UN ASTURIANO EN ANGULEMA. ENTREVISTA A ALFONSO ZAPICO
ALFONSO ZAPICO, FÉLIX LÓPEZ, MANUEL BARRERO

Notas:
Entrevista realizada por correo electrónico entre noviembre y diciembre de 2010, con preguntas elaboradas por la redacción de Tebeosfera.

UN ASTURIANO EN ANGULEMA
ENTREVISTA A ALFONSO ZAPICO

TEBEOSFERA. Naciste tras la muerte de Franco, y por lo tanto siempre has creado sin censuras, con libertad. ¿Es así?

ALFONSO ZAPICO. Totalmente. Más allá de circunstancias puntuales, no exentas de polémica (como la famosa censura de la revista El Jueves, por ejemplo), tengo la percepción de que en España la libertad de creación y expresión es absoluta y está protegida.

A veces tengo la sensación de que yo mismo soy mi mayor censor, cosa que no está nada bien pero que no tiene nada que ver con la democracia que disfrutamos hoy.

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Viñeta de su nuevo trabajo, Dublinés.

T. Has elegido la historieta como medio para expresarte. Dinos por qué lo has hecho.

A. Z. El cómic es mi lenguaje natural, me permite transmitir un mensaje ayudado de dibujos y textos. Los escritores se valen de la literatura, los cineastas de sus películas... Cada persona se expresa de forma diferente, y cada autor tiene un medio de creación artística que utiliza como cauce para comunicar con el público. El mío es el cómic, y me encanta por su agilidad a la hora de narrar, por su capacidad de crear matices y por sus infinitas posibilidades. Hace tiempo que he descubierto lo fácil que es llegar a alguien a través de un cómic. Así que lo que ahora me preocupa es qué quiero contar, qué mensaje quiero dar y de qué forma quiero que llegue.

T. ¿Podría decirse que eres un historietista ya con un estilo propio y forjado sobre variadas influencias, verdad?

A. Z. Por supuesto que he absorbido muchas influencias, no todas necesariamente del cómic, porque un estilo propio no se limita únicamente al dibujo. Y aparte de otros autores, otras obras, mi estilo se compone de mi propia experiencia, de mi visión particular de la vida y de mis inquietudes.

En general, pienso que mi estilo gráfico es ya propio, aunque todavía muy cambiante, y bastante influenciado por la BD francesa. Ahora estoy descubriendo mucho cómic anglosajón independiente, estoy revisando mi propio método de trabajo... A veces me descubro como un estudiante novato que no sabe por dónde va a salir, y pienso que eso es fantástico.

En cuanto a la parte argumental, ya es más complicado. Si bien una forma de dibujar puede acompañarme toda la vida, no estaría tan cómodo dibujando siempre lo mismo (aunque hay quien dice que un autor hace siempre la misma historia aunque la disfrace con otros ropajes).

T.  Tu carrera ha sido meteórica. Dinos por dónde empezaste (fanzines, concursos, etc.) y cómo has llegado a donde estás.

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Cubierta de La Guerre
du Professeur Bertenev
.

 
A. Z. No sabría decir. Pienso que he tenido mucha suerte al irrumpir en el mercado francés con mi primera obra larga. Nunca antes de esto había participado en ningún fanzine, ni en ninguna publicación, y tampoco he sido asiduo de concursos. Esto se debe a mi situación geográfica y profesional particular, aislado como estaba en una zona minera de Asturias donde no abundan los historietistas. La única ventana abierta al mundo de la que disponía en ese momento era internet, y la utilicé para sacar la cabeza sin saber realmente qué había al otro lado. La suerte y esa ansia de progresar fueron las que me catapultaron a la publicación de mi primer álbum en 2006.

T. Tú te has adaptado al mercado francés. ¿Crees que nuestros autores hacen historieta muy pendientes de nuestros vecinos?

A. Z. Quizá los autores españoles hemos pecado de intentar afrancesarnos para entrar en ese mercado tan goloso y tan espectacular que es la BD francobelga. Pero pienso que, alejados ya de ideas quiméricas (muchas veces equivocadas) y otros anhelos en torno a la meca europea del cómic, los autores españoles desarrollamos estilos muy diferentes, con pretensiones muy distintas, cada uno con su propio mensaje, su propio estilo y su propia forma de narrar. Creo que en España hay menos dibujantes y más contadores de historias, y eso es muy ilusionante para todos.

