Manuel
Barrero: Su padre era español, y nos gustaría saber si le
transmitió algo como español y / o algo como dibujante.
Guillermo
Mordillo: Mi padre nació en Extremadura, pero viajo a Argentina
cuando él tenía 9 años. Mi madre también era española, nació en
Asturias, y viajó a Argentina cuando tenía 18 años. Mi padre se
naturalizó argentino. Mi madre, no; llegó a Argentina en 1928,
cuando tenía 18 años y nunca se nacionalizó, y murió española. Mis
abuelos paternos eran de Extremadura, de un pueblo que se llama,
aún, Guijo de Granadilla. Los dos abuelos, José y Teresa, yo me
imagino que con sus seis hijos, desde 1913, justo antes de la
Primera Guerra Mundial, montaron en un barco de carga o de
pasajeros, y tardaron más de un mes navegando por el Atlántico hasta
Buenos Aires por esa época. Yo sé que llegaron el 2 de noviembre y
no pudieron desembarcar porque era muy tarde y no había empleados en
el puerto. Así que llegaron el 3 de noviembre de 1913. Mi padre
tenía 9 años. Poco me pudo transmitir, entonces.
MB: Usted
comenzó a dibujar desde muy jovencito. Tengo entendido que sus
primeras influencias fueron Ferro, Quinterno, Divito, Oski. Pero
también Salinas. Me llama la atención la influencia de Salinas...
GM: Por el
color. El color de Salinas yo lo veía desde pequeño, me gustaba y lo
apliqué en mis dibujos. Yo hago un color muy terminado, muy
aplicado; dicen que soy muy colorista, que lo que se ve en un dibujo
mío es el color, luego viene el dibujo, la historia, el chiste...
Pero lo primero que engancha en mi dibujo es el color. En realidad,
como influyentes, yo podría nombrar todos los dibujantes argentinos,
que son muchos, muchísimos, y agregar a ellos todos los demás
dibujantes que yo he visto en mi vida. Todos, casi sin excepción me
enseñaron algo, porque los que a mí me gustaban me ensañaron lo que
había que hacer, y los que no me gustaban me enseñaban lo que no
había que hacer. Todos me enseñaron algo. La escuela nuestra, en
nuestro trabajo (porque no hay una universidad, no hay una
academia), la escuela es la vista.
MB: ¿Ver
el trabajo de otros y dibujarlo?
GM: Sí,
pero no copiarlo. Guardarlo como algo que has visto y, cuando te
pones a trabajar, pensar ¿y esto cómo lo hubiera resuelto tal? Si yo
tengo un estilo propio (en un dibujo mío no tienes que buscar la
firma, porque ya sabes quién lo hizo) el mérito mío, si hay un
mérito, es haber hecho un cóctel de todo lo que he visto, sacar un
estilo y que no se note que es un cóctel.
Jorge Alberto
Piñero: Cuando se sale del marco argentino ¿qué autores
internacionales son los que empiezan a influir en sus obras?
GM: Por
distribución, y por sindicatos, los americanos, porque cuando yo era
pequeño quienes llegaban a Buenos Aires, los chistes, las tiras,
eran americanos. El primero y número uno: Disney. Lo que pasa es que
Disney es el dibujante más conocido el mundo pero él no dibujaba.
Disney era un director de grupos de dibujantes. Me estoy refiriendo
a las películas de dibujos animados. Las películas se hacían con ese
criterio según su estilo, el estilo Disney, aunque él no dibujara,
dibujaba muy poco. Walt Disney, entre los 18 y los 22 años intentó
publicar tiras, viñetas cómicas, en los periódicos de Chicago y
Kansas City. No publicó nunca. Por eso se “desvió” hacia la
animación, para hacer dibujos animados; se rodeó de gente, de
dibujante, a los que supo dirigir, les supo dar su forma de pensar.
MB: En sus
primeros pasos profesionales, usted comenzó haciendo publicidad,
ilustrando cuentos de Perrault y trabajando para Peter Pan
¿qué recuerda de aquello?
GM: En mi
primer trabajo con una editorial yo tenía 18 años. Cuatro libros
sobre cuentos hice. A los 20 años, tenía un estudio de dibujos
animados con otros colegas: Eduardo Galuppo, que sigue haciendo
animación hoy, y Aldo Camarotta, que era mi escenarista, de las
historietas que yo hacía para la revista Peter Pan (y que no
contaba la historia de Peter Pan, publicaba cuentos e historietas). De hecho, yo empecé haciendo
dibujos animados en un estudio que teníamos con Galuppo y se llamaba
Galás. Eso fue en Buenos Aires, pero justo antes de que yo me fuera,
en el año 1955, cuando tenía 23 años. En el Perú, donde fui, durante
cinco años hice exclusivamente publicidad. Fuera de la publicidad,
ilustré dos libros, de fábulas de Esopo y fábulas de Samaniego.
