UN PIONERO POR FIN TRADUCIDO
El considerado por la amplia mayoría de estudiosos de la historieta como “padre” de este medio, Rodolphe Töpffer, jamás había sido publicado en España hasta que el aventurado sello El Nadir se ha atrevido a traducir parte del modélico trabajo de rescate desarrollado por el estudioso David Kunzle en su universidad californiana de Santa Bárbara.
Este libro que ahora ve la luz en España, Dos historias en imágenes. Monsieur Crépin / Monsieur Pencil, recoge dos de las historietas clásicas del autor ginebrino, con reproducción de las obras originales e incorporando la traducción de los textos al pie de su original estructura a modo de tira, de este modo quedan respetados los textos caligráficos originales, y además se van añadiendo oportunas anotaciones del citado Kunzle, amén de otras del editor o del traductor al castellano. Se trata de una recuperación obligada, que se agradece, que se disfruta debido a su cuidada edición (en excelente papel, con una tipografía ideal, con encuadernación en cartoné) y que resulta de obligada compra para todo connaisseur del cómic o para cualquier paladar exquisito que cree que tiene una buena tebeoteca.
Las dos obras que El Nadir ha rescatado en su colección DePaso son muy bienvenidas además porque dejan claro cuál es el aprecio que tenemos por la arqueología historietística, o sea, por la ajena. Hoy en día esto es más patente a la vista del rescate que se quiere hacer de obras maestras –extranjeras- del pasado con afán proyeccionista (para avalar la superestructura de ciertos tebeos del presente), mientras que no se observa la misma insistencia o con similar afán –antes bien, al contrario- sobre las “ruinas” de la historieta patria, al parecer desvestidas de esos mismos valores. Demos gracias en este caso a que la obra deriva de un empeño investigador, el del estudioso inglés avecindado en Los Ángeles que ha estado trabajando sobre la obra de Töpffer desde hace muchos años, poniendo en ello un tesón investigador como pocas veces se ha visto, de hecho fue Kunzle el primero que estableció que la historieta podría tener unas raíces antiquísimas y que había sido el decantado final de un alambicado proceso creativo con siglos de evolución que terminó eclosionando con autenticidad y brillantez en la Ginebra del primer tercio del siglo XIX, concretamente en la figura de Rodolphe Töpffer.
Libros de Töpffer publicados en castellano durante el siglo XX. |
No es del todo correcto afirmar que Töpffer no había sido traducido en España antes, porque sí que se conocía su firma entre los lectores españoles desde el siglo XIX debido a las alusiones que se hicieron en diversas revistas de viajes y modas sobre todo (a este respecto, consúltese la nota 13 del artículo publicado en la revista Arbor "Orígenes de la historieta española, 1857-1906"). Su obra escrita, con alguna ilustración suya, se conoció en España durante el siglo XX gracias a la traducción de varias de sus novelas cortas, más algún ensayo, a saber:
Le lag du Gers, libro de editor desconocido (pudieron ser los mismos que los de la Revista de educación familiar), impreso en Madrid en el negocio de los Sucesores de Hernando en fecha desconocida, se cree que en 1910 u otro de los primeros años de la segunda década del siglo XX. Fue en francés, en efecto, en la colección bilingüe que había traído a España obras de Edgar Allan Poe o Georges Chevalier o Stendhal Nouvelle Collection de Romans en Deux Langues / Nueva Colección de Novelas Bilingües, como número 6 y con el título por duplicado: Le lag du Gers / El lago de Gers. Fue un librito de 31 páginas y 20 centímetros de altura. Típica historia de viajes, descriptiva y ligera, que llevó traducción de María A. Martínez y O. de Urbina.
La biblioteca de mi tío, libro del año 1911 muy probablemente, editado por el sello Biblioteca Patria dentro de su colección Biblioteca Patria de obras premiadas, con el número LXX (gracias a otros números de la colección podemos extrapolar su fecha de aparición). Libro en el que Ángel Guerra traducía una novela original de Töpffer, la cual también prologaba. Se trataba de una novela algo más larga, pues ocupaba 120 páginas.La siguiente obra del ginebrino traducida en España fue La herencia, un libro de la colección Biblioteca Freya que editó con todo lujo la editorial barcelonesa Apolo en 1943. Fue encuadernado en cartoné, con sobrecubierta de tela, llevó 106 páginas (20x14 cm.) e ilustraciones del autor para aderezar las dos novelas cortas que contenía: la que daba título al volumen y "Elisa y Widmer". Piezas cortas, sobre sentimientos sublimados, ambas traducidas por F. Susanna.
