Dice Enrique Lipszyc, en La Historieta Mundial que “El factor
comparativo muestra también el estancamiento y la estandarización de la
producción norteamericana. Puede llegar a afirmarse que la historieta
extranjera no impone ya absoluta superioridad. El común de sus trabajos
está por debajo de la calidad nacional. Así, la moderna historieta
argentina, que comenzara sus balbuceos en las primeras décadas de este
siglo fue evolucionando con creciente rapidez, perfeccionándose en sus
realizaciones y desarrollándose en grandes proporciones.”
La historieta nacional, entonces presenta una identidad que le es
propia. Sus lineamientos gráficos y textuales están cada vez más
nítidamente delineados. Sin embargo, su evolución deberá registrar un
nuevo vértice.
El 18 de abril de 1947, aparece Salgari, un semanario de la editorial
Abril, de la cual es responsable el italiano Cesare Civita, quien en
pocos años más revolucionará el mercado local. En su editorial se
encontrará un vasto núcleo de creadores que terminarán de moldear el
gusto del público, orientándolo hacia las últimas tendencias.
Cuando Salgari hizo la América
La primera avanzada de editorial Abril en el terreno de la historieta
después de El Pato Donald, es Salgari, revista semanal de grandes
aventuras, que aparece los miércoles Y cuesta treinta centavos.
El logotipo de la revista, en gris, está impreso sobre un restallante
fondo rojo. La portada anuncia sin prejuicios su contenido: pura
historieta. La ocupa En las fronteras del Far West, adaptación del ciclo
sobre el Oeste Americano que escribiera Emilio Salgari; los dibujos
corresponden al italiano Walter Molino. La razón de ser del título de la
publicación se encuentra en la penúltima página del primer número, en
una nota que se titula El Capitán Salgari y que reproducimos a
continuación:
“Cuando se piensa en aventuras por tierras y mares, con piratas y
corsarios, brahmanes y pieles rojas, surge un hombre que las sintetiza
todas: Emilio Salgari. No es preciso recordar que Salgari es el hombre
que escribió las más populares novelas de aventuras, pues sus héroes son
tan célebres que han adquirido vida propia. ¿Quién no conoce al Corsario
Negro, a Sandokán, a Tremal Naik y al Olonés?
“Pero quizá sea oportuno recordar un rasgo especial del escritor Emilio
Salgari. En las viejas ediciones aparecidas en Italia —su patria—, su
nombre iba precedido por su profesión: capitán Salgari. Esto explica
algo: el escritor fecundo e inagotable vertió en sus libros, no sólo lo
que era fruto de su fantasía, sino su experiencia de vida.
“A los dieciocho años, Salgari, ávido de nuevos horizontes, se lanza al
mar y a la aventura. Sus padres se oponen. ¡No importa! El buque en que
se embarca como oficial es viejo y destartalado, el capitán es agrio de
pésima reputación la meta es… Malasia. ¡Y allí va Salgari! Allí, en esas
tierras salvajes e inhóspitas, donde las pasiones son desenfrenadas,
donde el peligro y la muerte acechan en todo instante, conoce a los
hombres que habrá de inmortalizar en sus libros.
“Durante siete años recorre las selvas de Malasia, los puertos de las
Antillas, los mares del sur; y así, realidad y fantasía van perfilando
las recias figuras que, de vuelta en Italia, Salgari presenta en sus
libros, que de la noche a la mañana conquistan el mundo, apasionan a los
muchachos y se convierten en símbolo de valor, caballerosidad, peligro,
aventuras…
“Es por ello que nuestra revista, al proponerse difundir especialmente
toda la obra de este gran escritor en una forma con la que él ni soñara
—el dibujo—, consideró imprescindible adoptar un nombre que es un lema:
Salgari.”
Sin embargo, la meditación
De las dieciséis páginas de la revista seis la ocupan textos de diversa
índole: relatos, misceláneas y entretenimientos.
La novela por entregas de los primeros números es Tres Agentes de la
ley, un western firmado por Peter Field.
No falta un concurso. Está bautizado la Rata del Pirata y dedicada “¡A
todos los filibusteros del Mar Caribe!”
