Varios estudiosos han
considerado que los inicios del cómic deben buscarse en Inglaterra,
concretamente en la sucesión de obras pictóricas que
William
Hogarth creó desde 1732, como Vida de una cortesana,
en las que se satirizaban los vicios y los disparates sociales de la
época. Estas imágenes fueron creadas para ser admiradas en
secuencia, formando un relato, y su éxito constituía una prueba del
apetito del público inglés por las narraciones satíricas. La
intención moral y el detallado dibujo lineal de Hogarth, sin
embargo, pronto quedaron eclipsados por la moda de las caricaturas
sociales y políticas, cuyos rasgos exagerados, líneas simplificadas
y humor sobre cuestiones de actualidad se convirtieron en los
referentes de las primeras historietas. Otros importantes progresos
de este periodo fueron el perfeccionamiento de los globos de texto
conteniendo lenguaje hablado, en especial en los dibujos de
James Gillray,
y la creación en 1809 por parte de
Thomas
Rowlandson de la serie de aventuras de un personaje
dibujado, El viaje del doctor Syntax, cuyo atractivo
popularizó los sombreros, pelucas y casacas de Syntax. Todo este
proceso de creación de una nueva modalidad comunicativa
cristalizaría hacia 1862, cuando Francis Barlow utilizó filacterias
(parecidos a banderines) en sus hojas de propaganda de El
espantoso asunto infernal de los papistas con el fin de lograr
un mensaje de rápido calado entre ciertas capas de la población.
No obstante, el más
extendido acuerdo tomado por los estudiosos sobre el nacimiento de
la historieta como lenguaje y como medio de comunicación ha sido
situado en Europa, en Suiza, allá por los años 1830. La primera
creación de una obra genuina de este medio se le atribuye a un
profesor de Ginebra llamado Rodolphe Töpffer que inspirado por la
obra de Rowlandson El doctor Syntax y por los grabados de
Hogarth realizó sus propias historias de larga extensión y mediante
imágenes acompañadas de textos al pie. Al principio hacía
historietas para sus pupilos y amigos, pero a partir de 1833,
animado por las alabanzas de
Goethe,
decidió publicarlas reunidas a modo de libro.
Töpffer también fue
el primer teórico de los cómics. En junio de 1837, en el artículo "Notice
de l'histoire de M. Jabot" (Bibliothèque Universelle de Genève,
núm. 18) ya analizaba el nuevo medio de expresión como una nueva
modalidad narrativa distinta de la literatura. Sus álbumes
obtendrían cierta fama, y fueron traducidos y plagiados tanto en
Europa como en América, aunque sólo unos pocos artistas europeos
desarrollaron sus innovaciones. Podríamos citar como otro pionero al
joven
Gustave Doré
que no tardó en abandonar sus notables primitivos “cómics” por la
ilustración. Y, desde luego, estaba W. Busch…
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EL NACIMIENTO DE LA
GRAN INDUSTRIA DE LOS CÓMICS EN EL CALLEJÓN DE HOGAN.
Pero
el gran crecimiento de la historieta como industria tendrá lugar en los
Estados Unidos con el cambio de siglo, donde se dieron las condiciones
adecuadas para que los cómics se desarrollaran como un nuevo fenómeno
narrativo, artístico y comercial. La creciente población, incrementada
por muchos europeos inmigrantes, adoptó a los cómics como una diversión
barata y, posiblemente, como un espejo de su vida.
Se ha atribuido falsamente a Richard F.
Outcault la paternidad de los cómics, como autor de la primera secuencia
de dibujos con textos integrados en globos. Tal y como vemos hoy, el
cómic ha sido fruto de una evolución a la que contribuyeron sus pioneros
del siglo XIX, que en mayor o menor medida fueron aportando innovaciones
técnicas hasta alcanzar lo que consideramos es el cómic moderno y que
obtuvo su mayor expansión industrial a partir de la obra de Outcault y
otros en lo que se ha dado en llamar la Edad de Oro del cómic.
