EL TBO DE BUIGAS, EL TBO DE SIEMPRE
MANUEL BARRERO

Notas:
Este texto no hubiera sido posible sin la ayuda de Pascual Alegría, Juan José Cortés, Carlos De Gregorio, Antonio García, Antonio Moreno, Antonio Pleguezuelo, José Manuel Rodríguez Humanes, Javier Romedales, Rosa Segura y Alberto Viña. A la derecha, primera portada de TBO, con viñeta de Donaz.

EL TBO DE BUIGAS, EL TBO DE SIEMPRE

La revista de historietas TBO ha sido considerada durante mucho tiempo la publicación inaugural de nuestra tebeografía, el primero de nuestros genuinos tebeos. Se afirma así esencialmente porque la revista fue la más habitual, perdurable y popular en los quioscos españoles ya partiendo de la segunda década del siglo XX. También ha sido la más emblemática, por mostrar un reparto de contenidos homogéneo y constante, familiarmente costumbrista, claramente identificable, inocuo y apropiado para todas las edades. Hasta tal punto fue así que en los años cuarenta quedó implantado el modismo “tebeo” en España para referirse a todas las publicaciones con historietas (e incluso con humor gráfico), que comenzó a utilizarse en el lenguaje escrito y en documentos oficiales a partir de los años cincuenta. La voz fue incorporada por la Real Academia España en 1968, con la ambigua definición: “Revista infantil de historietas cuyo asunto se desarrolla en series de dibujos”.[1] No obstante, en el diccionario impreso no fue agregado el concepto hasta el año 1981.

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TBO nº 17, página en la que se indica la fecha de arranque. Más abajo se muestra una ampliación.  

No vamos aquí a discutir si el primer tebeo español fue el TBO u otra publicación. Hubo ejemplos de impresos distribuidos por España que contuvieron exclusiva o eminentemente historietas desde treinta años antes de la aparición de TBO, como Granizada (1880), Historietas ilustradas (1881), The Monigoty (1897), El Pêle-Mêle (1903), Monos (1904), Mamarrachos (1906), el suplemento Juanito y su perro de 1906, y las revistas más claramente identificadas como tebeos Dominguín (1915) y Charlot (1916).[2] En 1917 la historieta ya era una modalidad de expresión comunicativa conocida en España, reconocida con ese nombre y admitida como recomendable para los niños, a quienes se dirigían los impresos con este tipo de obras, que por este tiempo hacían las delicias de todos los que buscaban un divertimento en comunión con los personajes cinematográficos, otra fuente inagotable de chispeantes ocurrencias en la época. De ahí que algunas de las competidoras de TBO en el año de su aparición fueran publicaciones con títulos como: Suplemento del semanario Charlot, Charlotín o Max Linder, entre otras que llegarían de inmediato, como Fatty, todas sustentadas sobre la popularidad de personajes del cine de humor. La relevancia de TBO no se basó en la supeditación a modas del momento sino en la recurrencia a contenidos siempre del gusto del público, lo que le confirió solidez. Este título con tres letras sobrevivió a todas aquellas propuestas, superando de largo la longevidad de las revistas basadas en el personaje Charlot editadas por Navarrete, las de mayor éxito en comparación, que no pasaron del año 1922 en su andadura. TBO, por el contrario, persistió en el mercado con una sola interrupción en la inmediata posguerra, llegando hasta el final del siglo XX en su oferta de materiales originales o reciclados. Aún hoy se siguen reeditando las historietas del inmenso fondo editorial generado por TBO, que bajo ese título agrupa casi 3.000 ejemplares diferentes editados si contamos los lanzamientos especiales y las colecciones satélites.

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DE NATALICIOS, EDITORES Y NOMBRES

El nacimiento de la revista TBO tuvo lugar en marzo de 1917, pero no arrancó el día que viene indicándose habitualmente, el 17,[3] sino el día 11 de aquel mes. Este dato lo aportó y contrastó por vez primera el investigador Juan José Cortés Pascual en su tesis doctoral sobre la revista, leída en diciembre del año 1992 en Barcelona (Cortés, 1992: 25-26), y se ha visto respaldada recientemente por el trabajo de Freixes y Garriga (asesorados por Lluís Giralt i Llordés, especialista en TBO) en un libro publicado sobre Sabatés (2008: 48). En este libro, al igual que en la tesis de Cortés, se reprodujo una página del número 17 de TBO, publicado el 1 de julio de 1917, en la que se incluyó un texto irónico titulado "Lo de todos los días..." donde se indicaba que fue el 11 de marzo de 1917 el día del arranque.

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J. Buigas en 1917 según foto extraída de Triunfo, de un artículo publicado en 1963.
 

Poco podemos saber hoy sobre la gestación de TBO y su primera gestión dado que no se conserva un archivo documental ordenado y completo de la empresa. La información disponible se halla en la tesis doctoral mencionada, en un puñado de entrevistas efectuadas a personas que trabajaron en la editorial (cuya memoria está sujeta a los vaivenes del tiempo y del interés), en algunos textos de historiadores y divulgadores, y por supuesto en lo que podemos extraer de los mismos tebeos. Hasta hoy, el acercamiento a la publicación que ha sido considerada durante mucho tiempo decana de nuestros tebeos es parcial e incompleto, lo que no deja de ser sintomático del estado de la teoría sobre historieta en España.

Sabemos que la revista fue fundada por Arturo / Artur Suárez Roca, su impresor primero, uno más entre los editores de prensa infantil en la primera década del XX que también fueron impresores, como Barbany o Sanxo. Al cabo de nueve números, el proyecto editorial cayó bajo la responsabilidad de Joaquín Buigas, cuyo nombre catalán fue Joaquim Buïgas i Garriga (Barcelona, 1886-1963; en este texto seguiremos escribiendo su apellido sin diéresis por ser la fórmula más conocida para recordarle). El joven editor contaba treinta años por entonces y la transacción derivó en la configuración de una empresa de carácter familiar porque al poco el editor se convirtió en yerno del impresor.[4]

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  Dos libros de Buigas. El de arriba, editado por él, de la colección La novela universal. El de abajo, escrito por él, en catalán.
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A la biografía de Buigas podemos añadir algunos detalles que pueden resultar de interés, que son ya conocidos. Procedía de una familia catalana acomodada y con raigambre, los arquitectos Garriga. Su abuelo materno fue Miguel / Miquel Garriga i Roca, arquitecto y urbanista catalán a su vez hijo de arquitectos, que fue uno de los que pergeñaron el proyecto del Ensanche / Eixample en Barcelona y quien erigió el Gran Teatro del Liceo a mediados del siglo XIX (Fernández, 1987: 153 y ss.). También fue arquitecto su padre, Cayetano / Gaietà Buigas i Monravà (1815-1919), famoso por el Monument i Passeig de Colom (del que todos recordamos la estatua de Colón), que desarrolló abundantes obras como arquitecto municipal desde 1881. Aparte, fue militar, llegando a coronel de ingenieros del ejército carlista entre 1873 y 1877. Luego, Gaietà pasó varios años entre la Argentina y en Uruguay, al menos de 1903 a 1910,[5] forjando por esta razón un fuerte vínculo con aquella tierra en algunos de sus hijos. Tuvo cuatro tras casarse con Rosario Sans en 1893: el mencionado Joaquín, Carlos / Carles, Cayetano / Gaietà y María / Maria Rosario.

El hermano del editor de TBO, Carles, fue militar e ingeniero como su padre, y se le recuerda esencialmente por participar en el proyecto de las fuentes de Montjuic si bien desarrolló bastantes obras de ingeniería a lo largo del siglo XX. Vinculado con los grandes proyectos de las exposiciones universales (en 1929 en Barcelona, luego en París), al desatarse la guerra civil se trasladó a la capital francesa y convenció a su madre y a su hermano Josep de que se instalaran allí con él. Carles también desarrolló su vena literaria (nueve libros, algunos de ellos de ficción científica) y participó con artículos en La Vanguardia Española, título del diario barcelonés La Vanguardia durante el gobierno de Franco.

Joaquim tuvo también una hermana hija de su misma madre, con la que su padre había casado en segundas nupcias: Josefina Buigas i Garriga.[6] Las distintas referencias que pueden encontrarse sobre Joaquín Buigas no añaden nada a lo ya conocido: que su primer trabajo lo desempeñó en la pampa argentina como estanciero, es decir, como patrón ganadero de un latifundio. Que ya en Argentina comenzó a desarrollar una gran afición por la literatura y desde allí envió algunos manuscritos a periódicos catalanes (Sempronio, 1963: 24). Y que una vez de vuelta a Barcelona, en 1917, desarrolló labores periodísticas en publicaciones como La Il·lustració Catalana y La Veu de Catalunya al tiempo que decidía tomar las riendas de la revista TBO aquel mismo año, acaso porque era una publicación orientada hacia los jóvenes que le permitía seguir ensayando su vena novelística.

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Típicos contenidos de TBO tomados del nº 10: novela por entregas (arriba), textos de curiosidades, epigramas y viñetas humorísticas sencillas.  
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Sus labores como gestor editorial fueron paralelas a las de narrador, siempre atraído por la aventura y lo sorprendente en combinación con lo bucólico a juzgar por algunas de sus obras. Relacionaremos aquí todas las que conocemos para dar fe de la trayectoria literaria del autor: D'América (Societat General de Publicacions, datada en la década de 1910), Don Pulquerio Mandioca (Sociedad General de Publicaciones, de la década de 1910), Contes endimoniats (Llibreria Millà, 1911), Contes y narracions (Societat Anònima La Neotipia, 1912), Cops de ploma (Impr. Ràfols, 1918?), De tots colors (Buigas, 1918), Proses selvàtiques (Buigas, 1919), Un grapat d'històries (Buigas, 1920?), Passant l'estona (Buigas, 1920?), El Colom de Noé (Buigas, 1921?), La font de Penya Falconera (Catalònia, 1926), y Croquis americans (sin editor, no sabemos la fecha). A partir de 1927 no conocemos obras suyas de narrativa, sólo manuales de horticultura, como El huerto familiar, popular obra de 1943, o Cómo se plantan y cuidan los árboles frutales, de 1947, ambos editados por B. Bauzá. Hasta el final de los años cincuenta no hubo otras obras impresas firmadas por él, salvo por De la Rambla a l'Argentina: tretze contes (Selecta, 1959) y el libro con elementos de biografía publicado el año de su muerte Quasi tota la veritat i altres narracions (Miquel Arimany, 1963). En 1980 llegó una obra póstuma editada por Bellaterra bajo el título El solei de can Domènec.

De esta bibliografía se extrae el interés de Buigas por el relato corto, se deduce su vinculación con el ámbito editorial barcelonés antes de su llegada a España desde Argentina, se observa que publicó varios libros bajo el mismo sello usado con la revista de historietas, y se constata su abandono de la literatura a mitad de la década de 1920, seguramente porque quiso enfocar sus esfuerzos en dirigir la revista TBO, escribir los guiones de sus historietas y los textos de sus secciones, especializándose en un público infantil, para lo cual decidió no usar su ilustre apellido, aunque sí algún seudónimo, como Pratwell. En general, en su obra escrita mostró pasión por la experiencia exótica al mismo tiempo que su amor por la naturaleza, su apetencia por glosar el transcurso de las estaciones, la descripción bucólica de la vida campestre, la caza de mariposas, la recogida de setas, la cinegética de todo tipo y, en general, la vida sencilla. Todo esto se transparentó en muchos de sus guiones para historietas de TBO, como las del cazador de safari Eustaquio Morcillón o las del padre de familia amante de las salidas al campo D. Ulises.

