TERMINATOR: TEMPEST. En busca de la paradoja ideal
Un comando del ejército de JOHN CONNOR llega, desde 2029, a 1990 dispuesto a exterminar a los artífices del dispositivo de desplazamiento temporal de SKYNET. Tres terminators seguirán, por el tiempo, a los humanos, para asegurar su existencia y la de la IA genocida.
¡ANIQUILACIÓN!
El estreno de Terminator: Salvation nos obliga a revisar este material que formaría parte de la oferta /debut de DARK HORSE COMICS, la ambiciosa independiente en el mundo editorial del cómic que irrumpiría con la fuerza de una detonación tratando de romper la baraja monopólica (o bipólica) del cómic americano (sucintamente: superhéroes) y hacerse un honesto lugar en la Historia de la Historieta, publicando un material que pudiese sacar al lector de la ZONA FANTASMA o la ZONA NEGATIVA habituales a las que parecía verse condenado.
Ante la disyuntiva de replicar las plantillas de superhéroes de las majors, con mayor o menor fortuna (caso de IMAGE y adláteres y subderivados), o sacar un material diferente y de difícil arraigo, DHC optó por adquirir una serie de golosas licencias cinematográficas con las cuales esperaba afincarse en las estanterías y quioscos. Consiguió su objetivo merced a Terminator y ALIEN (explicado grosso modo) adquiriendo otros títulos, tanto o aún más jugosos y lucrativos, que consolidaron su posición entre las hegemonías reinantes, devolviendo al cine parte de lo que tomó de él (vale, venga: BARB WIRE).
Terminator, el éxito de JAMES CAMERON y ARNOLD SCHWARZENEGGER, se disponía a estrenar, cuando esta miniserie vio la luz, su secuela, llena de energía y FX, destinados a dejar clavados a los espectadores en sus butacas. La trama urdida por JOHN ARCUDI parece auxiliar esta película, de la cual quizás saca algunas ideas para mantener su ritmo, que lucha por ser trepidante y rico en matices, personajes secundarios y subtramas, procurando conjugar, apretándolos en un compacto bloque, el thriller, la ciencia ficción, el drama, un singular rasgo del terror, la filosofía y las abrumadoras teorías sobre las paradojas espaciotemporales, a fin de darle lustre y empaque al resultado final.
CHRIS WARNER (del cual poco más supimos) ilustra las ocurrencias de Arcudi (que aspira a la grandeza “roythomasiana” del verbo denso y las inspiradas metáforas) explayándose en la confección de páginas espectaculares y tiroteos, facciones desencajadas por el asombro, el terror o el fanatismo. Eficaz y competente, lleno de furia y movimiento, el color procura dar relieve y relevancia a su trabajo. El entintado se enquista miméticamente al poderoso lápiz de Warner, realzando su línea, un tanto tosca, llena de recursos limitados pero competentes, trazo duro y sólido capaz de incrustarse en la retina del lector.
Sólo podemos concentrar nuestros elogios en la labor gráfica, y bien que quisiéramos extenderlos al trabajo de Arcudyi mas en nuestro honesto juicio no es posible. Su argumento desprende algunas ideas interesantes, cierto, las cuales, sin embargo, no sabe explotar eficazmente, deslustrando su trabajo.
¡ACOSO!
Cameron arrojó a Terminator al mundo persiguiendo un determinado objetivo. Apenas se preocupó por fijar la fecha de la rebelión de las máquinas (hablamos del primer Terminator), sólo dándole una conclusión: en 2029. Esto permitía una muy ancha manga para establecer su inicio (en esta miniserie: 2009) y trazar complejos vericuetos de historias paralelas sobre otras misiones espaciotemporales o anécdotas del combate, todas ellas a merced de la explotación de DHC.
Tal como ha sucedido con el UNIVERSO LUCAS, mientras una extensa pléyade de autores construye un STAR WARS paralelo a lo que Lucas prefigura al final, siendo impermeable a todo lo propuesto en esas historias, nada de lo ideado en Chéz Dark Horse ha calado la férrea aleación de los terminators cinematográficos, que han seguido su camino implacablemente por otros derroteros a los contemplados en miniseries como ésta.
De todos modos, Arcudi no ha aportado nada brillante a este Universo paralelo. Tiene el mérito, acaso, de ser el primero en meterle mano al mito. Ignoramos si las carencias que evidencia se deben a unas prisas por coincidir, o aun adelantarse, al estreno de T2 (de la cual la edición de NORMA EDITORIAL, de esta miniserie, hace profusa promoción), de recortes sugeridos por el editor, o de una completa incomprensión del escritor del material sobre el que trabajaba.
¡PELIGRO!
Si bien la trama de Arcudi cuenta con el giro de que son los humanos los urgidos a matar a un coautor de Skynet, o su futura amenaza, y los terminators (tres, nada menos) los defensores del objetivo de este comando, y que contempla, un tanto al descuido, la posibilidad de que la IA pudiera ser fruto del espionaje industrial (o aun el KGB -!-), el autor sitúa el epicentro de su historia en la maldita pistola de rayos.
