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Gil Kane fue uno de los muchos seudónimos utilizados por Eli
Katz, nacido en lo que hoy es Letonia, en su día integrada en la
Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. El joven Eli emigró
junto con sus padres a la ciudad de Nueva York en 1929 y allí
conoció la obra de los autores que le impulsaron a convertirse
en dibujante de cómics: Prince Valiant de Harold Foster,
Flash Gordon de Alex Raymond y Terry and the Pirates
de Milton Caniff.
Se matriculó en el Art Students League y, al poco, con sólo 16
años se introdujo en la industria, respaldado por Jack Binder y
Bernad Baily. Sus primeras viñetas vieron la luz en las
editoriales MLJ (en la serie Scarlet Avenger), Street and
Smith Publications (Blackstone the Magician), Timely (Red
Hawk, Visión y Young Allies), Quality (Candy)
y algún que otro cómic de crimen, como The Black Owl.
Entre 1947 y 1948 ya se codeaba con los grandes puesto que
colaboró con Joe Simon y Jack Kirby en títulos como Sandman
o Newsboy Legion. A partir de entonces, su lápiz
aparecería en publicaciones de multitud de sellos editoriales:
Fox, Holyoke, Aviation, Hillman Eastern, Fawcett, Prize, Pines,
New Friday o Avon Periodicals, firmando sus entregas
alternativamente con los falsos nombres Scott Edwards, Al Kame,
Al Stack o Pen Star.
En aquellos tiempos su trazo no era especialmente bueno y pensó
que sus defectos provenían de la sumisión a una mecánica
industrial para la cual la permisividad y la experimentalidad
eran palabras sin significado. En 1947 dibujó al personaje
Wildcat para la serie de DC Sensation Comics, y allí
utilizó el alias de Gil Stack en un principio, adoptando el
nombre de Gil Kane varias entregas después. Con ese seudónimo
definitivo llegaría su estilo rabiosamente personal de dibujo,
ora en títulos del oeste como Johnny Thunder, Hopalong
Cassidy, The Trigger Twins, ora en tiras periódicas como
King of the Royal Mounted. Refinado su estilo, Kane perpetuó
su nuevo nombre al incorporarse a las series de DC Green
Lantern y Atom.
En la década de 1960 Kane se incorporó a los superhéroes, siendo
entonces cuando definió completamente su estilo: sus
angulaciones sorprendentes, los contrapicados inéditos, las
posturas casi dolorosas, las manos estudiadas... A mediados de
los años sesenta ya era un autor de peso tras su participación
en proyectos de corta vida pero enorme interés: Captain
Action para DC, T.H.U.N.D.E.R. Agents para Tower,
Flash Gordon para King, y multitud de páginas de terror para
Warren Publishing. En 1967 comenzó a trabajar para Marvel
Cómics, pero su relativa buena reputación no le salvó de ser
rechazado por Stan Lee por dibujar «muy feo a Hulk» A partir de
1970 sí logró Kane captar la atención de los fans “marvelianos”
con su trabajo en The Amazing Spider-Man, Captain
America, Warlock, Captain Marvel, Marvel Premiere, Werewolf by
Night, Ghost Rider, Micronauts, Ka-zar... y cuando Lee dejó
su cargo en manos de Roy Thomas, este editor y guionista prestó
toda su confianza a Gil y le encomendó historietas de Gulliver
Jones, Ka-zar, fill-ins y centenares de cubiertas.
Kane era un artista muy veloz y sólo John Buscema le superaba en
capacidad de producción durante ese tiempo: Kane dibujaba y
entintaba hasta cuatro páginas al día; siete, si sólo tenía que
resolver el lápiz (en cierta ocasión dibujó y entintó siete
páginas de una historieta de Conan en un día). Sin embargo,
Thomas le prefería como portadista, porque componía
estupendamente y era capaz de sobrellevar un ritmo de cinco
portadas diarias (el investigador David Hamilton ha estimado que
ilustró unas 800 cubiertas de tebeos de Marvel durante los años
setenta).
No obstante este conducirse profesional cercano al estajanovismo,
Kane jamás adscribió sus trazos por completo a la cadena
industrial y quiso experimentar por sí mismo. Esto lo cual
intentó con His Name is... Savage! y Blackmark,
obras erróneamente calificadas en su día como iniciadoras de
una colusión del cómic con la literatura. Del primer proyecto
tan sólo hubo un número, íntegramente dibujado por Kane con
altas dosis de violencia y sadismo para la época y que pilló
desprevenidos a los lectores. La fórmula editorial ausente de
cánones, en blanco y negro, con rotulado tipográfico de
bocadillos y que mezclaba temas variopintos (crimen, fantasía,
espionaje, política / ficción) propició su fracaso, aunque luego
pasase a ser considerado el impulsor de los magacines en blanco
y negro de la década siguiente.