El planteamiento de la publicación TBO fue puramente lúdico en un principio. A eso obedecía su título de hecho. Por más que se le han buscado anagramas y acrónimos para ajustarlos a las siglas T B O, éstas obedecían a un simple recreo gramatical basado en el juego del escondite (Cortés, 1992: 24). Según Sempronio (ídem), Buigas había participado en un semanario festivo titulado KDT, revista para adultos editada desde 1909, y de ahí tomó la idea de lanzar un semanario infantil cuyo título fuese un juego fonético[7]. El periodista Sempronio indicaba en otra fuente que el verdadero “padre” del título de tebeo fue un mallorquín, de Vilafranca de Bonany, llamado Bartolomé Bauzá Oliver, que en catalán era Tomeu Bauçà Oliver (Sempronio, 1989: 23), nombre idéntico al adjudicado al editor B. Bauzá por otras fuentes. Pero en realidad esta persona no se corresponde con el editor, fue un reverendo de la diócesis de Mallorca desde 1935[8]. La versión más creíble para el origen del título es la que nos ha recordado Albert Viña en reciente entrevista: que fue idea del empleado de Suárez y también dramaturgo Joaquín Arques, que concibió el plan de lanzar un cuaderno infantil para amortizar mejor los trabajos con la maquinaria de la imprenta.[9]

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Portada de TBO nº 82, con una historieta del "niño TBO" pescando. Página del nº 142, con una historieta de exploradores. Página del nº 219, con una historieta de corte aventurero, de Arques y Tinez, una de las pocas de continuará en la revista.

No obstante, es importante tener presente al editor Bauzá porque cruzaría su camino con el de Buigas en los años 1930 y 1940. Fue un impresor y editor de novela y ensayo desde 1910, al menos,[10] que adquirió cierta importancia como editor en la Barcelona de las décadas de los años veinte y primera mitad de los treinta, con abundante producción sobre todo entre los años 1925 y 1935. Fue socio de la Cámara Oficial del Libro desde 1921 junto con Lotario Vecchi (fundador de Hispano Americana de Ediciones), el editor de la Hormiga de Oro y otros editores de libros ilustrados y publicaciones de y con historietas que por entonces colaboraban por “el fomento y la dignificación del Libro y la Revista españoles”[11].

EL PRIMER TBO

El primer TBO, el lanzado por Suárez, no era un tebeo al uso tal y como lo conocemos hoy. De hecho no contenía verdaderas historietas, sino protohistorietas ilustradas por Donaz consistentes en grupos de imágenes con mucho texto al pie cuya diagramación era asimilable a la de las historietas aunque sin apenas secuencialidad, todo ello entre un conjunto de narraciones y algunas viñetas de humor gráfico. El reparto de contenidos de la revista fue invariable durante los primeros números, dirigiéndose a un público nada concreto, desde luego no específicamente al niño, sino a un adulto amigo de la lectura y con afecto por la novela popular, siendo Jules Verne uno de los preferidos del editor en principio. Uno de los autores de relatos de aquellos primeros números fue Joaquín Arques. Buigas, tras hacerse cargo de la dirección de la revista a partir del número 10, fue autor de muchos de los “guiones” y también de otros textos narrativos de la publicación, y siguió desempeñándose como escritor en los primeros y difíciles años de su trayectoria editorial (en 1919 murió su padre y en 1921 su hermano Gaietà).

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TBO nº 10, con la primera mención de la Editorial Buigas en la revista. Abundó poco.
 

Aquel número, el 10, avisaba del cambio de editor en la página 7, al indicar que la correspondencia fuera dirigida a “Editorial Buigas, Industria 201 bis”. Este pie editorial apenas si volvió a aparecer en la publicación en siguientes números, como si Joaquim no deseara ser asociado con la sencilla revista para niños, editada bajo el mismo sello con el que él comenzó a publicar algunos de sus trabajos literarios. La denominación “Casa Editorial Buigas” consta en algún remite de cartas que hemos podido ver, pero nunca apareció así en los tebeos que hemos consultado. Editorial Buigas sí, en las plantillas de la correspondencia oficial que se cursaba desde la redacción durante los años diez a treinta del siglo XX, incluso cuando la calle cambió de nombre (de Industria a París). El sello se apreció en algunos números de TBO (por ejemplo en el nº 219), en la colección Historias y cuentos de TBO y en la similar de cuadernos apaisados Colección gráfica TBO, lanzadas ambas en 1919 y que publicaban adaptaciones de textos literarios a modo de protohistorietas con mucho texto bajo las viñetas, lo cual pudo resultar menos comprometedor para el editor y por eso no dudó en estampar el sello con su nombre en sus páginas. También lo vemos en la revista didáctica para niñas B B. Pero a partir del momento en que Buigas dejó de publicar libros con relatos, desde 1927, no se volvió a atisbar “Editorial Buigas” en ningún tebeo. De hecho, comenzó a utilizarse el sustitutivo “Ediciones TBO”, que figuró en el TBO ordinario, en las colecciones de cuentos y libros lanzados antes del final de la Guerra Civil, en los cuadernos Grandes naufragios, Tragedias del aire o Los castillos de España[12], y en general en todas las publicaciones de este editor hasta el año 1964.

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La Colección Gráfica TBO consistió en cuadernos con adaptaciones literarias servidas en protohistorietas. Arques era el director literario, Urda el artístico y Buigas el editor.

La revista fue orientada en una línea que no se diferenciaba apenas de otras publicaciones ilustradas y con viñetas para la infancia del momento, entre ellas En Patufet. Esta revista literaria ilustrada, editada por el impresor J. Baguñá y por Cornet, fue la más popular por entonces entre los catalanes, con una trayectoria iniciada en 1904 que fue longeva, siempre trufada de viñetas e ilustraciones maravillosas de Castanys, Cornet, Llaverías, Junceda o un primerizo Urda, entre otros autores, si bien llevó pocas historietas.[13]

En TBO se ofrecían viñetas humorísticas, historietas primitivas sobre excursionistas, exploradores y trogloditas (hallamos una en el primer número, firmada por “Equis”, seudónimo de Donaz), cuentos con moraleja y pasatiempos. Tras la llegada de Buigas la publicación incorporó más imágenes, incrementando el número de viñetas en las historietas, que seguían apareciendo firmadas por Donaz o con sus seudónimos, como Caspitina, pero la filosofía editorial no varió. Urda se incorporó al poco, con Buigas, haciendo viñetas desde los primeros números para pasar a ser uno de los más habituales durante el año II de la publicación. Llegó un punto en el que firmaba todas las historietas en algunos números, salvo por la intervención del firmante M A. (Méndez Álvarez) que también se incorporó a la revista aquel año segundo, destacando su presencia en la última página desde el año III en casi todos los números. En los años IV y V de TBO vemos que se llegó a una singular fórmula de enrasamiento de estilos y contenidos, con historietas sin firmar o firmadas por “TBO” incluso, con algunas obras tomadas de semanarios europeos (hay historietas de Busch con la firma borrada) o calcadas (otros tomaron ideas de Busch y de otros autores franceses). No obstante, ya hubo creaciones más ambiciosas, como alguna serie de continuará con sus autores reconocidos como tales: “Juan el grumete”, de Arques y Tinez, o las peripecias del “niño TBO”, uno de los escasos personajes fijos de esta primera época. La sorpresa cotidiana y la aventura exótica seguían siendo los temas de interés para el director de la publicación, por lo visto, porque historietas ambientadas en África y otras latitudes plagadas de aborígenes nunca faltaron.

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   Página de TBO nº 233, con una de las primeras historietas con bocadillos. Bajo estas líneas, TBO nº 338, con Opisso en la portada, y contraportada de TBO nº 462, con historieta tremenda de M A.
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A partir de la incorporación del extraordinario dibujante Opisso en 1923 se potenció aún más la presencia de la ilustración elegante en la publicación, manteniendo su carácter de producto para la evasión, aunque sin cambiar la parsimoniosa fluidez narrativa. Los primeros globos de texto aparecieron en el número 233, del año V, en una tira de escasa importancia. Serra Massana se convirtió en un atractivo también desde que comenzó a publicar sus dibujos habitualmente en el año VII de TBO, si bien lo hizo en protohistorietas con viñetas aisladas y textos al pie, escasamente dinámicas. Desde entonces, las viñetas comenzaron a multiplicarse y a apretarse en las páginas de la revista, como queriendo aportar más oferta utilizando el mismo espacio, incrementándose algo el morbo de los contenidos literarios (comenzaron a publicarse relatos de horror) y de las historietas, ya que algunas fueron más violentas (como las tremendas de Méndez Álvarez) o con mayor dosis de acción y aventura.  

Es importante destacar que la revista mantuvo un tono homogéneo, una rígida estructura y una filosofía editorial inamovible posiblemente como consecuencia de que era producto de un esfuerzo casi unipersonal. Por lo que sabemos, todo lo que se publicaba en la revista pasaba bajo los ojos del esforzado J. Buigas, que escribía o corregía las historietas simples, a veces hasta pueriles, de los autores mencionados y de los que llegaron luego, como Arnal (que muy a menudo no firmaba), Rapsomanikis (ilustrador de protohistorietas sobre todo) o Nit (ilustrador de secciones). El elenco de colaboradores fue restringido y no varió un ápice en TBO hasta el número 500, manteniendo el atractivo principal de Opisso en la portada, que era siempre fino, y el de M A. en la contraportada, más salvaje o hasta brutal en sus argumentos si había niños o aborígenes africanos implicados en la historia. Salvo por esa excepción, la del exagerado Méndez Álvarez, lo publicado en TBO, escrito o admitido por Buigas por ser el director de la revista, fue servido dentro de una rutina monocorde que se convirtió en “marca de fábrica”: el director de TBO sabía lo que quería editar, los autores de TBO sabían lo que tenían que entregar y el lector de TBO sabía lo que se iba a encontrar al abrir la revista.

El clarividente periodista Sempronio trazó una comparativa entre la rutinaria marcha del tebeo y la monótona vida del editor en un artículo publicado a su muerte, y describía su negocio editorial como uno con “muy poca historia interna” (Sempronio, 1963: 24). El redactor y guionista de TBO Carles Bech, en una sorprendente declaración efectuada en 1992 el día del 75º aniversario de la revista, retrató a Buigas como un hombre solitario, encerrado en su despacho y que “se avergonzaba de ser el propietario de la revista. De haber podido se hubiera puesto una capucha para entrar cada día en la editorial”. (Manzano, 1993: 42). Viña, en entrevista que le practicamos desde TEBEOSFERA para aclarar este y otros asuntos, ha confirmado que es cierto que Buigas se avergonzaba de ser el director responsable de TBO, pero más por una especie de pudor consecuencia de su deseo insatisfecho de convertirse en un literato de éxito. Según Sempronio, Buigas era muy exigente y metódico, “no toleraba infidelidades de los encargados de interpretar sus deseos” y diseñaba milimétricamente la maqueta de cada número (1963: 61).