También, una sección titulada Cartas de los Siete Mares, destinada a
responder las cartas de los probables lectores, escrita en tono de solfa
por un imaginativo gacetillero de la revista.
La sección que recoge anécdotas y curiosidades es Brújula loca y cita
hazañas singulares de cazadores, buscadores de tesoros, aventureros del
oeste o faraones. Sin embargo, es oportuno señalar que Salgari no se
aparta, en cierto sentido, de la deuda con el folletín que la historieta
mantuvo, desde sus orígenes, por empeño de ciertos editores.
Ya desde la nota editorial, antes citada, Salgari proclama claramente
sus intenciones: traducir a imágenes los relatos del célebre
folletinista peninsular. Como si la historieta, todavía, no dispusiera
de armas suficientes para conquistar el derecho de generar sus propios
personajes. Es sin duda el criterio conservador de ciertos editores que
piensan que el éxito de una historieta está garantizado si ésta se apoya
en algún título de mucha repercusión como es el caso de la mayoría de
los títulos de Salgari.
Quizás por estas razones, Salgari merecería ser inscrita en la línea
que, en nuestro país, trazara Intervalo, planteándose como mediatizadora
de la literatura romántica y del folletín, aunque con menos cantidad de
texto y mayor confianza depositada en la expresividad del dibujo, la
acción y el dinamismo.
La piratería en broma
Destaquemos que todo el material que lanza Salgari es íntegramente
facturado en Italia, donde se publica con anterioridad.
La única excepción es una historieta humorística de la que es autor Luis
Destuet: Trabuco y Trinquete.
La historia de Destuet es un poco esta: cuando Civita decidió lanzar al
mercado argentino El Pato Donald, reparó que la revista original
americana de la organización Disney contenía poca historieta y bastante
texto. Es así que para reproducirla aquí y convertirla en una revista de
historietas total, debía acudir a los oficios de algún dibujante que
supiera imitar a la perfección las figuras de Disney. Este dibujante fue
Luis Destuet, y su Trabuco y Trinquete es una pieza de notable ironía,
una parodia sagaz de las historias de la piratería. Sus protagonistas,
un tío gordo, petizón, de aspecto funambulesco y su sobrino, un muchacho
flaco y desgarbado, con aire de inconfundible torpeza, tripulan un bote
a vela en su primera aparición en la parte de atrás de Salgari.
Sus aventuras son chispeantes, jocosísimas; verdaderamente, la nota
antisolemne que le falta a una revista que está poblada de aventuras con
héroes muy apuestos, muy nobles y malos pérfidos y muy feroces que es
como parece, en estos tiempos, que deben ser los héroes y sus
adversarios.
Un año más tarde esta obra de Destuet en la que el bien y el mal son
satirizados con candor, se adueñará de una página entera y será
publicada por entregas. Años después reaparecerá en las revistas de la
editorial Frontera, insinuando una estilización que nada tiene que
envidiarles a otras populares historietas paródicas.
Las historietas de Salgari
Todas las historietas que publica Salgari son italianas. Sus dibujantes
presentan una gran afinidad con los ilustradores tradicionales. Entre
ellos están los influidos por Foster, los marcados por Raymond y también
los menos, los que ya le siguen el camino a Caniff.
Seguramente,
estas inclinaciones que presentan, tienen que ver con la introducción
del cómic americano en la posguerra, cuando el mercado italiano recibió
la fuerte penetración de la historieta norteamericana
y el lector italiano descubrió o redescubrió la importancia y la validez
del género, aceptándolo sin vacilaciones.
En el número uno de Salgari encontramos las siguientes historietas: En
las fronteras del Far West, El Corsario Negro, Gengis Kan, El León de
Damasco, Sunda y Upasunda, Los misterios de la Jungla Negra, La gema del
Río Rojo, El terror de Allagalla. Más tarde se incorporarán Los
conquistadores del espacio, Flecha, Campeón del mundo, Alan Blood, Lord
Simplex y tres rutilantes series perfiladas como antecedentes
importantísimos de la historieta moderna que jerarquizaría Abril:
Misterix, As de espadas y Hombres de la jungla.
