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ALEGRE CENTRO DE
DOCUMENTACIÓN
Podemos subir a la
planta primera y si abajo teníamos las exposiciones temporales y algo
de la permanente, en la planta primera estaría la sala de exposición
permanente, ordenada por áreas geográficas y épocaS. Habría una gran
sala de conferencias polivalente, casi sin micrófonos, que es más
viril, y otra sala sobre un patio, que cubriríamos (pues las cosas hay
que cubrirlas, si no, no reproducen), también polivalente. Hoy, un
museo que se precie debe tener: las salas con exposiciones temporales,
la tienda y los espacios polivalenteS. Y no pienso hacer una guardería
infantil; el espacio de la guardería (que es mucho, porque mira que
los niños ocupan sitio) lo dedicaremos a Biblioteca. Un elemento
fundamental del museo: un centro de documentación.
Tendremos una
colección y ahí se espera la generosidad de los donantes, pues este es
un museo que no nace de una gran colección, aunque ya empieza a ser
importante la que tiene la Fundación General [de la Universidad de
Alcalá], pero sí con la vocación de acoger las grandes colecciones que
tenemos nosotros que, una vez muertos, la cebada al rabo. Una vez
muertos, los herederos las dispensan [las obras], terminan en el
rastro malamente, o en el papelote al peso, que nadie se acuerda casi
de uno cuando fallece; nada más que los herederos para repartir, los
coleccionistas para especular (y para guardarlo con amor, claro). Pues
ahí está el Museo del Humor que está esperando a que fallezcamos para
que vayamos pasando la obra previo testamento. [ risas ] Y es que el
Museo del Humor ha demostrado algo terrible: que la mortandad entre
los humoristas es muy elevada: ¡se mueren el 100% de los humoristas! [
risas ] Cosa que ocurre entre otras especies profesionales, es verdad,
lo que pasa es que los humoristas se mueren antes y además te enteras.
Si muere un médico, a no ser que sea tu pediatra o el que te toca los
bajos, no te enteras, pero se murió Summers, se murió Perich, se murió
Ivá, se murió Gin, se murió Gila... es una cosa terrible. Fijaos si es
terrible que a mí como humorista que soy ya me han hecho un funeral, y
esto que digo no es broma, que lo digo todo muy en serio [a
continuación refiere la anécdota de unas monjas que le hicieron un
funeral al confundirle, ellas y un locutor de radio, con otro
arquitecto finado] (...)
Y a propósito de
funerales y humoristas y humor negro, creo que nuestro Museo del Humor
debiera tener una sala especialmente dedicada al humor negro. Todavía
no consta en los planos, pero se lo merece. [refiere otra anécdota
sobre funerales ] (...) Volviendo al Museo del Humor, no temáis, no va
a haber una sección de funerales, habrá biblioteca, donde se cuidará
nuestra obra. Si la damos en vida, pues mejor ¿Qué no? Pues mortis
causa. [ risas ] Pero, por Dios, decidles a los compañeros, sobre
todo a los famosos, que sean un poco generosos. Por ellos mismos,
porque pasarán a la posteridad con la garantía de la Biblioteca de la
Universidad [de Alcalá] y probablemente de la Biblioteca Nacional.
Tendremos unos fondos que estarán inventariados, cuidados,
climatizados, vigilados, y sobre todo no solamente los chistes
publicados. Yo, en mi testamento ya lo puse, a raíz de aquel funeral
que me hicieron (evidentemente, al día siguiente lo primero que hice
fue testamento) y en el testamento dono solemnemente todo, mis
dibujos, croquis, bocetos, a la Biblioteca Nacional. Haré una
modificación al testamente e incluiré los muchos bienes que he
conseguido desde que lo firmé hasta ahora para el reparto de mis
hijos, pero también en el sentido de que el depositario de mis dibujos
sea también la biblioteca del Museo del Humor de Alcalá cuando se
haga... dentro de veinte o treinta años. [ risas ]
MUSEO CON PERRO
Porque yo no creo
que todavía se vaya a hacer. Ya tengo planos y el edificio, que, como
dice Gila, «haberlo haylo, pero to’roto, ¿eh?» O sea, cuando vayáis
puede ocurrir o que os muerda el perro o que os dé un tiro el guardia.
Fijaos si hay expectativa en el Museo del Humor que ya hay un señor
viviendo con el perro dentro. [ risas ] El otro día fue muy bueno,
porque fuimos a ver el museo [y] resulta que había un okupa.
Pensábamos que sólo había un perro, pero detrás de todo perro hay un
dueño, y como bien dice en un chiste El Roto: «Perros peligrosos.
Cuidado con el dueño» [ risas ] Entró por delante el guardia, pues
Juan [García Cerrada] llamó a la guardia municipal. «Yo no entro»,
había dicho el arquitecto municipal. Y vino el guardia y cargó la
pistola, porque el perro le acometió. Oye, a los civiles no, pero
cuando un perro de un okupa ve a un guardia municipal, le
acomete. Entonces le dijo el perro: «¿Muerdo al guardia o muerdo al
humorista?» Y dijo el amo: «Muerde al de la Universidad, que es más
pequeñito; [explosión de carcajadas y aplauso, pues García Cerrada es
un hombre de baja estatura] ¡y te lo comes de un bocao!» [más risas]
Yo vi recular a Juan y le dije «¿Por qué reculas» Y me dijo: «¡Es que
se me come el perro!» [ risas ] Bueno, salió el dueño del perro con su
sonrisa (con la única que tenía, porque los okupas sólo tienen
una sonrisa: la de los guardias), pidió disculpas y nos enseñó con qué
poco se vive y con qué poco recinto. Con lo que cabe en una viñeta
vive un okupa. Es decir, donde vamos a poner la fotocopiadora
tenía los enseres el okupa.
