LOS
ENTREVISTADOS, UNO A UNO:
FORGES,
Antonio Fraguas. El incombustible; sus palabras demuestran que
tantas cosas no han cambiado a día de hoy desde aquel 1975. Uno
de los humoristas hispanos de más reconocimiento popular, sin
duda, y quizás –en modesta opinión del que esto suscribe– uno de
los más sobrevalorados en su relación calidad / éxito, sin que
por ello desmerezca su dilatada y perseverante carrera al
servicio del humor de actualidad. Tampoco debemos olvidar que
desde 1964 su presencia es notoria en una gran cantidad de las
mejores revistas de humor y en la prensa diaria española, así
como su dedicación a otros menesteres como libros, guiones e
incluso sus incursiones en el cine.
En donde
correspondería el mapa de España, prefiere dibujar Uganda...
SERAFÍN
(autoproclamado Marqués de Serafín),
ofrece en su entrevista una
completa lección de cinismo controlado, de socarronería a prueba
de bomba en la que alcanzamos a vislumbrar a uno de los
personajes de nuestro humorismo gráfico más auténticos y
personales. Igualmente quedan demostradas –en los pertinentes
ejemplos gráficos– sus dotes de verdadero artista, muy capaz de
realizar otras labores, como la ilustración de libros.
Personaje
ilustre e ilustrado, entre los magníficos humoristas que nuestro
país ha parido habitualmente. Serafín nos abandonó en el 2003.
PABLO,
dibujante de trazo nervioso y hasta cierto punto limitado,
nutrida su obra por una serie de temas recurrentes entre los que
destaca el de los oficinistas (él mismo lo fue) y el mundo
administrativo, es un humorista bastante olvidado en la
actualidad. Tanto sus respuestas como su autocaricatura
traslucen un ser humano serio, un poco como nos han hecho ver en
multitud de ocasiones: en el falsamente despreocupado mundo del
humorista gráfico, la procesión va por dentro.
MÁXIMO
es sin duda uno de nuestros humoristas con un mayor calado de
referencias socioculturales profundas en el contenido de sus
viñetas. Dibujante sobre todo aséptico y con ciertas ansias
experimentales, el contenido excesivamente intelectual del
grueso de su obra erige una inevitable barrera ante el lector de
a pie, que no siempre será superada. La relación entre Máximo y
sus potenciales lectores queda así dificultada en aras de un
método de expresión poco o nada popular. Sus respuestas en la
entrevista personal, crípticas, confirman una imagen áspera.
JA
(Jorge Amorós), dibujante de trazo insultantemente directo y
rompedor, era por aquellas fechas de publicación de esta serie
de artículos uno de los nuevos valores del humorismo gráfico
hispano, compañero de ademanes de un Ivá o un Oscar. De humores
llanos y populares, capaz de llegar a todas las mentes, lo
despreocupado e insolente de sus respuestas remite a la misma
esencia de su obra. Un personaje diáfano, sin duda.
La figura de
Enrique HERREROS nos conduce a las mismas puertas de la
época gloriosa y perdurable en el recuerdo de La Codorniz,
de la que fue uno de los artífices de más peso, además de
cofundador. Curtido en un buen número de publicaciones diversas,
hombre de mundo y mil oficios, es sin embargo por su trabajo en
la mítica revista por lo que es recordado. Herreros cultivó un
humor surrealista, absurdo, de gran calidad formal, y su vida
artística fue bien prolífica. Un nombre a tener en cuenta, sobre
todo, como decano del humor español.
El PERICH,
cultivador nato del temario social y político nacional, ha sido
tradicionalmente un dibujante apreciado y capaz –incisivo, sin
llegar a ser especialmente hiriente– con un estatus personal
adquirido a través de los años de trabajo. Esta posición ganada
a pulso la mantuvo hasta el momento mismo de su fallecimiento en
1995.
Perich es,
sin duda, uno de los nombres claves en la historia del humor
español más reciente.