Richard Fenton Outcault (1863, Lancaster,Ohio – 1928, Queens New York)
fue
un descendiente de alemanes que llegaron a los Estados Unidos
en 1720. Con motivo de la Exposición Centenal del valle de Ohio y del
Medio Atlántico que se celebró en Cincinnati, William J. Hammer, de
los Laboratorios Edison, realizó una de las más grandes exhibiciones
realizadas en la época sobre el artilugio recientemente inventado por
Edison: la bombilla eléctrica. Como parte de la publicidad, al final de
dicha exposición y dentro de la revista Electrical World se
publicó un artículo lleno de ilustraciones sofisticadas que fueron
realizadas por un tal Outcault, quien había visitado la exposición y
tomó bocetos de la misma. Hammer, al verlas, se quedó tan encantado por
los dibujos y diagramas que había elaborado Outcault que los entregó al
Instituto Franklin de Philadelphia para que formaran parte de la sección
“La vida de Edison y su trabajo”. Como consecuencia de ello, Outcault fue contratado como empleado de la compañía y trasladado al
Edison’s West Orange en New Jersey, donde se hallaba la oficina central
de la compañía.
En 1889, cuando Thomas Alba Edison
organizó otra exhibición de su trabajo en la gran Feria de Paris de
aquel año- en el que Eiffel construyó su famosa torre- Outcault fue
nombrado dibujante oficial de la gira y fue allí donde estrechó su
relación de amistad con el inventor (convivieron y, una noche, cuando
Outcault escuchó arias que provenían del laboratorio del inventor
descubrió a éste cantando y probando su nuevo ingenio, el fonógrafo). La
exposición de Paris fue un éxito clamoroso y el stand de Edison,
consistió en diecinueve compartimentos separados en los cuales los
visitantes podían escuchar en los nuevos fonógrafos desde su propia voz
grabada hasta una pieza de piano. De todo ello hizo bocetos Outcault, en
los que describía todos los aspectos de la exhibición, así como retratos
de
sus visitantes más prominentes.
En
1890 Outcault fue el encargado de tomar apuntes ilustrados de otra gran
feria en la que participó Edison y también se unió al equipo artístico
de la revista Electrical World, que era editada por un amigo de
Hammer: T. Comerford Martín. Durante esos años, Outcault combinó estas
tareas con sus dibujos como freelance dirigidos a otras revistas
semanales. Así, en poco tiempo alcanzó una cierta notoriedad que le
permitió colaborar en medios más grandes como las revistas Judge y
Life, además de participar en otras publicaciones menores, como
Capital Chips de Albany, Harlem Life (revista rural de
Harlem, el barrio donde vivió Outcault cuando se trasladó a Nueva York)
Truth, Oakes’ Dyary, Harper’s Bazaar, etc... Pero la verdadera
oportunidad para alcanzar el
éxito
le llegó de la mano de Pulitzer y el Sunday World, suplemento
semanal del diario New York World, una publicación que en aquel
momento estaba de moda y que ofrecía una sección llena de reproducciones
de arte, dibujos de moda, de sociedad, nuevas fotografías y dibujos de
humor, siendo estos últimos mayoritariamente reproducciones de los que
se publicaban en Europa.
La
firma de Outcault comenzó a aparecer con regularidad entre 1894 y 1895
bajo la figura imperfecta de un rapazuelo. Muchos dibujantes de aquella
época ya tenían especialidades y la de Outcault era la de los
inmigrantes indigentes. En el Sunday World, uno de los temas
habituales era el de los habitantes de los barrios pobres y en aquello
se centró Outcault, buscando a esas situaciones sentido del humor. Poco
a poco los dibujos de éste empezaron a ocupar cada vez más espacio hasta
que en el año 1894, ya aparecían diariamente sus trabajos en el
suplemento del periódico editado por Joseph Pulitzer.
El 5
de Mayo de 1895 dio a luz lo que sería el germen de Yellow Kid. Se
trataba de una serie de grandes ilustraciones tituladas Down in Hogan’s
Alley cuyo escenario era una siniestra calleja en la que habitaban
personajes pintorescos y desarrapados junto con una muchedumbre anónima
y cosmopolita. Entre ellos se encontraba un muchachito asiático, calvo y
con orejas de soplillo que vestía un camisón en principio amarillo
–pasaría a ser azul en el año 1895- y que al cabo del desarrollo de la
tira durante las siguientes semanas se convertiría en el hilo argumental
de todas las historias, posiblemente por el atractivo que suponía que en
su camisón apareciese una frase impertinente y maliciosa siempre
diferente. El personaje fue apodado “Yellow Kid”.
