SÓCRATES, EL FILÓSOFO PERRO
JESÚS GISBERT

Title:
Socrates, the philosopher dog
Resumen / Abstract:
Reseña de la nueva edición de Fulgencio Pimentel de Sócrates, de Christophe Blain y Joann Sfar. / Review of Fulgencio Pimentel’s new edition of Sócrates, by Christophe Blain and Joann Sfar.
Palabras clave / Keywords:
Filosofía, Sócrates/ Philosophy, Sócrates
  • Platón describió a Diógenes como “un Sócrates enloquecido” y así se impuso en la historia oficial. Fuente: https://funnyjunk.com/Diogenes from sinope compilation/funny-pictures/5489518/
  • Reflejos de lo real, lo simbólico y lo imaginario representados…
  • …en un territorio mítico intemporal
  • Sócrates se presenta con prístina claridad, que es la cortesía del filósofo
  • El mito de la infancia feliz atraviesa la existencia humana
  • La inteligencia supeditada al placer versus la inteligencia dominadora
  • "Tus canciones valen más que la filosofia" dice Sócrates
  • Ulises y Heracles a bordo con el perro Sócrates
  • Edipo y una figuración de la fantasía edípica en la tercera historieta de Sócrates
  • Simbiosis entre autores (igual que entre dibujo y escritura): una seña de la nouvelle BD
  • La ironía socrática y la sátira menipea coexisten en el tebeo de Sfar y Blain
  • La inversión del platonismo atañe a los cínicos contemporáneos

SÓCRATES, EL FILÓSOFO PERRO

 

Hay un sutil juego de conexiones intelectuales y gráficas cuyo resultado mueve a risa en Sócrates, la reciente recopilación en un solo volumen de las tres historietas que, con el título común Socrate le demi-chien, escribió Joann Sfar y dibujó Christophe Blain durante la primera década del presente siglo. Los álbumes originales son: I. Héraclès (2002), II. Ulysse (2004) y III. Oedipe à Corinthe (2009). La presente edición conjunta de los tres tomos, bellamente ejecutada por Fulgencio Pimentel, actualiza la serie en nuestro idioma, ya que ofrece, junto a una nueva traducción de la misma, la posibilidad de acceder a una obra de difícil acceso en su anterior edición española (Ediciones Sinsentido, 2007-2009). Un detalle, por cierto, de buen gusto lo proporciona el que cada una de las tres historietas que conforman el Sócrates de la editorial riojana vaya precedida de la imagen de la cubierta original respectiva en la edición francesa de Dargaud, reproducida después en la de Sinsentido.

Pero lo que provoca Sócrates es una risa disolvente, jocosa, vital (más allá de la ironía —por no decir mala uva— que se pueda apreciar y sobre la que volveré más adelante). Es un humor que remite a lo mejor del cómic adulto que emergió en los años sesenta y setenta del siglo pasado, en conexión con el resto de manifestaciones de aquella generación contracultural; un cómic que encontró continuación en Francia con la denominada nouvelle bande dessinée, de la que tanto Joann Sfar como Christopher Blain son representantes conspicuos.

Es una risa, en fin, con raíces filosóficas, si bien no es preciso en absoluto conocer la historia de la filosofía para deleitarse con este Sócrates de Sfar y de Blain.

Tradición y modernidad de los cínicos

A Sócrates se le considera el padre de la filosofía moral de Occidente, por cuanto su actividad (meramente oral, ágrafa) suscitó un interés aún vigente por la consecución de una vida buena. Esta actividad socrática se dio en un contexto, el de la polis ateniense, en el que la ética formaba parte de la política, igual que el individuo es miembro de la ciudad. Sócrates inspiró diferentes “escuelas”, por así decir, diferentes maneras de interpretar y realizar su aspiración en la urbe. La circunstancia de que no dejara nada escrito y solamente lo conozcamos por testimonios ajenos tiene algo que ver con el hecho de que se impusiera en la historia de la filosofía, y en la historia cultural en definitiva, la versión de Sócrates proporcionada por su discípulo Platón, quien abundó en la figura de su maestro y convirtió además la filosofía en una actividad inseparable de la escritura. Tras Platón, ya se sabe. Durante más de veinte siglos se desarrolló e instauró una concepción de la vida buena entreverada con la ensoñación de un mundo suprasensible.