Los comentarios anteriores deben tomarse como lo que son: comentarios. Estamos acostumbrados a reconstruir personajes del pasado partiendo de personas, y es tentador imaginar cómo fue el editor/director de TBO sobre la base de recuerdos deformados o veredictos de esta índole. Podría haber sido así, claro está, pero con tan pocas pinceladas no deberíamos comprometer la calidad humana de un hombre, al menos no por ser un empresario de ideas fijas, metódico y fiel a un criterio, que supo mantener la revista a flote contra viento y marea sin arriesgar su esfuerzo en otras empresas, logrando con ello extender una marca más allá de sus objetivos comerciales y de asentar un modelo editorial fundamentado en el aprovechamiento máximo de los beneficios sobre una inversión mínima. Y recordemos que por entonces no existía la consideración de “artista” o de “obra intelectual” en aplicación a la labor de los ilustradores o los historietistas. También es muy probable que Buigas se volcara en exceso sobre su trabajo por querer controlarlo todo. Recordemos que la tecnología de entonces obligaba a estar de continuo vigilando el proceso de edición, impresión y distribución, y que las empresas editoriales de periódicos para la infancia, tebeos y cuentos generalmente eran muy pequeñas. En aquellos tiempos todo se cargaba sobre las espaldas del director que a la vez era redactor (y guionista, como en este caso). Y pensemos por un momento que no se ha planteado si el resto de los editores de publicaciones para los niños de aquel tiempo llevaban vidas tan excitantes o ricas como la de Buigas o no, un contraste que desconocemos que exista. Probablemente no.

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El Pêle-Mêle nº 14, de 1904, con una sección en la que se inspiró Buigas para la más popular de TBO.  

Al menos sabemos que Buigas llevó una vida literaria en paralelo hasta 1926. Cuando el director dejó de destinar esfuerzos a la literatura se observaron intentos de modernización en la revista de historietas TBO. Al final de la década de los años veinte, sobre todo desde 1929, las tiras e historietas comenzaron a publicarse con más globos de texto y se incorporó en la revista más interés por la cinematografía de humor que deleitaba a los españoles en el final de aquella década, iniciándose entonces series como “Film TBO. Charly Murray” o “TBO film: Chiquilín”, ésta dibujada por M A. También se comenzó a popularizar el interés por los logros tecnológicos y de ingeniería en una sección que nació inserta entre muchos otros elementos de una página de amenidades, la titulada “Los grandes inventos”, que ilustraban Nit y otro autor de nombre desconocido en un comienzo, una sección nada original por cuanto estaba inspirada en otras del mismo estilo publicadas en revistas francesas como Le Pêle-Mêle, que ya se leían en España desde el comienzo del siglo XX.[14] En consonancia con el origen francés de esta sección, a la altura del número 587, TBO salió de su recogimiento para comenzar a ofrecer firmas de autores extranjeros. Así, L. Forton y A. Parré se sumaron al elenco de colaboradores a partir del número mencionado, en el año XII, y M. Cuvillier desde el XIII, contribuyendo con su presencia a dotar de limpieza y elegancia a la revista. Los tres eran autores franceses, como bien aclaraba Cortés en su tesis:

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  Típica disposición de las páginas de TBO, con tiras verticales o apaisadas en torno a una historieta principal. Aquí esa historieta es del francés A. Parré. Muestra del nº 600.

«Consumado lector de revistas francesas, Joaquín Buigas incorpora de éstas al "TBO" diversas historietas, aunque finalmente se decanta por las producciones de los dibujantes Maurice Cuvillier, Louis Forton y Aristide Parré, que no tienen ningún personaje fijo y que son fácilmente traducibles, al aparecer los textos en didascalias. De revistas como "L'Echo du Noel", "Le Rire". "Le Petit Almanach”, etc., extrae viñetas de rompecabezas, que no son en realidad sino dibujos escondidos, ya que no se trata de ilustraciones hechas pedazos que el lector deba recomponer. Esa particular clase de rompecabezas sería más tarde proseguida por Urda.» (1992: 75)

Es importante señalar que fue precisamente en ese número, el 587, cuando TBO comenzó a llevar acreditado el copyright. Lo incorporó en la página final de la revista y referido al año 1928, que fue el año XII de publicación. El reconocimiento de la propiedad de datos comenzó a ser común en España a mitad de la década de los años veinte, sobre todo entre agencias de prensa (Europress ya la exhibía en 1926; United Press y Paramount-Associated Press, en 1927 y 1928), y los editores españoles la incorporaron rápidamente para reservar sus derechos como propietarios y con más razón ahora que la competencia era acusada entre los que lanzaban tebeos a la calle: de 1920 a 1924 vieron la luz veintiuna nuevas revistas de o con historietas, pero entre 1925 y 1930 el número de nuevos títulos se elevó a cincuenta, siendo una cuarta parte editados por El Gato Negro, empresa que estaba compitiendo fieramente con Buigas por el quiosco, sobre todo el barcelonés. TBO mantenía una posición de privilegio pese a todo, y alardeaba de ello: en el número 761 se informaba de una tirada de 110.000 ejemplares en la última página de la revista.

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Cuando estaba a punto de acabar el año XV de la publicación, a la altura del número 749, se incorporó una nueva firma en las historietas, la de Cabrero Arnal. Este estupendo dibujante era un recién llegado entonces y aportó algunas historietas torpes para los números finales de este año y durante el año XVI, mejorando visiblemente su trazo según se avanzaba en la numeración de TBO. En el año XVII apareció una nueva firma, la de Mestres, otro dibujante limpio que emulaba por entonces las estéticas de la “otra” generación del 27. La revista gozaba de buena acogida a juzgar por el incremento de la tirada (en el número 824 se indicó que se había ampliado a 150.000 ejemplares por  cada número) y la impresión fue mejorada, incorporando tintas de color (roja y verde) a cuatro páginas de la tripa. Lo cierto es que la estética de TBO había dado un salto cualitativo en el año 1933 con la presencia de Mestres, Cabrero Arnal, Urda y Forton –el único de los franceses que siguió de manera habitual–, que era muy aficionado a las historietas en las que los protagonistas eran un cazador de safari con su criado negro, aquel tipo de argumento que tanto le gustaba a Buigas. Tinez y Nit se ocupaban de las tiras de relleno y de las ilustraciones de las secciones, mientras que Rapsomanikis y Serra Massana completaban el elenco, encargados en su caso de las “historietas realistas” que ofrecían hechos históricos, bélicos o fabulaciones muy saturadas de texto al pie. A esta altura, revistas como Pulgarcito, Pocholo o Jeromín ya ofrecían historietas de corte más moderno y más color en sus páginas, pero TBO se mantuvo firme en su política editorial, sin variar un ápice su humor pendiente del recurso tópico, del chasco momentáneo, de la idea perspicaz para salvar una situación, de la moralina o de la lección didáctica, generalmente sin manifestación ideológica de ningún tipo.

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TBO nº 749, con Cabrero Arnal.
TBO nº 824, con Mestres y Urda.

En el año XVIII ya no estaba Cabrero Arnal en las páginas de TBO, pero sí vimos a Moreno (Arturo Moreno) aportando pequeñas tiras, y a Sabatés, que se había estrenado con una historieta bastante mal resuelta en el Almanaque TBO 1934, y que desde el año XIX fue apareciendo más asiduamente firmando pequeñas tiras de pocas viñetas. La revista había aumentado su PVP a 15 céntimos en 1935 (así consta en el número 942) por imposición legal del gobierno de la República[15] pero volvió a rebajarlo a los 10 de siempre pese a que incorporó color en portada y contraportada (desde el número 956, al menos). Este renovado TBO de 1935 pretendía competir ofreciendo más contenidos en la misma tripa de siempre, con lo que las historietas y los textos se apretaron densamente en los límites de cada página generando cierta sensación de ahogo durante la lectura. Se ofrecieron algunas páginas a dos tintas y se incorporaron nuevos dibujantes, poco virtuosos en verdad, como Díaz, Carles, Gracia, Krac, A. Utrillo, M.C., Kim o Angarón, entre otros que no firmaron, sin que por ello desplazaran a los dibujantes “de toda la vida”, que seguían en la revista apretados los unos con los otros. No resultaba extraño encontrarse con cincuenta viñetas en una página.

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TBO Almanaque 1934, con la primera historieta de Sabatés. Bajo estas líneas, una de las primeras participaciones de Benejam, en la contraportada del nº 962 de TBO.  
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En el número 962 se vio por primera vez la firma de Benejam, un autor nuevo, de estilo suelto, que se situaba a medio camino entre la elegancia de Opisso y la crudeza de Tinez. Dibujó unas cuantas tiras para la contraportada y a los pocos números pasó a realizar directamente la portada, convirtiéndose en uno de los reclamos de la revista. Poco después comenzaron a traducirse historietas de Otto Soglow, concretamente a partir del número 968, de diciembre de 1935, con el título “Centinela Pepe”, el típico soldado con gorro de arcabucero cuya denominación podría haber influido sobre cierto autor valenciano que años más tarde creó a otro entrañable personaje muy similar. Benejam fue uno de los primeros autores de TBO que iniciaron una serie de historietas con protagonista fijo. Fue a partir de 1936, con la serie Melitón Pérez, que ya aparecía en una tira del número 998. El número 1.000 de TBO incrementó de nuevo su precio hasta 15 céntimos, pero no varió el número de páginas, doce, ni sus contenidos, idénticos a los del último lustro. Tampoco en sus historietas hubo variación con motivo de la crispación política nacional que ya existía a esta altura. A los dibujantes habituales se incorporó un titubeante Soriano y también un tal Ripoll y otros dibujantes muy pobres de calidad y eventuales en su participación. Daba la sensación de que en las páginas de TBO cabía todo por entonces.

Es importante detenerse a la altura del número 1.006, porque fue cuando apareció la página de Floreal. No se trataba de una publicación nueva de Buigas, como en ocasiones se ha indicado, era simplemente la última página de TBO ocupada con una sección así denominada, a la que se le ha concedido categoría suplementaria porque se identificaba en su subtítulo como “Revista infantil semanal publicada bajo el signo de la Escuela Nueva Unificada”. En esta sección la revista tomaba partido por primera vez ante la situación que atravesaba el país, al decir de Cortés, como:

«(…) un vehículo de propaganda de la entonces existente Escuela Nueva Unificada, una institución de enseñanza caracterizada especialmente por su carácter antirreligioso. Esta página presenta en su mayor parte historietas realizadas por los mismos dibujantes del “TBO” junto con la columna de romances firmada por J. Montero, de intencionalidad política marcadamente izquierdista y que aconsejaba a los infantes lo que debían y lo que no debían hacer (…)» (1992: 36)

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  Floreal del nº 1.014 de TBO, con historietas de Benejam.

Siendo fieles a la verdad, las historietas publicadas en Floreal no se distinguían del resto de las de la revista, seguían siendo totalmente blancas, y el tono antirreligioso o izquierdista de los textos de Montero a veces había que imaginarlo entre veladas ironías y recónditos sarcasmos. En el nº 1.018 dejó de publicarse Floreal, justo cuando comenzaba el año 1937 (año XXI de la revista), así que su influencia fue minúscula, a la vista de sus mensajes. TBO siguió publicándose en su línea habitual en los siguientes números, incrementando su precio facial según avanzaba la guerra, hasta 30 céntimos en el número 1.086, y hasta 40 y 50 más tarde, justo antes de su cancelación en el nº 1.097 en 1938, en el año XXII de edición.