T. ¿Adónde quieres llegar como autor o adónde quieres que la historieta te lleve?

A. Z. ¡Qué pregunta tan complicada! No sé dónde llegaré, tampoco sé dónde quiero llegar, ni lo que tardaré. Sólo me queda el viaje.

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 Pagina de La guerra del profesor Bertenev.
Y a esto es a lo que me dedico justamente ahora: sé que quiero terminar el álbum que tengo entre manos, sé que tengo que cerrar un montón de proyectos, y entre tanto hay muchas historias que me rondan, cada una en una dirección diferente. Es la propia inquietud del ser humano lo que me mueve a dibujar. Puede decirse que si algo me planteo con cada obra, son simplemente preguntas. Constantemente preguntas, para las que (afortunadamente), una vez terminada la obra, casi nunca encuentro respuesta.

Con Bertenev, a pesar de que es un álbum muy naif, planteo la cuestión del porqué de una guerra. Por qué esto vale y esto no, por qué ir y no quedarse, por qué tu sí y yo no. En Café Budapest la cosa es más compleja, estamos hablando de un conflicto que permanece. ¿Hay alguna explicación para el odio? ¿Se cultiva el odio o surge de repente? ¿Qué nos hace diferentes? ¿Es la religión la causa? ¿O es una consecuencia? ¿O simplemente la religión no tiene nada que ver?

Dublinés plantea otro tipo de cuestiones, como lo extraordinario de la vida corriente, la individualidad creativa, el autor al servicio de su obra y la obra al servicio de la sociedad, la percepción de la realidad a través del arte y la capacidad del arte para cambiar la realidad. Esto, que suena complicado, es en realidad más sencillo cuando se dibuja en viñetas cuadradas.

T. Eres también ilustrador. ¿Qué otras cosas haces aparte de cómics? ¿Querrías dedicarte a esto en exclusiva?

A. Z. Hago muchas cosas diferentes: colaboro en prensa, ilustro libros de texto, carteles, guías, campañas institucionales... Un poco de todo. Mantengo cierto equilibrio que me permite dedicar gran parte del tiempo al cómic, y que me da la libertad e independencia creativa que necesito para llevar a cabo una obra sin restricciones temporales, editoriales o de mercado.

No tengo ninguna ambición de dedicarme exclusivamente a dibujar cómics, porque me siento muy cómodo en mis otras facetas como ilustrador, lo que no quiere decir que no sería más feliz si me pagaran mejor en ésta. Pero soy realista respecto al mercado editorial, y en general me siento muy a gusto en el ámbito profesional.

T. El cómic está cada vez más interconectado con otras disciplinas artísticas o del entretenimiento. Si crees que es así, ¿esto beneficia o perjudica al medio?

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Ilustración de Zapico de los 
históricos socialistas del PSOE
para socialistasdelcongreso.es.

A. Z. El cómic está interconectado con otras disciplinas artísticas, otras disciplinas artísticas lo están también con el cómic y de alguna forma todas lo están entre sí. Un ejemplo claro y reciente es el cine. Muchas películas basadas en cómics (sobre todo norteamericanos) han visto la luz, y también he visto algunos cómics que han surgido tras la estela del cine, la literatura o fenómenos sociales tales como la selección española de fútbol.

Evidentemente, a mí no me gusta todo, pero pienso que beneficia al cómic, porque, como bien decís, no deja de ser un medio, que sirve para contar cualquier cosa, enviar cualquier mensaje y llegar a cualquier público. Y cuanto más rico, diversificado y útil sea el medio, más beneficiados saldremos los autores.

T. ¿Qué opinas de la situación de la industria española actual? ¿Es mejor que cuando tú leías tebeos hace dos décadas, por ejemplo?

A. Z. Me habéis pillado con el carrito del helado. No sé cuál era la situación del cómic en España hace veinte años, y de la industria editorial del cómic español no tengo ni idea.

Supongo que las grandes editoriales que manejan cómic americano, manga o superventas europeos venderán mucho (igual que hace veinte años vendían mucho), y las pequeñas editoriales (que, eso sí, hace veinte años no existían) editan cada vez más títulos, cada vez más autores españoles, llegan a cada vez más público y aunque no creo que sus cifras de ventas sean astronómicas, crecen y dan reconocimiento y prestigio al medio y a los autores.

Así que, aunque lo español no abunda tanto, la cosa cambia a mejor.

T. ¿Qué diferencias ves tú entre nuestra industria y las de fuera (la estadounidense, la francesa, etc.) y qué mercado es el idóneo hoy?

