólo a una agónica censura, vulnerada en todo su ideario, sino a una buena parte del epítome comercial del cómic estadounidense. Obras en blanco y negro con dibujos y diagramación desabrida, narrativa muy densa pese a su simplicidad con exceso de texto y módulos de edición muy variados que incluyen desde serializaciones en magazines (“Sin City”, propiamente dicha en Dark Horse Presents en los números publicados entre enero y diciembre de 1992), limitadas en comic book (A Dame to Kill For, The Big Fat Kill, That Yellow Bastard y Hell's Back), libros (Family Values) y ejemplares unitarios con historias cortas o exageradamente cortas, tanto en distribuciones one shots como en otras publicaciones de intencionalidad promocional (como por ejemplo Wizard).

Pero Frank Miller no sólo se muestra excesivo en los aspectos formales. Su proyección conceptual es hacia lo extremo tanto en su temática (sexo y violencia) como en su ideología muy en contacto con posturas (¿fascistas?) radicales. El ser humano avanza hacia su grandeza a base de amplificar su individualidad y derivar su trayecto hacia la gloria o el honor. Un código de nobles samuráis realizado por proletarios y desde aspectos populistas que lo equiparan al pensamiento de los grandes santones de la extrema derecha desde su acepción más abstracta. Una concepción del superhombre mitad heroica y mitad ridícula. La proyección más criptofascista de su obra se aprecia en todo su esplendor en la valorada That Yellow Bastard, editada como serie limitada entre febrero y julio de 1996. Ese culto a la “justificada” violencia fascista y al militarismo se hace evidente en el extraordinario experimento visual 300, que narra desde su particular punto de vista la batalla de las Termópilas, cuando aquel número de heroicos espartanos imbuidos de un falso sentimiento de panpatria defienden la civilización occidental de las hordas orientales persas que pretenden acabar con ella, tal y como la entiende Miller. El simple y maniqueo concepto histórico postulado por el autor se da cabezazos con las interpretaciones históricas más académicas, a la vez que rinde un homenaje a la película El León de Esparta (The 300 Spartans) dirigida por Rudolph Maté en 1962.

El género negro.

Según confesión del propio Miller, Sin City comenzó como una historia autoconclusiva de duración estándar (según cánones comerciales europeos, o sea 46 páginas) y publicado por entregas a lo largo de 1992 en el magazín genérico Dark Horse Presents. En esta historia, a modo de homenaje, se resaltan buena parte de las esencias que han caracterizado al género negro, tanto en sus presentaciones de celuloide como literarias, siendo su referente más evidente el estilo literario crudo del novelista James Ellroy.2 La implicación y el convencimiento del propio Miller dilató la trama hasta las casi 200 páginas, modificando por enlentecimiento el ritmo narrativo planteado inicialmente. La puesta de largo llega con la reedición en libro y consiguiente añadido de páginas y premios que sugieren al autor el hallazgo de un yacimiento creativo que se mantuvo hasta marzo de 2000.

Este éxito de crítica y público le fuerza a la extensión ilimitada de las historias de la ciudad (cuyo nombre real es Basin City) y a incluir las siguientes entregas dentro de Legend. Pero la producción de nuevas historias lastra su prestigio al repetir similares supuestos de radicalidad y espectacularidad presentes en la primera y genérica historia. En los siguientes relatos suaviza el argumento en aras de la comercialidad, sustituyendo a su protagonista primario (el gigante esquizofrénico y limitado mental Marv) por otros más convencionales (Dwight, Hartigan, Wallace) con los que los lectores puedan sentir más afinidad. Personajes más cercanos al héroe “milleriano”, cuyas ideologías se equiparan al fascismo redentor e intolerante. Personajes con sentidos embotados por pecados veniales que los traumatizan y que llegan a las catarsis liberadoras en matanzas salvajes. Un maniqueísmo digestivo para el público y mercenario para sectores más comerciales. Dicho de otra forma, sustituye el referente Ellroy por el más populachero y extremo de Mickey Spillane.3 Miller trafica con su ideología extrema para mantenerse en el circuito principal.