MB:
Pasados esos cinco
años fue usted a Nueva York porque su sueño era Disney.
GM: Me fui
a Nueva York porque mi ilusión era la animación, ese era mi sueño
desde los 19 años. Incluso antes de los cartoons mi primer
impulso fue animar. Cuando no tenía seis años, en Buenos Aires, en
el año 1938, mi madre me lleva al cine y veo Blancanieves y los 7
enanitos. Aquello, con seis años, me abrió un mundo de
movimiento, de color, me marcó muchísimo. Pero después salgo del
color, me alejé mucho de la escuela Disney. Porque lo mío es más
Búster Keaton que Disney, porque lo mío es mudo, es ese personaje
que no tiene ni siquiera boca, que no habla... a veces grita pero
generalmente no habla, es impávido... Yo mezclé el mundo feérico de
Disney con el mundo humorístico de Búster Keaton. Nombro a Keaton
porque para mí fue más fuerte que Charles Chaplin.
MB:
Además, se sintió algo defraudado, en su etapa estadounidense,
porque solamente trabajó como dibujante de fondos, no de personajes
¿no?
GM:
Este..., en Paramount Pictures hacíamos los cortos de Popeye. Yo no
hacía dibujos, solamente pasaba a tinta, un trabajo completamente
secundario. Además, no me interesaba mucho hacer el dibujo de
animación que hacían en aquella época en la que estuve, del año 1960
a 1961. Yo hacía en esta época lo que se llama “animación limitada”,
no era la animación completa del tipo clásico Disney, era limitada
con el personaje, de cuerpo fijo, brazo postizo, la boca postiza que
se mueve... o sea, la animación “muerta”. Se procedía así por
economía; la prueba está en que los estudios Paramount se cierran en
el año 1965, o en el 64... Yo la agarré al final, y no me gustó
mucho ese tipo de animación y me fui. Me fue para hacer lo que aquí
llaman greeting cards, tarjetas de felicitación.
MB: Ajá,
eso ocurrió el 26 de agosto de 1963, que se vino a España.
GM: No
vine, no: pasé por España. Pasé por Madrid en plena dictadura de
Franco. Se veían curas y militares por todos lados; no me gustó
mucho el ambiente y seguí viaje. Pasé por el sur de Francia, con
amigos y con un coche, y llegué hasta Versalles. En Versalles me
despedí de mis amigos, cogí mis valijas y tomé un tren que tardó una
hora o tres cuartos de hora en dejarme en París, el 9 de septiembre
de 1963. Llovía y no conocía a nadie. No hablaba francés. Con dos
valijas y 150 dólares en el bolsillo... Eh... eso era un viernes.
Sin conocer a nadie, dediqué el sábado y el domingo a caminar por
las calles de parís. Me ubiqué en una buhardilla de un sexto piso,
sin ascensor, sin baño, sin armario... pero yo estaba feliz porque
estaba en París. El lunes a la mañana me fui a buscar trabajo. El
mediodía ya lo tenía.
MB: En
Francia hizo sobre todo tarjetas, pero pronto chistes mudos. He
leído que eran mudos porque usted no dominaba el francés.
GM: Sí,
por esa época no hablaba francés, y es exactamente la razón por la
cual eran mudos mis chistes. Me quedé sin trabajo en el año 1966. Yo
estaba haciendo claquetas en París, sin el estilo Mordillo (en París
no había todavía desarrollado mi estilo) y me quedé sin trabajo
porque pedí una aumentación [subida de sueldo] que no me podían dar
y, yo, cabezadura, dije: «pues me voy». Y no tenía otra cosa.
Cuando me quedé sin trabajo, un colega que publicaba dibujo
humorístico me dijo: «¿Por qué no haces tú también dibujos para la
prensa?» Y yo le dije: «Nunca los hice. Y lo voy a intentar». Lo
intenté sin palabras porque estaba en París y no podía hacer chistes
en un idioma que no podía dominar. Ese es el origen, es un concurso
de circunstancias: me quedo sin trabajo, en un lugar que no sé el
idioma, me veo forzado a hacer algo para ganarme la vida porque no
tenía reservas, y me salió bien. Si me hubiera salido mal, no
estaríamos haciendo esta entrevista ahora.
MB: Y
tanto que le salió bien. Trabajo en algunas de las más prestigiosas
cabeceras galas, donde se hicieron populares sus personajes blancos.
