THORGAL, UN HÉROE DIFERENTE 2
ANGEL OLIVERA

Origen:
Traducción de "THORGAL: EL HIJO DE LAS ESTRELLAS" · YELLOW KID
Notas:
Articulo aparecido originalmente en el número 4 de la revista teórica Yellow Kid en diciembre de 2002, recuperado ahora en Tebeosfera aunque revisado y ampliamente actualizado por el autor para esta edición. El texto se ha dividido en dos partes debido a su extensión, conteniendo esta página la segunda parte del mismo.

THORGAL, UN HÉROE DIFERENTE (parte 2)

Artículo dividido en dos partes. Continúa desde la primera parte

UN HÉROE DIFERENTE

 
  Ilustración de Thorgal, por Rosinski
Thorgal, físicamente, es un héroe muy tradicional: fuerte, apuesto, agraciado, no muy distinto de tantos y tantos otros héroes del cómic. Sin embargo, ya en ese aspecto exterior aparecen algunos rasgos distintivos que lo hacen especial. Salta a la vista la sencillez de sus ropas, que le dan la apariencia de un simple cazador, con su arco y sus flechas, más que la de un heroico guerrero; y en efecto, no es propiamente hablando un guerrero, ya que es hombre de armas sólo por necesidad, pues precisa defenderse y ha de defender a los suyos. El otro detalle significativo es esa cicatriz de la mejilla, que tiene su origen en el tajo que le propinó Gandalf el Loco en aquellas primeras viñetas de la saga. Seña de identidad que le distingue de tantos héroes inmaculados e invencibles y que nos da a entender que ante todo es un hombre, un héroe también, pero sobre todo un hombre, y como tal es vulnerable.

Thorgal es un héroe, sí, un valiente guerrero con la espada y prodigioso con el arco, aunque, esto es lo importante, nunca busca ni quiere la aventura. Su aspiración no es más que una vida sencilla y tranquila con su mujer y los hijos que no han tardado en llegar. Hijo de dioses, casado con la hija de un rey, no es, sin embargo, ambicioso, y se conforma con una cabaña rústica pero agradable, con una barca y con un caballo, y con ganarse el sustento arando la tierra como cualquier campesino. Es pacífico, bueno y generoso, hasta el punto de no emplear nunca la violencia más que cuando es estrictamente necesario y perdonando frecuentemente la vida a sus enemigos. Su pacifismo –que le lleva, a él y a Aaricia, a refugiarse (ocultarse, más bien) del resto de la humanidad en una pequeña isla desierta– y su bondad innata, tan chocantes desde el principio entre los brutales guerreros vikingos con quienes se ha criado, son genuinos y consecuentes, pero tienen sus limitaciones, las que les imponen la ley de la supervivencia y el amor a los suyos. Al contrario de algunos héroes del cómic demasiado condicionados sin duda por la censura y por el público juvenil al que presuntamente se dirigen sus historias, Thorgal no es en modo alguno, como pudiera hacer pensar todo lo dicho, un héroe blandengue, al estilo de los de Víctor Mora. Muy al contrario, no dudará en matar por defender su vida y la de los suyos. "Has matado para defenderte, como todos nosotros. La ignominia es la guerra, no el tomar parte en ella", dice a Aaricia, desolada por haber matado a un adversario durante un combate, en El país Qa. Cuando, ya bastante avanzada la serie, su mujer y sus hijos se ven amenazados por huestes de asesinos sin escrúpulos, en Loba y La jaula, se embosca y mata a éstos sin contemplaciones uno a uno, perdonando la vida al último de la partida para que sirva de advertencia a los demás. Thorgal es un personaje con convicciones, incapaz de dañar a una mosca sin necesidad, pero que a la vez asume que vive, muy a su pesar, en un mundo despiadado y cruel, y actúa en consecuencia.

 
Thorgal defiende a su famila en La jaula

Thorgal es un personaje tanto más especial cuanto que tampoco tiene demasiados puntos en común con los otros héroes de Van Hamme: Tanto XIII como Largo Winch son personajes íntegros, al menos consigo mismos, buenos tipos a los que les gusta, o les gustaría, vivir tranquilos sus vidas y que no vengan los demás a importunarles. XIII, sin embargo, no conoce la paz: su existencia está consagrada a una búsqueda incesante, tratando de desentrañar su identidad y su pasado. A Largo Winch, por su parte, le gustan el desafío y la lucha; por eso sucede a su tiránico padre adoptivo a la cabeza de sus negocios, mundo tan peligroso o más que las selvas donde no duda en internarse si ha de ir a rescatar a un amigo; al contrario que Thorgal, es un personaje que, si bien no busca la aventura, cuando ésta le sale al encuentro se mete de lleno y se siente a gusto en ella.

Nos encontramos ante un cómic que, pese a pertenecer a un género tan exitoso y agradecido como es el de la fantasía, y al que podríamos catalogar más exactamente como fantasía heroica, es difícil de relacionar con casi cualquier otro, ni, sólo quizás, establecerle referentes. En todo caso, está claro que no tiene nada que ver con la rama más exitosa y comercial del género, esto es, Conan y toda la galería de brutos de músculos hipertrofiados, carniceros y escasamente recomendables que han nacido a su sombra. Tampoco mucho con las mitologías tolkienianas, aunque beba de las mismas fuentes. En cierto modo, puede tener algún contacto con héroes más apegados, es un decir, al mundo real, tipo caballeros andantes tradicionales.