Sin embargo, el mismo Platón empleó una expresión, “Sócrates enloquecido”, para describir a Diógenes de Sínope, también conocido como Diógenes el perro, a quien una parte de los historiadores le atribuye el inicio de la escuela o corriente de los cínicos (otra parte fija en Antístenes, maestro de Diógenes y coetáneo de Sócrates, dicha atribución). Lo importante para lo que nos ocupa ahora es la vinculación que la descripción platónica establece entre Sócrates y Diógenes; y de ahí, la postulación de los cínicos entendidos como el reverso de Sócrates (el Sócrates platonizado, quiero decir), como su inversión. Platón capta el aspecto subversivo que el planteamiento de Diógenes conlleva, un planteamiento que es más que nada una actitud, un estilo de vida, un desafío a la cultura hegemónica.

La de los cínicos es conocida como “la secta del perro”, no solo por la probable etimología del término ‘cínico’ (del griego kyón, kynós = perro; kynikós = perruno) [1] , sino también por la elección de un modo de vida que desprecia las convenciones (nomos) y actúa desvergonzadamente —según la naturaleza (physis)— en el seno de la polis (los llamados ‘perroflautas’ que vemos hoy en día por las ciudades, los de verdad, recuerdan a los cínicos tipo Diógenes).

Tampoco Diógenes de Sínope dejó nada escrito. Pero su legado ha pervivido en la historia y emergió en el siglo XX con muy buena salud, en principio permeado bajo tierra (underground) hasta que floreció abiertamente entre las capas intelectuales, vitales y artísticas de la contracultura. Jordi Costa refiere la voluntad de «invalidar la moneda en curso» de Diógenes de Sínope como atribuible a la generación contracultural (Costa, 2018: 43). Otros comentadores, como Sloterdjik (2003) o García Gual (2014), ponen de relieve la vigencia contemporánea de la sombra de los viejos filósofos perrunos, manifestada en tantas actitudes y movimientos de ruptura frente a las concepciones heredadas y las costumbres establecidas [2] .

Joann Sfar y la filosofía

No estará de más recordar la formación filosófica de Joann Sfar, su titulación académica sobre la materia en la Facultad de Niza. No se trata de un mero dato de curriculum vitae. Sfar es un autor tremendamente prolífico, y buena parte de su obra desvela abiertamente una afinidad con la filosofía que en cierto modo lo singulariza (de un modo más patente que a Max y el interés de este por la filosofía representado a partir de cierto momento de su carrera). Proyectos como La petite bibliotèque philosophique de Joann Sfar, que cuenta con sendas versiones de El banquete, de Platón, y Cándido, de Voltaire, en las que el historietista nizardo mezcla dibujo e imagen a la manera de sus Carnets, o su novela de aventuras Le plus Grand Philosophe de France, apelan visiblemente a los intereses filosóficos de Sfar. De otro modo, las expresiones ironicocríticas acerca del judaísmo llevadas a cabo por Sfar en El gato del rabino o en Las olivas negras (dibujado por Emmanuel Guibert) revelan esa impronta reflexiva tan característica del autor y que salpica igualmente sus Cuadernos (Carnets), por ejemplo Si Dios existe. Sfar proporciona una muestra de sincronía mano-cerebro a la altura de los mejores dibujantes de historieta. Una parte importante de su cerebro, por decirlo de algún modo, está conformada por los contenidos, pero también por las inquietudes de la filosofía comme il faut.

