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En un pequeño pueblo de Texas, Peaster, el matrimonio Isaac
Mordecai y Hester Jane Ervin Howard tuvieron su único hijo el 22
de enero de 1906, que fue bautizado Robert por su tío Robert
Bruce. Durante nueve años la familia se desplazó hasta asentarse
en otra localidad del estado, Cross Plains, de la cual apenas
saldría el creador de Conan y otros mitos de la literatura
pulp durante el resto de su vida.
Amante de la literatura, la mitología y la historia, a los nueve
años ya había completado su primer relato y a los quince ya era
escritor profesional, aunque la mayoría de los primeros cuentos
que escribió (inspirados en la obra de Harold Lamb y Talbot
Mundy) jamás fueron concluidos pues no los aceptaron en los
pulps a los cuales los remitió, Adventure y Argosy.
Durante el transcurso de sus estudios en el Howard Payne College
fue cuando vendió sus primeras obras, “Spear and Fang”, “The
Hyena” y “The Lost Race”, dirigidas ahora a las páginas del
pulp hoy mítico Weird Tales, el primero dedicado a la
fantasía heroica. Howard declaró posteriormente que su gusto por
el terror y la fantasía provenía de las narraciones tenebrosas
que le contaba una cocinera negra durante su infancia, lo cual,
mezclado con la inspiración que tomaba de sus sueños y la
supuesta sangre celta que se alojaba en sus venas, arrojó un
torrente de imaginación inédito entre los escritores coetáneos.
Es a partir de 1925 que sus relatos vieron la luz en Weird
Tales, publicación a la que dirigió la mayoría de sus
trabajos en lo sucesivo. Tras convencerse de que no había futuro
en los cursos de biblioteconomía que había realizado y de que su
poesía no generaba muchos dividendos, desde finales de los años
veinte incrementó su producción fantástica en prosa, con la cual
había aumentado su caché (en 1925 le habían pagado 16 dólares
por su primer relato y en 1928 esa cifra se había multiplicado
por diez). Sus obras de ficción también trataban temas de amor,
piratería, western, narraciones deportivas, aventura
genérica y cuentos de fantasmas, algunas de las cuales fueron
publicados en otros pulps de la época: Argosy,
Adventure, Romance, True Stories, Ghost Stories, Thrills of the
Jungle y Liberty.
En 1929, Howard había alcanzado la cota de 772 dólares por la
venta de sus relatos, y con ello se había convertido en uno de
los hombres más adinerados de la ciudad en que residía. Ese
mismo año aparecieron dos de sus personajes más importantes:
Solomon Kane, un torvo espadachín de la época isabelina que
nació para la literatura en 1928, en el relato “Red Shadows”, y
el Rey Kull de Valusia, a quien había situado Howard en una era
imaginaria anterior al hundimiento de la Atlántida y que
inauguró el género de la fantasía heroica con su relato “The
Shadow Kingdom”, publicado en 1929 en Weird Tales.
En esa vena de creación de una desbordante fantasía, en 1930
parió R.E. Howard al personaje de estirpe picta Bran Mak Morn
ayudándose de su anterior creación Kull (en el relato “Kings of
the Night”), y otros héroes aventureros comenzaron a aparecer
paulatinamente mes tras mes: el marino Steve Costigan en el
pulp titulado Fight Stories, historias sobre cruzados
en Oriental Stories, el corto ciclo de Turlogh Dubh
O’Brien en Weird Tales... y en esa línea. Y siempre con
muy buena acogida por parte de los editores y de los lectores,
de modo que en 1931 el escritor ganaba el doble que dos años
antes.
En 1932, y sobre la base del relato de Kull “By this Axe I Rule!”,
que había sido rechazado por la ausencia de elementos
fantásticos, Howard inventó un nuevo héroe al que ubicó en otro
mundo, nuevo, surgido unos miles de años más adelante en el
tiempo que correspondía al atlante. El relato transformado
recibió el título “The Phoenix in the Sword”. El héroe, Conan.