A lo largo de veintidós años y tras más de un millar de números Buigas logró acuñar una marca y afianzar un modelo de publicación inocente, anodino, algo insustancial, que proponía la risa fácil a cambio del olvido instantáneo. Con ello había logrado el éxito al tiempo que instaurar un prototipo reconocible de soporte impreso para historietas que acabó por establecer nuestro concepto de tebeo, o sea “el TBO de siempre”. 

UN EDITOR EN BUSCA DE SOCIOS

TBO renació tras la guerra como muchas otras publicaciones del mismo tipo, sin numeración y sin registros, debido a las imposiciones del régimen de Franco en materia de prensa. La empresa de Buigas no fue una de las que formaron parte del monopolio editorial de tebeos amparado por el partido único, FET y de las JONS, y cuando quiso reanimar su popular TBO se encontró con dos trabas: la falta de papel y la falta de permisos para publicar periódicamente la revista. Buigas no había demostrado interés por la política en sus publicaciones, pero se encontró con las mismas dificultades logísticas que otros editores en la inmediata posguerra. Hay quienes han supuesto que la publicación sobrevivió en 1939 y resurgió en 1940, y así consta en varios catálogos y diccionarios, como los firmados por Jesús Cuadrado, pero estos asertos no han sido contrastados sobre los tebeos originales.

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   TBO especial aparecido en 1941, presuntamente, considerado por muchos como el arranque de TBO en la posguerra. 

La fecha de 1941 también se postuló como la de relanzamiento de la revista, y así ha sido admitida por todos los coleccionistas y catalogadores de tebeos españoles. Fue así por existir la publicación titulada Selección de historietas y pasatiempos para 1942, que apareció con el rótulo en portada “Ediciones TBO” para que el público la vinculase a la popular revista. De hecho, todos sin excepción lo han considerado siempre como el “número 1” del TBO posbélico y de este modo se reconoce en nuestra historiografía de los tebeos. Así, el historiador Antonio Martín establece que:

«(…) en el caso concreto de TBO solamente se publicasen entre 1941 y 1944 un Almanaque y 15 números, apareciendo cada ejemplar con un título diferente». (Martín, 2000: 98)

«Autorizado como folleto de aparición irregular en 1941, TBO se publica hasta 1946 sin periodicidad alguna, apareciendo a partir de este año mensualmente. Es en 1949, y según autorización provisional de la Delegación Provincial de Cultura Popular de Barcelona, cuando TBO logra el permiso para aparecer con periodicidad quincenal.» (ídem: 132-133)

Cortés Pascual, habiendo revisado todos y cada uno de los números de TBO, afirma en su tesis que en 1939 y 1940 no se publicó ningún número y que en 1942 arrancó de nuevo la colección tras la aparición del especial mencionado en 1941. No obstante, nadie hasta el día de hoy ha aportado referencias o documentos que respalden la presencia de TBO en los quioscos durante los años 1941 y 1942. Y resulta que todo lo antedicho puede ser matizado y refutado tras un examen de los ciento treinta TBO publicados por Buigas de manera ordinaria en la inmediata posguerra (más dieciséis almanaques ligados a la colección troncal).

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TBO sin numerar, típica cabecera. El antetítulo serviría para registrar la publicación como folleto no periódico, la imagen bajo el logotipo ubicaba al tebeo en su mes correspondiente.

En primer lugar, cabe apreciar que los títulos diferentes no sólo afectaron a los quince primeros números sino a la totalidad de los publicados en este periodo. En segundo lugar, hay muchas razones para creer que TBO no renació en 1941 sino en 1943, y que la falta de periodicidad o su espaciamiento sólo afectaría a los cinco o seis primeros números a lo largo del primer año de vida natural de este folleto con historietas. Es decir, podemos establecer una nueva cronología para el TBO de después de la guerra y hasta 1952, según la cual arrancó en junio de 1943, discurrió bimestralmente durante poco más de un año y fue mensual a partir del verano de 1944, brindando al lector los primeros números especiales a partir de noviembre de aquel año. Muy regular en su salida, TBO mantuvo la cadencia mensual hasta que, como bien indica Martín, comenzó a distribuirse quincenalmente partiendo del verano de 1949, y así continuó hasta marzo de 1952 sin interrupción.

Lo dicho hasta aquí no es mera presunción. Se deduce de la revisión de más de ochenta TBO de entre los 130 publicados de esta época, la llamada popularmente “serie sin numerar”[16]. Esta colección fue ordenada en su día por varios coleccionistas partiendo de al menos dos colecciones completas atesoradas en tomos encuadernados desde los años cuarenta (como la del notario barcelonés Antonio Ventura-Traveset, manejada por Cortés para su tesis). De ahí se obtuvo un listado con el orden de aparición de los TBO que circuló entre los vendedores del Mercado de San Antonio en Barcelona y entre coleccionistas madrileños asiduos al Rastro y, en algún momento, se estableció uno estandarizado que ha llegado hasta nuestros días, en el que el número 1 lo ocupa el mencionado “especial del mamut”. Sobre la base de ese listado y tras barajar una serie de pistas halladas en las historietas de los ejemplares consultados, como el anuncio de la salida del primer almanaque (para 1945) en el ordenado como 11º, la fecha de 1945 hallada en los TBO 18º y 21º, la firma fechada del historietista García en siguientes números, más las menciones de fechas en las biografías de estrellas del cine en la sección ilustrada “Visiones de Hollywood” a partir del TBO vigésimo sexto, podemos determinar que a partir del TBO 7º la revista aparecía en los quioscos sin faltar a su cita mensual. Todo ello siguiendo el listado admitidos por todos los coleccionistas de los 131 TBO.

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TBO nº 21, con una historieta de Urda en la que se alude al año 1945 y que nos ayuda a fechar el resto de la colección.

A la vista de este primer examen resulta poco creíble que TBO fuese editado entre 1941 y 1945 “sin periodicidad alguna”. Admitirlo supondría que a lo largo de sesenta meses se distribuyeron una veintena de números dispersos de TBO, lo cual habría sido una gestión editorial absurda. Tan rala presencia de la revista en los quioscos habría impedido que el título se afianzara en el mercado, que captara la suficiente atención del público y mantuviera interesados a los autores por participar. Buigas fue un editor poco atrevido, pero muy metódico, y es más lógico pensar que intentó conseguir la periodicidad mensual cuanto antes. De hecho, salvo por el especial para 1942, no publicó Buigas otros productos con viñetas –que sepamos– hasta que en 1943 formó sociedad con otras empresas (editores, impresores, distribuidores), siendo a partir de ese momento cuando se planteó relanzar con regularidad su revista.

Las publicaciones con historietas que sacó a la luz Buigas tras la guerra llevaban en portada el distintivo “Ediciones TBO”, ninguna otra mención editorial. ¿Fue Ediciones TBO un título para esta etapa, un subsello o bien un sello editorial realmente? Ya se ha comentado que, desde la mitad de la década de los años 1920, Buigas dejó de figurar como editor de la revista y lo que apareció fue el copyright atribuido a TBO (en 1928) y el distintivo Ediciones TBO. A fuer de estar presente, el logo Ediciones TBO acabó convertido en marca aunque no estuviera registrada así –el registro se hizo de Editorial Buigas y de la marca “TBO” como revista dirigida a la infancia–, y su editor lo popularizó estampándolo en las publicaciones que lanzó en los años treinta y luego en los cuarenta y cincuenta. Tanto fue así que hasta el cierre de la empresa en los ochenta, incluso en la redacción a título interno y en el régimen rutinario de trabajo, la sede editorial del TBO seguía siendo “Ediciones TBO” para sus trabajadores, entre ellos la secretaria y redactora Rosa Segura, que así respondía a las llamadas del exterior y así tituló su libro de memorias sobre esta empresa: Ediciones TBO, ¿dígame?

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Tres fotocopias de documentos de la redacción editorial de Buigas. Arriba, apunte del registro de la sociedad limitada. Bajo estas líneas, un membrete en el que Ediciones TBO domina sobre Editorial Bauzá, y un estadillo en el que aparece reconocido el sello Buigas, Estivill y Viña pero subordinado a TBO y Bauzá.  
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El uso de esta denominación editorial continuó tras la guerra, sin interrumpirse siquiera el año en el que se fundó la sociedad limitada entre los empresarios Buigas, Estivill y Viña, concretamente el último día de diciembre de aquel año, para comenzar a actuar con esta nueva entidad a partir de enero de 1944 (Cortés, 1992: 42). Es importante recordar que Martín ha dado como fecha de formación de la sociedad el año 1939, tras proponérselo a la Editorial Bauzá y como asociación de dos partes solamente, Buigas y Estivill (Martín, 1968: 127); más tarde llegaría la participación de Viña (2000: 132). Ni Cortés ni Martín aclaraban en sus textos de qué documentación partían para establecer la fecha de ese consorcio. Nosotros podemos aportar la certeza del asiento en el Registro Mercantil de Barcelona, en la hoja 150, del folio 101, tomo 401, de la Sección 3ª del Libro de Sociedades, donde consta registrada la sociedad limitada Buigas, Estivill y Viña, S. L., con fecha de 12 de diciembre de 1943.[17] Con todo, no es creíble la fecha de este asiento en el Libro de Sociedades por la sencilla razón de que aparece declarado domicilio social “Aribau, 163”, que entonces era una finca propiedad del Ayuntamiento donde se aparcaban los carritos de limpieza de las calles de la zona, según nos ha confirmado Albert Viña. Esa calle y número fueron en 1952 ocupados por un inmueble al que se desplazó la redacción de la empresa dos años más tarde, tal y como podemos comprobar mirando la portada de los números 38 y 39 de TBO de 1954 (de la segunda época numerada): el 38 tiene la redacción en Aribau nº 177 y el 39 en Aribau nº 163. Es más, durante un tiempo, al menos cuatro años, los oficios de la empresa llevaron la denominación compuesta por tres entidades “EDICIONES TBO – EDITORIAL BAUZÁ (BUIGAS, ESTIVILL Y VIÑA, S.L.)”, con sede en la citada calle Aribau, 163, de Barcelona (Segura, 2006: 37). En los créditos de los tebeos publicados constó siempre el sello Ediciones TBO, hasta el 3 de enero de 1964 (número 323), momento a partir del que ya fue obligatorio hacer constar el nombre del editor claramente en una mancheta en todas las revistas periódicas.  

No eran raras las sociedades limitadas en los años treinta o cuarenta del siglo pasado. Existían y operaban, y el registro de Buigas, Estivill y Viña, S. L., pudo haberse hecho en 1939 o en 1943, pero funcionó como asociación de carácter personalista desde el punto de vista legal. Esto se afirma así porque hasta el 17 de julio de 1953 no hubo una normativa reguladora de las sociedades de esta índole en España. Aunque la responsabilidad limitada de esos empresarios se admitiera en la práctica, legalmente se regían por el Código de Comercio, como refutó una sentencia del 15 de febrero de 1957.[18] Esta pudo ser una de las razones por las que no vimos impreso “Buigas, Estivill y Viña, S.L.” en los ejemplares de TBO u otras publicaciones de la empresa hasta entrada la década de los sesenta.