Fernando
QUESADA, dibujante dotado con un trazo certero y trabajoso,
es especialista en esa rama comprometida del humor periodístico
que es la caricatura política personal, peligrosa y
desagradecida según qué periodos históricos, a la vez que un
género completo en sí mismo. Quesada contesta con seriedad y
precisión de profesional consciente a las preguntas de
Vilabella. Su visión de los personajes caricaturizados es, con
todo, demasiado condescendiente.
OPS
es la firma escueta y contundente tras la que se esconde un
ilustrador desgarrador de imágenes macabras, perniciosas, rudas,
estresantes... OPS no practica realmente el humorismo gráfico,
sino el dibujo de posibilidades entre surrealistas y revulsivas
/ repulsivas. Se trata de uno de esos artistas “diferentes” que
no pueden ser plato del gusto de todos ni es factible que
levanten multitudes. ¿O sí…? Tras la personalidad de EL ROTO,
años más tarde, parece haberlo conseguido, en cierta medida.
Con la
máscara todavía puesta responde al cuestionario como si de un
manifiesto surrealista se tratase.
MADRIGAL,
Antonio, es autor de chistes feos, veloces, de trazo sucio.
Viñetas sin ampulosidades ni alardes innecesarios de pluma o
pincel, que atacan al meollo de la anécdota o prenden la chispa
directamente. Son cualidades que saltan a la vista al primer
instante, el que da la medida de un humorista gráfico a ojos del
entendido en la materia. Lo de Madrigal es la expresión
funcional, por encima de todo.
GOÑI,
Lorenzo, tiene más de ilustrador en sus dedos que de humorista
gráfico. De hecho, no es exagerado admitir que su inclusión en
esta obra resulta forzada, ya que no puede denominársele con
propiedad humorista. Pintor de vocación y dibujante de exquisita
calidad, las pocas muestras suyas de chiste que la obra contiene
tratan argumentos amables, alejados de la feroz crítica del
humorista de prensa habitual.
Goñi aporta
un autorretrato de excelente factura, aunque opta por no dibujar
el consabido mapa de España.
CHUMY CHUMEZ,
de verdadero nombre José Mª González Castrillo, era, con total
seguridad, uno de nuestros cuatro o cinco humoristas más
conocidos; personaje de inabarcable obra que va desde la novela
o el guión de cine hasta la ilustración, la publicidad y –cómo
no– el chiste de prensa. Chumy, forjado en un carácter muy
personal e intransferible, dueño de una capacidad comunicativa
que debe nacer de muy adentro, ha escrito una página fundamental
en la Historia del arte gráfico humorístico.
Genio y
figura, Chumy Chúmez...
Francisco
IBÁÑEZ... ¿Qué cosa nueva se puede decir a estas alturas del
creador de Mortadelo y Filemón? Que, aparte de ser un
extraordinario dibujante, de demostrar durante años su capacidad
de sacrificio ante el tablero de dibujo, de ser creador de toda
una escuela y de llevar a lo más alto del éxito comercial al
género de la historieta de humor... aparte de todo esto, digo,
con sus respuestas al cuestionario demuestra una vez más su
habitual buen humor y exceso de locuacidad.
¿Qué más se
puede decir que el propio Ibáñez no haya dicho ya antes?
GAYO
es el espécimen perfecto de humorista español con todas las
características para que Vilabella trate a fondo el tema general
que más le interesa en esta obra: el tema de la España profunda,
la España dividida, la España con fundamentos propios.
Gayo es
humorista efímero y pegado a la tierra, cuyos argumentos tienen
que ver, las más de las veces, con la cara rural de este país,
la pueblerina, la agrícola incluso. De trazos feístas y densos;
ideas claras y especialización evidente, por dar un diagnóstico
aproximado.