En
1896 Hogan’s Alley llegó a ser la sensación de los lectores. Todo
el mundo que leía el suplemento periódico hablaba de los chicos que
aparecían en la serie, especialmente de Yellow Kid, por lo que Pulitzer
respondió promocionándolo al Yellow Kid en anuncios en el periódico, en
los billares y en carteles expuestos en los vagones de los tranvías. Con
el tiempo, el muchacho oriental siguió ganando
espacio dentro del periódico, ganó calidad en el color, se elaboraron
juegos y otros gadgets y hasta se hizo un musical. Por estas
razones se le considera a Outcault el padre del cómic moderno, o sea,
del cómic como medio de masas, por haber contribuido al desarrollo de
este mercado y a que los periódicos abrieran sus puertas al talento de
nuevos dibujantes.
Pero,
¿cómo era el cómic en aquella época? Técnicamente consistían en grandes
imágenes que podían llevar diálogos o no. Los textos solían en realidad
ir escritos en carteles que llevan los personajes o bien escritos en su ropa,
caso del propio personaje central. Pese a su simplicidad, fue grande el impacto que
causaron estos dibujos entre los lectores, tan grande que hizo que los
dos magnates de la prensa neoyorquina, William Randolph Hearst (San
Francisco 1863-1951) y George Pulitzer, se enfrascaran en una guerra
sin cuartel a la conquista del público lector de la mejor tira gráfica.
En 1896, Hearst fichó a Outcault para sus publicaciones y el autor
trasladó su personaje a las páginas del diario New York Journal.
Pero Pulitzer no asumió su partida y durante algo más de dos años
las dos publicaciones ofrecieron dos versiones de la misma serie, una
realizada por George Luk para el New York World titulada Hogan’s
Alley, y la del propio Outcault para el New York Journal con
el título de Mc Fadden’s Row and Flats.
Pero no sería esta obra la que le dio la fama internacional a Outcault, quedando para la posteridad como testimonio histórico de que
fue unas de las primeras comic strips de los periódicos
neoyorquinos. Fue Buster Brown, que comenzó a serializarse en
New York Herald en 1902, la serie que verdaderamente consagró a
Outcault, no sólo por su argumento sinoi por su enorme explotación
comercial, lo que luego se conocería por merchandising. La tira trataba de
un joven de buena familia educado en
un entorno burgués que viaja con sus padres por Estados Unidos y Europa
y que a pesar de las atenciones que le prodigan los suyos, es un
maleducado que, acompañado por su bulldog Tige, urde todo tipo de
maldades para más tarde meditar sobre el resultado de sus malas acciones
y obtener conclusiones morales. La figura de Buster además de aparecer
en los periódicos también lo hizo en los envoltorios del pan, los
chocolates, en la ropa para niños, postales, collares, sopa y zapatos
entre otras muchas cosas. También había ocurrido con el chico amarillo,
pero con B. Brown la explotación del personaje alcanza proporciones de
fenómeno social.
CHICUELOS TRAÍDOS DE
EUROPA Y MENDIGOS CON BOCADILLOS.
En
1897 entró a formar parte de la plantilla del diario New York Journal
de Hearst un tal Rudolf Dirks
(Heide,
Alemania 1877 - New York 1968), que firmaba la serie de comic strips
titulada The Katzenjammer Kids. Dirks nos cuentan las vivencias
de una buena mujer enfrentada a las travesuras de sus dos retoños
Fritz y Hans, unos niños terribles que creó inspirándose en
sus lecturas juveniles de la obra Max und Moritz de su
compatriota Wilhelm Busch.