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  Bajo la viñeta de Arnalot, anuncio de las colecciones de cuadernos que Ediciones TBO lanzó junto a Editorial Bauzá. Obsérvese al pie que Baguñá Hermanos son los impresores de TBO. Fragmento del 41º TBO no numerado, de enero de 1947.

En 1944, a la muerte de Asunción Torres Torres, viuda del impresor Arturo Suárez, las entidades vinculadas con su marido que se reconocían en su esquela eran exclusivamente las denominadas “Editorial Bauzá” y “Ediciones TBO”,[19] que ya por entonces mantenían una relación empresarial. En 1946 fue cuando Buigas, asociado con Bauzá, lanzó varios monográficos con relatos humorísticos y chistes escritos, aderezados con viñetas, que los coleccionistas han reconocido como “Monográficos Bauzá” a falta de un título común.[20] Buigas había logrado el apoyo de Bauzá y sus impresores asociados para el relanzamiento de TBO, concretamente la Litografía A. Tozzi para tirar las planchas de color y la Imprenta PONSA para las de blanco y negro, empresas que se encargaban de otros productos de Bauzá (Buigas no comenzó a trabajar hasta el comienzo de 1947 con los hermanos impresores Baguñá)[21]. Al año siguiente, ambos editores sumaron fuerzas para lanzar un puñado de cuadernos apaisados con mucho texto al pie de las viñetas, los titulados: Tragedias del mar, Dramas del aire y Castillos de España.[22] Ediciones TBO era el sello reconocido en estos cuadernos, que salieron de las imprentas mencionadas. Ahora bien, si nos fijamos en la esquela dedicada al dibujante Tinez aparecida en la prensa en abril de 1957, vemos que la manifestación de condolencia la emiten ambas empresas por separado,[23] sin embargo, en agosto de 1957, a la muerte de la viuda de Emilio Viña, Paquita Tous López, se reconocían las siguientes razones sociales en el pésame: Ediciones TBO, Distribuidora TBO, Editorial Bauzá y, ahora sí, Buigas, Estivill y Viña, S. L.[24] La sentencia de febrero de 1957 pudo haber marcado la frontera.

En suma, con los tebeos en la mano sólo podemos afirmar que TBO fue una revista editada por la Editorial Buigas hasta 1928, por Ediciones TBO entre 1928 y 1963, y por Buigas, Estivill y Viña, S. L., desde 1964 y hasta el final de su andadura.

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Mancheta de TBO nº 2.218, en la que se aprecia el nombre completo de Emilia Estivill.  

Pero volvamos a los años cuarenta de nuevo para saber quiénes eran estos nuevos socios de Buigas, qué grado de intervención tuvieron sobre la revista durante la primera posguerra y hasta que punto contribuyeron a su transformación o evolución. Sabemos que Buigas perdió a su mejor aliado empresarial al morir Arturo Suárez en enero de 1940[25]. Se vio por esta razón obligado a buscar otro impresor y recurrió con ese propósito a Bartolomé Bauzá. Este editor estaba casado con Emilia Estivill[26], encargada de gestionar la distribución de los productos de Bauzá y que desde el comienzo de los años cuarenta también se hizo cargo de la distribución de TBO. Cortés corroboraba todo esto, aclarando que la formación de la sociedad limitada arrancó tras el fallecimiento de Bauzá en diciembre de 1943:

«Siendo heredera su esposa, Emilia Estivill, que queda propietaria de la editorial y de otra empresa asociada, Distribuidora TBO, Joaquín Buigas decide fundar una sociedad limitada formada por la viuda de Bauzá, por Emilio Viña como responsable de la parte gerencial y por él mismo como director del “TBO”. (…)

No obstante, Emilia Estivill pasa a tener en la sociedad un papel realmente pasivo, limitándose a cobrar su participación de beneficios en la empresa tras el cierre del balance anual, como más adelante lo hará Emilia Suárez a la muerte de su esposo, Joaquín Buigas.» (1992: 42)[27]

Emilio Viña González (Pipe, 1888-Barcelona, 1971) fue un asturiano que emigró a Barcelona en 1902, cuando contaba 14 años de edad, y que, una vez allí, entró a trabajar en la Editorial Bauzá (Arbesú, 2001: 255-256). Viña conoció a Buigas al iniciar su colaboración con Bauzá, cuando se lanzaron los folletos instructivos Biblioteca de TBO (manuales ilustrados sobre escultismo y deportes, por 30 céntimos de peseta) y los pequeños ejemplares de El cuento infantil. Suplemento del TBO (cuentos ilustrados, casi protohistorietas, por 15 céntimos) poco antes del estallido de la guerra, en mayo de 1936.[28] Según Arbesú, tras la “fusion empresarial” de Bauzá y Buigas, Viña pasó a ser el editor de TBO, aunque la revista continuó bajo la tutela de Buigas, repartiéndose de este modo la gestión de una “nueva empresa”. Al quedarse viudo Emilio Viña también por entonces, casó con Emilia Estivill, forjándose de este modo una agrupación de pequeños empresarios más fuerte. La sociedad resultante podía ser más o menos limitada legalmente, pero desde luego era de carácter familiar. Al decir de Rosa Segura, la que fue mucho tiempo secretaria de Ediciones TBO:

«Puestos a hacer suposiciones, cabría pensar que de esta manera quedaba consolidada la relación "editorial-familiar", ya que la señora Estivill no tenía descendencia y don Emilio tenía un hijo, Albert, y dos nietas; unos años después nacieron dos más (…).

Años antes, se rumoreó que el señor Buigas, que tenía dos hijas, también hubiera querido que el hijo de su socio se desposara con alguna de ellas, pero Albert se había enamorado de una extremeña, y la idea del señor Buigas se quedó en eso, una idea o un deseo que no llegó a cumplirse.»[29]

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El motor de TBO: Desde la izquierda: Urda, Tinez, Benejam, Emilio Viña y Muntañola. Foto tomada del libro de Rosa Segura.

TBO PARA DESPUES DE UNA GUERRA

La colección de TBO que arrancó tras la guerra lo hizo como una aparente sucesión de lanzamientos monográficos, en un principio de pequeño tamaño de 20,5 x 13,5 centímetros para luego incrementar sus dimensiones hasta los 27 x 20 centímetros. Las revistas fueron apareciendo con diferentes títulos, que realmente funcionaban como antetítulos sobre el real “TBO” y, tras haber publicado más de treinta de esta guisa, sobre un logotipo alusivo al sello editor “Ediciones TBO”. Se fueron alternando de modo que nunca coincidía el mismo antetítulo en dos números sucesivos: Horas Alegres, Risa continua, Amenidades y humorismo, Historietas y chistes, Álbum ameno, Álbum cómico, Chispas humorísticas, Hojas amenas, Páginas cómicas, Páginas de buen humor, Páginas selectas, Revista festiva y un largo etcétera. Muy similar modo de titulación usó el editor de Valenciana para Jaimito en su arranque, un año más tarde de reaparecer TBO, y análogo fue lo que hizo Bruguera con Pulgarcito a partir de 1945. El PVP fue de 1 peseta, que se incrementó a 1,20 con el cambio de formato y subió a 1,30 al final de su andadura. La redacción estaba emplazada en Aribau, 177, sede de Editorial Bauzá. Constaba como impresor PONSA, calle Iradier 5A. Las planchas de color pasaban por la Lit. A. Tozzi. La fecha de copyright siempre fue 1928 y adjudicada a TBO. 

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Arriba, anuncio con historieta del libro de Pescuezo Largo, publicado en noviembre de 1944 en el primer Almanaque TBO.
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Portada de Benejam para un libro de Buigas firmado como Pratwell: Trasgolisto.
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Arriba a la derecha, Opisso dibuja la portada para un manual (no un tebeo) de fútbol de la Biblioteca de TBO. Bajo estas líneas, anuncio de Construcciones TBO publicado en la contraportada de uno de los cuadernos de Castillos de España. Obsérvese el resto de anuncios.
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Creemos que esta nueva colección se puso en marcha en 1943 de manera titubeante, pero tras formarse la asociación de Buigas con Estivill y Viña en diciembre de ese año hubo una reorganización de la empresa editora en las primeras semanas del año siguiente y TBO comenzó a ser mensual en julio o agosto de 1944. En el otoño ya se prepararon dos especiales para las fiestas navideñas y al cabo de un año ya se estaban publicando libros de cuentos ilustrados. De 1944 y 1945 datan los libros de cuentos publicados por Ediciones TBO (aunque en créditos figuraba Bauzá como editor) firmados por Pratwell e ilustrados por Benejam: Vida y aventuras de Pescuezo Largo, inspirado en el personaje ideado para la revista infantil[30], Trasgolisto, adaptación de un cuento de Grimm, y Repollino. El asno cazador, éste, por ocho pesetas. Y desde 1946 se lanzaron libros en cartoné con historias de cacerías y aventuras (por este orden, los titulados: Grandes cacerías y episodios emocionantes, Ciento seis historietas gráficas, y Selección de leyendas de las cinco partes del mundo)[31], la Colección Magister de cuentos, y unos Cuadernitos de dibujo para colorear personajes de cine de animación populares de la época (Popeye, Betty Boop, Shirley Temple, Oliver Hardy, etc.). Todos los anteriores productos llevaron el sello “Ediciones TBO” en portada, sin destacar la posible asociación con Bauzá y sin mencionar los apellidos Estivill o Viña. Por este tiempo, además, se creó el subsello vinculado “Construcciones TBO”, destinado a publicar recortables para construir barcos de juguete.

Según lo expuesto y en atención a un minucioso repaso de los TBO de esta etapa consideramos que el lanzamiento especial de Ediciones TBO para 1942 fue meramente un número monográfico, al estilo de otros publicados en la inmediata posguerra (recuérdese el caso de Bruguera o de Marco) y que la revista TBO arrancó en su segunda época, no numerada, no antes del año 1943, debiendo modificarse por lo tanto la relación de títulos numerados conocidos hasta hoy. Buigas era tan regular y tan fiel a sus aprecios que si bien respetó la norma de no numerar sus folletos hasta 1952, cuando se admitió legalmente (recordemos que Bruguera los numeró de forma subrepticia a partir de 1947), fue organizando sus lanzamientos con dibujos alusivos a festividades, a la estación del año o a actividades típicas de temporada que aparecían situados bajo los logotipos “TBO” o “Ediciones TBO” de la portada. Este singular indicio para fijar un orden comenzó a partir de 1944, desde el inicio de la regularidad mensual. Ya había observado esta peculiaridad en su tesis Cortés (1992: 40 y 115), pero sólo reparó en las alusiones estacionales y descartó la idea de ordenar los números. Nosotros nos hemos atrevido, y del cotejo de esta suerte de pistas dibujadas, seguramente dispuestas allí a instancias del director de la publicación, se extraen los motivos de una regularidad estricta y fija: juguetes en el número de enero en alusión a la fiesta de los Reyes Magos, caretas o disfraces en el de febrero para recordar el carnaval, viento en marzo, lluvia o paraguas en abril, flores o insectos en mayo, petardos o fuegos en junio para conmemorar la festividad de San Juan, calor y baños en julio, bañistas y sol radiante en agosto, uvas y vendimia en septiembre, cazadores y setas en octubre, esqueletos y cementerios en noviembre en referencia a la festividad de Todos los Santos, y pavo y otras viandas en diciembre para anunciar la llegada de la Navidad. Cuando la colección pasó a ser quincenal en el verano de 1949 se mantuvo religiosamente este ritual de la imagen alusiva bajo el logotipo, en este caso duplicando los motivos.

