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ESTO NO ES TODO

Esto no es todo

© 2001 EDITORIAL LUMEN
© 2001 JOAQUÍN SALVADOR LAVADO (QUINO)
© 2001 Esther Tusquets (prólogo)
© 2001 Paula Benstein (diagramación)

Depósito legal:  B- 46.273-2001

ISBN: 84-254-4557-8

 532 pp. |  32 x 23 cm.  |  cartoné  |  PVP: 5995 pts.(36 €)

Esto no es todo

[ Portada de Quino ]


ENFERMEDADES INCURABLES, por J.M. Hinojosa Torres

  «La Patria significa juventud, por lo tanto el hecho de estar lejos de ella ha hecho que mi humor se haya vuelto un poco menos vivaz pero tal vez algo más profundo.»

            Quino

A imagen y semejanza del Todo Mafalda, recopilación de todas las tiras creadas por Quino sobre este personaje, que hace unos años pretendía recoger en un solo volumen todas las tiras ya anteriormente publicadas como cuadernillos apaisados, Esto no es todo es una recopilación de los distintos álbumes que Lumen había ido publicando a lo largo de varias décadas. Todo Mafalda supone para casi todo el mundo la obra cumbre de este maestro del humor argentino, pero al mismo tiempo es una obra que acaba por ocultar muchas de las numerosas páginas que Quino ha escrito, ha dibujado, a lo largo de su vida. Páginas que alcanzan en muchos momentos la categoría de magistrales, auténticas estampas del comportamiento humano. Esto no es todo ofrece una magnífica unidad de pensamiento y visión de su autor, que acerca sus lápices y su mirada a veces sarcástica, a veces crítica, a veces ingenua y a veces surrealista, siempre poética, al ser humano en sociedad, ya sea unido a ella o enfrentado a ella, con sus contradicciones, sus tics y sus manías y miserias. La religión, la muerte, los impuestos, el amor y el sexo, el matrimonio, la niñez, la guerra, la oficina, el individualismo y el colectivismo, la medicina, el capital, la vejez, la pobreza, el arte y la ciencia, todo es sometido a la visión lúcida y feroz de un autor que, por si fuera poco, es un maestro del dibujo y lo mismo cuenta una historia en un solo panel con multitud de pequeños detalles que recurre a la serie de tres o cuatro viñetas donde se narra un acontecimiento jocoso, pero a la vez, claro, triste, extremadamente humano, bien sea con o sin palabras.

La visión de Quino es atemporal y al mismo tiempo rabiosamente contemporánea, más allá de tiempos y espacios, mágica, como acertadamente observa Rafael Marín. Más allá de tiempo y espacios porque en ningún momento debemos olvidar que Quino sufre, como tantos otros exiliados, el destierro obligado, que convierte al ser humano, como bien se encarga de decirnos Mempo Giardinelli, otro de esos tantos exiliados argentinos, en un hombre sin tiempo y espacio, un hombre que acaba por sentirse extranjero en todas las partes, en todos los lugares. Es ésta una de las cualidades más características del tomo, la de alguien que observa al ser humano desde fuera, resultándole en todo momento la actitud del mismo absolutamente absurdo, ajeno por completo comportamientos medianamente lógicos, comportamientos que acercan al autor en muchos momentos al sentimiento surrealista usado para mostrar ese ser absolutamente fuera de sí mismo que es el ser humano. 

¿Es ser un ser humano una enfermedad incurable?: es la pregunta que determina todo el recorrido de Quino, pregunta a la que en ningún momento encuentra respuesta. Si las páginas de este libro de humor resultan atemporales, es por el hecho de que el hombre, el ser humano apenas ha cambiado desde que puso sus dos pies sobre la tierra sobre la que tanto ha construido, sobre la que tanto ha destruido, incapaz en momento alguno, como nos dice José Antonio Marina, de controlar su propia desmesura. A este pregunta Quino no ofrece ninguna respuesta, sólo la mirada lúcida y desquiciante, desquiciada, de alguien que perdió, exiliado, su sitio. Es Quino forzadamente claro, en una sociedad de la que formaba parte, y en la que muchos de sus personajes parecen no tener acomodo, como aparecen en muchas de esas páginas donde el surrealismo tiene una presencia brutal, páginas donde los seres humanos son castigados por exceso de imaginación, castigados por no saber aceptar que somos nosotros, como individuos, los que debemos aceptar que nuestra felicidad nos pertenece siempre a nosotros mismos, y en ningún momento, nos puede ser inculcada como parte de una educación social, que acaba por convertir al hombre en números de serie. Quino nos habla de los temas más divertidos, aparentemente más diversos, en un amplísimo abanico del mundo en que nos ha correspondido vivir, pero su mirada, su forma de contemplar el mundo en que vivimos en ningún momento es inocente, sino una mirada ácida, corrosiva, propia de alguien que ha contemplado al ser humano en toda su amplitud, y ha decidido que carece por completo del más absoluto de los sentidos.