Rafael
MUNOA es un humorista blanco, casi diríamos que aséptico,
con muy poca, o ninguna, mala uva. Un tipo que pisa terreno nada
politizado donde Vilabella tiene poco que rascar con el objetivo
de seguir desmenuzando los entresijos de la compleja sociedad
hispánica. Sus dibujos son trabajados y, aunque resueltos con
trazo brioso y nervio, más bonitos que tremendistas, más amables
que malintencionados.
En la
encuesta sus respuestas traslucen una persona culta y con
dedicación a su trabajo.
DÁTILE
(Emilio Dáneo Palacios) por el contrario, es una buena pieza de
la que el autor de Los humoristas puede extraer a gusto
argumentos suficientes para continuar con sus exposiciones sobre
la Patria y su sociedad.
Dátile, de
escasos recursos artísticos, refleja en sus chistes a una parte
de la clase social nacional. Da respuestas escuetas y poco
claras a las preguntas del periodista, no aportando demasiado en
este sentido a la factura final de la obra.
El humor
desplegado por CONTI es seguramente uno de los más
sencillos –por no decir, directamente, simplón– de todos los
humoristas gráficos españoles, y desprovisto de todo cariz
político. Poco a lo que agarrarse para Vilabella que, aun así,
cuela su discurso. Los dibujos de Conti son igualmente
esquemáticos, funcionales y raudos, con un leve toque de
infantilismo. Bebe de la anécdota inmediata, de la situación
chocante; utiliza el arma de la sonrisa arrancada brevemente.
Tan poco politizado es su carácter que hasta prefiere no dibujar
el mapita ibérico solicitado.
IVÁ
(Ramón Tosas Fuentes), en las antípodas del anteriormente citado
Conti, es un gamberro armado con litros de tinta china
desvergonzadamente utilizados para desmenuzar las miserias
políticas y sociales, las del día a día, del panorama de este
país.
Ivá es
dibujante intuitivo, improvisador, de líneas temblonas e ideas
firmes. Un animal –por lo visceral– del periodismo directo a la
yugular que se apoya en el grafismo. Creador del célebre
Makinavaja, un popularísimo personaje que ha roto las barreras
entre el autor y su público; entre la realidad y la ficción,
casi, casi...
CESC,
con Francesc Vila i Rufas por auténtico nombre, es un auténtico
profesional bregado largamente en la disciplina, un corredor de
fondo del difícil deporte del chiste ilustrado. Vilabella dedica
en esta ocasión más palabras a su entrevistado que a la
exposición de los problemas de las dos Españas, como en él es
habitual, lo que en cierto modo se agradece. Destaca las
virtudes del arte de Cesc de cara al mercado europeo y su éxito
en publicaciones míticas de esa zona, como Punch o
Paris-Match, así como su dedicación a otras parcelas
artísticas.
Enrique
Arenós, QUIQUE, humorista –al parecer– especializado en
temas políticos y religiosos, no es analizado con la profundidad
que equitativamente le correspondería en estas páginas. Su
entrevista, sin embargo, suple esto con bastante acierto,
ofreciendo Quique respuestas de bastante interés al lector.
Dibujante
soso y encasillado en cierto tipo de maneras fijas, no ha
alcanzado nunca el puesto de un Forges, un Perich o (mucho
menos) un Mingote, iconos del humor nacional que –aparte de
consideraciones personales– han sabido variar más sus
argumentos.
Ramón
Gutiérrez, RAMÓN, es discípulo aventajado de Chumy
Chúmez, sobre todo a la hora de mimetizar un estilo de dibujo de
características muy personales; la influencia salta a la vista
inmediatamente. Pero Ramón no es tan visceral ni desgarrado como
Chumy; tampoco un personaje tan polifacético como el humorista
vasco. Ramón Gutiérrez es un creador de chistes de su tiempo, a
pie de página de diario, tanto bebedor de las fuentes de la
noticia cotidiana como conocedor del trabajo de sus colegas.
