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Eufronio
Reyes Cruz, tras cinco años de experiencia como profesional de
la historieta en su archipiélago natal, llegó a los Estados
Unidos como el resto de sus compatriotas, en los primeros
setenta, y trabajó sobre todo en el sello editorial DC. Sus
primeros lápices y tintas se vieron a partir de 1972 en series
de tensión y horror como The Unexpected (entre los
números 139 y 193), Witching Tour (del 35 al 83),
Ghosts (dibujó entre los números 11 y 78, ya de 1979) y
Tales of the Ghost Castle, Serlock Holmes, The
Shadow o Secrets of Haunted House (todos ellos, de
1975). Parecía ser que el estilo de Cruz convenía a la empresa
para los relatos con atmósferas recargadas y los thrillers.
Pero pronto
demostró el filipino que podía trabajar en otros géneros además
de los terroríficos, como demostró en los comic books bélicos:
G.I. Combat (una cincuentena de números entre 1977 y
1987), Weird War Tales (varios entre 1978, 1980 y 1981) y
All-Out War (en 1979). Pero no dejó de dibujar
historietas plagadas de sombras, como DC Special Series,
7 (Especial de Ghosts), Secrets of Haunted House,
Elvira’s House of Mystery, ambos los tres de DC, y
Moon Knight Vol. II (los tres primeros números de la serie
de 1985), estos ya en Marvel.
Probó suerte
con otros géneros y personajes durante la segunda mitad de la
década de los años ochenta, yendo de sello en sello: Eternity
Smith Vol. II lo entintó para Hero en 1987, dibujó Sgt.
Rock de DC aquel mismo año, y el G.I. Joe 30 de la
editorial Black Thorne también; y terminó 1987 dibujando los
comic books de Captain Thunder & Blue Bolt que también
editaba Hero. Allí coincidió con Roy Thomas, quien se había
prestado a trabajar en la serie debido a su vinculación con los
héroes de la Golden Age. Cruz siguió dibujando héroes de laya
similar durante los dos años siguientes: Sable, para
First y The Marksman, para Hero. Su trazo, elaborado pero
muy limpio, sedujo a Thomas a la hora de pensar en alguien para
trasladar a viñetas las aventuras del héroe howardiano Cormac
Mac Art en 1990, que fueron editadas por Dark Horse. Hizo
entonces Cruz una miniserie excelente demostrando a propios y
extraños que existía otro modo de acercarse a los héroes de
Howard, un modo elegante, amigable, humano.
Al filipino
le dio tiempo de trabajar en dos series menores más, Warhawks,
de TSR, en 1990, y Flare Vol. II, en Hero Graphics, antes
de que le llamaran de Marvel Comics. Fue la capacidad de pulir
el salvajismo de los bárbaros lo que convenció a Thomas para
reclamar a Cruz cuando volvió a responsabilizarse de la revista
Savage Sword of Conan en 1991, en esta ocasión para
dibujar las aventuras juveniles de Kull. Pero también se vio
implicado el filipino en la saga del cimmerio simultáneamente,
puesto que fue el encargado de entintar los magistrales lápices
con que John Buscema llevó al cómic la historia “Conan y el Dios
Araña”. Eufronio dibujó un buen montón de tebeos de Conan por
estos primeros años noventa, los números 190 a 193, 196 a 199,
202, 207 a 210, 217 a 225, 229 a 233.
De todos es
conocido que Buscema, cuando se veía obligado a dibujar decenas
de páginas al mes, meramente abocetaba el lápiz de las viñetas
dejando la responsabilidad del acabado casi por completo en
manos de los entintadores. Uno se resiste a creer que en esta
adaptación de la novela de De Camp ocurra lo mismo, porque estas
páginas resultaron de lo más elaboradas. Sin duda Buscema hay
que atribuir a Cruz la gran calidad que muestran una vez
publicadas porque el filipino se preocupa de definir cada
músculo del personaje, de dibujar cada brizna de hierba, de
delinear cada elemento del escenario en que la acción se
desarrolla. Cruz decanta sobre el lápiz del provecto de “Big”
John una tinta generosa, abundante, aderezada con grises y
aguadas, contribuyendo con ello a hacer aún más abstrusa si cabe
la atmósfera de la historia.
Buscema
dibujaba mujeres exhuberantes con cara de niña (al uso de las
chicas inolvidables de Frank Frazetta). Los entintadores de sus
dibujos transformaron a esas mujeres confiriéndoles otra
apariencia. Alfredo P. Alcalá las remodelaba para convertirlas
en altivas y frías damas calculadoras, con un porte
peligrosamente lascivo. Ernie Chan convertía sus formas en
estructuras de alabastro, mujeres de rostro inocente pero de
curvas rotundas. Rudy D. Nebres también transformaba las mujeres
de Buscema, las mantenía turgentes pero las volvía más
inalcanzables, como diosas cuyo cuerpo era reducto de misterio a
la vez que fómite de pecado. Cruz las hace perfectas, se
entretiene en los rizos de su cabello, decora sus vestidos y
enriquece sus formas glotonamente.
Cruz, además,
contribuye al mito de Conan creando un héroe más noble, más
atractivo, de suerte que los rasgos habitualmente embrutecidos,
casi bestiales, del Conan retratado por Buscema, mudan en
gentiles y gallardos. Sólo Barry Smith y Neal Adams habían
dibujado un Conan tan apuesto y agraciado; como el de los dos
anteriores, el cimmerio de Cruz también es enorme, formidable,
pero sus facciones nos acercan a un héroe más asequible, más
abordable, casi doméstico.
Cruz también
dibujó otras dos historietas inolvidables de Conan, “Scarlet
Tears” y “Panther’s Blood” (Conan the Barbarian, 261 y
262, de 1992), ambas basadas en dos relatos de R.E. Howard
originalmente no protagonizados por Conan. Y al menos le
conocemos un pin-up para la revista Conan Saga (en
el núm. 93, de 1994). En ambos casos casi a punto del cierre de
ambas series.
Cruz ha
seguido trabajando en todo tipo de cómics y de sellos
editoriales. Lo más destacable suyo de los últimos años ha sido
su paso por Dr. Strange Vol.
II
(Doctor Strange, Sorcerer Supreme), de Marvel, por The
League of Champions, de Hero Graphics, por Rose, de
Heroic Publishing, Jonah Hex... |
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