 
  El príncipe  Valiente, de Harold Foster
En realidad, uno de los tebeos con los que, en mi opinión, tiene más puntos en común es El príncipe Valiente, no en vano esta obra maestra ha influido en muchísimos autores contemporáneos y posteriores. Basta ver al protagonista, un guerrero de cabellos negros criado entre rubios vikingos, aunque hijo de dioses, que no de reyes; a su esposa, la bellísima, hogareña y al mismo tiempo intrépida e inteligente Aaricia, una princesa rubia que deja su reino para formar un hogar con el hombre que ama; por si fuera poco, ahí tenemos a su primer vástago, durante muchos años el único, el rubio que no pelirrojo Jolan, un niño encantador, valiente y habilidoso, que amenaza con hacer sombra, cuando sea un adulto, a su propio y heroico progenitor (en La corona de Ogotaï se nos presenta a su otro yo, extraído del futuro, un simpático y apuesto mocetón, ingenioso y arrojado, que en nada tiene que envidiar a Thorgal). Sí, no cabe duda de que esta familia se parece bastante a la creada por Hal Foster, como se parecen su gusto por la naturaleza, por el mar, los bosques, la caza..., si bien esta última la practican únicamente para procurarse alimento, jamás por deporte.

Sin embargo, al contrario que Val, y que otros muchos héroes inquietos que se aburren en casa y que rara vez pueden estarse quietos, Thorgal no aspira más que a lo que aspiran las personas corrientes, a la paz y a la tranquilidad del hogar. Lo que para otros héroes célebres es la quintaesencia de la existencia, las aventuras, las peripecias llenas de acción y de peligros, no es para él sino la confirmación de una maldición, el destino único y singular que los dioses le han marcado. Esos prodigios de los que ha sido testigo, esos viajes maravillosos más allá de donde ningún ser humano ha estado jamás, esas aventuras fabulosas que ha vivido, no han sido para él experiencias gozosas, sino auténticas pesadillas que ha tenido que arrostrar porque no le ha quedado más remedio, no porque él lo haya deseado. Lo que, después de todo, no hace sino convertirlo en un personaje más humano, creíble y próximo al lector, ya que las personas normales difícilmente podemos desear vivir las mismas experiencias que los héroes de ficción. La ficción, ya lo he insinuado antes, en general es sólo interesante si los personajes que la protagonizan sufren dificultades y lo pasan mal; los conflictos, los peligros, las tragedias, son sucesos que atraen nuestro interés, mientras que la vida tranquila, sosegada y feliz de los mismos personajes difícilmente es digna de atención.

 
Viñeta de La caída de Brek Zarith  
En muchos aspectos, Thorgal es un rebelde. No un héroe libertador y desfacedor de entuertos en busca de causas nobles por las que luchar y de tiranos a los que derrocar. Cuando ha participado en tales empresas, lo ha hecho obligado por chantaje o por salvar o proteger a los suyos. Como fiel reflejo de la época en que fue creado y en la que se han ido realizando sus aventuras, es un escéptico que no cree en las palabras y proclamas altisonantes. No es un revolucionario que pretenda cambiar el mundo, porque sabe que no lo puede cambiar, pero tiene las ideas muy claras sobre lo injusto de la sociedad en la que le ha tocado vivir y a la que rehúye, y procura actuar siempre de acuerdo con su sentido de la justicia y con su conciencia. En La caída de Brek Zarith, cuando el flamante rey Galathorn, con quien ha luchado hombro con hombro ayudándole a recuperar su trono, aunque sólo para rescatar a Aaricia y Jolan de las garras del tirano Shardar, intenta convencerle para que se quede a su lado, Thorgal le replica: "¿Cómo puede ser legítimo que un hombre reine sobre otros hombres? ¿Qué les importará a tus súbditos haber cambiado de amo? Seguirán siendo súbditos. Aaricia y yo no buscamos el poder ni la fortuna, sino la libertad de poder actuar como nos dicta el corazón. Y esa libertad no se encuentra en un reino como el tuyo".

He dicho antes que Thorgal cuenta con pocos referentes, con escasa relación con otros personajes de ficción. Eso es cierto por lo que se refiere a su temática, o al menos en la forma de desarrollar las historias, pero no en cuanto al espíritu que lo anima, pues en ese aspecto está íntimamente unido precisamente con aquel grupo de héroes que nacieron en las páginas de Tintin en la misma época y que, fruto de los tiempos, estaban imbuidos del mismo modo de ver el mundo que aquél. Se trata de personajes que, pese a su interés, tuvieron poca trascendencia fuera de las fronteras del cómic francófono, y de los que sin embargo, llegaron a publicarse en España algunos álbumes. Buddy Longway, de Derib, era la historia de un trampero del Oeste americano que se casaba con una muchacha india, Chinook, con quien tenía un hijo, formando su hogar en una cabaña en el bosque, muy al estilo de Jeremiah Johnson; Jonathan, de Cosey, era un joven idealista que, adelantándose a Brad Pitt, unía su vida a la de los sencillos y sufridos tibetanos, martirizados por los ocupantes chinos; por su parte, Simon du Fleuve, escrito y dibujado por Auclair, describía los vagabundeos del protagonista a través de una Francia post-apocalíptica, un canto a la vida sencilla y en contacto con la naturaleza que resurge frente a la amenaza de "los de las ciudades", militares fascistas convertidos en nuevos señores feudales que intentan someter a las comunidades libres de campesinos. Todos estos héroes francobelgas, a los que quizá podríamos añadir al italiano Ken Parker, participan, en ambientes, épocas y géneros diferentes, de idénticas aspiraciones de paz, libertad y comunión con la naturaleza, y de la misma actitud y forma de resistirse a los tiranos que amenazan su forma de vida, sean forajidos, soldados chinos, mercenarios futuristas o señores feudales.

