La muerte de Quino ha dejado viudo y huérfano al humor. Aquella sátira que nació tan tierna en los dibujos de Joaquín Lavado en los años cincuenta, pronto se giró contundente hacia los corruptos y los opresores que fueron destruyendo su país desde dentro. Vivió luego el autor un doble desarraigo: el de matar a su hija (Mafalda) y el de abandonar su patria (Argentina) para afincar su sátira en lugares más libres. Afortunadamente, siguió brillando durante años con la mejor historieta satírica que pudimos paladear en Occidente, un ejercicio de libertad en el que se iba diluyendo su mensaje directo contra los militares y los políticos para dirigirse a más altas instancias: la cultura, Dios, el hombre mismo. No consiguió vencer la estupidez humana, que es el tema nuclear de sus creaciones dibujadas, pero sí la recuadró admirablemente para la posteridad.
Quino creó nuestro retrato más íntimo con hombres de poco pelo, chaqueta oscura, futuro incierto y triste semblante. Y siempre en blanco y negro. No fue un productor de alegrías, por lo tanto, fue un generador de tristezas. Pero es que el humor, el humor inteligente, es eso: descubrir donde falta la risa.
Ahora nos falta Quino y por eso le queremos hacer este homenaje.
Selección y textos de Manuel Barrero. Las imágenes corresponden a sus autores y editores.