Wilhelm Busch había creado al travieso dúo integrado por Max y Moritz en
1865, y sus aventuras terminaron por convertirse en modelo de varios
cómics británicos y estadounidenses. Bush fue sin duda el más destacado
heredero de Töpffer en Alemania. Al igual que muchos artistas europeos
de cómics que trabajaban en las revistas humorísticas y satíricas de la
época, no hacía uso de los bordes en las viñetas ni de los bocadillos (o
globos de texto) para el habla, y sus textos, con frecuencia en verso,
aparecían impresos bajo sus dibujos. Su estilo audaz y animado, y sus
metáforas visuales, que reflejaban el movimiento y los estados
psicológicos, fueron muy imitados.
Busch también influyó en el personaje de cómic británico Ally Sloper,
concebido en 1867 para Judy, publicación rival del Punch,
de Charles Ross, ilustrado con el seudónimo de Marie Duval por su esposa
francesa Emilie de Tessier, entonces la única artista de cómic femenina
de Europa. Ally se hizo tan popular que en 1914 contó con su propia
revista.
La aparición de Dirks también
significó un enfrentamiento entre los editores Hearst y Pulitzer,
contribuyendo, como Outcault, a que los editores invirtiesen más en
talentos creativos y tratasen de mejorar la tecnología de impresión de
sus diarios para atraer hacia sí el mayor número de lectores. El
conflicto entre los dos editores se recrudeció en 1912, cuando Dirks
decidió establecerse en Europa. En 1914, el dibujante pasó a trabajar
para las publicaciones de Pulitzer apareciendo en la primera página de
una de ellas. Tal era el interés de los editores por estos cómics que no sólo ofrecían a los dibujantes salarios jugosos sino
también primeras páginas.
Hearst contraatacó publicando las aventuras de unos personajes muy
similares a los de Dirks, los Finenheimmer Twins, que los dibuja
Harold Knerr. Por paradójico que resulte –dado el origen de los
Katzenjammer- Dirks entonces interpuso una demanda por plagio contra
Hearst y de las resultas de la misma conservó sus personajes pero no el
título de su serie que pasaría a ser propiedad de Hearst. No obstante,
Dirks continuó con sus personajes y los publicó con Pulitzer bajo el
título Hans and Fritz. Hearts continuó haciendo lo mismo pero con
Knerr.
Finalmente la tira se vio tocada por ambas guerras mundiales, hasta el
punto de que las expresiones alemanas de sus personajes provocaran
acusaciones de germanofilia. Dirks decidió ir variando la filosofía de
las tiras pero no pudo parar su impopularidad, y su estrella se fue
apagando hasta que finalmente dejaron de publicarse en 1958, año en que
la tira ya era realizada por su hijo y ayudante John Dirks. Esta saga
humorística pasa por ser una de las más célebres del medio y tal fue su
impacto entre lectores que la expansión de la misma no sólo se produjo
dentro de los Estados Unidos sino también fuera. Los dibujantes
ingleses, belgas, franceses y portugueses la copiaron creando cada uno
de ellos su propia versión de los gemelos, así aparecieron: The
Pinochle Twins, Alfred’s Little Cousin and Alfred, Tom and the Terrible
Twins, Dem Boys...
A
Dirks caben atribuírsele algunos progresos narrativos producto sobre
todo de su estilo rápido y seguro, con el que lograba destacar la
anatomía a los personajes, llenar las viñetas de movimiento, reacciones,
actitudes y hasta símbolos de carácter muy icónico y sugestivo (sensogramas
y locugramas). También hizo gran uso de las líneas cinéticas, elemento
este que heredó de las historietas alemanas y británicas, que las habían
ensayado ampliamente en la segunda mitad del siglo XIX. Se le ha
atribuido falsamente a Dirks el “invento” del balloon o bocadillo
donde aparecen los diálogos de los personajes, por ser abundante en sus
historietas. En realidad quien usó este elemento gramatical de manera
habitual en los Estados Unidos había sido Federick Opper desde 1893.
La
atribución de este uso casi exclusivo a Dirks quizá se deba a que se
comenzaron a ver estos globos durante un período en el que Opper
colaboraba con él en sus Kanzetjammer Kids. Lo que si hizo Opper
fue perfeccionarlos contribuyendo a la evolución del lenguaje del medio.
