TOCANDO LOS BORBONES
(UNA VEZ MÁS)
El reciclaje es un procedimiento habitual de aprovechamiento de materiales (de fotolitos, de restos de edición, de almacenajes) desde que la imprenta es imprenta. O, mejor, desde que la industria editorial existe. No deja de ser sintomático para el medio historieta esta circunstancia, porque las primeras publicaciones “con” historietas aparecen como resultado de un reciclaje de hecho: en el siglo XIX los álbumes con viñetas sueltas, o con aleluyas o con historietas previamente publicadas en revistas satíricas o para la infancia; en el comienzo del siglo XX, los álbumes con historietas que constituyen los primeros libros de historietas. Y no olvidemos que en EE UU el mercado se estabilizó hacia en los años treinta tras unos titubeantes intentos de vender libros con recopilaciones de tiras de prensa (o dominicales fragmentadas), lo cual luego cristalizó en la fórmula del cuaderno con historietas, primero promocional, luego a modo de álbum recopilatorio y finalmente con un formato fijado, con historietas expresamente dibujadas para su difusión mediante ese formato. El modelo que pervivió se conoce como comic book. Aquí, en España, instauramos el modelo tebeo.
El reciclaje no cesó ahí, en los años 1910 ó 1920. Siempre ha formado parte de las estrategias comerciales de los editores todos. Los nuestros, también. Tantas etiquetas enaltecedoras veamos, tantos procedimientos de reventa nos encontraremos: “extra”, “especial”, “super”, “selección”, “tomo”, “biblioteca”, “tesoros”… “masterpieces”, “essential”, “excelsior”. Sin olvidar que también existe otra fórmula de reciclaje más discreta, que admite su naturaleza de edición de reaprovechamiento utilizando otras etiquetas: “mini”, “bolsillo”, “pocket”, “digest”, etc.
La colección de libros que la editorial El Jueves ha lanzado hace un par de años en coedición con RBA dentro de su línea “bolsillo” se encuentra dentro de este último grupo. Forma parte de una estrategia de expansión del sello catalán, que reubica así sus obras publicadas previamente en el semanario satírico El Jueves, agrupándolas por series, por temas o por autores. Lo que persiguen los editores es vender más, obviamente, porque este formato no sólo resulta manejable y económico (son libros en blanco y negro, baratos de producir y asequibles para el público) también tiene a su favor la ubicación en los estantes más visibles del mercado del libro, que como todos sabemos divergió del mercado de los tebeos en los noventa para desgracia de los editores de tebeos. (Ahora están volviendo a él con el agibílibus de la “novela gráfica”).
Entre los últimos lanzamientos de los chicos malos de El Jueves encontramos el libro TOCANDO LOS BORBONES (II), obra de reciclaje y recopilación de viñetas de muchos distintos autores relacionados por un tema: la sátira a la familia real española. SS MM, o sea. Este libro se compone de viñetas ofrecidas en la revista El Jueves en los últimos tres años, recogiendo esencialmente obras que se han enfocado o hecho eco de la gran polémica desatada por el secuestro de un número de la revista que llevaba en portada una caricatura de nuestros príncipes en una posición embarazosa (y reflexionando sobre un posible embarazo). Son 192 páginas en blanco y negro que intentan mostrar cómo satirizar hasta el límite de lo satirizable a la familia menos satirizable del país, los Borbones. El autor más reproducido en este libro es el sevillano Guillermo, naturalmente, el autor gráfico de aquella portada y uno de los que más sátiras enfocadas a nuestros regentes ha dibujado para El Jueves. En el libro aparecen muchos más autores de la alineación de la revista que sale los miércoles, y también se reproducen varias portadas de la revista que mostraron caricaturas de S.A.R. Don Juan Carlos o S.A.R Doña Sofía u otras S.A.R.
El comentario de esta antología humorística no puede ir más allá de lo ya afirmado hasta la saciedad: practica un humor grueso, fácil a veces, exageradamente cruel otras, inteligente en algunos casos, bien resuelto, certero en la caricatura, procaz hasta donde les dejan, audaz hasta donde quieren, eficaz para mantener el tono siempre ácrata y desafecto de poder que El Jueves ha exhibido a lo largo de su dilatada trayectoria.
Pero lo importante de este libro no es eso. Lo importante de este libro es que aparece como por arte del recochineo reproduciendo con una portada que reproduce la de aquel El Jueves sentenciado a secuestro y multa (núm. 1.573, secuestrado el 20 de julio de 2007, la multa vendría luego), y que, dentro, acude en busca de las viñetas que también habrían sido susceptibles de denuncia si los señores fiscales aquellos, tan rectos y legislables, o legisleros, se hubieran molestado en hojear las revistas que denunciaban (al contrario, pareciera que habían aplicado el peso de la ley como espectadores de un acontecimiento ajeno y lejano a ellos).
Este libro es más “secuestrable” y “punible” que aquel semanario guasón que puso a Leticia mirando para Aragón. Es un despropósito de la sátira, el colmo de la desinteligencia que diría El Roto (lo declaró a El País), el límite de la zafiedad a tenor de Ussía (lo dejó escrito en La Razón), insultante e insultable (así procedió Carlos Colón en Diario de Sevilla). En fin, algo inansible y vulgar en extremo que demuestra los lodos que hay en las capas bajas de la sociedad española. ¡Ja, ahí es nada!
Este libro sirve para demostrar que la libertad de expresión existe y es un bien inapreciable. Vale para demostrarnos que compartimos debilidades y defectos con los bendecidos por razones de cuna. Es un libro que divierte, entretiene, cansa a ratos, cacarea algunas verdades y disimula otras. Pero, en suma, es un libro valiente, que viene a significar que nuestra prensa no se arredra.
Ojo, también es un libro oportunista y confeccionado con retales, lo cual hace reconsiderar su calidad en función de que no se trata de una edición cuidada y construida con un fin editorial concreto. Bueno, sí: vender. Pero ¿quién dijo que el mercado español de los tebeos y las antologías humorísticas era un mercado ágil y original? El libro es, en este sentido, un producto editorial del tipo frankenstein: remontado en un formato y con un color no pensado inicialmente para esta edición, en el que las historietas de Idígoras y Pachi aparecen “empastadas” (aunque son legibles) y las caricaturas de Guillermo pierden parte de su fuerza por razón de su empequeñecimiento. Se salvan las reproducciones de las obras de Manel, que aparecen a mayor tamaño, aunque han perdido su impacto debido a su descontextualización.
Un producto poco sólido, en suma, divertido para un viaje en tren pero, luego, fungible.
Así ha sido siempre nuestra industria. Y SS MM lo saben.