Pero el humor de Quino no se agota, no versa siquiera –aunque trate temas como el fútbol, la televisión o la gastronomía-, sobre lo anecdótico o en lo coyuntural. De ahí que ese conjunto de su quehacer, realizado a lo largo de tantos años, difiera sin duda en el estilo –cada vez más sabio, más preciso, y a la par más suntuoso-, pero mantenga en el fondo una inalterable coherencia y una sorprendente actualidad: la condición humana, el absurdo, la grandeza y la miseria, pero ante todo la miseria, de la condición humana, que apenas ha cambiado desde nuestra más tierna infancia, desde nuestra más antigua prehistoria. La obra de Quino trata con humor pero también con acritud, del casi general fracaso de la relación de pareja, con los consiguientes desamor, frustración y soledad a dos; de los tragicómicos achaques de la vejez y de la inevitabilidad nunca aceptada de la muerte; de la impotente lucha por mantener una individualidad amenazada incluso en el campo de los sentimientos en una sociedad implacablemente unificadora, la imperturbabilidad con que todos los poderosos de todos los tiempos pisotean a los humildes, a los desposeídos de todos los tiempos, sin que se les mueva un pelo, y la torpe insistencia con que los humildes de todos los tiempos luchan por abrirse un rinconcito en el mundo; el disparate de la guerra; el desmedido papel que desempeña la burocracia; lo ridículo de la vanidad, la ostentación y el consumismo; la necedad y/ o maldad de los cerebros descerebrados que rigen el mundo; el desvalimiento profundo de parte de los seres humanos.

1. En el amor y en la guerra... En Esto no es todo el mundo de las relaciones de pareja se convierten una parábola del absurdo de lo cotidiano: relaciones mal llevadas siempre, más cercanas a escenas vividas en un campo de batalla que a una idílica relación entre hombre y mujer, que se comportan como seres humanos incapaces de entenderse a sí mismos, y mucho menos capaces de entender a la persona con la que conviven, cuyo ejemplo más claro lo encontramos en la página en que dos interrogantes se convierten en hombre y mujer para volver a ser interrogantes en la última viñeta. Recorren esta trayectoria circular muchas de las parejas que aparecen en las páginas de Quino, personajes llenos de alguna grandeza, pero sobre todo de grandes miserias; personajes mucho más cercanos a las cosas que comparten, que a la persona con la que comparten estas cosas, en un proceso de cosificación que hace de los protagonistas símbolos de una inhumanidad propia, para Quino, de la sociedad consumista en que los seres humanos desarrollan todas sus relaciones, ya sean económicas, sociales o, en este caso, amorosas. 

La pregunta ¿es ser un ser humano una enfermedad incurable?, ha sido trasladada aquí sin atisbo de piedad dando razón a la máxima: “Si amas a alguien déjalo libre”. Así que la pregunta trasladada a casi las primeras cien páginas del libro, debería ser: ¿es el amor algo más que un campo de batalla? Tristemente, la respuesta no deja lugar a la duda: no, como aprendemos en viñetas donde los corazones no son más que ropas por planchar (pág. 43), donde los regalos de matrimonio no son más que una excusa para encarcelar a la novia en su vida de casada (pág. 33), etc. Ya sea en páginas de una sola viñeta, en las que Quino muestra su asombrosa capacidad de síntesis, su maestría al necesitar apenas unas palabras, una imagen, para dejarnos entrever todo un mundo subterráneo, soterrado, el de las batallas cotidianas que el amor enciende, batallas que este autor argentino muestra con gran escepticismo. Para él, pese a todo el amor eterno es posible, como nos muestra en una de las páginas más hermosas del libro, pág. 509, aquella en que una anciana le dice a su marido muerto “¡Por nosotros!... Metidos en esta familia de locos que insiste en creer que has muerto, porque, ¡pobres!, no han entendido todavía para qué sirve el amor”. Mas, por lo general , a menudo el amor tiende a ser una cruenta guerra desarrollada en ese campo de batalla llamado hogar, dulce hogar.

2. Y el hombre ¿dónde queda?... ¿Y qué decir entonces de las eternas obligaciones cotidianas en las que el  hombre contemporáneo se enfrasca? Son mostradas como en los cuentos de Cortázar o en la obra cumbre de Miguel Mihura, Tres sombreros de copa: absolutamente absurdas a los ojos de Quino, como obligaciones presentadas siempre desde un punto de vista surrealista, de alguien que observa con asombro cómo el ser humano se pierde en laberintos de obligaciones consuetudinarias, dejando de lado detalles que hacen del hombre algo más que un animal social y sometiéndolo a lo convencional. Todas estas convenciones son además signo de una sociedad absolutamente unificada, donde poseer un pensamiento distinto del de la masa resulta casi un crimen. Por tanto no hay lugar en ningún momento para acciones tan sorprendentes como la de una sonrisa, como la de una pequeña porción de felicidad, porque los seres humanos que nos muestra Quino no son ahora mismo más que números de serie totalmente perdidos en una sociedad deshumanizada. Los personajes pueden tener sus desventuras por "circular con exceso de imaginación por la sociedad consumista" o "emborracharse en defensa propia". A veces se salva el individuo, pero a un precio demasiado costoso a juicio de Quino.