El autor es uno de los grandes narradores actuales. Maneja como nadie unos recursos pirotécnicos que lejos de añadir complejidad a la trama la disimulan con tramoya escénica. Unos dibujos espectaculares en su simplicidad a base de aguafuertes de alto contraste que sirven tanto para estancar el argumento como para acelerarlo y que definen a los personajes y al escenario con una extrema economía de medios. La ciudad es un destino y una explicación de la vida de sus habitantes. Sin grises, plena de contraluces y descripción de áreas muy recurrentes, en especial el bar country y el barrio colonial asiento de una feroz hermandad de prostitutas que dan significado y nombre a la ciudad. Una narrativa en primera persona que tan sólo resulta honrada en la primera historia al situar al protagonista como acción o testigo en todas las secuencias. Una descripción de personajes en mínimos y expresivos retales en donde destaca la caracterización de la madre del protagonista en una sola viñeta (pocas veces la debilidad, la ancianidad y el desvalimiento han sido tan brillantemente descritos).

Marv nos cuenta la crónica de sus últimos días, y por ende de toda su vida, con la inocencia de unos ojos infantiles que se acostumbran a la oscuridad corrompida de la ciudad a medida que progresa hacia su trágico destino. El autor cumple con uno de los estereotipos más recurrentes del hard boiled. Lo que comienza con una simple anécdota acaba con el desenmascaramiento estéril de una trama de corrupción. Es el samurai que cree que el camino más corto entre dos puntos es una línea recta, línea que simplifica su vida hacia un bestial código de honor. Es uno de los personajes más matizados salidos de la narrativa de su autor. Un personaje que reduce su pasado a una sola reflexión y que no tiene futuro. Solo parece algo cuando se le compara con un oligofrénico:

«Siempre se me dieron bien los rompecabezas. En el colegio estaba aquel chaval, Chuck se llamaba. Era retrasado mental. Me veía poner las piezas, y yo lo adoraba porque era la única persona que he conocido lo bastante tonta coma para pensar que yo era un genio»

 …y su vida se orienta hacia su destrucción.

  notas

1 A comienzos de la década de los noventa se consigue demostrar fehacientemente algo que se venía planteando desde hacía algún tiempo. El nombre de un dibujante podía bastar para convertir la serie en la que trabajase en un número uno de ventas. El éxito alcanzado por Rob Liefeld, Jim Lee y Todd McFarlane en las colecciones Marvel en que laboraban (Mutantes y Spiderman) dejó a los editores sin un argumento que parecía inamovible: la creencia que eran los personajes los que aseguraban cifras elevadas de ventas. Esta manifiesta demostración daba fuelle a los autores para reclamar los derechos de copia a la editorial con la que trabajaban al aportar un argumento lo suficientemente contundente. Una independiente podía ser mucho más rentable para un artista de éxito que la propia Marvel Comics (y por extensión su competidora DC). El resultado no es otro que el desplazamiento de los más comerciales hacia estas editoriales que les aseguran ser los propietarios de los derechos de copia.

Al mismo tiempo que se producía el fenómeno Image (Liefeld, Lee y McFarlane) un grupo de grandes autores consagrados de la generación anterior comenzaron a plantearse la posibilidad de crear su propio sello editorial, Dinosaur. Pero aquella maraña de autores (Byrne, Miller, Simonson, Chaykin, Wolfman, Starlin, Mignola, Adams, Kane…) no consiguió ponerse de acuerdo y el grupo se escindió en dos divisiones: Por una parte Legend, que editaría su producción en Dark Horse, y cuyos directores o inspiradores más comprometidos serían el propio Miller y John Byrne. Por la otra, Bravura encabezada por Walt Simonson, Jim Starlin y Howard Chaykin, que editaron en Malibu hasta su absorción por Marvel.

2 James Ellroy nace en Los Ángeles en 1948. Cuando tan sólo cuenta con diez años de edad su madre es asesinada, trauma que le provoca, como es lógico suponer, fuertes desequilibrios emocionales. Comienza a escribir en 1979 llegándole el éxito en su séptima novela La Dalia Negra (Black Dhalia) en 1987. A ella le siguen El Gran Desierto (The Big Nowhere) y L.A. Confidencial (L.A. Confidential) que ofrecen una visión sórdida del crimen estadounidense a mitad del siglo XX en la ciudad de Los Ángeles.

3 Frank Morrison Spillane, o Mickey Spillane nace en 1918 en Nueva York iniciando su carrera de escritor como guionista de algunos cómics, como Captain America, y revistas populares de tipo magazín. El investigador privado Mike Hammer, protagonista de muchas de sus novelas aparece por primera vez en 1947 adquiriendo una enorme popularidad merced a las historias que protagoniza llenas violencia, sexo y acción. Un justiciero (se carga todo tipo de malvados), un seductor (se liga todo tipo de mujeres guapas) y una personalidad tan plana como el papel el que se escriben sus relatos.

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  [ © 2005 Eduardo Martínez-Pinna, para Tebeosfera, 050205 ]