Está, pues, justificada la lectura del cómic Sócrates que propongo, sustentada en un trasfondo filosófico que enriquece enormemente la obra. Pero debo insistir en que tener conciencia o conocimiento de ese trasfondo no es necesario para gozar la experiencia contemplativa que proporcionan las historietas de este tebeo. La naturaleza del cómic (como medio y como producto) es tal, que sus realizaciones más logradas ofrecen satisfacción transversal a diferentes personas y públicos.

Se trata además de una lectura congruente con el papel desempeñado por el cómic (y el comix) en la contestación generacional —y global— iniciada hace unos sesenta años y congruente a su vez con lo que la historieta significa aún en esta especie de neocultura actual sobrevenida como resultado.

El Sócrates de Sfar y Blain

Tampoco es gratuito aludir a una característica específica que se dio en el entorno de L’Association, fundada en 1990. Dicho entorno favoreció diversas formas de colaboración entre sus allegados, una de las cuales, de primer orden, fue la realización conjunta de cómics por parte de distintos autores. Quizás el ejemplo más notorio de este tipo de colaboración lo proporciona La mazmorra (Donjon), una larga serie inconclusa de historietas concebida por Lewis Trondheim y Joann Sfar que arrancó en 1998 y que reúne para su ejecución a numerosos autores de la órbita BD (Trondheim y Sfar se reservan la tarea guionística, mientras que el dibujo se reparte entre ellos mismos y otros historietistas, como Christophe Blain, Manu Larcenet, y una larga nómina de autores completos, como Blutch, Alfred, Marzan, Bézian… y Carlos Nine). Otros ejemplos de colaboración en este ámbito los proporcionan El capitán Escarlata, con David B. en el guion y los lápices a cargo de Emmanuel Guibert; La rebelión de Hop-Frog y Los ogros, con Christophe Blain (dibujo) y David B. (guion); Las olivas negras (Sfar y Guibert)… y Sócrates, de Blain y Sfar. La alteración —por no decir ruptura— que estas colaboraciones suponen respecto a la concepción tradicional y egotista de l’auteur es una marca indeleble y medida de lo que, siquiera en el contexto de la bande dessinée, pretendió innovar —por no decir revolucionar— esa generación de hermanos menores de los artífices del mayo francés.

Todas estas colaboraciones participan de —y a la vez exponen— ciertos rasgos comunes que permiten caracterizar con mayor o menor precisión el estilo de la nouvelle (aunque ya no tan nueva) bande dessinée, salvando, por supuesto, las particularidades de cada autor. Tono y trazo caricaturescos, ironía expositiva, naturalidad en la expresión, simplicidad (solo) aparente, sensación de cercanía del autor respecto al lector… son algunos de esos rasgos perceptibles.

La colaboración de Christophe Blain con Joann Sfar en Sócrates ratifica lo anterior. Reconocemos al Blain de Isaac el pirata y de Gus, cuyo trazo, en esta ocasión, se manifiesta en sintonía con un guion de Sfar delirante en tres sentidos: se sale de los surcos trillados por la tradición filosófica, apela a la razón práctica (la buena vida) mediante la representación satírica de la sinrazón y recurre a una ocasional mala uva, entendida como herramienta contracultural.