Buddy Longway, por Derib
Jonathan, por Cosey
Simon du Fleuve, por
Auclair
Ken Parker, por Berardi
y Milazzo

A mi juicio, una de las principales virtudes de Thorgal es, precisamente, su protagonista. Sin ánimo de salpicar este artículo de moralina, creo que es de agradecer, en los tiempos que corren, un tebeo protagonizado por un héroe de sus características. La personalidad de Thorgal, casi marciana hoy en día, es tanto más de agradecer en una época como la nuestra, en la que los valores supremos son el consumo desenfrenado y el triunfo económico y social a costa de quien sea y de lo que sea. Ojalá hubiese muchos más héroes como éste. A lo mejor entonces, quizás, sólo quizás, el mundo y las personas que lo formamos y que lo hacemos día a día seríamos un poco mejores.

 

UNA GRAN EPOPEYA

Detalle de La maga traicionada
Un hándicap que arrastraba Thorgal desde un principio y que reducía su indudable interés era la brevedad de las historias. Estamos hablando de álbumes de 46 páginas, lo que en principio da, o daba en otros tiempos y en otros tebeos construidos de forma más clásica, para unos relatos bastante extensos. Charlier, por ejemplo, en Blueberry o, sobre todo, en Michel Tanguy, hacía filigranas con esas 46 páginas, el equivalente, si no a una película tradicional de dos horas, sí a un episodio de una hora de una serie de televisión. Pero Charlier y sus contemporáneos usaban mucho texto de apoyo, mucho diálogo, y cada página estaba repleta de viñetas, a base de cuatro tiras por página. Desde los setenta, buena parte de los tebeos de aventuras europeos, y especialmente los de la revista Tintin (cuya estética y planteamientos en aquella época, dicho sea de paso, eran ya muy diferentes, cuando no completamente contrapuestos, a los del célebre cómic que le dio nombre y a los de la escuela de Hergé, lo que no es una crítica, sino una simple constatación), prescindían casi por completo de los textos de apoyo, se recreaban minuciosamente en cada escena y, además, daban más espacio al dibujo aumentando el tamaño de las viñetas y reduciendo a tres las tiras por página en vez de las cuatro tradicionales. En consecuencia, el relato ganaba en agilidad e intensidad, pero perdía en duración, de forma que resultaban unas historias muy cortas. Teníamos el planteamiento; muy brevemente, el nudo, y, antes de que empezáramos a cogerle el gusto a la historia, un apresurado desenlace. Eso perjudicaba especialmente a los relatos épicos, que empezaban y acababan en poco más de media hora de lectura. Esta limitación era, pues, aún más evidente en los álbumes de Thorgal, que resultaban, en sus primeros tiempos, unos relatos muy agradables pero menores, ya que se acababan muy rápidamente, con el agravante de que se trataba de historias completas, que no continuaban en el álbum siguiente. Conviene advertir que se trataba de una característica muy concreta de las historias publicadas en Tintin, pues ya en los de su competidora Spirou era normal, desde los tiempos de Charlier y aún más en los setenta, que las historias de corte realista se prolongaran álbum tras álbum si el caso lo requería. La impresión que uno tiene, analizando la cuestión de forma retrospectiva, es la de que Lombard, la editora de Tintin, muy innovadora en bastantes aspectos, era a la vez muy conservadora en lo referente a la política de publicación de álbumes. Basta comparar Comanche, por ejemplo, la réplica belga al exitoso Blueberry, para ver que el célebre cómic de Greg y Hermann no se atrevió a seguir los pasos de su modelo en lo relativo a la creación de grandes ciclos aventureros, limitando su andadura argumental a breves conflictos localizados en torno al rancho Triple Six y sus ocupantes, rehuyendo los planteamientos de mayor aliento épico de su competidora (aunque, eso sí, las consecuencias de cada historia repercutían en las siguientes, y el rancho, el pueblo y los personajes iban evolucionando). Para Lombard, al parecer, los álbumes debían ser eso, libros que contenían una historia con su principio y su final, que, salvo casos muy excepcionales, no habían de continuar en otro tomo.