Teniendo como guía y maestro al gran Chumy, el resultado no
puede dejarnos indiferentes.
CERÓN,
Alfonso Cerón Núñez, es un dibujante / periodista o un
periodista / dibujante trabajador en esa rama del humorismo
gráfico más vertiginoso e inmediato, que ilustra la caliente
noticia política tan pronto como sale del horno. Rama un tanto
desagradecida, ya que los chistes, las anécdotas de Cerón se
pasan como el arroz y caducan irremisiblemente al poco de ser
expuestos.
Caricaturista
extraordinario, algo soso y despersonalizado, pero grandísimo
profesional.
EDU,
Eduardo Ibáñez Juanes, esconde tras su diminutivo casi cariñoso
y su profesión de humorista una personalidad adusta y seria que
deja entrever en un cuestionario que responde muy brevemente y
con pies de plomo, como deseando poner, en todo momento, los
puntos sobre las íes. Se trata de un autor poco encasillado en
un estilo o temática concreta, dedicando sus ideas a las más
variadas situaciones; un autor incluso difícil de definir, no
viciado por posturas adquiridas.
Vilabella es
aquí especialmente duro con ciertas situaciones de España, en
las reflexiones a las que Edu da pie.
EDUARDO
Maturana es pintor, antes que humorista, de tal forma que el
cuidado y dedicación a las formas se traspasa irremediablemente
a las figuras de sus chistes, demasiado correctas y demasiado
canónicamente resueltas para lo que se estila habitualmente en
el dibujo de humor.
Igualmente,
su hacer es serio y reflexivo, de un humor nada chabacano. Tanto
el texto de Vilabella como la entrevista a Eduardo están
nutridos de extensos párrafos a los que hincar el diente.
ALFONSO,
quizás el más popular de los humoristas gráficos que han nacido
en Asturias, da muestra con sus palabras de lo entrañable de su
carácter, siendo como fue personaje siempre admirado y querido
dentro de la profesión.
Humorista
amable, en las antípodas de lo radical o lo revulsivo, muy
localizado regionalmente, el clamor popular lo alcanzó tras la
creación de sus personajes más carismáticos: Pinón, Telva y su
sobrino Pinín; arquetipos del asturiano rural y un tanto
disparatado, con boina, paraguas y “madreñes” como equipamiento
indispensable.
GILA,
Miguel Gila Cuesta, fenómeno multimediático como no ha habido
otro en el panorama español de las risas, expresa en sus dibujos
de humor los mismos sentimientos negros y las mismas ideas
surrealistas que en sus célebres monólogos televisivos, o sus
guiones, sus novelas, etc. Gila es, aparte de un auténtico genio
del humor triste y del humor absurdo, un dibujante torpe y feo,
de estilo totalmente personal e intransferible. Un dibujante que
consigue que sus personajes, sucios, desastrados y siempre con
cabezas de chirimoya, nos resulten, más que simpáticos,
entrañables. Siendo este sólo uno de sus muchos logros.
JULIO CEBRIÁN
disfruta –merced a Vilabella– de un buen panegírico en las
páginas de esta obra. Las loas y el encomio de virtudes varias
del dibujante gallego por parte del autor de Los humoristas
se hacen evidentes en el apartado de las reflexiones
vilabellianas.
Julio
Cebrián, dibujante de humor con tendencias verdaderamente
artísticas demostrables al contemplar sus viñetas, tira del
expresionismo algo sucio y del posibilista uso de la mancha para
pergeñar sus chistes, con un toque a lo Chumy (¿influencia,
quizás?) aunque, una vez más he de decirlo también en este caso,
sin el arrebato genial del de San Sebastián.
La principal
característica de MENA como humorista, la carencia de
palabras en sus chistes –ni diálogos, ni frases ocurrentes, ni
siquiera pies explicativos– es utilizada por Vilabella con
rotundidad para colar otro discurso, esta vez acerca del apego
de los españolitos a hablar por hablar, a la discusión y el
chismorreo.
