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1925, Talisay (Isla de Negros), Filipinas – Nueva York, 2000

Entintador basal de los cómics de Conan, de los de su primera etapa en The Savage Sword, también dibujante de sus aventuras posteriores.

 

 

  Alfredo P. Alcalá comenzó su carrera en su archipiélago natal tratando de enmascarar la influencia asiática de sus trazos para acomodar su estilo al demandado por los americanos, utilizando para ello grises a la aguada, la pluma como base y unos conocimientos técnicos y anatómicos clásicos. Ofició de ilustrador durante la ocupación japonesa de las Filipinas en la II Guerra Mundial. Trabajaba en metro de Manila, lo cual le permitía observar las posiciones japonesas sobre la ciudad y luego trazar mapas que luego serían utilizados por los líderes de la guerrilla. Alfredo siguió estudiando dibujo, admirando las revistas americanas ilustradas que cayeron en sus manos adolescentes, y leyendo cómics americanos como Doll Man, Tarzan, Captain Marvel, Uncle Sam y otros. Cuando trabó conocimiento con la obra de los ilustradores J.C. Leyendecker, Dean Cornwell, N.C. Wyeth o Frank Brangwyn (el muralista británico, quizá el artista que más le influyera de todos), tuvo claro cuál iba a ser su oficio.

Tras la guerra, Alfredo se convirtió en un ilustrador independiente para, en 1948 y con ayuda de su hermano Larry Alcalá (creador del personaje Ang Kalato para la popular publicación de entonces Filippine Komiks), pasar a dibujar cómics para el sello Bituin Komiks. Acto seguido, intentó fundar su propia editorial, que murió en 1951 debido a las restricciones que impuso el gobierno para la importación de papel. Entonces tuvo que volver a contratarse con otra empresa, Ace, dirigida por Tony Velásquez, que le tuvo ocupado con historietas ciento para las publicaciones quincenales: Filipino Komiks, Tagalog Klasiks, Hiwaga Komiks y Espesyal Komiks. Por entonces, el arriesgado Alcalá sembró el germen del descontento entre algunas facciones de la sociedad filipina tras empecinarse en publicar cómics de guerra en los que los nazis salían mal parados, planteamiento de su historieta “Bismark”.

Alcalá, autor seguro de sí mismo, retomó las labores editoriales a comienzos de los años sesenta. El 9 de julio de 1963 apareció la obra Voltar en la que hacía lápices, tintas, rotulación y edición bajo el sello Fight Komik. El guión era del historiador de los cómics e historietista Manuel Auad. Voltar es una aventura de corte mitológico basada en una leyenda local que Alcalá aderezó con criaturas extraordinarias entre las que se desenvolvían héroes de laya bárbara y constituye un referente extraordinario de los cánones de la fantasía heroica que conocemos, pues la imagen de Voltar es la que luego se instauraría como la habitual de Conan en las revistas en blanco y negro de Marvel. La obra fue luego exportada a los Estados Unidos, donde apareció publicada en 1977 en la muy buscada publicación Magic Carpet del sello Comic & Comix, algunas láminas en el portafolio de Schanes & Schanes que en 1979 apareció bajo el título Voltar, y también en la colección The Rook, de Warren Pub., en cuyos números 1 a 9 volvió a aparecer el personaje, esta vez con nuevos guiones escritos por Will Richardson (seudónimo de Bill DuBay).

Cuando Alcalá acaba de publicar sus primeros Voltar en las Filipinas, ya era considerado el dibujante más rápido de las islas, pero el mayor renombre lo cosecharía este autor fuera de su país, tras la diáspora de historietistas filipinos que se produjo en 1971 y siguientes años hacia los Estados Unidos. Fue uno de los primeros en ser contratado por Joe Orlando cuando aterrizó en las islas para contratar nueva mano de obra barata y rápida para DC. La leyenda cuenta que Orlando quiso cuantificar su prolificidad y le preguntó que cuántas páginas podría hacer a la semana. Alcalá le dijo que cuarenta. Orlando le corrigió añadiendo que quería dibujo, tinta e incluso el rotulado de esas páginas. Cuarenta, insistió el filipino. Orlando volvió a corregirle pensando que el interpelado pensaba en páginas de una o dos viñetas apenas sin fondos, y le mostró varios comic books dibujados por Neal Adams y Andy Kubert y folvió a formularle la pregunta sobre cuántas que aquellas páginas podría hacer por semana, lápiz, tinta y rotulado. Alcalá meditó un momento y dijo: «Ah, esto cambia las cosas. Entonces, ochenta».