A. Z. No estoy muy ducho en cuanto a manga o cómic americano, así que hablaré de lo que conozco mejor.

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 Ilustración  para la cubierta de Café Budapest.
La industria del cómic español no es comparable a la industria de la BD francesa, porque la cultura del cómic en España no es comparable a la cultura de la BD en Francia.

La BD forma parte de la vida de los franceses, moviliza por sí sola muchos festivales, autores, editoriales, imprentas, librerías... Son muchos puestos de trabajo, genera beneficios económicos y atrae mucha inversión estatal. Todo esto es fantástico, pero no es extrapolable al caso español (al menos al mismo nivel).

En España, al cómic le han salido patas hace poco, se está incrustando en la sociedad, ha salido de las librerías especializadas y los festivales para pasar a formar parte de la cultura a nivel general del país (cosas como el Premio Nacional del ministerio ayudan). Así que el cómic español deberá recorrer su propio camino, y a dónde llegue sólo dependerá de los autores, las editoriales y, en mayor medida, de los lectores.

Por mi parte, a pesar de haber publicado mi primera obra en Francia y vivir en Angulema, no estoy demasiado ansioso por hacerme un hueco en el mercado francés. Parece una paradoja, pero tiene mucho sentido. Yo llegué aquí a través de la Maison des Auteurs desde un valle de Asturias. Aquí he encontrado muchos autores de países diferentes, que trabajan en medios diferentes (ilustración, BD, animación...). He aprendido muchas cosas, he entrado en contacto con la realidad editorial, he intercambiado puntos de vista, he leído mucha BD, he descubierto una obra antes desconocida para mí. Mi prioridad era abandonar la situación de aislamiento que tenía.

Entrar en el mercado francés quizá me supondría un nivel de exigencia en cuanto a plazos, formatos o métodos de trabajo que no podría cumplir. Y en mi editor actual tengo la única cosa que necesito para trabajar: confianza total.

Así que mi opción está bien clara.

T. Supongo que estás de acuerdo con que las nuevas tecnologías han supuesto una mejora en el ámbito editorial, pero… ¿qué ha mejorado en lo referido a crear historietas?

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Ilustración  del autor. 
A. Z. Para autores y editoriales, la tecnología ha supuesto un avance enorme. Los autores ganan mucho tiempo con las tipografías digitales o el Photoshop, y las ediciones de los álbumes son más económicas gracias a los nuevos medios de impresión (que yo no controlo mucho, la verdad). Siempre nos queda la opción del color tradicional, la plumilla, los textos manuscritos... Pero los autores han ganado mucho, tienen más opciones para trabajar, y las editoriales sacan sus álbumes más rápido.

Y no se puede olvidar que internet se ha convertido en un enorme foco de difusión del medio, la prensa digital, los blogs, las redes sociales... Todo ofrece infinitas posibilidades de cara a la promoción de una obra y su autor.

En cuanto a la raíz de la creación, pienso que sigue siendo lo que el autor quiere contar. El origen de la historia que quiere transmitir, toda la materia que la compone, la idea, los personajes, el enfoque individual... Para esto no hay tecnología que valga. Aunque es indudable que ésta permite que todo lo anterior llegue de un modo más rápido, vistoso y económico al lector.

T. Existe poca formación académica del cómic. De hecho, se ha inflado la divulgación en demérito de la investigación últimamente: ¿esto es bueno o malo?

A. Z. Bueno, no sé si es bueno o malo. Supongo que cuanto más se divulga algo, más posibilidades hay de convertirlo en objeto de estudio.

En cuanto al cómic concretamente, no estoy muy informado en cuanto a la formación académica que existe. Y aunque es cierto que tengo en la cabeza nombres de críticos, estudiosos o incluso autores que han publicado varios estudios sobre el medio, el radio de acción es escaso. Pienso que simplemente se debe al hecho de que, por el momento, el número de lectores de cómic es aún escaso (pero creciente) y el cómic en sí mismo ha de ser reconocido y valorado (cosa que está ocurriendo ahora), dejando atrás prejuicios del pasado que lo catalogaban como un mero elemento de entretenimiento efímero, fútil e infantil.

T. Tú eres licenciado por una escuela de arte. ¿Qué tipo de formación deberían impartir las escuelas o academias de cómic especializadas?

A. Z. No conozco ninguna escuela de cómic, sólo de oídas. No sé qué profesores hay ni qué asignaturas se imparten en una escuela de cómic, así que no sabría qué opinar.