Secuencia de Más allá de las sombras

Van Hamme, muy hábilmente, se las arregló para convertir lo que en un primer momento era una sucesión de aventuras breves y autoconclusivas en una extensa saga aventurera. A partir del cuarto episodio, La galera negra –aunque eso no fue completamente evidente hasta el siguiente, Más allá de las sombras, en cuyo comienzo comprobamos, con satisfacción, cómo se reanuda la historia donde en apariencia había terminado–, recurre al procedimiento de relatos que empiezan y acaban dentro de las reglamentarias y sempiternas 46 páginas, pero que tienen continuidad en otra historia en el álbum siguiente. La caída de Brek Zarith cierra el ciclo iniciado en La galera negra, conformando una auténtica trilogía compuesta por tres historias diferentes, historias que ocurren cada una en un momento y lugar muy determinados, separados entre sí por períodos más o menos largos de tiempo, pero que componen una larga y espectacular epopeya. Van Hamme recurre de forma magistral a la elipsis para explicar lo que ha ocurrido entre un episodio y otro, ahorrándose una inmensa cantidad de páginas que otro guionista menos hábil no habría tenido más remedio que añadir para contar la historia, y logrando ceñirse de esa forma a los condicionamientos editoriales.

Estos condicionamientos no eran ya los mismos varios años después, cuando comenzó El país Qa. Este álbum, décimo de la serie, primero publicado en España por Norma –poseedora desde entonces de los derechos de publicación del personaje, del que ha reeditado todos los episodios anteriores–, marca el momento culminante de la serie, en el que la profesionalidad de los autores, crecida episodio tras episodio, se ha convertido en plena maestría. El país Qa y al menos los dos episodios que le siguen, Los ojos de Tanatloc y La ciudad del dios perdido –no tanto así su epílogo, Entre Tierra y Luz–, componen una obra maestra absoluta de la historieta contemporánea, a lo que contribuye decisivamente el que no se trate realmente de una trilogía, como la saga de Brek Zarith, sino de una larga aventura dividida en tres partes, a la usanza de Charlier.

Secuencia de Los arqueros

Después de estos episodios, la serie volverá a la tónica anterior, componiéndose únicamente de historias completas que se siguen unas a otras, pero manteniendo líneas argumentales que se prolongan de álbum en álbum. Así, hemos visto crecer a Jolan y cómo desarrollaba sus poderes, hemos visto nacer y también crecer a su hermana Loba, hemos asistido a las idas y venidas de Thorgal, Aaricia y sus hijos del continente a su isla, la partida en solitario de Thorgal y sus peripecias con Kriss de Valnor... Como en la vida real, los sucesos pasados tienen a menudo consecuencias más adelante, y asuntos que se creían olvidados, como el de la corona de Ogotaï, vuelven al primer plano de la serie. Los personajes principales evolucionan y se enriquecen episodio tras episodio, los secundarios aparecen y reaparecen, y cambian con el paso del tiempo, como lo hacen las personas de carne y hueso, haciéndolos más creíbles, más interesantes, más entrañables o más odiosos, según el caso: el oportunista Gandalf, de quien hemos sabido, retrospectivamente, los motivos de su odio hacia Thorgal; el príncipe Galathorn, noble y honrado, pero condicionado por el trono maldito que tanta sangre ha costado y al que está encadenado, convirtiéndole en un ser infeliz; Kriss de Valnor, despiadada y capaz de las mayores bajezas para salirse con la suya, lo que no le impide sentir una debilidad, cada vez más evidente a medida que avanza la saga, por el héroe, al que acabará consiguiendo, al menos por algún tiempo, convertir en su hombre, y que nos acabará mostrando que no es un personaje monolítico en su falta de escrúpulos, con su heroico gesto final; la joven, impetuosa y trágica Shaniah, cuya pasión por Thorgal llevará a los suyos a la perdición, y cuya presencia, aunque limitada a dos episodios, es una de las más memorables y enternecedoras de la serie; el arrojado y atolondrado Tjall, arrastrado a la traición por Kriss de Valnor, de la que sólo se redimirá con su muerte heroica salvando a sus amigos; el afable Pie-de-Árbol, que acaba resultando un entrañable viejo verde; el ambicioso y enloquecido Ogotaï, prisionero de un mundo que quiso conquistar y que, convertido en dios viviente, quiere destruir entre cataratas de sangre, personaje grandioso y trágico al que es fácil relacionar con el Kurtz de Joseph Conrad y Francis Coppola; su anciano enemigo Tanatloc, que intenta destruirle para salvar a la humanidad, y que, a las puertas de la muerte, descubre horrorizado, como en una tragedia griega, que ha enviado a asesinarle a su propio hijo; Variay, regente de los xinjins, que ama a Tanatloc y que sin embargo, porque ama aún más a su propio pueblo, desoye y destruye el testamento grabado del que fue su señor y su dios...

Página doble con muchos de los personajes y momentos de la saga, tomada de El reino bajo la arena

Todo ello no hace sino enriquecer progresivamente la saga, tanto más interesante y agradable de leer cuanta más historia, más biografía, va dejando atrás. Porque, como en el caso de Blueberry, tenemos la sensación de estar leyendo una auténtica biografía, bien que repleta de acontecimientos maravillosos y fantásticos, y con sus momentos álgidos y sus altibajos, cada nuevo álbum que aparece en el mercado es entusiásticamente recibido por los lectores, deseosos de saber cómo sigue la vida de sus/nuestros héroes.

 

EL MUNDO DE THORGAL

 
Ambiente vikingo...  
 
...junto con fantasía heroica...  
 
