TINTA, ZAPATOS Y POEMAS |
“Bebo una leche como tinta y la hora del mediodía
se parece al carbón de los pantanos …”Licantropía contemporánea. Louis Aragon.
Joven y autora
Una joven autora andaluza con quien vamos a sumergirnos entre celentéreos y cetáceos por las profundidades azules de sus páginas.
Poema gráfico
Medusas y ballenas es una obra difícil de clasificar y, si bien ha sido ganadora de un certamen de cómic, también podía haberlo sido de un concurso de “poema gráfico”, si existiera la modalidad, o bien, de cuento ilustrado. Es un cómic que se desarrolla en los límites que su lenguaje comparte con otras disciplinas artísticas como la poesía y la ilustración. El libro publicado incluye un prólogo escrito por la poeta cordobesa Elena Medel, un ejercicio de lirismo titulado Llamadme, en el que recorre una cuenta atrás desde diez hasta cero, en la que insiste en el dolor y el olvido. El prefacio esta lleno de referencias bíblicas, literarias y poéticas; como a la escritora estadounidense Anne Sexton quien, como la innominada protagonista de Medusas y ballenas, ofrece al lector una visión íntima de la angustia emocional que caracterizó su vida. También reproduce el prólogo un poema de Sylvia Plath, autora que influenciara a Sexton; y otro poema de Alejandra Pizarnik, otra poeta confesional que acabaría suicidándose, también como Sexton. Hay referencias a Rilke y al surrealista Louis Aragon; y no faltan los referentes bíblicos de Jonás, quien vivió tres días de castigo en el vientre de un pez grande, una ballena, o de Ismael, expulsado junto a su madre del hogar de Abraham.
Surrealismo onírico y lirismo poético en la obra |
El cómic no está dividido en capítulos y se le agradece lo que tiene de experimental, casi siempre en acertado sentido. La primera página es de las pocas que ofrece un reparto en viñetas convencional, cuatro, dos de ellas liberadas de reborde. Desde el comienzo se impone la voz de la protagonista: «Yo no quiero a nadie, porque el amor te come el corazón o el alma…». Se trata de un pequeño poema en cuatro viñetas en el que la chica hace un alegato del amor a la vida mediante la negación del amor, paradójicamente. Desde el comienzo, la historia está plagada de pequeños animales a veces polimórficos que acompañan, rodean y sobrevuelan a la protagonista. En la primera viñeta aparece ya una especie de pingüino, después cuervo, después sombra y después hombre, que será acompañante inevitable de la joven en toda la obra. Referencias a la obsesión fetichista de Flaubert por los zapatos de mujer
Las páginas que siguen se presentan liberadas del corsé de la viñeta, y conocemos en ellas la difícil infancia de la chica, desde sus recuerdos de «hace miles de años»; es una historia íntima en la que narra el amor por su perro, su «extraña neurosis psicótica» que conduce a su padre, ocupado hombre de negocios, a distanciarla en un centro médico. Su madre había muerto hace un año. En el sanatorio, el doctor Koller –y su máquina– le muestra «el camino de la lucidez». Han sido tres páginas hasta aquí de marcado componente onírico en las que se ha volcado lo más relevante de la infancia de la protagonista.
No existe el tiempo en el relato, sólo cuenta el de la protagonista. En la siguiente página «han pasado diecinueve años» y la ocupa una ilustración completa que presenta a la joven tras una ventana, en un plano medio, picado desde abajo y con la protagonista mirando la página anterior desde la distancia de ese tiempo interior; allí quedaron los recuerdos confusos de su madre, su padre, el doctor Koller, y su infancia quedó allí, en aquella página y dejó paso al “ser”, al soy. Ella pisa el presente y descubre en las cosas lo esencial: «Somos el accidente de un grano de arena en la playa». Un grano de arena capaz de provocar una avalancha, esa curiosidad por las cosas pequeñas que la hacen “ser”.
Asistimos al comienzo de una historia fetichista con referencias a la obsesión que mostraba Flaubert por los zapatos de mujer. «Un zapato de tacón es la piedra que sostiene al mundo», nos cuenta la anónima protagonista mientras se dirige hacia su primera aventura llamada Jason. Un joven pintor de cuyo nombre, si intercambiamos las letras resulta Jonás.
Tres meses después en la vida de la protagonista, tras contestar a un anuncio de un periódico –una especie de azar moderno– comienza a darle “lecciones” al joven Charles J. Baudin, contratada por su tía Rosemary Baudin. Son lecciones íntimas de iniciación sexual para el joven. Significativamente, el único diálogo de toda la obra es el de la joven con la señora Baudin, y es además la única ocasión en la que Cristina Vela utiliza el globo para encerrar el texto. La señora Baudin, acomodada en un sillón, con una copa de vino en una mano y un fajo de billetes en la otra explica a la protagonista: «Tu espíritu inocente esconde lo mismo que los demás… os vendéis por el lujo…».
Desde la niebla de una húmeda calle, seguida ahora de manera descarada por cuervos antropomórficos, la joven protagonista acude a su tercera cita. Al encuentro de «una persona sin nombre», como ella. Las páginas se vuelven oscuras y abigarradas de tinta, la joven se encuentra ante la escalinata de entrada de un gran palacio, medusas y ballenas atraviesan la noche; dentro, una gran cama con dosel destaca en la barroca oscuridad de la habitación, sólo iluminada por la piel de la joven. Página de dibujos al final del libro
Una oscura silueta de hombre, quizás cuervo, comienza un erótico juego que parece durar eternamente, un juego en el que se confunden los límites y que termina con la joven violada, golpeada, marcada y humillada. Cuatro dibujos idénticos que desesperan a quien los “lee”.
Sumergida en una bañera llena de sus actos, llena de libertad, la protagonista se encontrará con la ballena, su madre, a quien confiesa su amor; aquel que negara en la primera viñeta. Encontrará la paz.
El libro termina con una dedicatoria y una página de dibujos entre los que se encuentra el de portada sin colorear.
Artesanos del cómic
Cristina Vela ha compuesto un cómic que apenas lo parece. No mantiene una estructura clásica de guión narrativo, más bien se desenvuelve con una sugerente forma poética. Sólo en dos ocasiones a lo largo de las cuarenta páginas se utilizan globos de texto, en el resto acompaña al dibujo. No hay uso de onomatopeyas, ni tampoco se usan líneas cinéticas que marquen el movimiento, que viene dado por la propia composición de la página. Y aunque sí existe un personaje principal que se mantiene durante toda la narración, al final ni siquiera conoceremos su nombre.
Tampoco en el apartado gráfico podemos hablar de un cómic convencional, pues está realizado únicamente con bolígrafo BIC de tinta azul, logrando un acabado artesanal, con una sensación de páginas acuáticas y profundas, páginas como encajes de tinta y paciencia. La autora se revela una gran conocedora del retrato y la anatomía. Congela gestos y miradas sin vaciarlos de contenido y son cuanto menos curiosos los ensayos de objetos, especialmente de zapatos, así como toda la particular iconografía zoomorfa que rodea a la protagonista durante la obra.
Una particular iconografía zoomorfa rodea a la protagonista durante toda la obra |