El hallazgo intelectual (Sfar) y gráfico (Blain) de Sócrates lo resume el hecho de llamar así a un perro que habla en la Grecia clásica. En la serie, Sócrates es el perro de Heracles, un semidiós (hijo de Zeus y de una reina mortal). En consonancia, Sócrates, presentado como el perro del hijo de Zeus, tiene también dos naturalezas, es un semiperro, mitad can y mitad filósofo. Este recurso, el del animal doméstico que habla entre humanos, lo empleó también Sfar por la misma época en El gato del rabino, cuyo primer título, La bar-mitzva, fue publicado por Dargaud prácticamente a la vez que Heracles, la primera historieta de Sócrates. Pero las respectivas situaciones y contextos en ambas series son completamente diferentes, por más que el latido del autor sea identificable en los dos casos como el mismo. El gato del rabino se sitúa a comienzos del siglo XX, en principio en Argel, en el contexto de la convivencia pacífica entre judíos y musulmanes, una paz expresada sobre todo por la actitud del rabino. Las historietas de Sócrates, en cambio, se sitúan en territorio (intelectual y gráfico) mitológico, sobre todo en lo concerniente a los personajes: Heracles, Ulises, Edipo… Sócrates remite a un contexto en el que el mito y el logos van juntos, bien que la razón recae aquí del lado del perro. Según mi lectura, la inversión filosófica —el hallazgo— que lleva a cabo Sfar en esta obra pasa por mostrar un filósofo perro (un cínico) que, pese a llamarse Sócrates, dista mucho de ser el “Sócrates enloquecido” que describiera Platón refiriéndose a Diógenes de Sínope. Esta misma inversión o vuelta de tuerca le sirve a Sfar para mostrar la pervivencia actual de los comportamientos de los personajes míticos (vinculados a la sexualidad, el deseo, los celos, la pasión de matar...) y, de paso, subvertir el tópico según el cual la filosofía sustituyó a la mitología, a tenor de la fórmula al uso que describe el nacimiento de aquella como “el paso del mito al logos”. Todo ello lo lleva a cabo Sfar haciéndose cargo del humor corrosivo, la sátira y la desvergüenza atribuibles a los cínicos, con lo que, además de patentizar la finura intelectual del autor cuando identifica el contenido con la expresión, proporciona al lector una satisfacción garantizada por el buen humor que a la postre transmite (lo cual demuestra al fin que es el cómic, sin duda, el medio idóneo para conjugar tantos elementos que anudan, no diré que al tresbolillo, el entendimiento, los sentidos y los sentimientos).

Es una pena que la relectura de la mitología clásica griega sugerida por Joann Sfar en Sócrates no encuentre continuidad, tal y como sucede con otros proyectos suyos interrumpidos. Pero bien mirado, es esta una característica inherente a la naturaleza de la historieta: su Continuará

 

Bibliografía

COSTA, J. (2018): Cómo acabar con la Contracultura. Una historia subterránea de España . Barcelona, Taurus.

GARCÍA GUAL, C. (2014): La secta del perro. Madrid, Alianza.

NIEHUES-PRÖBSTING, H. (2000): “La recepción moderna del cinismo: Diógenes y la Ilustración”, en Bracht, R., y Goulet-Cazé, M.-O. (eds.), Los cínicos, Barcelona, Seix Barral, pp. 430-474.

SLOTERDIJK, P. (2003): Crítica de la razón cínica. Madrid, Siruela.

 
 
NOTAS

[1] Diógenes Laercio, fuente privilegiada para el conocimiento de las vidas de los filósofos de la Antigüedad, relaciona el nombre de la escuela cínica con Antístenes y el hecho de que este transmitía su enseñanza en el Cinosargo, un gimnasio ubicado a las afueras de Atenas.

[2] Una distinción entre el cinismo como doctrina y el cinismo como actitud se solapa con la distinción en lengua alemana entre los vocablos kynismus y zynismus (Niehues-Pröbsting, 2000: 433) y, especialmente, con la distinción entre un cinismo clásico y un cinismo contemporáneo. Es un asunto controvertido. Niehues-Pröbsting (2000: 460) resalta la importancia de Nietzsche en la historia de la recepción del cinismo filosófico que acabó llevando al concepto moderno de cinismo como actitud.

Creación de la ficha (2018): Félix López, con revision de Alejandro Capelo · Imágenes proporcionadas por el editor, Fulgencio Pimentel
CITA DE ESTE DOCUMENTO / CITATION:
Jesús Gisbert (2018): "Sócrates, el filósofo perro", en Tebeosfera, tercera época, 8 (19-X-2018). Asociación Cultural Tebeosfera, Sevilla. Disponible en línea el 21/XI/2024 en: https://www.tebeosfera.com/documentos/socrates_el_filosofo_perro.html