Otra traducción de la obra de Töpffer que llegó a España, si bien no fue editada aquí, llevó por título La belleza en el arte. Se trataba en este caso de un manual sobre dibujo, el signo y lo bello que tradujo Leopoldo Guiérrez Zubiaurre para la editorial mexicana Centauro en 1947 (con revisión de Juan de la Encina). Fue un grueso libro de casi 300 páginas en el que Töpffer se explayaba sobre el trazo, el contorno, el relieve, el claroscuro, los matices, la forma y la expresión, la invención y realización de lo dibujado, etc. Un texto en el que ya estaban las claves para comprender la semiótica de la historieta.
Hemos tenido que esperar hasta 2012 para poder leer en español dos de sus petit livres, sus historietas prístinas, traducidas por el sello El Nadir. Este libro apaisado que nos ocupa viene a ser la reproducción de parte del gran (doble) libro editado por Kunzle hace un lustro sobre la obra de este pionero: Father of the Comic Strip / Rodolphe Töpffer. The Complete Comic Strips (University of Mississippi Press, 2007). Esta edición monumental fue muy diferente a la española actual. Se componía de un libro en rústica de 208 páginas, el primero citado, con un denso ensayo sobre la obra del padre de la historieta, y de un gran libro de 652 páginas, encuadernado en cartoné en este caso, donde se recogían la opera omnia de Töpffer, igualmente acompañadas por textos introductorios, anotaciones y con la traducción de los textos originales incorporados bajo las tiras originales. Dos libros de referencia y que sirven de modelo para cualquier investigador del cómic que se precie.
La edición española es apenas un fragmento de la estadounidense, pero tanto da, porque es uno de los rescates de cómics más justo e interesante del presente año 2012, de un autor muy revisitado en Francia aunque muy poco en nuestro país y que con este libro queda retratado como un apasionado de la literatura, de la pedagogía y de cierto orden social utópico en el que estaba totalmente prohibida la estupidez humana, pues sobre esto tratan las dos historietas aquí reproducidas.
Monsieur Crépin es un relato que trata sobre el aprecio por una regulación ordenada de los educandos y que plantea un rechazo abierto al determinismo, por entonces considerado científico y con muchos adeptos en Europa. El autor de esta obra conduce esta crítica con un nada disimulada ironía, que es la que inocula humor al relato, por otra parte tan disparatado que también actúa como motor de la risa. Monsieur Pencil, por su parte, es una obra centrada en el trastorno político global que se percibe en Europa cuando unos inesperados viajeros volantes desequilibran un tendido de cables telegráficos. Esto deja entrever el interés de Töpffer por conjugar el sarcasmo frente a la molicie de la burguesía y ante ciertas instituciones “sagradas” de su época, como por ejemplo el matrimonio o los juzgados, a veces en exceso burocratizados.
Con ambas obras, el suizo dibuja una crítica seria y directa contra el instrumentalismo y la estupidez de las instituciones en una Europa que está a punto de despertar a la revolución, la llamada Primavera de los Pueblos. De esta guisa, las historietas prístinas aquí reproducidas muestran las aspiraciones de una burguesía que se siente capaz y / o obligada a plantear la transformación de lo consuetudinario, tanto de los poderes estabilizados como de las costumbres, en un entorno en el que los gañanes siguen campando a sus anchas, en un mundo cuyo ruralismo resulta aún pintoresco y en el que la gran masa poblacional, el proletariado, no parece manifestarse salvo como un eco de fondo. Aquéllos eran tebeos por y para burgueses, en fin.
Eso sí, se atisban algunos aciertos narrativos en estas obras de tan primitivo lenguaje, que por momentos desafían el mismo planteamiento que Töpffer proponía en su ensayo sobre la fisiognomía: que en sus petit livres no se entendía el dibujo sin el texto y que, a su vez, sin el visionado de lo descrito no se comprendía lo escrito. Queda demostrado lo falso de esta premisa, porque sí que se entienden estas historias leyendo solamente el texto, sin mirar los dibujos, o al menos en gran parte del relato; y esto en cierto modo confiere a estas construcciones narrativas un hálito de algo nuevo, inopinado. Gracias a esta edición hallamos esta posibilidad abierta al debate, que nos vuelve a llevar a la reflexión sobre una definición instrumental y óptima del medio, que desde luego ya no puede ser la que esbozó en los años 1830 Töpffer ni muchas de las que hasta hoy mismo se han ensayado.
Tebeo antiguo en el que lo mejor son los comentarios del editor, muy sucintos pero atinados, perfectos para obtener una descripción del autor, y que demuestran un conocimiento muy preciso del contexto político y social en el que vivió Töpffer. En este sentido, una obra capital de la historia de la historieta y un tebeo que todos deberían poseer.