SUTENTUM. HISTORIAS QUE SE SOSTIENEN
Bello libro destinado a un noble fin es éste que nos llega editado por CIMA (Centro de Investigación del Medio Ambiente, de la Consejería de Medio Ambiente del Gobierno de Cantabria) y coordinado por el teórico y divulgador cántabro Yexus. Se trata de un álbum con historietas de los autores cántabros Laura y Ricardo Sua, Pedro Soto, David Baldeón, Alvaro Iglesias, Iñigo Ansola y Enrique V. Vegas, que abordan diferentes asuntos de interés ecológico, así proyectado para buscar un modo atractivo de abordar asuntos (y darlos a entender a los jóvenes) que de otro modo se perderían en el marasmo de textos áridos y de actuaciones llamativa de militantes (ecologistas) que a la larga lanzan mensaje desviados de su objetivo original: muchos de los vandalismos y gansadas de los militantes ecologistas sólo logran, a la postre, significar la misma militancia ecologista, pero no definir en concreto el problema que pretenden denunciar.
Página de Vegas.
Aquí se ha propuesto a varios autores que construyan una historieta partiendo de un problema específico. Así, Vegas se ocupa de la contaminación atmosférica y construye un relato de ciencia ficción postapocalíptico en el que dos humanos encuentran un depósito de oxígeno. Soto se aproxima a la cuestión de los residuos urbanos describiendo una utopía, también urbana, enclavada en un vertedero. Baldeón traza una parábola a través de lo que parece un prospecto ilustrado para aproximarse al problema del saneamiento de las aguas. Iglesias también toca el tema de las aguas, en concreto de su abastecimiento, y construye una historia emotiva con un lugareño testarudo. Ansola aporta la nota cómica con un relato disparatado, también fictiocientífico, sobre la ocupación y gestión territorial. Y los hermanos Súa describen un futuro antiutópico tras el temido y nunca suficientemente vapuleado “cambio climático”.
El reparto de temas y su adjudicación a autores tan dispares en estilo y en el modo de acercarse al medio desequilibra el conjunto, obviamente, pero hay algo en lo que tenemos que darle la razón a Yexús: él afirma que no era necesario salir de las fronteras de Cantabria para hallar autores adecuados para este proyecto, y no se equivocó. Pese a la juventud de algunos de ellos, el libro deja un sabor amargo pero satisfactorio tras la lectura.
Página de Iglesias.
Cada lector tendrá sus gustos, como es natural. Por ejemplo, Baldeón no consigue implicar al lector en el problema que quiere denunciar o plasmar en sus viñetas. Vegas demuestra que es un buen narrador, pese a que siempre dibuje cabezones, pero su historia es simple, sin conflicto, y con un desenlace que parece probar que, en realidad, sí estamos obrando adecuadamente. Soto, que ha sabido construir una historia seductora, bien dibujada y mejor sombreada, nos lleva a un desenlace inconsistente (¿cuál es la lección; en la autarquía está la solución; cómo se sostiene esa utópica “Villa Diógenes” si no existe una comunidad mayor que producto la basura excedente?). Los Súa se esfuerzan por dramatizar el paradigma del cambio climático mostrando la muerte del último hombre, que es sustituido por una nueva ‘especie’, pero el uso que hacen de las figuras del Guernica y la obviedad en los nombres de los personajes convierten su relato en predecible desde la primera viñeta. Iglesias y Ansola también abordan sus problemas sesgadamente, o por la tangente, pero son dos verdaderos hallazgos y sólo por sus aportaciones merece la pena adquirir este libro insólito y magnífico.Iglesias construye un personaje creíble y mágico con dos pinceladas: un fabricante de paraguas (buen símbolo de la necesidad de reconducir las aguas) que, por un error, no recibe la carta en la que se le conmina a abandonar un pueblo que va a ser anegado; él se niega a moverse de su casa. Iglesias dibuja a sus personajes con una apariencia simpática, que se puede confundir con marionetas o muñecos, y ello les convierte en más patéticos. Pero la fórmula funciona y el protagonista queda a salvo de las aguas al tiempo que mantiene la belleza de su entorno: “qué paisaje se observa desde aquí”, le dicen. Y eso le colma de satisfacción. Un diez por esta historia.
Por su parte, Ansola es un genio del humor. Dirán lo que quieran de su grafismo, tosco, tan cercano a Reiser o a Oscar como deudor de Köning o Ja. Pero con muy pocos elementos, por foscos que resulten, y con un dominio de los diálogos inaudito, nos atrapa en una trama de confusiones y corrupción en la que la carcajada no cesa. El teléfono incrustado con el soniquete de “Fusta Amante” es una genialidad. El poseedor de la moto es un secundario de lujo. Todos los elementos de la trama encajan perfectamente, hasta los añadidos al margen. Nunca una historia tan aparentemente mal dibujada funcionó tan bien. Aunque tampoco queda claro si lo que se denunciaba en ella era la explotación abusiva del territorio o qué.
Sustenum es un libro de cubierta maravillosa, de premio. Es un libro híbrido y heterogéneo, bien coordinado, con algunas historias insulsas y otras magníficas, del que no se puede decir a ciencia cierta si es verdaderamente útil para convencer a los chavales de los problemas de tipo ambiental que nos aquejan, pero que está claro que brinda un puñado de historias solventes, algunas de ellas de indiscutible calidad.
Atentos pues a Ansola y a Iglesias.
Y cuidad vuestro entorno.