Mena, por su
parte, capea el temporal de las preguntas –incluyendo la tan
socorrida de si pertenece al Opus– con simple gracia y sin
aspavientos, reflejo de su mismo arte limpio, sencillo, no
excesivamente malintencionado y, eso sí, carente por completo de
palabras que obstruyan la realización visual de la idea.
ESCOBAR,
esforzado creador de los justamente míticos Zipi y Zape (entre
otros, por supuesto) difiere en gran medida del resto de autores
entrevistados, con la posible excepción de Ibáñez. Tanto uno
como otro han dedicado sus talentos al noble arte del tebeo,
medio no necesariamente humorístico, aunque sí que el humor ha
acaparado las carreras de ambos genios.
Vilabella
despacha rápido a Escobar, quizás dejando de estudiarlo tanto
como al resto de humoristas tradicionales, tras centrar su
discurso ibérico en el tema del hambre. Escobar, genio y figura
hasta la sepultura, entrañable y trabajador, ocupa su puesto
–aunque escaso– muy merecido, en estas páginas.
NURIA POMPEIA
es la única representante femenina entre los artistas que
conforman la obra. Y necesaria... si bien a fecha de hoy el
número de mujeres dibujantes (historietistas, humoristas...) ha
crecido, todavía en la época de aparición de Los humoristas
esto era un hecho más singular.
Sin poder (ni
querer, supongo) desligarse del tema inherente, Vilabella
aprovecha su parte de texto para elucubrar sobre el machismo, el
matriarcado... y el sufragio universal... sin dar prácticamente
ninguna pista acerca de la obra personal de la autora, fuera de
los condicionantes de su sexo. Las escuetísimas respuestas de
Nuria Pompeia al cuestionario no ayudan mucho más a situarse en
el punto justo de conocimiento.
VIVES,
de nombre completo Jorge Vives Cortés, es otra rara avis
en el listado de autores de esta obra. Lejos de la estampa y el
tipo de trabajos habituales del humorista clásico de prensa,
Vives basa su obra en el comix underground estadounidense, lo que da pie a Vilabella para olvidarse un poco
de España y disertar sobre el actual Imperio.
Como no podía
ser menos, Vives ejerce una crítica social y moral muy
específica, apoyado en lo gráfico por sus tramas, rayados y
abundante uso de la plumilla; como en el underground de
toda la vida, vaya... Un humorista, dicho entre comillas, que se
aleja de los estereotipos ibéricos para abrir los brazos a las
tendencias del otro lado del charco...
AMALITO,
otro de los llegados de refilón al humor gráfico, por la vía de
la pintura o mejor, escapando en cierto modo puntualmente del
gran arte para sumergirse en el popular, lleva a Vilabella a
uno de sus puntos máximos de discurso sobre la definición de la
dualidad incómoda de todo español que se precie.
El
entrevistado, Amalito, muestra abiertamente no considerarse a sí
mismo uno de los nombres importantes dentro de la profesión, a
la vez que dispara con bala en sus respuestas. Los ejemplos
ilustrativos de su arte que contiene el libro dan fe de un
dibujante interesante y capaz de grandes logros en este terreno.
FERRÁNDIZ,
poeta de postales, ilustrador de motivos suaves, amables y
preferentemente navideños (esa época que ni pintada para lo
empalagoso), saca a relucir en las palabras de Vilabella la
metáfora blanda y el cuasi poema, haciendo que se olvide por una
vez de lo carpetovetónico y lo ineludiblemente hispánico.
Ferrándiz
contesta prácticamente a las mismas preguntas que el resto de
dibujantes, aunque su inclusión en el libro sea más que forzada.
Simplemente, sus motivaciones artísticas y su modus operandi
no coinciden con el del resto de autores ni debería entrar,
siquiera, en el mismo saco.
Ferrándiz,
por qué será, se abstiene de dibujar mapa de España.