...y variopintos guerreros de países y épocas distintas  
Hablemos ahora del marco en el que se desarrollan estas aventuras. En los dos primeros episodios vemos huestes de vikingos y bárbaros montañeses, además de esquimales mandados por un guerrero armado y vestido a la usanza de la antigua Grecia, que en realidad no es sino la hija de Slive. Es cierto, sin embargo, que en Casi el paraíso... se nos dice que estamos en el año 1000, lo que se corresponde más o menos con la época de apogeo de los vikingos; y que en La caída de Brek Zaritz la flota invasora vikinga es incendiada con espejos gigantes similares a los utilizados por Arquímedes contra los romanos en Siracusa, hecho que se menciona como ocurrido mil años atrás. Este último dato nos hace ver, además, que nos encontramos en el mundo real, en la Tierra, no en un mundo imaginario o alternativo. Sí, pero no. Y es que ya el tercer episodio, Los tres ancianos del país de Arán, acaba de poner claramente de manifiesto que Van Hamme no tiene una especial preocupación por situar las andanzas de Thorgal en una época y región determinada. El ambiente y el atrezzo de este álbum es más propio de un relato de fantasía heroica al estilo de Conan que de un relato medieval, y además aparece un grupo de variopintos guerreros, pertenecientes no ya a países distintos, entre ellos un samurai, un guerrero chino, uno africano, otro hindú, etc., sino a épocas diferentes, con armaduras algunas anteriores a las Cruzadas y otras propias de la Guerra de los Cien Años.

Los álbumes siguientes de la serie no harán sino evidenciar que el mundo vagamente medieval en el que se mueve nuestro héroe no tiene mucho que ver con la historia, aunque sí con las leyendas y los mitos nórdicos. Los vikingos, su indumentaria –a excepción de algunos tópicos cascos con cuernos, especialmente en los primeros episodios–, su religión, su organización, sus usos y costumbres, están retratados de forma creíble y convincente. Pero fuera de su país nos encontramos con un mundo semibárbaro poblado de señoríos y pequeños reinos de apariencia prefeudal que sólo parcialmente podemos relacionar con la alta Edad Media europea, y desde luego muy poco con la tópica versión edulcorada y de colorines que la literatura romántica inglesa y el cine de Hollywood nos han hecho pasar por la auténtica. Sólo algunos pueblos vecinos de los hombres del Norte son mencionados por su nombre, como los sajones y los caledonianos, aparte de referencias a algún pueblo lejano, como los bizantinos, que por cierto acabarán apareciendo en los últimos tiempos de la serie. Parece como si Van Hamme y Rosinski describiesen su mundo de forma deliberadamente difusa para irlo amoldando a las necesidades de sus historias y no al revés, como ocurriría de haber intentado realizar un tebeo histórico.

 
  Civilizaciones amerindias fantásticas en la saga del país Qa
Así, se toman muchas libertades, utilizando elementos históricos heterogéneos. En La galera negra y los siguientes episodios, el reino de Brek-Zarith es un escenario en el que guerreros más o menos medievales coexisten con galeras, galeotes y capataces salidos de Ben-Hur, príncipes depravados de Yo, Claudio, cortesanos con ropas del siglo XVI y disfrazados con cabezas de animales y bailarinas semidesnudas con la piel pintada de azul. El mismo reino y castillo de Brek-Zarith resulta tanto más fantástico cuanto que no se parece a ningún escenario histórico reconocible, y su ubicación geográfica resulta tan difusa que podría estar casi en cualquier parte.
La saga del país Qa, por su parte, nos presenta a dos naciones amerindias que han dado en una sola generación el paso de gigante desde la aldea primitiva a poderosas ciudades-estado gracias a los dos hombres-dioses (respectivamente abuelo materno y padre de Thorgal) que las dirigen. Van Hamme y Rosinski parecen darnos su propia versión del nacimiento de las civilizaciones maya y azteca, aunque las sociedades que nos describen no se corresponden del todo con lo que sabemos de esos pueblos, sino que toman muchos elementos históricos para ambientar un mundo imaginario a su medida.

 
La Grecia clásica en Aracnea  
En los últimos episodios tenemos una sociedad salida de la Grecia clásica en Aracnea, aunque se explica por tratarse de un mundo cerrado que sigue los usos y costumbres de sus remotos antepasados; mientras que el reino que aparece en La peste azul, que cuenta con algunos elementos arábigo-orientales, tiene aún menos que ver que ningún otro escenario de la serie con ninguna realidad histórica o geográfica conocida. El imperio romano de Oriente –curiosamente sólo se menciona como tal en la página resumen del episodio anterior con el que empieza Kriss de Valnor– sólo es identificable con el auténtico Imperio Bizantino por su ambiente insular mediterráneo y por su ambientación estilo romano, en el que, por cierto, los soldados visten y van armados igual que en los tiempos de Augusto, mil años antes, como si el tiempo no pasase ni la sociedad evolucionase.

De forma muy parecida al gran Hal Foster con El príncipe Valiente, nuestro tándem no hace ni pretende hacer aventuras históricas, sino que utiliza la historia a su conveniencia para dar cuerpo y sustancia a la saga de Thorgal. No se inventan un mundo alternativo o una Edad Hibórea cualquiera, sino que ambientan su relato en la Edad Media, una Edad Media más que difusa e inconcreta, pero que, por estar situada en nuestro mundo, nos resulta más próxima y sus personajes más creíbles y cercanos.

