TAXI. UN PASEO POR BARCELONA.
Font es un autor español que comenzó trabajando para el mercado exterior desde sus inicios. Salvo las primeras viñetas esporádicas dirigidas a tebeos de Bruguera o Toray, rápidamente logró un puesto en agencias y comenzó a dibujar para europeos en edad juvenil ávidos de romance o acción.
Por eso no debe extrañarnos la factura de algunas de sus obras, Les robinsons de la Terre, Carmen Bond, El prisionero de las estrellas o Taxi, elaboradas para satisfacer a un tipo de lector de un mercado tan específico como el francés. Taxi, una obra desarrollada a mediados de los ochenta, es una saga aventurera protagonizada por una investigadora de la agencia de prensa ficticia Control Press, que tiene su sede en la Barcelona actual, escenario en el que esta muchacha, tan temeraria como atractiva, se enfrenta a criminales de alto standing. Su factura como obra, en su reparto por entregas, hilvanadas por un argumento central, en su secuenciación y en el uso del color (de Marta Cardona), en su distribución destinada a la recopilación en álbumes de 48 páginas, atestiguan esta sospecha de que es una obra de historieta elaborada para el lector español tanto como para todo tipo de lectores europeos.
En efecto, hay acción, pero el desarrollo del relato es lento dependiendo de la dosificación del suspense, que se resolverá 40 páginas más adelante. En efecto, la ambientación es capital, y el autor se recrea en el escenario elegido y muestra vehículos y edificaciones que están perfectamente documentados. Y, en efecto, los personajes responden a modelos reconocibles en lo que fue la última historieta moderna de los ochenta: mujer protagonista, capaz e independiente pese a ser un bombón, aliado masculino interesante que no la eclipsa, secundarios ambiguos e inteligentes, y villanos asociados a grandes corporaciones o empresas, alejados ya de la estela ideológica que acartonaba los personajes de los setenta.
Imagen de una página del segundo álbum de Taxi, tomada de Zonanegativa.com
Al abordar el guión, Font se comporta aquí como un Van Hamme, acodado en un tema de moda en los primeros ochenta, el de las teorías de la conspiración. Coquetea con el espionaje industrial y plantea la existencia de un estrato de población que aún se esfuerza por demostrar que existe justicia social, si bien los crímenes de alto nivel se siguen solucionando en despachos bien iluminados y a golpe de talonario. La acción se resuelve con una introducción movida, localizada en los bajos fondos, que después se desplaza a un paisaje urbano, diurno o nocturno, visitando los restaurantes floridos y las estancias de lujo donde se adoptan las decisiones finales. El contraste lo pone el barrio antiguo de Barcelona, uno que se plasma en estas viñetas con tanto detalle que sólo puede significar una cosa: amor.
Primera edición francesa de Taxi.
Porque en El laberinto del dragón, primera aventura y álbum de Taxi, uno de los protagonistas es la ciudad tal y como se muestra en su excepcional portada. Una Barcelona resplandeciente y cosmopolita, pero no con los brillos de los rascacielos tapizados de vidrio que acostumbramos a ver en los comic books. No, aquí vivimos aventuras por una ciudad viva, que existe, con esquinas reconocibles en cada plaza y en cada puerto, con fachadas familiares en cada calle y bloque (aunque la ubicación del Edificio Norma es una ironía). Font nos ha regalado unos fondos precisos de la Barcelona por él paseada, en la que brotan de improviso los monumentos más conocidos sin molestar a la vista, pasando casi desapercibidos a veces. Y su autor los usa con inteligencia, ojo, que la constante de las callejuelas de la Barcelona vieja o de las iglesias que pugnan por despuntar con los rascacielos rutilantes al fondo no es sólo una presencia estética, son claras metáforas de la trama que se desarrolla (como ya se apunta en la imagen escogida para la portadilla), en la que se plantea la impotencia del pueblo llano frente a los que manejan el destino de las finanzas, del poder.
Frente a esta muralla insalvable se erige Taxi, un personaje femenino casi prototípico en esta época que Font construye con regla. La muchacha tiene los pechos esféricos de Font, los meñiques de Bernet y la cara pecosa y sexuada de las chicas felinas de Manara; pero tiene estilo propio y una personalidad remota que se irá desarrollando en siguientes libros. Es sexy pero no explícita, es aventurera pero no una hembra / hombre capaz de dejar KO a los gángsteres. Lo que quizá aquí flaquea, en esta primera aventura de primorosos fondos, es la química entre ella y su compañero de fatigas, Nelson Tort.
Taxi, en su segunda editorial francesa.
En el segundo álbum de Taxi, Un crucero al infierno, el personaje principal experimenta mayor desarrollo, pero sin que fragüe la relación entre ella y Nelson. Barcelona sigue ahí, con sus andurriales y viarios, deliciosamente retratada, escenario en el cual un grupo terrorista de raíz islámica pretende actuar contra una empresa nuclear que transporta sus residuos en tren. Este es otro tema imbricado en la actualidad, en los mediados ochenta, que Font utiliza inteligentemente para levantar una trama bastante verosímil. Para deleite de los fans de las curvas, Taxi se desmelena más en esta aventura: para infiltrarse en el yate de un árabe adinerado enseña muslo y abre al máximo el escote. Y para los que se aburrieron del callejeo condal, Font se vuelve exótico aquí: primero nos lleva a la Málaga de los ricachones, luego al Egipto turbulento de los integristas. ¿Se gana con el cambio? Si en el libro primero el paseo por la ciudad se convierte en un deleite mientras se suceden las intrigas suavemente, en esta entrega el cambio de escenarios es radical y la acción no deja de fluir. Y todo sin que Font pierda su pulso narrador y artístico, tanto en la creación de personajes secundarios de estatura formidable con apenas dos viñetas de presentación, y con la recreación de escenarios tan míticos como posibles, caso de la secuencia en la que Taxi se pierde en las arenas del desierto (la página 40 de este libro es digna de un Toppi).
La tercera y última aventura de Taxi, La fosa del diablo, vuelve a desarrollarse en Cataluña, en varias ciudades de la Costa Brava, y en ella Nelson vuelve a ocupar un lugar protagónico pero sin llegar al derecho a roce. El elemento aglutinante de esta historia es la droga, con varias facciones de poder implicadas en su tráfico y distribución. Font vuelve a dibujar una Barcelona hermosa, viva, trufada de Gaudí y modernismo, en la que la acción discurre con agilidad. No obstante, si bien el arranque es más que correcto, los personajes se resienten en general: Nelson parece más acartonado, Taxi no deja de adoptar poses y lucir modelitos, y los villanos rozan el estereotipo, alejados ahora de esa increíble capacidad de su autor para hacerlos humanos. Pese a esto, es la aventura más interesante de la heroína, con una trama más elaborada y con más golpes de efecto y giros incorporados, y con una resolución menos predecible, si bien el espectro de la corrupción sigue flotando tras las viñetas.
Taxi, muy manariana, en su tercera aventura.
No importó, porque su dibujante se resarció con el desarrollo de Alise, otra mujer aventurera de rompe y rasga, en la serie escrita por Cothias Alise et les Argonautes, una obra de Font que no hemos podido disfrutar en España recogida en libros.