El genio
compulsivo de KALIKATRES queda definido a la perfección
en su sustanciosa entrevista: respuestas / dardo propias de un
personaje incomparable y trasgresor que puede presumir de haber
parido una obra adelantada a su tiempo. Artista de trazo
vanguardista, antes incluso de que las vanguardias más recientes
fuesen algo a tener en cuenta; humorismo lúcido que no se muerde
la lengua.
Kalikatres,
que bien podría aparecer igualmente en un libro dedicado a los
escritores patrios de ciencia ficción, entre otras disciplinas,
deviene figura personalísima que da mucho, tremendo juego.
Parece que Vilabella así lo entiende, y se siente a gusto en
esta ocasión...
MIGUEL
MIHURA,
Don Miguel
Mihura, creador de la mítica revista La Codorniz, y
entronizado autor teatral de amplio éxito, tratado con delicada
admiración por Vilabella, casi como la vieja gloria que ya era
cuando este libro salía a la luz (ya que su etapa de dibujante
de humor había quedado largamente superada) representa uno de
los nombres propios con más solera dentro del panorama cultural
y artístico español, quizás de todos los tiempos.
Humorista de
corazón, precursor experimental de la historieta – cuyos
ejemplos son dignos de admiración – posee un estilo muy definido
y una pulcritud exquisita en sus composiciones.
Don Miguel
responde a sus preguntas con un cierto distanciamiento, ignoro
si por falta de interés en el abandonado tema, u otras razones.
Las
características de MUNTAÑOLA como fabricante imparable de
chistes gráficos, trabajador de mil cosas y dibujante a destajo
y tiempo completo sirven para que Vilabella vuelva a los
terrenos de las teorías sobre el perfil del español y sus
miserias, más que sus logros. Una imagen a medio camino entre lo
glorioso y lo decididamente patético.
Muntañola, un
humorista gráfico típico al pie de las noticias de cada día y de
la actualidad pasada por el prisma del ingenio fugaz, da de sí
unos trazos rápidos, descuidados, prueba del humor de prensa más
obrero y elemental. Con sus propias palabras no hace sino
corroborar estas ideas.
LUIS DEL OLMO
(no confundir con el estirado periodista de origen leonés y
ampulosa fama) es un ejemplo perfecto de humorista inocuo y
hasta soso. Las temáticas de sus chistes distan mucho de la mala
baba, la intención politizante o el gamberrismo gráfico, todos
ellos usos más que habitualmente extendidos. Sus piezas son, ni
más ni menos, que un amplio muestrario de anécdotas blancas (y
blandas) que pueden llegar a cualquier tipo de público, aunque
también no ser del agrado de todos. Creador de un personaje
recurrente, Don Celes, vemos personificadas en éste todas las
características antes citadas.
Vilabella usa
aquí su espacio para, coherentemente, adoctrinar sobre la
ingenuidad.
Antonio
MINGOTE, icono intachable y sinónimo de calidad duradera a
través de los años, puede ser considerado como EL humorista
gráfico español por excelencia. Y no tanto por las
características netas de su arte como por lo apuntado: saber
hacer y estar, perseverancia y seriedad profesional, además de
contar con la ventaja de poseer una fértil e inagotable
imaginación.
Vilabella
tira de retorcidas teorías para llegar a estas y otras
conclusiones y decidir que, sin adscribirse a ningún bando o
escuela, Mingote es el más personal e intransferible, a la vez
que español, de nuestros humoristas. Sus respuestas al test son
también de las más sesudas y razonadas, fieles a una
personalidad profunda y, no obstante, de altos vuelos.
GARMENDIA
aparece en este estudio –en el que se destacan, además de las
virtudes, los temas más reiterados en la obra de cada aludido–
como un especialista en chistes de pobres. De mendigos
típicamente españoles. Y en este detalle hace hincapié el autor
en su texto: la pobreza material de este país (estamos en 1975,
recuérdese).