La
guerra editorial en la que se habían enfrascado los grandes magnates
periodísticos de la época continuaba y, con tal de ganar lectores
recurrieron a llenar sus páginas de influencias anárquicas en donde
abunda la vulgaridad y la violencia. Las viñetas pasaron por una
situación de crisis a la que vino en ayuda el talento del antes
mencionado Frederick Burr Opper (Madison, Ohio, 1857 - New Rochelle, New
York, 1937).
En
1899 este autor entró en el diario New York Journal de Hearts
y se encargó del suplemento American Humorist. Opper
aportó, con su estilo de humor fino, ágil y divertido, savia nueva y un
producto refrescante para la joven historieta norteamericana. Si
Outcault y Dirks habían alcanzado un éxito puntual debido en gran medida
a ser los pioneros en un campo poco labrado en los EE UU, Opper, al que
se le conoce también con el sobrenombre del “Mark Twain de la
viñeta”, permanecería trabajando en esta industria durante más de
cincuenta años, produciendo cientos de páginas y chistes gráficos de
todo tipo. Le sonrió el éxito desde la creación, en 1900, de Happy
Hooligan para New York Journal. Happy es un tipo que lleva en
la cabeza una lata de conserva, un payaso, una especie de clown triste
parecido en muchos aspectos a Charlot, de Charles Chaplin, que a pesar
de las desventuras que padece es un incorregible optimista.
Opper
superó las innovaciones de sus predecesores. Por un lado, experimentó
con la utilización de personajes identificables de la vida cotidiana, y
por otro, y lo más importante, como arriba ya hemos mencionado,
introdujó masivamente el bocadillo en sus viñetas. A partir de entonces
pocos fueron los que siguieron escribiendo los diálogos al pie de las
viñetas, o en cartelas. No sólo procedió así Opper en Happy Hooligan,
también en sus series creadas en 1902, Alphonse et Gaston, y
en 1904, Maud the Mule.
MADURACIÓN EN EL
MUNDO DE LOS SUEÑOS Y LO SURREAL.
El punto de inflexión entre este
cómic industrioso pero balbuceante y la verdadera maduración del medio
tiene lugar cuando entra en escena el joven autor Zenas Winsor McCay.
En 1900, McCay (Spring Lake, 1867 -
Sheepshead Bay, 1934), hijo de unos emigrantes escoceses llegados a
Estados Unidos en 1830, inició en el diario Cincinaqui Enquirer
-una de las publicaciones de Pulitzer-, una colaboración de dibujos
humorísticos como antesala a sus primeras historietas, que comenzó a
publicar en 1903: The Tales of the Jungles Imps of Felix Fiddle y
Dream of the Rarebit Fiend. Ambas las firmó bajo el seudónimo
de Silas. Además de haber entrado de lleno en el mundo de la
fantasía, con estas producciones, más la iniciada en 1904 Little
Sammy Sneeze, demostraba su autor que se podían alcanzar con la
historieta cotas hasta entonces insospechadas.
McCay estaba dotado de un talento
extraordinario para el dibujo, lo cual, sumado a su obsesión por los
sueños -que le había llevado a estudiar en profundidad las obras de
Adler y Freud- le condujeron a publicar el 15 de Octubre de 1905 en el
New York Herald la nueva comic strip titulada Little
Nemo in Slumberland. En ella, Nemo, un chaval de unos diez años de
edad, se duerme y sueña con todo tipo de aventuras increíbles y
maravillosas hasta que se despierta sobresaltado. En sus sueños
encuentra a King Morpheus (Morfeo, el rey) y a la princesa hija de éste,
pero siempre la intervención repentina de Flip, que viste un sombrero
hongo y mastica un cigarro viene a truncarle el sueño.
Como
innovaciones técnicas, en Little Nemo destaca no sólo el aspecto
gráfico, con un virtuosismo que descolló entre lo mejor de la vanguardia
del Art Nouveau, también hizo gala McCay de un inteligente y eficaz uso
de la perspectiva variando los encuadres e introduciendo un montaje
innovador y espectacular con el que se anticipó en muchos años a los
montajes cinematográficos modernos, que por entonces aún eran bastante
estáticos.