¿Es cierto que usa así el color para destacar a sus protagonistas?
GM: Eso
surgió tras las primeras tentativas... Mis personajes siempre están
lejos de la cámara, nunca hay un primer plano, siempre están lejos,
bastante lejos de la cámara. Entonces son pequeñitos y están en
decorados de un color total. Lo único blanco en toda la superficie
de mis obras es la piel del personaje. Si el personaje está vestido,
la cabeza es blanca, las manos son blancas, y, ¿por qué? Porque yo
al principio le puse color, rosado por la piel, pero se perdía el
personaje, no se veía. Si lo dejaba blanco, destacaba. Luego me di
cuenta de que lo que estaba utilizando ahí era el principio de la
bola de golf. La boda de golf es así: está a trescientos metros y
porque es blanca se ve. Si la bola de golf tuviera un color azul,
verde, gris, no la verías, pero como recibe toda la luz, se ve. De
eso me di cuenta después de un tiempo, lo aprendí con la
experiencia. O sea, el protagonista nunca es el decorado. El
decorado crea un ambiente. Yo no pongo el color gratuitamente. El
color está jugando un papel, un rol, en mis dibujos siempre. Si es
una escena de pareja, le pongo ambiente romántico, si me gusta mucho
haces chistes en ambiente antiguo, por ejemplo el Medioevo, le pongo
ocres, grises. O sea que el color está jugando un papel. Además, mis
cartoons, mis dibujos humorísticos yo los pinto en color.
[el humorista
Faro interviene y le pregunta sobre cómo aplica el color]
GM: Yo
trabajo sobre una base de tinta de color. Termino mucho con pastel y
lápiz de color. Para todo lo que es sombra y luz, pastel. El detalle
de volumen, con lápiz de color. La base es tinta de color. Pero yo
utilizo una cosa no muy conocida en el ambiente, que es una goma
líquida. Como yo hago color total, lo que quiero que quede blanco lo
cubro con una goma líquida. Trabajo tranquilamente el color y,
cuando se seca, saco la goma líquida y surge el blanco.
JAP: ¿Y
por qué prefiere los planos generales en sus dibujos a los primeros
planos?
GM: Bueno,
eso es muy personal... Este.. Yo soy un admirador del cine mudo, de
los años veinte y treinta, incluso antes de Buster Keaton y Charles
Chaplin. Me parece que ese es el verdadero cine, el cine de imagen,
donde los protagonistas los vemos con una distancia. No conocemos
mucho de la identidad del personaje porque no lo vemos de cerca.
Entonces no lo hice intencionadamente, pero yo creo que la gente se
identifica más con un personaje que está lejos que con uno que esté
cerca. Además, mis personajes no tienen nombre, no se llaman Asterix,
Miki Mouse, ni Pato Donald, o sea que otra razón de más para que la
gente se sienta un poco identificada con el personaje, y como es
blanco puro, sin raza, puede tener cualquier identidad.
MB: En
cuanto a identidad, su obra no se puede calificar de argentina,
¿quizá por haber vivido en seis países diferentes?
GM: Yo,
cuando empecé a publicar en Europa, un dibujante amigo se enteró de
que yo era argentino. Me escribió y nos alegramos mucho. Decía:
«Creíamos que eras italiano, o cubano, o francés». Soy del mundo.
Todos mis traslados, desde Argentina a Perú, de Perú a EE UU, de EE
UU a Francia, de Francia a España, todos fueron decisiones propias,
mías. La del traslado a Mónaco ya no es una decisión personal, es
una decisión de mis colaboradores, porque mi situación fiscal es muy
complicada, porque publico en el mundo entero, y entonces la
declaración fiscal mía era muy compleja. Además, hubo otra razón. Yo
no estoy muy contento de no pagar impuestos; Mónaco es un lugar muuy
lindo, tranquilo, seguro, en la costa Mediterránea... es un barrio.
Pero yo pensé un poco cuando viví en EE UU, que entonces todavía
estaba la Guerra de Vietnam y el conflicto con Cuba, en el 62, en
Nueva York, en aquella tensión, y después me fui a Francia. Durante
todos esos años, una buena parte de los impuestos que yo pagué en
esos países iba al armamento. Yo estaba colaborando con el armamento
en EE UU y en Francia. Ese fue un detalle que me convenció para irme
a Mónaco, y desde Mónaco esto me permite hacer donaciones a lo que
yo quiero hacer. Yo quiero ayudar a muchos pero no, y sobre todo no,
al armamento. [Mónaco] Me permite controlar mejor el uso de mi
dinero. Esto lo digo así, por no contribuir con mis impuestos a la
guerra en diferentes países.
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