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 Historieta del autor.
Pienso que una escuela de cómic debería dar una formación completa a sus alumnos, en el sentido de que está muy bien dominar la técnica, es fantástico explotar todas las utilidades de un programa como Photoshop, saber utilizar una tableta, la secuencia narrativa y todo eso. Pero eso es sólo una herramienta, es sólo un canal a través del cual transmitir información. Para mí no se entiende sin una segunda parte, donde considero necesario (casi más que todo lo anterior) explicar a un alumno la importancia de contar una historia, de expresar sus propias inquietudes a través del cómic, del valor del medio para reivindicar una opción, para expresar un sentimiento, para cambiar la sociedad, para reflejar una realidad, para sugerir una idea o simplemente para dar rienda suelta a la imaginación. 

T. Propón una idea para mejorar la situación profesional de un autor de cómics en España hoy.

A. Z. ¡Caray! Ésta es de órdago.

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Viñeta de Dublinés. 
Bueno, no me plantearé utopías inmediatas como que los editores paguen más, o se multiplique por diez el número de lectores, o el Estado subvencione con un canon la publicación de historietas. Diré mejor que el autor de cómics español debería sentarse delante de su tablero dos minutos, reflexionar acerca de la situación global del país, del mercado editorial y de Europa.

Luego debería convencerse a sí mismo de que, como autor, su función creativa y vital está más encaminada a enriquecer nuestra cultura y contribuir al desarrollo de la sociedad en la que vivimos que a ver su nombre en la parte superior de la tapa de cartoné de tal o cual editorial.

Después estaría bien que, siendo ya consciente del valor de su mensaje, de su talento y de su responsabilidad artística, exigiera retribución y reconocimiento por su obra en la medida de lo posible.

Y siempre siendo realista al observar el devenir de las cosas desde este espejismo que es nuestra profesión.

Así, de esta forma tan sencilla y a la vez tan improbable, inundaremos el panorama historietístico español de autores comprometidos, que son el elemento fundamental que debe nutrir no sólo un medio (como el cómic), sino una sociedad.

T. Comparte con nosotros tu opinión sobre los cómics digitales, sobre leer historietas en pantallas. ¿Adónde nos llevan los nuevos soportes?

A. Z. Soy realmente escéptico respecto a esto, porque lo que he visto hasta ahora no me ha convencido mucho. Reconozco la utilidad de los libros digitales (aunque tampoco soy de la opinión de los que auguran el cercano cataclismo de los libros de papel), pero los cómics digitales que he visto hasta ahora me parecen más bien incómodos y poco manejables.

Supongo que a medida que la tecnología avance llegaremos a un punto en que resulten igual de accesibles que los tebeos en papel, pero tampoco me parece que en este caso la pantalla plana vaya a provocar la extinción de las historietas tradicionales.

T. Si la vigencia del medio estuviese en internet, ¿qué modelo de explotación te parecería adecuado?

A. Z. Pff. Ni idea, ni idea. Quizá los autores que quisieran publicar directamente en internet podrían vender sus álbumes a través de suscripciones digitales o algo así. O quizá esto lo podrían hacer las editoriales directamente en la red, como se hace con la música.

Pero la verdad es que respecto a esto no tengo ni pajolera idea de lo que nos espera.

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 Viñeta periodística del autor.
T. Háblanos de tu trabajo en La Nueva España y en Les Noticies. ¿Se puede hacer periodismo con viñetas?

A. Z. Por supuesto. Al fin y al cabo, con un dibujo o con un artículo periodístico llevamos a cabo una labor de comunicación. Mis ilustraciones en prensa tienen diferentes objetivos: a veces son tiras de humor gráfico para denunciar la realidad, a veces son dibujos que acompañan artículos de opinión, a veces ilustran noticias para las que no hay fotografía posible, porque lo que se busca es más una imagen metafórica o evocadora... El trabajo en prensa es como una especie de gimnasia para el ilustrador, porque te obliga a estar en guardia constantemente, a calcular el ritmo del trabajo y el tiempo del que dispones. A veces esto es muy incómodo, pero me gusta. 

T. Generalmente hay cierto reparo a tratar temas religiosos, o también raciales, en el cómic. Tú en Café Budapest abordas ambos asuntos con pericia. ¿Por qué resulta tan difícil, en general, tratar estos temas con dibujos?

