«Acabas
etiquetado en la industria. Encasillado (...). Escribí para la
Warren, por tanto soy un escritor de terror. Sólo era un tipo
haciendo un trabajo, y ese era el género que me ofrecían. Me
gusta pensar que puedo hacerlo bien con una historia de amor, o
de aviación o de barcos o lo que sea. Es cierto que hay un lado
oscuro en mi obra. Parece que tengo esta tendencia a la
paranoia, no sé bien por qué. De hecho, tuve una infancia muy
feliz. Excepto aquel incidente con los vampiros.»
Bruce Jones
entrevistado por Danny Fingeroth (Write Now! #
3)
Donde ningún guionista ha estado antes (ni después)
Bruce Jones tiene buenos motivos para sentirse
orgulloso de sus logros. Y entre los buenos, uno excepcional.
No es sólo que haya vuelto a la celebridad (la
subterránea celebridad del gueto tebeístico, pero celebridad a fin
de cuentas) con su brillantísimo The Incredible Hulk,
exitazo comercial y crítico que el bestiajo verde no conocía desde
los tiempos de Peter David. Tampoco es por la media docena de
novelas de suspense que escribió en los noventa, que no llegaron a
best-sellers pero por ahí anduvieron, lo cual está muy bien. Ni
por haber lanzado sus propias series antológicas en los ochenta,
Bruce Jones’ Twisted Tales y Alien Worlds, una
suerte de Creepy redivivo con dibujantes tales que Richard
Corben o John Bolton y un sólo y fecundo guionista.
Sobresaliendo entre todos los méritos, la joya de
la corona es ésta: Bruce Jones puede sentirse orgulloso por haber
sido objeto de un álbum antológico editado por Toutain, Lo
mejor de Bruce Jones.
¿Cuántos
guionistas pueden presumir de semejante consideración por parte de
Toutain? Ya podía darse con un canto en los dientes el que
aparecía en el lomo del libro como coautor junto al dibujante.
Esto, por ejemplo, no lo consiguió Sclavi: Roy Mann es obra
de Micheluzzi y el guionista sólo aparece mencionado en una frase
casual de la contraportada.
Y es que, por aquellos tiempos, decir Lo mejor
de Bruce Jones era prácticamente lo mismo que decir “Lo mejor
del mejor”. Cada vez que Creepy reeditaba “Jennifer” con
algún motivo peregrino, el resultado automático era que salía
elegida como mejor guión en las votaciones de los lectores de
Toutain de ese año. Según cuenta el propio Toutain en el prólogo
al libro, los dibujantes españoles estaban encantados cuando les
tocaba dar vida a un guión de Bruce Jones. Lo que no sabíamos
entonces (y no supimos hasta la entrevista que apareció en el
volumen The Warren Companion) es que Bruce Jones no estaba
tan contento, especialmente cuando la historia en cuestión exigía
una atmósfera “nativa” muy concreta que los dibujantes españoles,
al margen de sus virtudes técnicas, no podían reflejar por mucho
que se documentasen.
Qué le vamos a hacer. Lo mejor de Bruce Jones
contiene, naturalmente, historietas dibujadas por autores
españoles. Y nosotros, ajenos a los ambientes que el guionista
quería reflejar, disfrutamos de la América abstracta de un José
Ortiz. Más allá del mayor o menor cuidado de Bruce Jones en la
ambientación de sus relatos, hay un lenguaje universal que
sobrevive a casi cualquier distorsión intercultural: el de una
historia bien contada.
Léase lo que afirma el propio Bruce Jones más
arriba: aunque reconoce su propensión al lado oscuro, es sólo un
tipo haciendo un trabajo. Eso sí, con resultados sobresalientes y
cada vez más depurados. Desde sus un tanto verbosos guiones para
Warren hasta ese prodigio de narración elíptica que es The
Incredible Hulk.
El incidente con los vampiros
Cumplamos rápidamente con el expediente biográfico:
Bruce Eliot Jones nace en 1946 en Kansas City (Missouri) y crece
en los suburbios de San Luis. Su padre es una influencia
fundamental: inventor aficionado, construye una lujosa
casa-de-árbol llena de cachivaches extravagantes y allá arriba
escribe con un amigo una novela de misterio, The Red Hemp.
En palabras de Bruce Jones: «Creo que fue la primera vez en que me
di cuenta de que en realidad, alguien se sentaba y creaba las
novelas y los cuentos, que no aparecían materializándose en el
éter. Solía sentarme en su regazo frente a su vieja máquina de
escribir Royal y creábamos historias juntos».
El entusiasmo por las novedades de su padre
convierte a la familia en temprana consumidora de programas
televisivos: el Superman de George Reeves, el Kraft
Televisión Theater, Alfred Hitchcock presenta, Los
intocables, The Outer Limits y Dimensión desconocida.