Por otro
lado, Garmendia demuestra ser parco en palabras, escaso en
respuestas. Tan parco y escaso como sus propios dibujos, apenas
formados por unos elementos mínimos que sean capaces de ponernos
en situación y enseñarnos a los personajes por cuyas bocas habla
el humorista. Humor de índole social, como no podía ser de otro
modo, tratándose de pobres.
ORBEGOZO,
Antonio Orbegozo, periodista y dibujante humorístico de la
antiquísima escuela de los clásicos de esta disciplina,
encuadrable incluso entre los escasos ejemplos de artistas
simpatizantes de la política de la derecha, ha sido un frecuente
colaborador de las publicaciones de más renombre y solera:
Blanco y Negro y Muchas Gracias, entre ellas. Sus
humores, por tanto, son de un talante muy politizado.
Metido en
harina desde los locos años veinte, en el momento de publicación
de Los Humoristas se advierten en él grandes dosis de
desencanto y hasta un cierto pesimismo no exento de mala uva.
Dibuja un mapa de España negro, negro... tal como confiesa verlo
todo a finales de 1974. Amén.
Alfonso
ABELENDA, tremebundo en la extensión de sus respuestas, no
es un autor en el que haga demasiado hincapié Vilabella, más
preocupado en repetirse en su discurso sobre las izquierdas, las
derechas y las libertades, reales o no. Y es que, si después de
más de treinta discursos no repitiera fundamentos, sería de
sorprenderse.
Yendo sobre
las respuestas de Abelenda, el dibujante es un teorizador nato y
exhaustivo, al que le gusta profundizar en los temas que trata
y, de esta forma, es uno de los entrevistados con más voz propia
y menos texto introductorio de la voz ajena de Vilabella.
SORIA,
aparte de marcarse uno de los mapas de España más originales de
todo el libro, debe de ser hombre honrado, sobre todo, ya que
Vilabella utiliza este leit motif en su disertación: el
de la honradez (o no) de la figura del españolito a la que
siempre recurre para afirmar cosas.
Soria –a
pesar de su mapa– no representa un tipo de humorismo
especialmente original ni talentoso; digamos que, por lo menos,
sabe defenderse. Sus dibujos son meramente funcionales y de
apoyo a la palabra, herramienta que usa en abundancia.
Josep María
VALLÉS ostenta el dudoso honor de ser un mal dibujante
reconocido. En efecto, sus trazos temblorosos, ruines y caóticos
son una auténtica muestra de mal gusto artístico. Como sabemos,
esto no impide que un chiste pueda ser bueno. Vallés, efectivo y
reflexivo, basa sus poderes en la combinación de texto y
garabatos. En sus historietas (que también ha dibujado, ver
revista El Víbora) el mundo caótico de los chistes
adquiere un ritmo aun más vertiginoso.Josep María se expresa sin
ambages, de manera un pelín surrealista, y es el único de todos
los autores que se atreve a nombrar a ese hombre... Franco...
Franqueza es
lo que le sobra a Vallés... allá por donde pasa.
OSCAR
es, en una sola persona, toda una institución reconocida del
tipo de humor más gamberro y popular. Oscar L. Nebreda Abadía
esconde, tras tan serio nombre, a un destajista del chiste que
ha sido pilar fundamental de las más exitosas revistas
superventas de nuestra actual época: Barrabás, El Papus y
El Jueves. Interesante sería cuantificar el montón de
monigotes que este currante ha dibujado a lo largo de su
carrera; carrera que continúa imparable en la actualidad.
El texto de
Vilabella es abundante; las respuestas de Oscar, superfluas.
Seguramente tendría prisa por seguir dibujando...
MIRANDA,
licenciado en chistografía; Miranda, doctor en medicina...
Vilabella riza el rizo y basa su despliegue argumental en la
Medicina, los médicos y las peculiares características de la
relación de los españoles con aquélla y éstos. Y todo porque
Miranda, además de humorista, es médico de profesión.