En esta nebulosa Europa por la que se mueven los protagonistas hay un detalle a tener en cuenta, y es la ausencia de cualquier referencia a la religión cristiana. En los países nórdicos es comprensible, pues allí reinan los dioses Odín y Thor, pero en el resto, incluso en países visiblemente mucho más al sur, como mucho se hacen vagas referencias a los dioses en general. El cristianismo, históricamente extendido ya por toda Europa hacia el año 1000, incluso en las regiones más apartadas y bárbaras, no aparece en Thorgal ni por el forro. Sin duda porque los únicos dioses “reales” que aparecen como tales en la saga, dirigiendo a su gusto los destinos de los hombres, son precisamente los dioses nórdicos, y toda esta mitología ocupa un lugar esencial en el desarrollo de la serie. Cualquier mención al cristianismo habría restado credibilidad y coherencia interna al mundo de Thorgal, que se sustenta en buena medida en esa base mitológica y en el maravilloso despliegue de elementos fantásticos que nutre la epopeya. Por otra parte, el cristianismo pervive hoy en día y nuestro mundo actual está conformado en buena medida por él, mientras que la antigua religión de los vikingos, en parte por haber desaparecido por completo como tal hace un milenio, forma parte de nuestro acervo cultural y mitológico, del que han nacido tantas y tan maravillosas historias desde la noche de los tiempos.

Fantasía heroica y ciencia ficción: Thorgal a punto de descubrir su orígen en La isla de los mares helados

Temáticamente, las aventuras de Thorgal podemos clasificarlas como fantasía heroica sazonada con muchos elementos de ciencia ficción ambientada en tiempos vagamente históricos. La fantasía tiene aquí como materia prima principal la mitología nórdica, recreada y reinventada por la desbordante imaginación de Van Hamme, pues, al igual que utiliza a su conveniencia la historia o elementos históricos para dar cuerpo y color a su saga, se sirve de los mitos escandinavos para desarrollar y enriquecer su propio universo, un universo en el que Asgard, la morada de Thor y Odín, y la muchedumbre de dioses que habitan en él, coexisten no sólo con enanos, gigantes, walkirias, genios, elfos y serpientes gigantes y milenarias, sino con toda clase de criaturas, seres y prodigios de cosecha propia de Van Hamme. Aunque la fantasía es el elemento principal de la serie, los episodios se decantan a menudo hacia la ciencia ficción en detrimento de la primera, si bien lo más frecuente es que ambas temáticas estén mezcladas en plena armonía. A menudo se puede considerar el relato igualmente como perteneciente a un género u otro en función de la explicación que se le dé al elemento fantástico. Así, por ejemplo, los maravillosos poderes, aún en desarrollo, de Jolan, considerados como mágicos por quienes le rodean, tienen una explicación seudocientífica en la transmutación de la materia, arte que los hombres de las estrellas llegaron a dominar por completo, y que el muchacho ha heredado de ellos a través de su padre. En algunos episodios, sin embargo, como ocurre en Los arqueros o Loba, la temática fantástica brilla por su ausencia, convirtiéndose entonces la historia en un simple relato de acción y aventura pura, sin por ello disminuir un ápice su interés.

 

UN NARRADOR EXCEPCIONAL

Añadamos a todo lo ya dicho que, siendo Thorgal lo que es en función de su atinada mezcla de fantasía y aventuras, de la idiosincrasia de su héroe y sus personajes, todo ello, con ser significativo, no sería suficiente para explicar su éxito sin referirnos, por un lado, al casi siempre espléndido dibujo de Rosinski y su maravillosa capacidad para recrear mundos y ambientes con absoluta convicción, sin que importe mucho que esos escenarios e indumentarias sean históricamente reales o no, sino que sean sugestivos y creíbles; en una palabra, que den vida al relato. Por el otro, y sobre todo, está la inmensa habilidad de ese señor llamado Jean van Hamme, un increíble narrador de historias, capaz de hilvanar todos los elementos que introduce en sus relatos, elementos muchas veces poco originales y vistos ya en muchos sitios, pero que coloca y reordena haciéndolos parecer originales; y especialmente con esa habilidad para mantener y acrecentar el interés del lector página a página, sin dejar adivinar lo que va a ocurrir y sorprendiéndonos siempre al final. Todo ello aderezado por unos diálogos impecables y precisos que en pocas palabras definen y dan vida a la perfección a personajes y situaciones y que tantas veces nos conmueven en lo más íntimo.

Baste como ejemplo un extracto del diálogo en el que, en La jaula, Aaricia finge no reconocer a su marido, al que mantiene encerrado, despechada por haberla traicionado éste (bien que a causa de su amnesia) con Kriss de Valnor:

 
  El citado diálogo, de La jaula

“Ya ves, hombre. No te interesa hacerte pasar por Thorgal, ya que no sé si podría llegar a perdonarle las lágrimas de dolor y de odio que derramaba cada noche.
No sé si podré olvidar algún día las horribles imágenes de esa mujer y mi marido entrelazados en una misma cama.
No, hombre, no te conviene ser él, ya que si estuviera aquí, en tu lugar, ¿cuántos años debería pasar en esta jaula para pagarme mi melancolía y mi amargura?