Inasequible al desaliento, Kane probó suerte con otro proyecto
arriesgado: Conan. El artista confiaba en el potencial de
las narraciones de fantasía heroica y
pensó en llevar a Conan a viñetas paralelamente a
His Name Is... Savage!
en 1968. El
proyecto no prosperó por varias razones y Gil creó en su
lugar a su propio bárbaro:
Blackmark, una historieta de espada y brujería servida
con viñetas sueltas acompañadas de textos al pie y en formato de
libro de bolsillo (Bantam Books, 1971). Resultó otro descalabro
comercial, a los lectores de libros no les sedujo el invento y a
los consumidores de comic books no les llegó. Con todo, el
astuto Thomas olfateó su calidad y convenció a Kane de reeditar
la historia con sus viñetas redistribuidas en la revista The
Savage Sword of Conan, aspecto éste que no restó calidad al
producto pero que tampoco convenció a los lectores. Así, la saga
de Blackmark fue destinada a otra cabecera, Kull and the
Barbarians, y habría que esperar cinco años para disfrutar
de continuación, publicada unitariamente en un magazine de
Marvel Preview.
Pese a los desplantes del público, Kane consiguió algunos
galardones por ese tiempo (el de la NCS en 1971, o el Reuben
Goldberg en 1973) y prosiguió dibujando comic books durante los
setenta siempre con el prurito de innovar, y de hecho rompió
moldes con la tira diaria Star Hawks, una serie de space
opera realizada en colaboración con el famoso crítico e
historiador de cómics Ron Goulart, o con la sunday strip
del personaje Tarzan que hiciera para la agencia United Features
Syndicate.
Esta producción más experimental coincidió con algunos de sus
cómics de Conan: las cubiertas y el interior de
dos números
de Conan the Barbarian, el 17 y el 18, resueltos de
maravilla, donde nos mostró a un cimmerio enormemente atractivo,
pleno de juvenil furia y de elasticidad fiera; una historieta
para Savage Tales (la inolvidable “Night of the Dark God”);
el inicio de la saga “Conan el Conquistador” en la serie
Giant Size Conan y, en The Savage Sword of Conan, dio
forma a algunos de los últimos guiones de Thomas: el basado en
relatos originales de Robert E. Howard (“The Dark Man”, adaptada
como “The Treasure of Tranicos”); el último guión de Thomas
pergeñado antes de su marcha de la Marvel (“King of the
Forgotten People”); y salvaría de la monotonía a la serie
Conan the Barbarian tras la defección de Thomas con una saga
de Conan en Cimmeria.
En 1974, Kane formaría parte de otro proyecto relacionado con
las creaciones de Robert E. Howard, pues fue él quien convenció
al dibujante underground Richard Corben para adaptar al
cómic el relato del creador de Conan “Valley of the Worm”,
adscrito a su ciclo de narraciones sobre Memoria Racial. La
idea, a tenor de Dennis Wepman, no satisfacía al Corben de
aquellos años, receloso del racismo y la brutal carga de
violencia que supuraba la obra, y lo adaptó a su modo
denominando al resultado Bloodstar (Morning Star Press,
1976). El propio Kane adaptaría luego esta historia para Marvel,
que la ofreció con tonos grises en el núm. 1 de Kull and the
Barbarians y en color en el núm. 3 del comic book
Supernatural Thrillers.
Quizá el último intento de Kane por hacer historietas que se
saliesen del cauce más comercial deba datarse en 1979, año en
que trabajó para el semanario franco belga Tintin,
para el cual creó al personaje de talante burroughsiano Jason
Drum. Algo cansado, en los años ochenta se reintegró a la
maquinaria solvente del comic book en exclusiva para DC (tras
una discusión con el Editor en Jefe de Marvel Jim Shooter).
Allí, bajo guiones de Marv Wolfman, sacó del tedio a los
lectores de Superman, menudeó por series como
Vigilante o Sword of the Atom, y dibujó el tebeo de
bárbaros de enorme atractivo Talos, estupenda serie de
bárbaros de DC jamás editada en castellano. El artista usaba ya
a esta altura de su carrera trazos más bruscos y secos pero sin
perder su sentido del ritmo, ese retrato de la fortaleza física
pugnando por liberarse que
constituye la
esencia de su personalidad gráfica. Así lo demostró en los
cómics dibujados en sus últimos años de vida, como
la adaptación
del ciclo operístico de Richard Wagner El Anillo de los
Nibelungos, o como su trabajo para Malibu Comics; y no
debemos olvidar su participación en series animadas sobre
superhéroes para la televisión.
Kane ha sido
considerado uno de los maestros del cómic surgidos en los años
sesenta y setenta junto con Neal Adams, Steve Ditko y Alex Toth.
De él han aprendido enormemente otros autores como Frank Miller
o los clones de la historieta finisecular estadounidense. En
varias entrevistas publicadas en Amazing Heroes, The
Comics Journal o Comic Book Artist ha demostrado ser
un hombre inteligente, culto, viajero y romántico que jamás
necesitó elaborar historietas comprometidas con problemas reales
porque lo que le atrajo siempre fue la épica. De ahí que
dedicara más de treinta años a preparar su proyecto sobre El
Anillo de los Nibelungos, pues quería narrar aquella intensa
historia con el ritmo que le dictaba su interior.
Él mismo lo declaró en 1990: «fluyen por mi sangre... mito y
poesía»
Eli Katz,
Kane, falleció en
enero de 2000. |
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