Las aventuras del soñador, que
siempre discurren por mundos imaginarios, visiones increíbles y planetas
extraños, alcanzaron rápidamente entre sus lectores un éxito increíble,
tal que no sólo firma el mejor contrato de la época con sus editores
sino que en 1906 inicia una actividad paralela en el vodevil donde
realiza números de caricatura en vivo, entre ellos dibujar a diez
personas en menos de un minuto o hacer pasar a una chica joven por las
diversas etapas de su vida infancia, juventud, edad adulta y senectud a
través de la caricatura. En 1911, McCay se unió a los dibujantes que
inevitablemente acababan fichados por Hearst y con él firmó uno de los
contratos mejor pagados de la época. En contraposición, perdió el titulo
de la serie, teniéndola que lanzar bajo el nombre de In the Land of
Wonderful Dreams. Con el paso del tiempo, esta obra ha pasado a ser
una de las más colosales de todos los tiempos; tanto es así que en 1966
las planchas originales de Little Nemo fueron exhibidas en el
Metropolitan Museum of Art de Nueva York.
Es
también en 1911 cuando McCay produjo su primer filme de animación
inspirado en el pequeño soñador, Little Nemo, donde él mismo
dibujó y coloreó a mano cada detalle de los miles de imágenes que la
componían. La animación fue distribuida por la compañía Vitagraph,
y pronto le siguió una segunda producción: How a Mosquito Operates.
En 1914, estrenó su primera gran producción de dibujos animados,
Gertie the dynosaur. Aunque era la menos experimental en términos
técnicos era la más innovadora. McCay recorrió su país mostrando la
animación con un espectáculo diseñado por él mismo y que consistía en
una actuación teatral en la que él hablaba a una pantalla donde la
dinosaurio Gertie se paseaba bajo su mando y obedecía sus instrucciones.
Con
estos experimentos con el dibujo en movimiento, McCay sentó las bases de
lo que sería el cine de animación, patente que McCay se olvidó registrar
y que sí hicieron otros, como un tal Disney. De las películas de McCay,
tanto las que hizo en 1914 como las que hizo en 1920 y otros
experimentos, apenas se conservan fragmentos puesto que el material con
el que se hacían los filmes en aquella época era altamente inflamable y
un mal archivo de los mismos ocasionó que todos los rollos embalados
ardieran junto con su casa.
McCay
amaba el dibujo por encima de todo. Es lo mejor que sabía hacer y
siempre estaba dibujando. En los últimos días de su vida sufrió una
parálisis en su brazo y a pesar de ello continuó dibujando hasta el
mismo momento de su muerte en 1934, una tarde en la que se despidió no
sin antes entregar su último dibujo al periódico para publicarlo al día
siguiente.
Con
McCay había llegado la era en la que a los dibujantes con talento
gozaban de plena libertad para realizar páginas enteras a todo color. De
este privilegio también disfrutaría el autor que apareció en escena en
1903, de la mano de Hearts: George Herriman (New Orleans, 1880 - Los
Angeles, 1944). George, tocado con un sombrero sempiterno que apenas se
quitaba, hizo tiras cómicas casi en exclusiva y con él llegó el
surrealismo al cómic, o al menos la historieta se llenó más que de
humor, de matices, de poesía, de ironía y de temáticas no ortodoxas.
En
junio de 1910, Herriman crea el germen de lo que será una de las series
míticas del cómic cuya trama se prolongaría durante más de treinta años:
The Dingbat Family, que después llevó el titulo The Family
Upstairs. Dentro de ella creó una tira anexa protagonizada por un
gato y un ratón en 1910, que alcanzarían la independencia el 23 de Abril
de 1916, fecha que se considera el arranque de la comic strip Krazy
Kat, una serie que perdudó hasta 1944.
El aspecto de esta historieta era
rabiosamente innovador, hasta tal punto que fue poco apreciado por el
gran público que no entendía lo que los dibujos querían decir porque en
ellos mezclaba expresiones clásicas, términos “yidish”, jerga, palabras
inventadas junto con un grafismo muy simple. No obstante, la tenacidad
de su creador y de su editor hizo que esta serie triunfara.