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Los meses del año en la cabecera de TBO, de enero a diciembre. Busquen la vinculación con cada mes, temporada o estación bajo los logotipos. Aquí se han reproducido los de los números 50 a 61, los de 1948.

Sobre la base de todo lo anterior hemos podido construir un desglose de contenidos de esta colección, en el que se ofrecen los títulos cambiantes de cada entrega, las referencias utilizadas bajo los logotipos, el contraste de algunos datos y fechas citadas en el interior, más los autores que se fueron incorporando a la publicación, los anuncios internos y, como consecuencia de todo, las fechas aproximadas de publicación de cada número hasta alcanzar el año 1952, que es cuando su editor obtuvo el permiso para publicar regularmente la revista con numeración en portada.

Haciendo clic en la imagen de la derecha se abre una tabla con el desglose de todos los TBO de los años cuarenta, sus fechas aproximadas de salida y todos los datos de relevancia que se pueden extraer de sus contenidos. www.tebeosfera.com

¿Fue diferente el TBO resucitado durante los años cuarenta ahora que lo editaba una entidad tripartita? No, o solamente en algunos aspectos. El TBO, por dentro, siguió siendo el mismo, el de siempre. El desarrollo de las labores editoriales lo llevó el mismo equipo que trabajaba en la redacción antes de la guerra. Era Buigas quien escribía muchas de las historietas y probablemente las secciones, y lo supervisaba todo. Desde 1944 fue apoyado por Viña en la redacción, que aplicó los mismos métodos que su predecesor a todas luces, porque se puede afirmar que la revista no ofreció contenidos diferentes a los que se servían en los años diez, veinte y treinta. La filosofía editorial, de hecho, consistía en compaginar historietas con los argumentos intrascendentes de antaño y secciones escritas entreveradas con viñetas o breves tiras igualmente blancas e inocuas. Sólo la historieta central ocupaba dos páginas, y no había series de continuará en un comienzo, pero sí luego. He aquí una diferencia con el TBO prebélico: desde el verano de 1945, a partir del décimo número, fueron ofreciéndose historietas protagonizadas por los mismos personajes, si bien no destacaban especialmente entre el resto. La denominada La familia Ulises, en realidad no identificada así, arrancó en el décimo TBO según Cortés, y sí que destacó del resto por ubicarse en la contraportada e impresa en color. A partir del vigésimo número apareció la serie de Muntañola que podría titularse Cristóbal, protagonizada por un hombrecillo apocado y su esposa oronda; tampoco llevó ese título ni ocupó nunca más allá de un tercio de página. Caso similar fue el de Melitón Pérez, el taciturno hombre con bombín de Benejam, que solía ocupar un cuarto de página. La otra serie fija de Benejam, la de Eustaquio Morcillón (luego Morcillón y Babali), arrancó desde el vigésimo séptimo y sí que descolló como la de Ulises, beneficiándose del color habitualmente. La revista no ofrecía mucha aventura, más allá de algún episodio anecdótico resuelto mediante protohistorietas, igual que el tradicional TBO. Todo era bastante infantil en la revista, salvo por las secciones didácticas e informativas (la muy recordada “De todo un poco”) y sobre todo las biográficas de celebridades (“Visiones de Hollywood”, desde 1945), las de gestas militares (“La cruz laureada de San Fernando”, desde 1948) o las hagiografías (“Frases santas”, desde 1949), todas ellas ilustradas por A. Mestre.

El dibujante estrella seguía siendo Marino Benejam –ahora que Opisso no estaba–, sobre cuyo estilo de dibujo artesanal y básico se condensó la estética general de la revista. Historietas de similar factura a las de Benejam fueron las firmadas por Rino o Ferrer (que eran él), Tinez, M.C. o Buén (que eran él), Díaz, Juanito, Óscar Daniel o L. Martí, más un ejército de dibujantes flojos que participaban esporádicamente y que generaban una sensación de fealdad y de falta de calidad en la revista hasta que llegó Blanco. Por supuesto hubo otros colaboradores de gran atractivo, como Escobar, Conti, García o Arnalot, más cercanos a una estética cartoon pero que no se prodigaron mucho. Por supuesto estaba Urda, el encantador Urda, con aquel estilo que no casaba con nadie pero que se ajustaba a todo; y estaba Muntañola, que aportó el carácter de su personal trazo; y llegó Coll, en otoño de 1949, que comenzó con un estilo indefinido para al poco aportar al TBO una de sus identidades gráficas más personales.   

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Autores de TBO: Moreno Muntañola y Cristobal. Ferrer, Escobar y Forton. Mestre, sobre Antares.
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Benejam y Morcillón.
García y Tinez. Óscar Daniel y J. Pla.
Conti (abajo, dcha.)

La relación de los autores que participaron en esta etapa de TBO fueron, por orden de aparición: los extranjeros L. Forton, Cuvillier y Parré, que ya estaban en la etapa anterior y se mantuvieron en esta aunque fueron menos habituales; las firmas clásicas Tinez, Benejam, Rino, Ferrer, Urda, Sabatés, Celma y Díaz; Moreno (que sólo publicó en el arranque), Escobar (que abandonó entre 1946 y 1947), Muntañola (fijo desde esta etapa), García (ocasionalmente y siempre con mucha calidad), Majó, Mar, Correa, Arnalot (esporádicamente pero siempre muy bien), Óscar Daniel (que llegó a hacerse un hueco pese a su falta de calidad), Batllori Jofré (puntualmente), Pinto, Castellote, Ariu, Velasco, Ponti, Juanito, Buén, Domingo Campoy, Conti (que apareció en 1948 y duró hasta 1950), Castanys (alguna viñeta), Macabich (un par de historietas), Tino Crespo, Coll (que comenzó en 1949 y fue muy prolífico), R. Ortiga, Chite, Flotats, Bola, Parra, A. Badía, Correa, Palop (en algún almanaque), Soriano (una o dos historietas), A. Tarragó, Gimeno, L. Martí (habitual pero muy flojo), Ayné (muy prolífico, en paralelo a otras labores para otros editores), Jorge (una historieta en un almanaque), Iranzo (una historieta), Blanco (muy bueno y que se convirtió en habitual), A. Badía, S. Nabau, Segura (que debutó en TBO)[32], A. Tarragó, C. Rivas, Galera, J. Rizo, Morales, J. Pons, Monsalve, Cesc (una contribución), Nivbó y otros de firma ilegible.

Todos ellos contando con la presencia habitual del suave Mestres, la ocasional del refinado Batllori Jofré, y la congruencia de Nit en aquellas secciones de inventos o ingeniosidades que dotaron a la revista de candor. TBO perpetuó la idea de que una revista de historietas debía servir entretenimiento sin sobresaltos, con escasa truculencia (salvo en lo referido a las bárbaras costumbres de culturas “inferiores”) y cuyas viñetas eran revisadas concienzudamente para evitar un lenguaje inapropiado. Todas las obras, viñetas, historietas, textos, quedaron enrasadas bajo la supervisión atenta del editor, que a veces rectificaba textos, trazos, viñetas enteras o historietas completas, en un momento en el que el concepto “obra de autor” estaba muy lejos de ser tomado en consideración. Recordemos que por entonces en el ámbito de la prensa, no sólo en España, también en el resto de Europa y en EE UU, el autor de un texto o de una imagen perdía sus derechos sobre ella al venderla a un editor, que podía hacer usufructo de la misma como quisiera puesto que la guardaba en archivo como propia. Recientemente, el especialista en TBO Lluís Giralt hizo público un documento que demostraba el particular criterio conservador del editor de la revista, la correspondencia intercambiada con Karpa, el dibujante de Jaimito, cuando se dirigió a la empresa barcelonesa para pedir trabajo. Le contestaron con el remite de “Ediciones TBO / Editorial Bauzá” con el siguiente criterio restrictivo: «(...) las bufaradas o bocadillos nos gusta que sean expresados en lenguaje sencillo, sin rebuscamiento de efectos chistosos. El chiste o el humorismo, si venturosamente lo hay, preferimos que sea el dibujo quien lo exprese» (Giralt, 2011).

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Primera historieta de Coll que hemos visto, en el TBO 74º, de X-1949. La inferior es media página de Segura para el 84º, de IV-1950. Es su primera obra publicada, dos años antes de lo que él recordaba.
 
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En efecto, temáticamente TBO resultaba sencillo, levemente humorístico, acababa por ser monótono sin llegar a ser aburrido. Los temas más tratados en las historietas eran las anécdotas cotidianas con final a veces feliz e infeliz en otras, pero sin llegar a resultar traumático. Buigas destiló en gran cantidad de guiones su aprecio por lo bucólico, el agrado que le producían las festividades populares, el gusto por la gastronomía rural, su pasión por las actividades cinegéticas y su fijación por los safaris, los cazadores exóticos con sus criados negros y, más específicamente, por la antropofagia, un tema visto en algunas historias verdaderamente crueles que no supusieron problema para la censura. Las soluciones ingeniosas a problemas cotidianos eran lo más común en los guiones de las historietas, lo que hacía de la revista un divertimento simpático, en el que se planteaba un mundo irreal, ingenuamente utópico, en el que todo parecía tener solución recurriendo a astutos sistemas autárquicos.

Uno de los estereotipos más llamativos incorporados en esta etapa fue el del interés por los nuevos ricos, sobre los cuales versaron muchas historietas y viñetas, y muchas secciones escritas también. Mantuvo ese contraste con lo que se ofrecería en la revista de Bruguera Pulgarcito pocos años más tarde, que estuvo siempre muy pendiente de los parados, los mendigos y los hambrientos. Podría decirse que TBO ofrecía historietas de nuevos ricos mientras que Pulgarcito publicaba las de los “nuevos pobres”, mostrando de este modo las dos caras de la España de Franco: cierta burguesía acomodada y con posibles, que prosperaba o se mantenía, y la otra facción de la población que contaba con menos recursos y apenas sobrevivía, la España rural o suburbial, la España vencida. Probablemente fue un modelo elegido así por los editores, Buigas procedía de una familia de rancio abolengo, con pasado militar, dinero y bien respaldada, y creó un tebeo para lectores de cierta capa social, mientras que Bruguera decidió crear un tebeo dirigido al pueblo llano.