Los autores de este enjambre de piezas de colección son lo mejor del
género en Italia, una combinación inteligente de dibujantes veteranos
con jóvenes que ya les quieren hacer sombra. Sus nombres: Walter Molino,
Franco Chiletto, Rino Albertarelli, Walter Bagnoli, Raffaelle Papparella,
Guido Zamperoni, Sergio Tarquinio, Aldo Torchio, Hugo Pratt, Paul
Campani y Dino Battaglia.
La ductilidad de un clásico: Rino Albertarelli
Con un dibujo que sabe adecuarse a las necesidades planteadas por el
tema, Rino Albertarelli es uno de los artistas que destaca, desde el
primer número, en Salgari.
A él pertenecen las ilustraciones de todo el ciclo de las Filipinas de
Emilio Salgari y también un personaje que habrá de aparecer varios
números más tarde, Campeón del mundo, una serie que suscribe las
vicisitudes de un apolíneo héroe del deporte. Albertarelli es poseedor
de una gran maleabilidad. Su trazo se presta tanto para los enfoques
generales que desarrollan el exótico paisaje salgariano como para una
aventura de tipo policial y urbana. Nacido en Cessena el 8 de junio de
l908, Albertarelli debió interrumpir sus estudios cuando su familia se
encontró, imprevistamente, en una desastrosa situación económica. Para
ganarse la vida, Albertarelli hizo de mandadero, realizó cerámicas, fue
empleado estatal y hasta actor. En el invierno de 1928 se estableció en
Milán sin conseguir todavía una ocupación fija.
Sus primeros dibujos aparecieron en la publicación fascista Balilla. Más
tarde pasó al Cartoccino dei Piccoli, del cual fue director en 1933 y
donde logró difundir las historietas americanas que más le gustaban,
provocando por entonces acerbas críticas de los educadores italianos.
Poco tiempo después se encontró trabajando para la casa editora
Mondadori, donde fue destinado al área periodística. En aquellos años
colaboró en las viñetas humorísticas de Marc’ Aurelio. En 1937 creó un
personaje que sería célebre en la historia del fumetto: Kit Carson.
A mediados de la década del cuarenta es cuando se aboca a la adaptación
de los Piratas de la Malasia. En cada una de sus historietas encontramos
una ágil renovación de ciertos conceptos de la ilustración tradicional
en pro del dinamismo y la narrativa.
Al abandonar esta tarea, Albertarelli se dedicó de lleno a la actividad
de ilustrador, compartiendo esta tarea con algunas historietas sueltas
para la revista Grand Hotel.
Fallecido en 1976, Albertarelli había consagrado sus últimos años de
vida a la escritura de una historia del Far West.
El plato fuerte: Salgari a la Papparella
No cabe duda que una de las historietas de más atractivo de Salgari es
Los misterios de la Jungla Negra, que ocupa la doble página central a
todo color. Su responsable es Raffaele Papparella, un dibujante milanés
nacido el 26 de diciembre de 1905. Años más tarde Papparella sería el
ilustrador de Pecos Bill, sobre textos de Guido Martina lanzado en la
Argentina, también por Editorial Abril, en la mitad de la década del
cincuenta.
En Los misterios de la Jungla Negra, Papparella construyó un ambiente de
rigurosa geografía. La riqueza de esta historieta es, probablemente, el
descubrimiento de un filón hasta entonces inexplotado por el cómic.
Otro de sus méritos, es fundamental remarcarlo, radica en su fidelidad a
la versión original de la novela.
Pero Papparella no se queda solamente con Salgari. Y es así que lo
encontraremos luego en Conquistadores del Espacio, una saga de ciencia
ficción que, aunque su ambiente no alcanza una feliz realización, ofrece
una trama bastante movida e interesante.
Un spaghetti western pionero
El subtítulo en nuestra opinión, no es desacertado. Especialmente porque
le corresponde a En las fronteras del Far West, del dibujante Walter
Molino, quien se encarga de traducir a imágenes todo el ciclo de Salgari
sobre el Oeste Americano.
A pesar de una gran cargo de tradicionalismo, el puntilloso estilo de
Molino sirvió para conferir un acertado clima a las novelas adaptadas.