Es y
ha sido tal la influencia de Herriman para muchos de los dibujantes
actuales que Krazy Kat constituye un libro de cabecera
para ser consultado, ver e inspirarse (que se lo pregunten a Bill
Watterson). En su día, Herriman, fue uno de los dibujantes mejor
pagados, cobrando en los años de la gran depresión hasta 750 dólares a
la semana, un sueldo que más de una vez ponía en solfa amenazando con
despedirse del trabajo.
En
1919, de la mano de un dibujante que antes fue tapicero, pintor de
brocha gorda, músico de batería y proyeccionista de cine, llamado Elzie
Crisler Segar (Chester, 1894 - Santa Monica, 1938), nació el personaje
Popeye en la serie titulada The Thimble Theatre.
The Thimble Theathre
apareció
en New York Journal
en forma de tira diaria y surgió como apuesta personal de su editor
William Randolph Hearst. La serie la protagoniza un curioso
repertorio de personajes encabezado por un engendro llamado Willy
Wormwood, por Ham Gravy, un buen tipo, su prometida Olivia Oyl y el
hermano de esta el colérico Castor Oyl. En 1929, Castor Oyl, propietario
de un viejo barco decide salir de viaje y se pone a buscar tripulantes.
Para ello se dirige a un marino tuerto con un peculiar sentido de la
justicia consistente en pegarle a cuantos no opinen como él. Este
personaje tiene una fuerza espectacular suministrada por una gallina
mágica que, a la larga, será sustituida por la ingesta de espinacas (la
medida fue tomada por querer usar la tira para invitar al consumo de las
espinacas, que sufrían un excedente entonces; con el tiempo, las
espinacas se agotaron y hasta subieron de precio). El marino muy pronto
se convirtió en la estrella de la serie al mismo tiempo que le quitaba
la ingenua Olivia a su pobre novio. El marino se llamaba Pop-eye,
y su éxito fue tan clamoroso que en 1932 Segar cambió el nombre de la
tira por Thimble Theater Starring Popeye. Más tarde, el personaje
sería uno de los procedentes de EE UU con mayor número de publicaciones
en todo el mundo. Las tiras cómicas de Popeye proporcionaban ingresos
extra al ser vendidas a otros periódicos por medio de cadenas de prensa,
y también más ingresos al inspirarse en ellas líneas de juguetes,
programas de radio, libros, y producciones cinematográficas (antes de la
aparición de Peanuts fue ésta la tira que mayor merchandising
realizó en todo el mundo). En 1934, apareció la primera versión en
dibujos animados de Popeye, que todavía hoy se programan en las
cadenas de televisión.
Quizá el gran
olvidado en toda esta primera historia de los cómics estadounidenses
haya sido uno de los más grandes genios del cómic, profesional durante
cincuenta y cinco años en los que se consagró con una tira cómica en los
primeros nueve años de su carrera. Nos referimos a Polly and Her Pals
y a su autor Cliff Sterret
(Fergus
Falls, Minnesotta, 1883 - New York, 1964). Su tira se publicó durante
cuarenta y seis años
y llegó a tener más éxito que el mismo Krazy Kat
de George Herriman,
puesto que se publicaba en
más periódicos que
esta última.
Sterret, hijo de
emigrantes escandinavos, trabajó codo con codo con Winsor McCay en el
Departamento de arte del New York Herald. A sus veinte años ya
tenía una posición asegurada pues con McCay elaboraba cuatro tiras
diarias para el diario Telegram, siendo una de ellas For This
we have Daugthers. Al final de 1912, Sterret fue contratado por
Hearts y con él se llevó la serie Polly and Her Pals que tuvo que
titular Positive Polly. La tira mostraba la cotidianidad de una
madre, un padre, una camada de gatos y a una gentil hija llamada Polly.
La serie
se publicaba los domingos en su versión en color bajo
el título Polly!, hasta finalmente llegó a ser conocida como “Polly
y sus amigos”.
Fue la pionera en el
género de la “chica bonita”, especialmente durante la década de 1920 a
1930. Técnicamente fue el primero que ejecutó los diseños en los bordes
de las tiras las decoraciones y la rotulación personalizada y también,
como McCay, trabajó en sus obras con profusión el Art Decó.
Tras
él, el cómic seguiría evolucionando con nuevos autores y nuevos géneros
en los que destacarían nuevos talentos artísticos.
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