En 1976, Alfredo se mudó a los Estados Unidos, estableciéndose en Los Ángeles. Comenzó, curiosamente, dibujando a jornada completa para PS Magazine, un tebeo del gobierno dirigido a las tropas que en su día produjo Will Eisner. Cuando este encargo terminó, se dedicó por completo a dibujar cómics para adolescentes en tres frentes editoriales principalmente: DC, Warren y Marvel.
Para las series en color de DC destinó Alcalá tinta sobre todo. Apareció en: Witching Hour, Forbbiden Tales of Dark Mansion, Weird War Tales, Ghosts, Unexpected, House of Secrets, Secrets of Sinister House, Kamandi (sobre lápices de Jack Kirby), Our Army at War o la extraordinariamente singular Kong the Untamed. Quizá el Cro-Magnon más famoso de los cómics yanquis, junto con Anthro, fue el que dio título a la serie de DC Kong the Untamed, nacida en 1975 y de cinco números de duración en los cuales el máximo aliciente lo fueron las cubiertas ilustradas por Berni Wrightson y los dibujos de Alcalá. En la tónica de otros cómics de trogloditas, Kong es un joven gran guerrero que descubre por sí mismo cómo hacer fuego y que se encuentra con un hombre bestia, Gurat, un neanderthalensis al que convierte en su mejor amigo y compañero de viajes (el esquema es muy similar al de la leyenda de Gilgamesh) en el curso de los cuales hallan un valle escondido donde habitan dinosaurios y otras tribus que pilotan pterodáctilos. Creado por el editor Joe Orlando y por el escritor Jack Oleck, las aventuras de Kong principian por mostrar un aire serio si las comparamos con las de Anthro, pero cambiarían de tono cuando los héroes penetran en el valle perdido, a partir del ejemplar núm. 3, y todo se vuelve mucho más desenfadado y alejado de las virtudes heroicas de las que partió.

En los magazines de la editorial Warren encajó perfectamente el filipino debido a que su estilo neoclásico recargado de sombras casaba perfectamente con la temática del horror. Desembarcó este autor en el abanico de revistas dirigidas por Jim Warren cuando se desestimó la mano de obra española (hasta entonces, casi autora del 50% de los dibujos de esta editorial) en aras de la filipina y en el núm. 93 de Creepy, de noviembre de 1977, ya aparecían las firmas de Alcalá y Alex Niño. Alfredo dibujó sobre todo guiones de DuBay, Bill Pearson, Bob Toomey, Ferry Boudreau... quienes explotaron bastante su capacidad para la carnosidad y las atmósferas lujuriosas de sombras. Hizo una quincena de historietas para esta revista, hasta 1981. También, una decena para Eerie, comenzando también en su número 93 y con la creación del personaje “The Rook”, héroe de DuBay que Alcalá diseñó junto a su compatriota Abel Laxamana y del que se ocupó a lo largo de varios números hasta que obtuvo serie propia (donde el personaje fue dibujado por el español Luis Bermejo). En 1984, Alcalá se hizo cargo de algunos guiones de space opera, entre los cuales varios mezclaban fantasía heroica con ciencia ficción, si bien el tono general de esos guiones fue paródico. También hizo tres historietas para Vampirella y The Rook ya dijimos que reeditó su Voltar.

De los trabajos de Alcalá aparecidos en Marvel Comics destacan aquellos que hizo para las revistas de terror (Vampire Tales, Tales of the Zombie), de licencias (Planet of the Apes), de superhéroes (The Rampaging Hulk, donde este autor definió un Hulk desazonador, sumido entre grises y aguadas), o de fantasía heroica, como The Savage Sword of Conan, revista en la que vertió las mejores tintas de toda su carrera sobre los lápices de John Buscema.
Alcalá debutó en las series de Conan con la historieta “Black Colossus”, originalmente aparecida en The Savage Sword of Conan núm. 2. Su gran dominio de la luz convirtió a esta historia de Howard en la más angustiosa de las historietas dibujadas de Conan hasta el momento. Su imagen del héroe estaba cargada de rudeza y de felino poder a punto de estallar. Había creado la imagen del Conan “adulto” por excelencia, pese a las protestas de algunos puristas intérpretes de la obra escrita. Con su siguiente colaboración, “Iron Shadows under the Moon”, terminó por convencer a la afición de que se trataba de uno de los autores que mejor maleaba las atmósferas de óxido, sangre y violencia salidas de la mente de Howard.