A lo que Thorgal, agarrándose a los barrotes que les separan, pregunta, cabizbajo:

Si estuviera aquí, en mi lugar, ¿qué podría decirte, Aaricia?
Si Thorgal estuviera en esta jaula, ¿qué debería hacer para estrecharte entre sus brazos y decirte que nunca quiso a otra que no fueras tú?

Y Aaricia responde:

Nada.
No tendría que decir ni hacer nada... Sólo tendría que volver.


Siempre la palabra justa en el momento justo. Lo que en otras manos sería vulgar, insípido, cursi o aburrido, en las de Van Hamme se convierte en un prodigio de emoción e intenso dramatismo, en una epopeya compuesta por historias inolvidables que seguirán conmoviéndonos con los años, cuando las recordemos o releamos. Eso es sin duda lo que distingue a los autores del montón de los grandes maestros.

 

EL RELEVO

El álbum El sacrificio es importante no sólo por pasar a ocupar Jolan el puesto de protagonista por encima de Thorgal –otro punto en común con El príncipe Valiente–, sino porque es también el último de Van Hamme, que abandona su principal personaje después de treinta años y 29 álbumes. Ya hacía tiempo que había advertido que deseaba dejar algunas series para tener más tiempo para sus otras actividades, el teatro y los guiones cinematográficos; posiblemente estaba ya también cansado de buscar nuevos argumentos para Thorgal, y no podemos olvidar que Jean van Hamme se aproximaba ya a los 70.

Claro está, una serie de tanto éxito no se podía cortar así como así, tanto más cuanto que Rosinski seguía demostrando –pese a tener apenas dos años menos que Van Hamme– que estaba artísticamente en mejor forma que nunca, como se puede apreciar con el uso de la pintura en vez de la tinta a partir precisamente de ese mismo álbum, emulando y superando luego, álbum tras álbum, el preciosismo gráfico mostrado en tantas portadas y luego en las planchas a partir de Skarbek. Así que el espectáculo tenía que continuar, ya sin su creador gráfico a cargo del timón. El veterano Van Hamme no pasa, sin embargo, el testigo a cualquiera. Es Yves Senté, irrumpido de forma espectacular apenas unos años atrás en el campo del guión de historietas, la persona llamada a sucederle.

 
Yves Senté  
¿Quién es Senté? Nacido cerca de Bruselas en 1946, este caballero, licenciado en derecho, hizo sus pinitos como caricaturista en el Wall Street Journal y publicó alguna historieta en revistas belgas de poca monta antes de entrar en Editions du Lombard para convertirse en editor de la ya decadente revista Tintin, poco después reconvertido en Hello BD, sin que sus intentos de remozar la publicación pudieran frenar su caída de ventas y su definitiva desaparición tras haber sido durante 47 años uno de los máximos referentes del mercado mundial de historietas y plataforma de lanzamiento de un gran número de autores y personajes. Pese a todo, en 1993 pasa a ser director editorial de la veterana empresa, y centra sus esfuerzos en renovar y ampliar la publicación de álbumes.

Será el relanzamiento de los veteranos Blake y Mortimer, cuyas nuevas aventuras, como ya se ha dicho, pasan a ser escritas por Van Hamme, el que le dará la oportunidad para convertirse en guionista. Sucede que, en 1997, a nuestro hombre se le ocurre escribir él mismo una página de guión a modo de test para buscar posibles ayudantes para Ted Benoit, nuevo dibujante de la serie, y parece que la experiencia le anima a seguir escribiendo. Escribe entonces la sinopsis de lo que luego sería el álbum La maquinación Voronov y se la envía, anónimamente, a Didier Christmann, editor de la colección. Éste queda entusiasmado, y el desconocido autor se da entonces a conocer, para sorpresa de propios y extraños. Cuando en 2000 sale el nuevo álbum, con dibujos nada menos que de André Juillard, constatamos que La maquinación Voronov, obra de un guionista novel, es un relato apasionante, aún mejor que el excelente El caso Francis Blake, el álbum de Blake y Mortimer escrito por el maestro Van Hamme, y, lo que es aún más sorprendente, tanto uno como otro son a su vez casi indistinguibles, en estilo y en calidad, de las historias clásicas de Edgar P. Jacobs.

 Cubierta de La maquinación Voronov (2001) Cubierta de Janitor (2008) Cubierta del segundo número de La venganza del conde Skarbek (2010)

Senté seguirá formando equipo con Juillard en los años siguientes, totalizando otros tres álbumes hasta la fecha de Blake y Mortimer –a la vez que Van Hamme rivaliza con él escribiendo otros tres en el mismo tiempo con otros dibujantes-, en un mano a mano increíble que convierte la mítica serie en un éxito rotundo de ventas que desborda el de la serie original. Aún más osado que Van Hamme, Senté se atreve a indagar sobre el pasado de los personajes por medio de un prolongado flash-back, inventándose para ellos una juventud y unas familias más que plausibles. No contento con ello, da rienda suelta a sus ideas creando nuevas series con nuevos personajes: Le Janitor, con François Boucq, con las aventuras nada menos que de un agente secreto del Vaticano, que poco tiene que envidiar al mismísimo James Bond, y, con Rosinski, La venganza del conde Skarbek.