El resto podría decirse que “es Historia”, pero resultó que
aquel mismo año algunos pulps fueron cancelados y Howard
tuvo que incrementar su producción de relatos de corte policiaco
para mantener sus ingresos (los cuales mermaron entre 1932 y
1933). Steve Harrison fue el detective que más aventuras
policíacas escritas por Howard protagonizó. Otra creación
también surgida por la necesidad de subsistir en aquel país
ahora sumido en la Depresión fue Breckenridge Elkins, un
pistolero que corrió sus aventuras en el la publicación no
fantástica Action Stories. Gracias a ese tipo de
producciones, en 1935 Howard había recuperado el ritmo de
ganancias, pero su espíritu había ido perdiendo optimismo debido
a un accidente de coche sufrido el 29 de diciembre de 1933, que
le afectó al corazón, y a la enfermedad incurable que tuvo
postrada a su madre desde comienzos de 1935.
Empero, Howard siguió escribiendo relatos fantásticos para la
revista Weird Tales durante ese tiempo, sobre todo
protagonizados por Conan, personaje que se había ganado el favor
del público, y también otros aventureros y justicieros que le
permitieron mantener unos ingresos aceptables (entre ellos Wild
Bill Clayton, cuyos relatos los dirigió bajo seudónimo al
pulp Spicy Adventure Stories).
Eso no fue suficiente para calmar su atormentado estado interior
y, ante la certidumbre de la inexorable muerte de su madre, en
la mañana del jueves 11 de junio de 1936 Howard extrajo un
“Colt” del 38 automático de la guantera de su coche y se
suicidó. Fue enterrado junto con ella en el cementerio Greenleaf
de Brownwood. No pudo llevar a feliz término un proyecto de
adaptar alguno de sus héroes al cine, bajo producción de la RKO,
y, paradójicamente, tampoco pudo ver impreso jamás un libro que
llevase su nombre en cubierta, por más que intentó que un editor
lanzase su única novela de Conan en el Reino Unido.
Pese a que su producción literaria no fue excesivamente grande
(trescientos relatos, treinta ensayos y varias novelas), tras su
muerte siguió deleitando a muchos lectores. Tras los libros que
lanzó Martin Greenberg en los años cincuenta, que no obtuvieron
mucho eco, las editoriales Lancer y Ace resucitaron a su héroe
Conan para una colección de libros de bolsillo a finales de los
años sesenta y al gran éxito de ventas que siguió fueron
añadiéndose el rescate del resto de su producción fantástica,
luego bajo las editoriales Bantam y Tor.
Ciertos héroes salidos de su imaginación, como Cormac
Fitzgeoffrey, Francis X. Gordon, Kirby O’Donnell, Phyrras de
Argos, Cormac Mac Art, Agnes de Chastillon, James Allison o Esau
Cairn serían resucitados del olvido, pero ninguno de ellos
consiguió alcanzar la popularidad de Conan, un bárbaro que
obtuvo gran acogida entre los lectores de cómics cuando fue
llevado a las viñetas por Roy Thomas y Barry Smith en 1970 y que
promovió la realización de dos películas cinematográficas en los
años ochenta.
Robert E. Howard quedará para la
historia como una de las figuras más emblemáticas de la cultura
popular del siglo XX. Su treinta años de vida han sido
suficientes para alimentar centenares de fanzines que han
tratado su producción, para impulsar la redacción de varios
libros sobre su figura y su obra, entre ellos The Anotated
Guide to Rober E. Howard Sword and Sorcery, de Robert
Weinberg, Conan’s World and Robert E. Howard, de D.
Schweitzer, La Canción de las Espadas, de Javier Martín
Lalanda, Dark Valley Destiny: The Life of Robert E. Howard,
de J.W. Griffin, Lyon S. y Catherine C. de Camp (que apareció
publicando en castellano por entregas en el fanzine madrileño
Lhork) o The Last Celt, de Glenn Lord, y para
impulsar a Hollywood a producir en 1996 la película sobre su
vida: The Whole Wide World. |
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