De esta guisa, siguieron apareciendo en el magazín a blanco y negro historietas suyas de Conan, todas adaptaciones de relatos originales del padre literario del cimmerio, en los núms. 7, 12, del 15 al 20 en un alarde de vertiginosidad con la plumilla, en el 23 para terminar una saga cuyas tintas inició su compatriota Sonny Trinidad, y en el 24 para la historieta “The Tower of the Elephant”.
Alcalá en sus siguientes colaboraciones abandonó un tanto su habitual corte abigarrado a las tintas y restó oscuridades a los tebeos de Conan que le llegaban con lápiz de Buscema, quien también abocetaba cada vez con más ligereza. Siguen siendo memorables sus trabajos para The Savage Sword of Conan núms. 28 , 34 (“The Lair of the Ice Worm”), y 36 (“Hawks over Shem”), pero entonces ya fueron criticados sus trazos por parte de un reducto del público lector al que se le antojaba estúpido el porte facial del Conan que salía de los lápices y plumillas de Buscema y Alcalá, llegando a compararlo con la mirada estulta del Li’l Abner de Al Capp. Pero fueron murmullos entre el vocerío, puesto que el dúo de autores logró elevar las ventas de la revista a un nivel sin parangón y definieron el llamado “canon Conan”, la imagen del personaje que se impuso en el imaginario popular y que luego sería tomada como patrón para hallar un actor que interpretase al guerrero en la pantalla grande.

Con este estilo se definió la madurez del personaje, el brutote de nariz rota y mirada ardiente que volvería a aparecer bajo la mano de Alcalá ya más escasamente durante una temporada en la que el autor estuvo ocupado con otras empresas, para volver posteriormente a dibujar páginas en The Savage Sword of Conan con total autoría, al lápiz y a la tinta, pariendo obras como “The City of Skulls”, por entonces la única historieta desligada de la cronología en cómics “oficial” del bárbaro por haber sido adaptado el mismo argumento para la serie Conan the Barbarian con anterioridad a la consecución de los derechos de los padres literarios del relato. Y Alcalá volvería por los fueros bárbaros siempre que pudo. Probó fortuna en las series de Kull y también tramitó algún capítulo de Conan the Barbarian, tanto al lápiz como a la tinta, y de The Savage Sword, como el que vio nacer al villano Bor Ack Sharaq, pero relegadas al olvido la mayoría de ellas por pertenecer a un período de los tebeos de Conan escasos de brillantez al haber sido urdidos por otros guionistas no tan respetuosos con la crónica del cimmerio.

Entre 1977 y 1980 estuvo Alfredo ocupado también con los cómics realizados para los periódicos, en las tiras diarias del clásico de Stan Lynde Rick O’Say, las de Star Wars por un tiempo y, por supuesto, en las de Conan the Barbarian que ofrecían diariamente cuarenta periódicos diferentes del país. En los años ochenta volvió a DC, de la mano de Roy Thomas, para dibujar y entintar Arak Son of Thunder, una serie de fantasía heroica que transcurre en una Europa bizantina por la que pululan vikingos y mohawks. Allí, también, recaló en las páginas juveniles de Masters of the Universe, hizo colaboraciones puntuales para Batman y Detective Comics, y depositó sus últimas tintas en la segunda etapa más recordada de la serie Swamp Thing, cuando la escribía Alan Moore. Su último trabajo en DC fue para Hellblazer.

Heidi MacDonald y el experto en cómics e ilustradores filipinos Phil Yeh editaron en 1994 el libro Secret Teachings of a Comic Book Master - The Art of Alfredo Alcala (International Humor Advisory Council, Lompoc, CA). Durante los ochenta y los noventa, Alfredo también estuvo trabajando como autor de dibujos para la preproducción de series animadas en Los Ángeles, dibujó campañas publicitarias, ilustró bastantes libros (como Daddy Cool de Donald Goines), y fue mentor de artistas locales en los festivales de cómics de California (como Tom Luth, que fue su ayudante durante años). Después de una larga carrera llena de esfuerzos y de un encono envidiable, fijó su residencia en Nueva York para desde allí proseguir con los estudios que le ocupan todo el tiempo que no está sobre el tablero de dibujo: la Historia de América. Declaró en los últimos años noventa que su mayor deseo sería ver publicada bajo su firma, antes de morir, una serie de historietas sobre California y el Viejo oeste. Al menos escribió una sobre este tema, Ukala, que él mismo ilustró. También escribió la saga vikinga Voltar.

Uno de sus últimos trabajos fue destinado a la compilación Raymond Chandler's Marlowe: A Trilogy of Crime, escrita por Jerome Charyn, James Rose y Tom DeHaven e ilustrada por David Lloyd, Lee Moyer, Rian Hughes y el filipino. Alfredo se ocupó de "Trouble is my Business", de James Rose, un relato de género negro convencional, de esos de atmósferas viciadas por el humo del tabaco. Como la del estudio de Alcalá, donde pasaba horas dibujando y fumando.

Eso le mató: falleció el 8 de abril del año 2000 tras una larga batalla contra el cáncer.

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