Al contrario que Pulgarcito, un tebeo harto agresivo a veces, la característica definitoria de TBO fue su inocencia. La publicación sólo podría ser acusada, hoy, de cierta tendencia xenófoba debido al retrato que hacía de negros, judíos y moros, que se dosificaba dentro de lo habitual para la época y que Buigas siempre procuró describir de modo inteligente, o la misoginia declarada hacia las mujeres fumadoras, bebedoras y que se vestían por los pies, a las que se comparaba con serpientes, asnos y se contraponían a jóvenes virtuosas y casaderas. Algunas viñetas allí publicadas serían calificadas hoy como apologías de la llamada “violencia de género”, pero en su momento esa opinión era corriente. En asuntos políticos jamás se metió Buigas en su revista, ni en soflamas nacionalistas, por más que él se consideraba muy catalán y siempre escribía en catalán, teniendo que traducir sus cartas y guiones al español sus secretarias. Durante décadas jamás tuvo un problema con las instituciones o la ley, salvo por una viñeta diminuta muy desafortunada que supuso una multa y secuestro de un número de la revista, el aparecido en la segunda quincena de mayo de 1951, que llevó en portada la historieta de Urda “Gangas así no se encuentran todos los días”. Según detallaba Cortés (1992: 43-44), el Gobierno Civil de Barcelona extendió orden de incautar la tirada completa de la revista e impuso una multa por importe de 10.000 pesetas a la empresa. Fue algún funcionario del aparato de censura del Ministerio de la Gobernación el que estimó inadmisible una viñeta de la página 2, de la sección "El ojo electrónico de TBO", firmada por Díaz (Manuel Díaz Llamas), porque mostraba a un hombre que “descubría” que los embutidos son poderosos reconstituyentes y era tildado como “eminencia” por ello. El sarcasmo era inofensivo pero el nombre escogido por Díaz de forma casual para identificar al personaje fue Blas Pérez, el mismo que el del Ministro de la Gobernación, Blas Pérez González. TBO pagó la sanción sin rechistar porque, según aclara Cortés:

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   Viñeta del disgusto, de Díaz, de TBO 110º.

«Díaz tenía un pasado de tendencias anarquistas y es tan creíble que lo hubiera hecho intencionadamente como que, en verdad, todo fuera fortuito. En cualquier caso, pasan algunos meses antes de que Díaz vuelva a publicar ningún original –y menos "El ojo electrónico de “TBO"– en el "TBO". Acaba por ser readmitido porque Emilio Viña, en el fondo, acaba reconociendo su parte de culpa, por cuanto él, que fue quien recibió la página, decidió publicarla sin tener en cuenta que Blas Pérez es el nombre de un ministro y que eso es algo con lo que no se puede jugar en ese momento histórico.» (Ibídem)

En general, la revista evolucionó sin tropiezos significativos, y en esa evolución resulta ilustrativo trazar una comparativa con otras revistas de historietas similares aparecidas durante la segunda mitad de la década de los años cuarenta. TBO arrancó despacio, sin una periodicidad regular, pero sin apenas competencia. Cuando llegó Jaimito, en 1944 o 1945, aceleró el paso y se mantuvo firme en la periodicidad mensual incrementando secciones. Entre 1945 y 1946 dibujaban en TBO autores como Escobar, que en 1946 pasaron a trabajar para Bruguera, editorial de Pulgarcito. Pulgarcito recuperó una porción del mercado muy rápidamente por esas fechas, y TBO tuvo que competir anegando el quiosco con productos nuevos: las Historias de… en coedición con Bauzá desde septiembre de 1946, los cuadernos sobre castillos, naufragios y tragedias, los especiales Cuaderno extraordinario y los Almanaque humorístico en el final de 1947, lanzamientos que no eran muy distintos de los números ordinarios ya que no contenían mayor foliación ni historietas especiales, pero con ellos duplicó la oferta de los extras al acabar el año.[33] No parece tan excepcional aquella decisión de Bruguera de duplicar los extraordinarios de Pulgarcito en el periodo navideño de 1947 y 1948 a la vista del par de almanaques que publicaba Buigas en noviembre y diciembre todos los años.

La hipótesis de que Bruguera le fue a la zaga a Buigas como sello editor de revistas de historietas no es descabellada. Bruguera pudo haber imitado sus ediciones, tomando el primer intento de Ediciones TBO como ejemplo, puesto que también lanzó un almanaque de Pulgarcito en 1944, que fue un monográfico, y luego sacó una publicación no numerada en 1945, y en 1946 inició otra ordenada con antetítulos imitativos de los de TBO en ambos casos. Y Bruguera también emuló los lanzamientos especiales de Buigas: amén de la duplicación de extraordinarios de fin de año, los Cuaderno extraordinario de Buigas, que eran recopilatorios de historietas de los autores más queridos de TBO, obtuvieron su reflejo en el lanzamiento Vacaciones todo el año de Bruguera, que hizo lo propio con las mejores firmas de Pulgarcito. Para terminar, está el caso de la revista conocida por una sola letra, S, que en realidad fue publicada con diferentes antetítulos desde el año 1947,[34] siendo el más habitual Episodios y aventuras de S. Publicación definida por su editor como “periódico de aventuras”, S ofrecía al lector las típicas protohistorietas con profusión de texto al pie de las imágenes que a veces no mostraban secuencialidad alguna. Pero entre sus aportes estuvo la serie de historieta genuina que daba título a la revista, un superhéroe de aspecto ario, inspirado en Flash Gordon seguramente, con hombreras escamosas y ancho cinturón, que se protegía de las balas con una “coraza catódica” y que portaba guantes para evitar la radiación de su “pistola atómica”. Operaba en ciudades de los Estados Unidos a juzgar por los rascacielos y puentes colgantes que podían atisbarse en sus aventuras. Eso, y la gran “S” que aparecía en su pecho puede inclinarnos a pensar que sus autores alcanzaron a leer alguna de las aventuras de cierto alienígena con capa creado por Jerry Siegel y Joe Shuster. La revista en la que aparecían estas historietas de superhéroes y otros héroes era una revista eminentemente de aventuras, y aunque difuso en el tratamiento de las historietas puede trazarse un paralelismo entre ella y la de Bruguera El Campeón, aparecida justo un año más tarde y que publicó historias de más oscuro calado y atmósferas más crudas.

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Autores especiales para números especiales. Arriba, Palop en el Almanaque humorístico de XI-1947. Abajo, Ayné, Morales y Blanco en el almanaque para 1952 de TBO. Más abajo, página de S.  
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En suma, se puede postular que Bruguera concibió algunas de sus publicaciones sobre la base de la existencia y del éxito probado de otras del editor Buigas, siguiendo su filosofía al titular su revista principal de humor con diferentes antetítulos, copiando la estrategia del lanzamiento de dos especiales navideños, imitando la modalidad de cuaderno monográfico de un autor, y poniendo en la calle títulos con similar temática, como S. Y parece que hubo una “captación” de autores por parte de Bruguera también si recordamos en qué momento dejaron de dibujar en TBO Escobar, Conti y García.

Evidentemente esto no pasa de ser una teoría. La coincidencia en el tiempo nos dice que hubo una pugna entre Editorial Bruguera y Ediciones TBO por el quiosco hacia la segunda mitad de la década de los cuarenta. El sonsonete de “Yo quiero un TBO” ya era conocido por muchos niños por entonces y no era tarea fácil consolidar la presencia de Pulgarcito frente a una revista que era considerada la “madre de todas las revistas de historietas”. TBO gozaba de grandes tiradas por esta época según Martín (2000: 134), subiendo desde 25.000 ejemplares en su arranque en la década de los cuarenta[35] hasta los 225.000 en el final, e incrementando el total hasta los 350.000 ejemplares de cada número en 1952, que es cuando logró reiniciar la numeración. Pero la falta de criterio y la obstinación inmovilista de su editor en lo relativo a los contenidos para mantener la fidelidad de su público tuvo dos consecuencias. Primera: el desgaste y agotamiento de una fórmula en pocos años, ya que una década más tarde Pulgarcito vendía más que TBO. Y, segunda: el establecimiento de un prototipo de publicación para la cultura general, el del “tebeo”, o revista de contenido ligero, infantil, insulso e irrelevante, que con el tiempo contribuyó a la consideración general que se tuvo (y se tiene) de los tebeos y la carga de inconsistencia cultural que se le otorga al medio historieta, aún hoy, al que incluso reputados teóricos del cómic han terminado refiriéndose también como “tebeo” más por cariño añorante que por otra razón.

CONCLUSIONES

Un repaso pormenorizado de los primeros treinta y cinco años de la revista TBO revela que la publicación que dio nombre a todas las revistas de historietas en España, y que para algunos ha terminando instaurando la denominación genérica del medio en nuestro país, fue una revista de filosofía editorial rígida, pobre de calidad y de criterios, inmovilista con respecto a las transformaciones de la sociedad y conformista con respecto a los cambios políticos.

Su editor, Buigas, la tomó de manos de un impresor y concibió unos contenidos en los que los textos informativos y didácticos se mezclaban con historietas primitivas. Los cómics que se publicaban llevaron argumentos fáciles, accesibles para todos, dando cabida a dibujantes toscos y neófitos que se turnaban con buenos historietistas como Benejam, Tinez, Urda u Opisso y buenos ilustradores como A. Mestre o Serra Massana, entre muchas otras firmas peores en la primera época, de más de un millar de números. Era una revista dirigida a un público eminentemente infantil en la que su director (el editor) volcó parte de sus afanes como literato, dando rienda suelta a sus pasiones: la caza, los safaris, los inventos, las noticias curiosas, el exotismo o el bucolismo. Buigas no quiso aparecer identificado con la publicación y raramente vimos el sello Editorial Buigas en ella, siendo sustituido por Ediciones TBO desde 1928.

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  Las mejores anécdotas cómicas, de Muntañola, el primero de los "monográficos Bauzá". Fue  coeditado por Buigas y se ofreció anualmente, de modo que desde octubre de 1946 hubo tres "extras" para los lectores de TBO al final del año: estos monográficos, los almanaques ordinarios, que salían en noviembre, y el Humorístico, que salía en diciembre. 

Ha quedado establecido que la publicación vivió desde el 11 de marzo de 1917 hasta el año 1938, pero no se publicó durante los años 1939 a 1942, ambos incluidos, salvo por un lanzamiento monográfico especial. También hemos podido fechar correctamente varias colecciones siempre mal catalogadas en nuestra tebeografía: los tres libros en cartoné llamados “Ediciones TBO”, los apaisados Castillos de España, Grandes naufragios. Tragedias del Mar y Dramas del aire, los monográficos Cuaderno extraordinario, los lanzamientos con más texto que viñetas llamados por los coleccionistas “Monográficos Bauzá” y los Almanaque humorístico. Estas fechas y las de los TBO no numerados de la segunda época de la revista, la publicada justo tras la posguerra, se han deducido tras un análisis pormenorizado de los 130 números aparecidos entonces.

La revista tampoco cambió su oferta tras la guerra. Desde su aparición en 1943, siguió estando presidida por las firmas de Benejam y Tinez (y sus seudónimos), aunque a ellos se sumaron en importancia Muntañola y, más tarde, Coll. Dibujantes raramente asociados a TBO, como Escobar, García, Conti y algún otro aparecieron en los años 1943 a 1946 (y Segura en 1950) pero luego pasaron a trabajar casi en exclusiva para Bruguera.

Hemos trazado, finalmente, algunos paralelismos con la revista competidora Pulgarcito, dejando entrever una supuesta imitación de modelos editoriales por parte de Bruguera, que lanzó revistas y monográficos o números especiales parecidos tras haber comprobado que Buigas había tenido éxito con ellos. Un éxito este, el de Ediciones TBO, fundamentado en una homogeneización de contenidos y en una rutinaria oferta que terminó por consolidar un denominador popular (no exento de carga peyorativa ya entonces) para las revistas de historietas.