Aparte de ser
el doctor Miranda, parece poseer alma poética, como queda
demostrado en unas declaraciones sensibles, con sentido y no
poco argumentadas, en las que trasluce su preocupación por los
problemas sociales, más que los políticos.
GUILLÉN,
un humorista catalán de los que hacen mucho ruido con su obra,
se queda prácticamente sólo para “exponer su caso”, ya que
Vilabella se entretiene en aportar otros temas y deja al
dibujante un poco de lado.
Bastante
preocupado por la idea de España –a juzgar por sus dibujos–
Guillén es un autor inquieto que no sólo pasta en los campos del
humor gráfico, sino que se expande hacia otros terrenos del
arte, como la pintura y el diseño.
De GARCÍA
LORENTE nos da Vilabella una imagen tirando a
desesperanzada; la del artista de talento que dedica toda su
vida al trabajo duro y responsable y sólo cosecha las mieles del
éxito tras largos años de profesión.
García
Lorente es un caricaturista de postín que, además de
caricaturas, ha diversificado su producción abundantemente a
través de otros conductos del humor gráfico. Responde a las
preguntas muy brevemente, esquivándolas como puede, por lo que
no seremos capaces de sacar grandes conclusiones de ellas.
GIN,
Jorge Ginés, es un humorista de carácter y aspiraciones
internacionales especializado en la caricatura de personajes del
ámbito político y de sociedad, principalmente. Sin poder
considerarse figura genial o trasgresora, sí podemos destacar de
él sus excelentes cualidades para dar con el punto justo donde
el personaje queda retratado con perfección maquiavélica.
Para que nos
hagamos una idea del hincapié que Vilabella hace en sus
diatribas personales, aquí se lanza de cabeza a condenar la
pornografía y el libertinaje, apoyado en el leve detalle de
ciertos aspectos eróticos de la obra de Gin, quién sabe si con
la mera excusa de que éste fuera durante un tiempo director de
humoristas de la revista Playboy.
Cierra el
cupo MANEL, intencionadamente por parte de Vilabella –al
considerarlo un modelo de humorista de los nuevos tiempos
españoles, muerto el dictador– y no de forma incisiva, ya que el
autor de Los Humoristas se descarga del trabajo de
radiografiar al entrevistado y centra su texto en la despedida y
cierre, quemando sus últimos cartuchos de teorías politizantes,
aunque se esfuerce en decir que Manel es un chistógrafo muy poco
politizado.
Efectivamente, Manel es un dibujante humorista a caballo entre
el chiste tradicional y el cómic, más cercano, de hecho, a este
último. Un historietista que deforma la realidad a su antojo
para tratar todo tipo de temas y devolvérnoslos con una tonelada
de ironía que, curiosamente, nos da en las narices como una
aplastante verdad.
Con todos los
peros que podamos ponerle a la obra, se hace evidente que
nos encontramos ante un título imprescindible en las estanterías
de cualquier aficionado al humor gráfico, por varias razones. En
primer lugar, salta a la vista, por el amplio catálogo de
nombres propios que se nos muestran. Evidentemente no están
todos los que son, pero sin ser una obra exhaustiva ni
enciclopédica, sí es lo bastante completa como para considerar
Los humoristas como un título de referencia, necesario.
También
debemos considerar que no se trata de un trabajo frívolo ni
superficial, sino realizado con intenciones de trascendencia. Si
las disertaciones de Vilabella resultan un tanto indigestas en
algunos momentos, debido a su tendencia a la verborrea, se
perdona por la seriedad y el esfuerzo invertido en el proyecto.
Ya digo;
treinta años son demasiados años y muchos nombres de artistas
aparecidos desde entonces están lógicamente ausentes en estas
páginas. No obstante esta obra representa un pedazo de la
historia del periodismo, la política española y, también... de
sus humoristas. |