Senté arranca su primer guión, cuyo título, Yo, Jolan, es toda una declaración de principios, del mismo punto exacto, narrativo, físico y temporal, en que lo dejó Van Hamme, y claramente de acuerdo con éste, cuando Jolan se despide de su padre en el bosque y va al encuentro de Manthor, que le espera en lo alto de la colina. Aquí empiezan un viaje y una aventura iniciáticos en los que el mago somete a Jolan, junto con otros jóvenes candidatos, a una serie de pruebas que culminarán, en El Escudo de Thor, en una incursión al mismísimo Asgard, hogar de Odín y de Thor, con unos propósitos que, al concluir el segundo álbum, no están del todo claros, mientras que, en Midgard, es decir, en nuestro mundo, Thorgal y Aaricia ven su tan ansiada vida en un hogar por fin recuperado amenazada por esa herencia que les dejó Kriss de Valnor y que a su vez está relacionada con las peripecias que su hijo está sufriendo...

 Cubierta de Yo, Jolan (2007) Cubierta de  El Escudo de Thor (2009)

¿Qué podemos decir de Yves Senté? Ya he dejado entrever que el recién llegado ha demostrado ser todo un autor-revelación, quizás uno de los guionistas más interesantes del panorama historietístico europeo actual. Con muchos puntos en común con Van Hamme, con quien es la segunda serie que comparte, es un excelente narrador, sabe imprimir a sus historias un ritmo trepidante, sus diálogos son ágiles y precisos, sin una palabra de más ni de menos, y consigue mantener en todo momento el interés del lector, a menudo engañándole –pues en sus historias las cosas a menudo no son lo que parecen–, pero al mismo tiempo dándole pistas que le permitan intuir, si no adivinar, los derroteros y giros sorprendentes que va a seguir la trama, con lo que aquél se ve gratificado cuando comprueba que sus sospechas eran fundadas, aunque a menudo el gato encerrado es distinto del que había supuesto.

Aclaremos que, en Thorgal, Senté no ha intentado camaleonizarse y emular el estilo de Van Hamme, como sí hizo con Jacobs, pues el suyo es, pese a sus similitudes, bastante distinto del creador de la serie. Senté no es Van Hamme, ni pretende serlo, pero su Thorgal sigue siendo Thorgal, y sigue fielmente y en todo momento el espíritu y la letra de la serie. No tiene, sin embargo, por ejemplo, la endiablada habilidad para la elipsis de Van Hamme, y necesita muchas páginas para narrar una historia, por otra parte, muy atractiva y sugerente –apoyada, como queda dicho, en un Rosinski, pese a su edad, más grande que nunca–, pero que no tenemos del todo claro adónde nos va a llevar, pues nos ha planteado muchos enigmas que quedan, de momento, sin respuesta. Por otra parte, ese final de episodio a lo Rey León es flojo, no está a la altura de lo que cabe esperar de Thorgal.

En Bélgica y Francia está a punto de aparecer el siguiente episodio: La batalla de Asgard. Quizás al leerlo acabaremos de salir de dudas de si, como esperamos, el aprendiz de brujo Yves Senté, que hasta ahora ha salido más que airoso de todos los desafíos que ha asumido en la última década, ha sido la elección adecuada para continuar la serie y si podemos darle el título de sucesor en toda regla del a menudo genial Jean van Hamme, o si hubiera sido mejor que la saga se cerrase definitivamente para pasar al Olimpo de los grandes tebeos de la historia. El tiempo lo dirá, pero, en todo caso, nunca podrá borrar los grandes momentos, las bellísimas páginas que Thorgal, o más bien sus creadores, han escrito en esa misma historia.

 Cubierta del tomo n°32 de la serie: La bataille d’Asgard (2010) Cubierta del primer álbum de la nueva serie Les Mondes de Thorgal (2010)

Recientemente se anunció la próxima publicación del primer álbum de lo que va a ser un spin-off de Thorgal –como ya los hay de XIII–, dedicado –era de esperar– a Kriss de Valnor, obra de Senté y con dibujos del italiano Giulio de Vita –autor de James Healer y Wisher–, aunque la portada será de Rosinski, para dar mayor unidad gráfica al conjunto. Por cierto que, según me entero, Piotr, el hijo de este último, es el coordinador gráfico de la serie. ¿Serán estos dos nuevos nombres los posibles sucesores del maestro polaco, si Thorgal sigue adelante, teniendo en cuenta que los años no pasan en balde y que, en un futuro, esperemos que muy lejano, el maestro polaco tendrá que pensar en ir recogiendo los pinceles?

 

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Creación de la ficha (2010): Ángel Olivera, con revisión de Alejandro Capelo y edición de Félix López.
CITA DE ESTE DOCUMENTO / CITATION:
ANGEL OLIVERA (2010): "Thorgal, un héroe diferente 2", en YELLOW KID. ESTUDIOS SOBRE LA HISTORIETA, 4 (X-2010). Asociación Cultural Tebeosfera, Barcelona. Disponible en línea el 21/XI/2024 en: https://www.tebeosfera.com/documentos/thorgal_un_heroe_diferente_2.html