 

BIBLIOGRAFÍA

CORTÉS PASCUAL, Juan José (1993): Historia y análisis de la revista TBO hasta la conmemoración de su 75 aniversario (1917-1992), tesis doctoral inédita leída en la Facultat de Ciències de la Informació de la Universitat Autònoma de Barcelona, depositada en dicha facultad con fecha de 1993 y signatura 1.072.
 
FERNÁNDEZ, Magda (1983): Passat i present de Barcelona: materials per l'estudi del medi urbà, Volumen 2, Barcelona: Edicions Universitat Barcelona

 
FREIXES, Sergi, y GARRIGA, Jordi (2008): Els últims invents de Ramon Sabatés Barcelona: Viena Edicions

 
GIRALT, Lluís (2011): “Karpa, Rafael Catalá”, en Els dibuixants del TBO / Dibujantes e ilustradores, asiento web en el sitio grafopata.com, público en 9-IX-2011 [enlace fijo].

 
MANZANO, Emilio (1992): “Una vida entre viñetas. Carles Bech celebra el 75 aniversario de la revista “TBO”, en La Vanguardia, 18-III-1992.

 
MARTÍN, Antonio (1968): “Apuntes para una historia de los tebeos IV. El tebeo, cultura de masas (1946-1963)”, en Revista de Educación – Estudios, n.º 197, pp. 125 [257] – 141 [273]

 
MARTÍN, Antonio (2000): Apuntes para una historia de los tebeos, Barcelona: Glénat España

 
RODRÍGUEZ ARBESÚ, Faustino (2001): La historieta asturiana, Oviedo: El Wendigo.

 
SEGURA, Rosa (2006): Ediciones TBO ¿dígame? Memorias secretas de una secretaria, Barcelona: Marrè Produccions Editorials

 
SEMPRONIO (Andreu Avel.lí Artís Tomás) (1963): “Ha muerto el padre del TBO, Buigas, un refinado intelectual”, en Triunfo, 32, pp. 24-25, 12-I-1963.

 
SEMPRONIO (Andreu Avel.lí Artís Tomás) (1989): “L'home del TBO, patrici català”, en Taula de cafè. Cròniques barcelonines, Barcelona: Selecta.

 
VV AA (1981): Gran enciclopèdia catalana, Volumen 3, Barcelona: Enciclopèdia Catalana.

NOTAS

[1] La definición actual, en el avance de la vigésima tercera edición, se extiende también a las secciones suplementarias de los periódicos aunque no abarca al medio, como es definición común y errónea entre algunos divulgadores hoy:

“1. m. Revista infantil de historietas cuyo asunto se desarrolla en series de dibujos.
2. m
. Sección de un periódico en la cual se publican historietas gráficas de esta clase.
estar alguien o algo más visto que el ~.
1. loc. verb. coloq. Estar demasiado visto.”

[2] Eso sin mencionar los libros con historietas, desde los del editor Tasso con obras de Xaudaró aparecidos en 1896 al Primer llibre de historietes de Joan G-Junceda, editado por Muntañola en 1917.

[3] Todavía se daba esta fecha como oficial en el llamado “coleccionable” de Salvat hoy en curso, cuyos primeros tomos vieron la luz en el final de 2010.

[4] Se aprecia en la necrológica de Arturo Suárez Roca publicada en La Vanguardia Española, 23-I-1940.

[5] Datos plasmados en Internet procedentes de VV AA (1981: 903) que han sido trasladados a sus entradas en Wikipedia, tanto para él como para su hijo Carles. Otro texto de consulta válido donde aparecen referidos es el grueso nomenclátor Diccionari dels catalans d'Amèrica: contribució a un inventari biogràfic, toponímic i temàtic, editado en 1992 en Barcelona por la Comissió Amèrica i Catalunya, con patrocinio de la Generalitat de Catalunya.

[6] De ella no hay rastro en Wikipedia, como sí pasa con sus hermanos, curiosamente. Y quien tampoco figura en Wikipedia cuando redactamos estas líneas es, precisamente, Joaquín Buigas/Joaquim Buïgas.

[7] Esto puede ser posible pero hay que admitirlo con reservas, porque Buigas no vivía en Barcelona cuando se editaba la revista KDT y resulta que en el mismo artículo afirmaba el periodista que Buigas proyectó una revista para niñas titulada B B que no llegó a ver la luz, y sí está comprobado que la publicó. Sempronio también afirma que el primer TBO vio la luz el 1 de marzo de 1917, otro error en sus datos.

[8] La Vanguardia, 2-VII-1935.

[9] Nos lo refirió A. Viña en entrevista practicada en abril de 2011 que publicó TEBEOSFERA al mismo tiempo que el presente texto.

[10] En el Catalogo general de la librería española e hispanoamericana, años 1901-1930 se recogen libros de 1910 (Por varios países) y 1911 (¡Benditas sean las mujeres!). La denominación del sello era “Editorial B. Bauzá”, con redacción en calle Aribau, 175 según podemos ver en La Vanguardia (20-III-1916, p. 9).

[11] La Vanguardia, 22-X-1921, p. 6.

[12] Algunos de estos cuadernos han sido tradicionalmente catalogados en los años veinte debido a que no constaba otra fecha que la del copyright de 1928, pero son publicaciones de los años cuarenta, como se verá más adelante.

[13] Los periódicos para la infancia eran llamados “patufets” por entonces en Cataluña en alusión a esta publicación, y así serían llamados durante mucho tiempo los tebeos allí. Un eco de aquella nomenclatura ha persistido en el nombre “pitufos”, elegido como traducción de la obra de Peyo en homenaje, precisamente, de aquella revista.

[14] Le Pêle-Mêle fue una revista publicada en París desde 1890 y en Barcelona desde 1903 con el título El Pêle-Mêle, una fiel traducción de los números franceses. En sus páginas se ofrecía la sección humorística ilustrada “Los grandes inventos de «El Pêle-Mêle»”, muy parecida a la ofrecida años después en TBO.

[15] Según declaración de Albert Viña publicada en La Vanguardia Española el día 18-III-1967.

[16] Números que nos han permitido consultar para este trabajo los coleccionistas Pascual Alegría, Antonio García, Antonio Pleguezuelo y José M. Rodríguez Humanes.

[17] Este dato nos lo ha proporcionado la empresa INFORMA D&B, S.A., en octubre de 2011.

[18] Lo leemos en la crónica de Juan Manuel Fanjul publicada en ABC, 16-VI-1957, p. 38

[19] La Vanguardia Española, 15-VIII-1944, p. 6

[20] Antes siempre habían sido catalogados en 1944 o 1945 y sólo editados por Bauzá, pero llevaron copyright de TBO y fueron anunciados desde 1946.

[21] Estos eran los hijos del editor de En Patufet. Habían intentado la aventura editorial a la mitad de los años cuarenta, con lanzamientos tan interesantes y bien editados como Junior Films, pero no cosecharon éxito y decidieron seguir su camino solamente como impresores.

[22] Durante los últimos treinta años, Castillos de España ha estado mal catalogado como lanzamiento de 1928 debido a la mención del copyright que aparecía en la contraportada; lo ha estado incluso en TEBEOSFERA. Por el estilo con el que Sabatés resuelve estas historietas, muy sofisticado y limpio, no pueden haber sido publicados antes de 1940, aparte de que las empresas que figuran en contraportada (Imprenta PONSA, Lit. Tozzi, Construcciones TBO, todas con sede en Aribau, 177, que era la de Bauzá) implican que los tebeos no aparecieron antes de 1943.

[23] La Vanguardia Española, 18-IV-1957, p. 17

[24] La Vanguardia Española, 5-VIII-1957, p. 8

[25] Se aprecia en la necrológica de Arturo Suárez Roca publicada en La Vanguardia Española, 23-I-1940.

[26] Su segundo apellido fue Monlleó, según constaba en la mancheta publicada en 1977 en TBO. Montlleó, si atendemos a un texto aislado que aparece en una página de Catalunya Radio, el cual no parece fuente fiable. Se afirma en ella que esta señora enviudó de un tal Tomeu Bauzá Oliver, cuyas siglas fueron las que dieron nombre a TBO, y luego casó en segundas nupcias con Emilio Viña, copropietario de Ediciones TBO. No parece creíble esta afirmación porque en ese mismo texto se indica que el editor de TBO se llamaba “Bohigas”, se confunde al señor Bauzá con Tomeu Barceló Oliver, fundador de una librería La Saltadora (¿?) y supuesta distribuidora del TBO por Latinoamérica, que había fundado la editorial Bauzá después de asociarse con el editor de TBO (¡!). Sabemos que este editor ya existía antes del nacimiento de TBO y por supuesto antes de ese supuesto enlace. No hemos hallado otras referencias sobre esta señora.

[27] Todo ello según declaración de las hermanas Buigas Suárez en entrevista personal, según indica Cortés en su tesis.

[28] Los primeros números de la colección de cuentos se hallan fechados en mayo/junio de 1936.

[29] Declaraciones de Rosa Segura en el sitio web La T.I.A.com – Cuartel General.

[30] Es cierto que este libro está catalogado en 1943 y así consta en todos los registros, pero no deja de resultar llamativo que Buigas lo anunciase como novedad en noviembre de 1944, en el Almanaque TBO para 1945 concretamente. Es probable que en realidad se planificara en 1943 pero viera la luz en 1944.

[31] Hasta hoy, siempre se habían catalogado estos tebeos en 1939, pero fueron anunciados en los TBO de 1946.

[32] En el 84º TBO, de abril de 1950, dos años antes de lo que él siempre recordó en todas las entrevistas que le practicaron luego en publicaciones de Bruguera u otras editoriales o teóricos.

[33] La triplicaban si tenemos en cuenta que los lanzamientos monográficos humorísticos de Bauzá salían también uno al año, en septiembre, desde 1946 a 1951. Estos cuadernos no eran tebeos, consistían en una selección de historias jocosas y chistes escritos que se aderezaban con ilustraciones, viñetas o alguna historieta eventual.

[34] Hasta la fecha, esta publicación ha sido catalogada en diferentes años, 1946, 1947 o 1948. Cortés indica que S apareció entre 1948 y 1951 en su tesis (1992: 98). La revista fue anunciada en el TBO 39º, de marzo de 1947 y esa fue su fecha de aparición.

[35] Martín indica que tiraba 25.000 ejemplares “en 1941”, lo cual es de aplicación al único título especial que se lanzó aquel año, suponemos. Esa tirada pudo ser la estimada cuando la revista comenzó a ofrecerse mensualmente, en 1944.

TEBEOAFINES
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Creación de la ficha (2011): Manuel Barrero. Con revisión de Jordi Manzanares y Javier Alcázar. Corrección de Alejandro Capelo. · Datos e imágenes tomados de ejemplares originales.
CITA DE ESTE DOCUMENTO / CITATION:
Manuel Barrero (2011): "El TBO de Buigas, el TBO de siempre", en Tebeosfera, segunda época , 8 (4-XI-2011). Asociación Cultural Tebeosfera, Sevilla. Disponible en línea el 26/XII/2024 en: https://www.tebeosfera.com/documentos/el_tbo_de_buigas_el_tbo_de_siempre.html