O sea, que es un
museo que tiene atractivo para la ciudadanía. Está lleno de
contenidos, y ya viene con el perro, pues en todos los museos hay
perros (pintados, pero hay perros). Luego, en todos los museos que se
precie hay pobres. En la puerta, alguno que se cuela para la siesta...
Pues ya tenemos el usuario. Tenemos el edificio, dentro de lo que
cabe, no os hagáis ilusiones, lo primero que tenéis que mirar ahora
cuando lo visitemos es no caerse por los rotos, que está lleno de
agujeros que dan al sótano. Yo no sé si tenéis alguna póliza de
seguridad o algo; yo no me hago responsable ¿eh? Lo digo públicamente,
hay testigos, como esta señora [señala a la esposa del humorista
Mordillo], de que yo no me responsabilizo ni del perro ni del okupa
ni de los agujeros. Pero hay allí dos o tres mil metros [cuadrados];
hay una huerta; y está a la puerta de una iglesia donde se puede ir a
recordar los misterios dolorosos, gozosos, gloriosos y luminosos. Y,
del rosario, al Museo del Humor. Una buena penitencia sería visitar el
museo.
Nosotros esperamos
que un museo del humor sea exactamente como la casa de uno, como aquel
Museo, y que fundamentalmente esté prohibido. Al paso que van
las cosas del imperio, es muy probable que dentro de las atribuciones
que va a tener el señor Bush en los países amigos estará prohibir sus
caricaturas. He aquí una razón más para que el Museo sea puesto en
pie. Como por otra parte lo hemos entendido en el sentido de la
siesta, las perdices estofadas... como un lugar de encuentro o una
casa de humoristas, queremos que sea un sitio cómodo y donde cada uno
tenga derecho a decir qué se va a poner en su casa. Yo creo que una de
las cosas más interesantes de este museo será que vamos a opinar
todos, vamos a dar ideas de modo que también tenga elementos de
sorpresa. Es cierto que no deja de ser un Museo del Humor Gráfico
Iberoamericano, y tiene una virtualidad interesantísima: Va a recoger
todavía obras de artistas vivos, de unas generaciones a un lado y otro
del mar que probablemente sean las mejores generaciones [de
humoristas] de las mejores que ha habido a ambos lados del mar. Y,
segundo, que probablemente seamos los últimos mohicanos, caso las
últimas generaciones que van a tener obra gráfica, porque quién sabe
si en un futuro todo se hará sobre soporte magnético y entonces los
futuros museos ya serán la de Dios es Cristo, serán una serie de
disquetes ordenados en cabinas unipersonales donde se verá al autor,
su obra, su contexto y su página web. De momento el museo que nosotros
queremos va a tener la virtualidad de tener obra tangible y de que
quizá podamos ver en algún rincón algún pupitre que nos permita ver
algunas de las manías y virtudes de algunos de los dioses del olimpo
del humor.
Muchas gracias, y
estamos a vuestra disposición. [aplausos]
[interviene Quino,
loando el discurso de Peridis. Pasa la palabra a Mordillo] Hablar
después de Peridis es realmente muy difícil. Lo ha dicho casi todo. Yo
quisiera agregar a la frase de su hijo, aquella que dice: «Turistas,
que me traen aquí para torturarme»... Yo no imagino el Museo del Humor
como un lugar donde la gente viene para divertirse. Es todo lo
contrario. Ya hace mucho tiempo que percibo la idea de un museo de
dibujo humorístico no solamente en este país, o en el nuestro [mira a
Quino] Yo he llegado a hablar con dos ministros de cultura que estaban
entusiasmadísimos con la idea de un Museo del Humor en Argentina. Lo
primero que hablé fue el día antes del “corralito”. Estaba
entusiasmado [el ministro] pero no pudimos hacer nada. Después del
“corralito”, me llamó por teléfono a España el nuevo ministro de
Cultura, y también muy entusiasmado, con la idea de un museo del
dibujo humorístico en Argentina. Porque como ustedes saben, en
Argentina es tradicional la cantidad de autores de humor gráfico y de
historieta (que aquí se llaman tebeos).
Y además pienso, y
casi lo dijo Peridis antes, que el mejor destino para los dibujos es
un museo, porque cuando los regalamos, cuando los intercambiamos con
colegas, como dice Peridis, las generaciones se van y los dibujos
quedan, pero ¿dónde?: en armarios, en galpones, se pierden
completamente. Supongo que todo el mundo está de acuerdo en que el
humor gráfico es patrimonio cultural de la humanidad, aunque no se le
dé tanta importancia porque son dibujos humorísticos. Y yo creo que
cada país tiene ese patrimonio, en mayor o en menor cantidad, y creo
que el museo humorístico tiene que existir porque basta ya de museos
serios y aburridos. Quizás. Pero, el dibujo humorístico digamos que es
una broma, digamos que el museo es una broma hermosa y, además, para
que los dibujos tengan el mejor destino final posible. Yo apoyo al
cien por cien la idea de un museo aquí y donde sea. Muchas gracias.
[aplausos]
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