Su inclinación por las panorámicas lo emparienta fácilmente con Foster,
cuya influencia supo recrear consiguiendo un trazo hábilmente
diferenciado. Otra de las historietas de Molino que publica Abril en
estos tiempos es La Mariposa Verde, posterior al western ya citado. No
obstante, puede decirse de ella que manifiesta una interpretación con
mucho más carácter, en el que la ilustración cede puntillosidad a favor
de la acción.
Las otras aventuras de Salgari
La atención que esta revista presta a la aventura en todas sus formas es
notable. Todos los géneros habidos y por haber, desarrollados todavía
con ingenuidad, desfilan por las páginas del semanario.
Destaquemos, por ejemplo, Los corsarios de las Bermudas, de Rino
Ferrari, otro excelente ilustrador italiano que superaba en calidad al
argumentista de la misma.
La ficción fantástica está representada en Salgari por una serie que
supo cosechar un buen suceso. Nos referimos a El terror de Allagalla,
debida al dibujante Walter Bagnoli, quien realizara anteriormente El
Caballero de la noche, contando las peripecias de un personaje al estilo
Raffles.
Las policiales no quedaron al margen. Alan Blood, dibujada por el
expresivo Sergio Tarquinio, un historietista muy completo, de encuadres
típicamente cinematográficos, fue otro de los puntales de Salgari.
A Tarquinio se le deben también El inspector Slop y El secreto de la
pirámide, ambas publicadas más tarde en Rayo Rojo.
Pero todavía nos quedan cosas de Salgari.
Nos falta citar a Lord Simplex, de Aldo Torchio, una historieta deudora
del cómic americano, con buenos y malos de actitudes previsibles, lenta
y aburrida. El dibujo de Torchio parece no solamente estar influenciado
por las historietas estadounidenses, sino también deberle algo, por no
decir bastante, a sus colegas Papparella y Molino.
Flecha es otra de las policiales que se incluyen en Salgari. Su autor es
Guido Zamperoni, un amante de la exageración de las proporciones que
consigue, no obstante, lograr efectos interesantes en las partes de
acción. Zamperoni es asimismo responsable del argumento de la serie,
pensado especialmente para el lucimiento de su propio dibujo sin tener
en cuenta las exigencias del lector.
Sin vacilaciones, el semanario de Abril permite apreciar que hay
aventuras para todos los gustos. Y muy especialmente para los fanáticos
de la piratería. Porque en sus páginas no era posible que estuviera
ausente un personaje tan famoso como El Corsario Negro, dibujado por
Franco Chiletto quien se empeña en ceñirse a la documentación sin
encontrar la posibilidad de emplearla como algo distinto de una traba
que coarte su idealización.
Otro clásico, El último de los mohicanos, de Fenimore Cooper, también
aparece en Salgari. Lo dibuja Gino Benvenutti, con un trazo muy marcado
por la influencia de Walter Molino, quien parece ser el modelo a seguir
de todos estos ilustradores. Benvenutti plantea esta serie con poca
calidad interpretativa y una buena cantidad de defectos, los que se
advierten principalmente cuando sombrea innecesariamente, poblando sus
viñetas de muchísimas rayitas.
La “pesada” de Salgari
Si bien Salgari es una revista que publica aventuras tradicionales, con
guiones y dibujos de un más que parejo standard, no se conforma
solamente con esto. Porque en sus páginas, avanzado ya el segundo año de
publicación, se detectan tres piezas que vistas desde el presente,
adquieren un relieve más que trascendental
Se trata de tres historietas que preanuncian un brusco corte con el
cómic tradicional. Estamos refiriéndonos a tres obras que indican, en
estos años el advenimiento de una nueva manera de entender el género,
retomando ciertos códigos narrativos del cine negro americano y la
moderna historia de aventuras.
Concretamente,
aludimos a Misterix, As de Espadas y Hombres de la Jungla. Como todo el
material de Salgari, estas series se publican sin firma. No obstante,
cuando las repasamos en el presente, recapacitamos que las firmas de sus
creadores se encuentran en el vigor y la expresividad de cada viñeta, de
cada secuencia, indicadas por aquellos rasgos inconfundibles que hablan
de autores de garra, dueños de estilos personales y diferenciables. |