Antonio Ramírez:
Usted ha declarado en numerosas ocasiones que no es un humorista.
Sin embargo, si se siente identificado con una larga tradición
satírica que incluye artistas de lo social como Goya, Daumier, Grozs...
Andrés Rábago:
Efectivamente, el humor no es un género que yo practique. Yo
practico la sátira. La sátira, naturalmente, puede contener humor,
pero también otros ingredientes. No me siento cómodo con el término
de humorista, que rechazo, pues ha quedado inutilizado por el uso
que se le ha dado. Dibujante de sátira creo que es mas adecuado.
También, en algunos periódicos los llaman dibujantes de editorial.
Esto tampoco me gusta porque normalmente se asocia con algo que a mí
me da escalofríos, que es el dibujante que está al servicio de la
redacción para reflejar la opinión de la línea editorial del
periódico.
Yo sostengo que el dibujante de sátira debe ser
libre a la hora de elegir los temas, de elegir el enfoque que les da
y la posición que tiene ante ellos. Otra cosa es que la posición del
dibujante, lógicamente, no puede ser en todos los casos contraria a
la línea general del periódico para el que trabaja. Porque si no eso
desembocaría, en no demasiado tiempo, en una posición encontrada que
sería incomoda tanto para el que dibuja como para el director del
periódico.
AR: En su obra
los intelectuales no salen muy bien parados, merecidamente en
nuestra opinión. Según usted ¿qué papel deben desempeñar los
intelectuales en esta sociedad del espectáculo? ¿Hasta que punto son
culpables de la situación actual?
R:
Primero
tendríamos que definir que se entiende por intelectual. Yo creo que
toda persona que utiliza su
inteligencia de algún modo está ejerciendo esa labor. Otra
cosa es que el intelectual sea un especialista en el terreno de la
reflexión. Pero yo opino que la reflexión debería ser algo común en
los hombres. No creo que debamos formar un gueto aparte los que nos dedicamos de algún modo a
pensar, sino que formamos lo que podría ser la avanzadilla, el
liderazgo en una línea de reflexión sobre los problemas, sobre
las cosas que están ocurriendo, que ayuden a los demás, a otras
personas a clarificar sus propias ideas, a darles forma a algo que
pueda estar más o menos de modo nebuloso en su pensamiento.
De algún modo nosotros somos los parteros de las
ideas, pero no somos los que las hemos fecundado. Cada persona debe
fecundarse a sí misma. Aunque, luego, a la hora de parir necesitemos
de la ayuda de la matrona, que en este caso es eso que llamamos el
intelectual.
María Santana.
Siempre nos ha sorprendido la importancia que ha tenido para usted
la filosofía o los filósofos. Por ejemplo, ahora que estaba haciendo
referencia a Sócrates con su símil de la matrona. También nos damos
cuenta de la ausencia de cualquier reflexión ya sea crítica o no en
el entorno de los medios de comunicación. Al fin y al cabo la
filosofía se ha convertido en una disciplina académica más.
R:
Cuando te dedicas
a pensar te das cuenta que pensar no es fácil. Muchas veces damos
por pensamiento lo que no es más que la reiteración de lo que otros
han pensado a lo que simplemente hemos dado una leve tintura
personal. Pero pensar es algo muy complicado. Porque las líneas ya
marcadas son líneas muy profundas. Y, entiendo que pensar debería
ser hacerlo fuera de las líneas ya marcadas, por eso es tan difícil.
De hecho nosotros mismos, nuestra propia mente tiene unas líneas ya
establecidas a través de la educación, de la información recibida
que son como las marcas de las ruedas de los carros, de las que es
difícil salir. Sin embargo, eso que llamamos reflexión solamente se
produce en campo abierto, si no es así, yo no lo llamaría reflexión,
lo llamaría pensamiento.
MS: Entonces el
verdadero pensamiento estaría en lo marginal, lo fuera del margen
por así decirlo, fuera de lo establecido.
R:
Las palabras,
cuando nos damos cuenta, están cargadas de contenidos de los que hay
que liberarse. La palabra marginal tiene hoy en día un contenido, un
contexto que la hace también casi inútil. Pero sí, en el sentido más
original, efectivamente, lo marginal, lo que todavía no ha sido
hollado, lo que todavía es terreno sin conquistar, es el terreno
propio de la reflexión y de la meditación. El terreno no conquistado
es infinitamente mayor y más rico que el terreno ya habitado. Sin
embargo, es verdad que a la hora del vivir cotidiano tenemos que
hacerlo en un terreno común. Es decir, de algún modo hay que
convertir en ciudad, en lugar habitable, lo que está fuera. Ese es
el trabajo del filósofo y del pensador.