A. Z. Supongo que lo que resulta difícil es tener una perspectiva de la realidad sin dejarse enredar por prejuicios o partidismos. El río se percibe mejor desde dentro que desde una u otra orilla. Y de Café Budapest hay gente que me ha dicho que es un libro projudío o proárabe, así que me alegro que no nos pongamos de acuerdo en este sentido. En realidad lo que he intentado, no sé si con mucho éxito, es definir mi posición. No he querido ser blando ni indiferente, no se trata de eso. Pero los dos bandos que yo percibo son los de la sociedad civil, cuya única ansia es vivir en paz, por un lado, y el de los fanáticos abanderados de la violencia en todas sus formas, por el otro. No soy capaz de segmentar a la gente en función de su religión, etnia, clase social o pensamiento ideológico, aunque la realidad ha demostrado ser más drástica que yo en este sentido.

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Reflexión sobre las religiones en Café Budapest.El horror de la guerra en La guerra del profesor Bertenev.

T. Bertenev no quería guerra. Nosotros tampoco. ¿Con los cómics se puede concienciar a la población sobre los males de la guerra; es decir, se puede hacer “cómic social” y que al mismo tiempo entretenga, o son planteamientos opuestos?

A. Z. Bueno, evidentemente no son planteamientos opuestos. No conozco a nadie que haya leído Oliver Twist de Dickens y no le haya parecido una lectura entretenida, y la carga de denuncia social que arrastra el libro es enorme, y queda grabada en el inconsciente humano a pesar del recuerdo vago que produce como una lectura infantil. En el caso específico de la guerra, los álbumes de Tardi son el mejor ejemplo de cómo atrapar a un lector a través de una serie de ilustraciones que reflejan tanto horror y tanta barbarie. Tardi agarra a su público de las solapas de la chaqueta y les muestra lo peor del ser humano. Y además, el lector absorbe ese mensaje mientras lee interesado lo que tiene entre manos.

T. En Bertenev o Budapest has trabajado con personajes anónimos que se sobreponen ante la adversidad. En Dublinés todo gira en torno a un personaje universal que se antepone él mismo ante todo lo demás. ¿Por qué elegiste a un genio para protagonizar tu nueva obra?

A. Z. Joyce es un genio, pero en mi libro no está a una altura superior a  la que podrían haberlo hecho Bertenev o Yechezkel. En mi nueva historia el genio es un hombre común, un escritor famélico y atormentado, un vagabundo exiliado que no sabe dónde caerse muerto, un marido que sufre, un enfermo que se está quedando ciego. A la vez es un loco capaz de crear una obra bellísima, un artista libre, un tipo sonriente que disfruta cantando viejas canciones y un enamorado que no se cansa de celebrar la vida. Realmente no elegí a Joyce para protagonizar mi nuevo álbum porque fuera un genio, sino porque representa ese concepto según el cual lo extraordinario de la vida son las pequeñas cosas ordinarias.

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Avance de dos paginas de Dublinés.

T. En tu blog Zapiburgo Telegraph vas mostrando dibujos, tiras y avances de tu obra nueva, Dublinés. Hay una idea que se repite: “En lo particular está lo universal”. ¿Pretendes hacer un tebeo ambicioso narrando un simple paseo, emulando a Joyce?

A. Z. Bueno, emular a Joyce ni se me pasaría por la cabeza. Dublinés no será una especie de Ulysses en viñetas, aunque sí está creado en torno al camino que trazó el autor. Como Joyce utilizó su propia vida y la de los que le rodeaban para construir Ulysses, es inevitable que algún lector de Joyce descubra, al rascar un poco Dublinés, que bajo la superficie de la novela gráfica se encuentra el mismo tipo de materia vital.

La narración de un simple paseo puede ser la experiencia más fascinante del mundo. Éste es el legado de Joyce, la revolución de lo común, un movimiento sísmico dentro del mundo literario donde lo extraordinario deja paso a lo ordinario, donde los antihéroes se abren camino entre los héroes y donde la vida corriente proclama su existencia y se convierte en algo excepcional, único y profundamente bello, incluso cuando muestra sus ángulos más oscuros y escatológicos.

Creación de la ficha (2011): Tebeosfera y Alfonso Zapico. Edición de Félix López. Revisión y corrección de Manuel Barrero y Alejandro Capelo. · Imágenes proporcionadas por el autor.
CITA DE ESTE DOCUMENTO / CITATION:
ALFONSO ZAPICO, Félix López, Manuel Barrero (2011): "Un asturiano en angulema. Entrevista a Alfonso Zapico", en Tebeosfera, segunda época , 7 (4-I-2011). Asociación Cultural Tebeosfera, Sevilla. Disponible en línea el 21/XI/2024 en: https://www.tebeosfera.com/documentos/un_asturiano_en_angulema._entrevista_a_alfonso_zapico.html