3. Poderoso caballero... Esta deshumanización no afecta sólo a la unión / desunión de los hombres, sino que se hace mucho más evidente en la parcela económica donde Quino deja bastante claro, en una serie de historias a cada cual más aterradoras, que la división entre pobres y ricos, lejos de quedar atrás parece cada vez más clara. Así, aparece en numerosas páginas de este amplio volumen, viñetas que acaban por ser una metáfora brutal de los aspectos que hacen de la historia del ser humano un cuento sobrecogedor, terrorífico, en el que los personajes principales, la clase alta, pueden rescribir a su antojo, siempre que lo deseen, la vida de los demás. Porque en la obra de Quino, como en toda Latinoamérica, se da una ruptura brutal entre clase media y alta. Sobre todo al haber desaparecido la clase media allí, Quino define tipos sociales muy marcados: pobres y ricos, caperucitas y lobos urbanos.

Sin embargo, esta mirada escéptica y maliciosa de Quino no puede quedarse solamente en el muestrario de la economía, del liberalismo económico que ha llevado a muchas zonas de Latinoamérica al borde de la pobreza absoluta. Quino es capaz de mostrarnos las más absolutas miserias del hombre, es capaz de poner de manifiesto la eterna guerra del hombre consigo mismo, y sobre todo con los demás: dirigentes políticos orgullosos de la capacidad destructora de sus armas pero que son patéticos en la intimidad; soldados que protegen Cristos mientras a su alrededor el mundo se desmorona; flores sobre rifles; dirigentes políticos asustados de la capacidad destructora de armas creadas por científicos militares que en la soledad se abrazan a su osito de peluche; lugares donde la guerra, las armas militares no son más que un negocio, y donde valores tan humanos como la bondad, la solidaridad, la rectitud, acaban por resultar anacrónicos... Quino, como todo individualista que se precie, podrá defender en todo momento al hombre como individuo, al hombre como ser humano personificado, pero jamás al hombre como parte de un grupo social establecido. Quino se interroga sobre la condición humana; observa con mirada crítica pero doliente la realidad que le rodea y se reafirma en que la condición humana es en múltiples aspectos un puro disparate, y en que no vivimos ni remotamente en el mejor de los mundos, ni siquiera en un mundo con visos de mejorar.
En las tiras de Quino se maneja un concepto de hombre muy fatalista y pesimista; sin ninguna fe en la humanidad, en el progreso, en Dios, en la política, ni en el porvenir. Quino acusa usando páginas con el fin de mostrarnos que hemos hecho las cosas mal, que nuestra cultura nos lleva al lado contrario de donde queremos ir, que no somos, que la sociedad no nos permite ser lo suficientemente buenos, como para ser felices unos junto a otros. El humor de Quino está a un paso de la tristeza, a un paso de la desesperación: es el grito de un hombre que sabe que el hombre debe cambiar, y sabiendo como sabe, que su pequeña aportación, grandiosa aportación, el humor, no es más que un testigo lúcido de todo aquello que Quino observa. Quino frecuentemente invierte el signo: crea humor de lo que de por sí no es nada gracioso y lo elabora haciéndolo circular, elaborar, por cierta visión de la condición humana.

Gran parte de sus tiras no tiene palabras, son pura visualidad. Los dibujos son cuidados, oscilan entre la economía del trazo que simboliza y la exposición detallista y hasta barroca de escenas en salones, museos, cuartos de hotel o talleres mecánicos. La calidad del dibujo es algo a lo que dedica especial cuidado Quino, siempre pareja a la calidad de la historia, una historia que suele dejar en nuestro pensamiento una "risa pensativa". Y esa risa acaba por convertirse en una mueca amarga al comprender el alcance de lo que nos cuentan, al comprender que el espejo en que aparecen nuestras imágenes devuelve el claro reflejo de cómo es el mundo en que estamos viviendo y los seres humanos que viven en él. Parece claro que el humor de Quino es un el de un grito dolorido que afirma que, a pesar de los pesares, no se puede ser otra cosa que no sea un ser humano, "esa enfermedad incurable".


 VÍNCULOS:

Entrevista a Quino, por Javier Mesón

Reseña de Jaume Salvà i Lara
Reseña de Rafael Marín
Reseña de Todo Mafalda, por Lombilla

Sitio web oficial de Quino
Artículo sobre Quino de Paola Fraticola
Artículo sobre Quino de María Vidal
Entrevista de Alberto Catena a Quino
Entrevista de Lucía Iglesias Kuntz


 [ Ficha: José Manuel Hinojosa Torres. Publicada en Tebeosfera 021005 ]