AR: En su obra
gráfica podemos observar una evolución donde la palabra va ocupando
cada vez más un puesto preferente respecto a la imagen. Sin embargo
¿ha logrado El Roto el equilibrio perfecto entre imagen y mensaje?
¿Hasta que punto piensa que la imagen ha perdido, por sí misma,
poder de subversión?
R:
Vivimos en un medio bastante acelerado. Y ese tipo de trabajo que
haces no es algo que se haga en el vacío, sino que intentas llegar a
un número, a unas personas determinadas que también tienen sus
limitaciones. La utilización del lenguaje facilita esa comunicación
en unos niveles de cognición suficientemente inmediatos. Pero
mientras que
el contenido de una imagen sin palabras siempre resulta más difícil,
más ambiguo, también en ciertos aspectos es más rico. Es verdad que
los mejores dibujos son aquellos que no llevan texto pero en el
trabajo de un periódico eso sería casi imposible. Es por ello, por
lo que El Roto, que trabaja directamente en la prensa necesita la
utilización de la palabra. Pero el dibujo ideal sería aquel que no
necesitara la utilización de palabras.
Manuel Barrero:
Como en “Cajero automático”, sección en la que no utiliza palabras
R:
El Cajero
automático tiene que ver con esa línea en la que la indagación es
mas plástica que meramente ideológica
o de pensamiento. Entonces yo siempre he querido guardar un terreno
para lo que es la indagación de la plástica. Si bien es verdad que
en cada dibujo intento llegar al máximo de la expresividad, en estos
concretos que mencionas, es la imagen la que predomina. Por lo que
yo he visto de otros dibujantes me he dado cuenta que lo que al
final queda (de quedar algo) es el dibujo plástico y algo de su
contenido. La parte, que podríamos llamar de texto, normalmente
tiene una más rápida decadencia. El dibujo en cambio, si es un buen
dibujo, el periodo en el que se mantiene es muy largo y puede ser en
algunos casos incluso infinito. Lo que hoy queda de los grandes
dibujantes básicamente es la calidad de su dibujo por encima
del sentido del humor que en cada momento haya habido. Porque
no nos hace gracia lo que en aquellos tiempos hacía reír, excepto
los muy grandes, los realmente importantes.
AR: Si Ops
pertenece al terreno de la imaginación, de los sueños y las
pesadillas: lo surreal, y El Roto es lo racional, la reflexión
crítica ante todo, ¿en qué lugar se encuentra Andrés Rábago?
R:
Independientemente de que hay más estratos, yo creo que cada uno de
ellos intenta indagar en diferentes niveles en que el hombre se
puede mover. Cuando estás un poco más metido en el territorio del
autoconocimiento te das cuenta que tenemos una serie de niveles de
comprensión de eso que llamamos realidad que son distintos en cada
uno de esos estratos. El intento de englobar todos ellos de una
misma manera, en un mismo lenguaje, me ha parecido
que resultaba excesivamente confuso. Es por eso que he intentado que
cada uno de los estratos tenga su propio lenguaje y su propia
codificación a la hora
de hacerlos imagen.
Entonces, en ese aspecto, Ops estaría en el terreno
de lo psicológico, de lo emocional, de lo no racional. El Roto
estaría en lo más superficial, lo más cotidiano, lo más
aparentemente inmediato. Y Rábago se encontraría en la zona de lo
estrictamente sagrado, que reivindico y al que intento, de alguna
manera, ofrecer mi esfuerzo. Un terreno del que creo que estamos muy
necesitados, que ha sido ocupado por unas series de instituciones
que no tienen realmente nada de sagradas y que por el contrario han
usurpado su nombre, como dice el texto, en vano.
La recuperación de lo sagrado en nuestra sociedad
actual es una de las pocas salidas que tiene para poder reorientar
la dirección en la que nos movemos. Este sistema está abocado, como
todos más no menos intuimos, a su aniquilación y destrucción. Y
entiendo que el esfuerzo de recuperación tiene que venir por algo
que siempre ha existido, que es la relación trascendente con la
naturaleza por supuesto, pero también entre nosotros mismos. Y en la
relación íntima con nuestro propio ser, es donde hay que trabajar
con más ahínco. En la medida que puedo lo hago en esa otra forma de
expresión, que es la pintura y que es Rábago.
[ continua en siguiente página ]
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