Su preponderancia ya nos la delata el modo como es traída a 1990, y cómo se empuña, obsesivamente, durante toda la historia, llena de situaciones exclusivas para que la puñetera pistola relampaguee matando a alguien. Al final, Arcudi hace que obtenga la pistola el objetivo de los humanos (un vejete blanco cascarrabias que parece huido de un campo nazi de experimentación, uno de sus directores), sugiriéndole al lector que, de ese embrión, surgirá Skynet. Pero luego, y sin duda por mediación del humano cibernetizado (eso intuimos), recibe además el cráneo intacto de un terminator. Arcudi, en su insuficiencia, nos dice que estos fetiches, por separado, serán los modelos a seguir de esas armas y los terminators. ¿Tan corto de miras es que no podía intuir que una aplicación revolucionaria puede influir, dramáticamente, en toda la industria? Lo es. Nos lo asegura el gigantismo como describe las instalaciones necesarias para alojar cualquier cosa. Aunque el CYBERPUNK ya gozaba de una sana andadura, el concepto de los nanobots o la potente penetración de la informática le son completamente ajenos.
Siguiendo su línea de razonamiento, Skynet debería desplazar tanques y cazas desde 2029 para que, en 1990, tuviesen modelos en qué basarse, ¿no?
¡DESTRUCCIÓN!
Arcudi tampoco parece haber visto Terminator. Si uno solo podía causar tanto daño y estrago (limitado, como vimos en T2, al dinero que disponía Cameron para gastar), y mostraba una resistencia que desafiaba lo asombroso, Arcudy desplaza a tres para contener a cinco crononautas humanos, mal pertrechados y frágiles, que no obstante el lápiz de Warner traza pletóricos y hermosos. No tienen nada que ver con el (realista) KYLE REESE (MICHAEL BIENH) depauperado, hastiado, socavado por una tenaz guerra sin fin-sin fin ni esperanza, que insemina a SARAH CONNOR (LINDA HAMILTON) con el “mesías reticente”.
También sabemos cuán potente, tenaz, expeditivo, duro, es un terminator, aun de la Serie 600 (los de la piel de goma). Los terminators de Arcudi parecen unos C3PO algo más resistentes. Grotesca es la viñeta (por no mencionar las del DR. ASTIN, con la bata blanca doquiera que fuese) en que los fugitivos atropellan a un terminator ¡y lo parten en dos!, cuando páginas antes una camioneta de la policía (al menos, vehículo de mayor volumen) embiste a otro y apenas le causa “rasguños”. A partir de ahí, todo el empeño de los autores se vuelca en mostrar hierro bajo el pellejo, favor flaco que nos ha hecho Cameron, a la larga, pues no hay producción de robots donde no se vea el cráneo de metal debajo de la carne desgarrada.
Arcudi trama un final abierto, un continuará donde Astin es la Sarah Connor de esta historia. En conjunto, hace un trabajo endeble capaz de repuntar en ciertos momentos, donde pone la tilde en mostrarnos un Los Ángeles, 1990, digno de la teleserie THE SHIELD, por sus barrios bajos y pandilleros, o UN DÍA DE FURIA, con sus pintorescas periferias angelinas.
RECAPITULANDO
So pena de cometer un error con la fechas, simultáneamente a esta “tebeodificación” de uno de los mitos más populares de la cultura contemporánea, FRANK MILLER y GEOFF DARROW fabulaban la delirante peripecia de un terminator que, como D-FENS (MICHAEL DOUGLAS) sólo quiere volver a casa tras un muy mal día de trabajo. HARD BOILED sí entiende, pero que muy bien, qué es, cómo siente, de qué va, un terminator, y más uno desmadrado como UNIDAD CUATRO. Intuye la extensión del daño que puede provocar y cuánto castigo soporta.
La comparación tumba los balbuceos de Arcudi (al cual no queremos culpabilizar del todo; también tenemos presentes las sugerencias recibidas por terceros y que desdibujaran su trama), que se muestra timorato en la plasmación de sus conceptos y la elección de los nombres para salvar el abismo que media entre la rebelión y la derrota de Skynet (la IA torpe, porque en veintiséis años –aceptando las fechas de T3- es incapaz de eliminar a la Humanidad fatalmente barrenada por la guerra nuclear y sus terribles secuelas; esto nos insinúa un conflictos con “palos y piedras” que quizás sí justifique la larga y extenuante batalla, aunque…).
No queremos concluir esta reseña sin señalar el cameo del ED-209 de ROBOCOP en estas planchas, ineludible quizás al ser historia de robots.
Esta miniserie tiene el valor de pertenecer a la primera andanada de DHC destinada a asentarle en la competitiva industria del cómic. Aporta poco, y se la podría contemplar con más cariño si no fuera por el resaltado afán de pequeñez y contención en el uso de recursos de Arcudi, a quien se le brindó la oportunidad de pertenecer al Parnaso, de romper moldes, hacer historia, y se contentó con barrer el portal del Panteón de las Leyendas.
FICHA TÉCNICA
TÍTULO: TERMINATOR: TEMPEST
GUIÓN: JOHN ARCUDI – SOBRE CONCEPTOS DE JAMES CAMERON Y GALE ANN HURD
DIBUJO: CHRIS WARNER
TINTA: PAUL GUINAN
COLOR: CHRIS CHALENOR, RACHELLE MENASHE
EDITA (EE.UU): DARK HORSE COMICS, 1990
EDITA (ESPAÑA): NORMA EDITORIAL, 1991
TRADUCE: XAVIER MARTURET
ROTULA: GAVIN RODRIGUES
MAQUETACIÓN: JUAN CARLOS GÓMEZ
COMENTARIOS: F.X. MARTURET, L.D., ANTONI GUIRAL
FORMATO: CUADERNO GRAPADO, CUATRO NÚMEROS, 36 PÁGINAS
DEP. LEGAL: B-26688-91
P.V.P.: 225 PESETAS