Estudia dibujo y pintura en la universidad de
Kansas City y se traslada a Nueva York en busca de trabajo. Allí
se une a Jeff Jones, Berni Wrightson y Mike Kaluta, jóvenes
artistas de gustos muy similares a los suyos, enamorados de
autores como Frazetta, Foster o Williamson. Para Bruce Jones, la
evolución de dibujante a guionista fue cuestión ante todo
práctica: es demasiado lento dibujando y puede conseguir dinero
más fácilmente dedicándose a la escritura. «Eso y el hecho de que
sentía que podía escribir mejores guiones que la mayoría de los
que me daban».
Seguirá dibujando, pese a todo, relatos cortos y
series (como aquella Connie Lingus memorablemente paródica,
digna réplica en tebeo al Flesh Gordon de la gran
pantalla), pero su ocupación principal será la de escritor.
El primer cómic mundial de terror
Eso o algo parecido encabezaba el número 0 de la
primera época de Creepy en España. Bruce Jones escribe
numerosas historias para Creepy y
Eerie
(o, para el que quiera sentir un poco de vergüenza ajena,
Vampus y Rufus). Este es el periodo que mejor conocemos
en España por la revista de Toutain, aunque en números sucesivos
se mezclarían las historietas de Warren con las de Pacific:
historias cortas con sorpresa final a lo O. Henry. Las influencias
las enumera Bruce Jones sin mayor disimulo: Richard Matheson,
Charles Beaumont y el que ellos mismos reconocían como maestro,
Ray Bradbury. De todos es sabido que con Creepy y Eerie
Warren intentaba reproducir, en una revista ajena a las
regulaciones de la Comics Code, el éxito de los comic books de
terror de EC. Jones, en lugar de inspirarse en el modelo más
inmediato, retrocede a la fuente original. Como declara ante
Danny Fingeroth: «Mis hábitos de lectura por aquel entonces se
reducían al relato corto en prosa, no al comic book».
Lo que escribe en esta primera etapa se acomoda
perfectamente a la tradición del cuento fantástico anglosajón del
siglo XX, y produce algunos ejemplares bastante notables, dignos
de figurar junto a los mejores relatos de los escritores citados
más arriba. Todo comienzo conlleva titubeos, y una producción
numerosa tiene que salir irregular por necesidad, pero el saldo de
Jones se eleva bastante por encima de la media:
«Casi todos los tipos de relato corto de casi
cualquier género piden algún tipo de sorpresa final (...). El
truco está en no dejar que el lector la vea venir, que nunca
parezca gratuita y, ojalá, en decir algo sobre la condición
humana en lo que puede convertirse demasiado fácilmente en un
chiste de diez o doce páginas».
Esteroides de leyenda
El guionista, entonces principiante, reconoce la
ayuda que le prestó desde la redacción Louise Jones (más tarde
Louise Simonson). Hasta tal punto llegaba su respeto por ella que,
cuando ésta abandonó su trabajo en Warren y marchó a Marvel, Bruce
Jones la siguió.
En Marvel es uno de los primeros escritores en
recoger las riendas de The Savage Sword of Conan y Conan
the Barbarian de manos de un comprensiblemente fatigado Roy
Thomas. Jones creció leyendo a Robert E. Howard, Lovecraft y
muchos de los viejos autores de los pulps (los abuelos de la
tradición, por cuanto dieron lugar al padre Bradbury), de modo que
el trabajo le viene como anillo al dedo: tan cómodo se encuentra
en el género que no se priva de bañarlo en el humor negro
paranoide marca de la casa. Queda para el recuerdo, por ejemplo,
aquella aventura en la que Conan rescataba de los tentáculos de un
bicho lovecraftiano a un bebé de dulce carita envuelto en una
manta, sólo para descubrir que debajo de la manta el niño escondía
tantas extremidades viscosas como la criatura que, naturalmente,
era su madre.
Sin salir del terreno de la fantasía heroica, Jones
escribió también Red Sonja para Frank Thorne, Kull the
Destroyer y un Ka-Zar francamente rescatable. Mientras
Philip Jose Farmer deconstruía el mito de Tarzán en libros tan
divertidos como A Feast Unknown, cargando las tintas en la
escatología y las dimensiones de los miembros de sus personajes,
Bruce Jones convierte al sucedáneo tarzanesco que la ha
tocado escribir en un tipo bastante normal, tirando a metepatas
(sobre todo cuando se trata de sus relaciones con el sexo
opuesto), que se pasea por la selva con tanga de leopardo más que
nada por el calor insoportable que hace. Pero, como reconoce el
guionista, no fueron trabajos que causaran especial revuelo: por
entonces el escritor estrella era Chris Claremont.
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