SOBRE CONOCIMIENTOS Y RECONOCIMIENTOS
Sigue sorprendiendo la fertilidad teórica sobre cómic que hay en España, un país en el que la historieta se nutre sobre todo de la traducción y de la adaptación, , que a menudo vive atenta a los fenómenos y late con los ritos sociales, pero que se halla desprovista de la abundancia de antaño. Por supuesto, salvando excepciones, ya que cada día son mejores nuestros tebeos. Paradójicamente, nunca hubo tanto esfuerzo teórico sobre el medio producido aquí, es considerable el volumen de edición de artículos y monografías teóricas de talante cada vez más riguroso. La proliferación de congresos y simposios sobre la historieta o medios aledaños ha venido a multiplicar estos esfuerzos, dado que la congregación de estudiantes e investigadores en cursos de verano, congresos, mesas redondas, talleres y festivales acaba por generar un caudal de documentos que incrementan el acervo de reflexión sobre el cómic generado en nuestro país de manera notable.
Se observan actualmente cuatro motores principales en esta producción teórica, que luego se desarrollan con muy diferentes metodologías o enfoques: la divulgación rémora, el valor de la nostalgia, la pulsión historiográfica y el análisis específico. En el primer grupo entendemos que se hallan los esfuerzos generados en torno a una moda o circunstancia que está en boca de todos y que por eso mismo suscita interés. Los trabajos emanados de la fiebre de superhéroes cinematográficos o las diferentes propuestas del feminismo entrarían en este grupo. En el caso de los superhéroes se da la circunstancia de que su éxito en taquilla ha extendido su conocimiento entre todas las capas sociales, y eso permite el abordaje de obras sobre asuntos muy concretos y con metodologías específicas, como ha sido el caso de los libros sobre física o filosofía que se apoyaban en la figura del superhéroe, o las monografías de este año en torno a la ideología y la politología: Superhéroes y vigilantes, coordinado por A. M. Rodríguez de Austria; Ideologías políticas en la cultura de masas, de Pineda y Fernández Gómez, y Con capa y antifaz, de Julio Embid. Ahora, además, disponemos de un manual excelente sobre Los superhéroes y el derecho, escrito por Ignacio Fernández Sarasola, que ha sido editado por el sello valenciano Tirant lo Blanch en su colección temática sobre cine y derecho. Es lógico que el libro se apoye en la presencia de este tipo de personajes en las salas de cine, pero el autor, bien conocido por su trabajo anterior sobre la legislación que afecta a nuestros tebeos, extiende con astucia su ensayo a circunstancias susceptibles de análisis desde el punto de vista de legisladores y fiscales que no han transcurrido en pantalla alguna, solamente sobre el papel.
En su conjunto, este ensayo de Fernández Sarasola es sólido e impecable. Con esos dos adjetivos basta. Y debemos decirlo con contundencia porque no es habitual encontrar un texto en el que se den cita la oportunidad, el interés, el rigor y la buena pluma. Este asturiano, profesor de derecho constitucional, es además un hombre muy inteligente y con fuerte vocación didáctica. Ha ordenado los elementos de juicio y los casos conocidos de acuerdo con sus intereses y luego ha compuesto un sumario ordenado que cubre casi todo el espectro de casos singulares del derecho que podrían haber afectado o puesto en evidencia a personajes con capacidades extraordinarias. Esto ocurre sobre todo con la primera parte del libro, dirigida a comentar los casos especiales en los que sus habilidades suprahumanas desafían cuestiones básicas de la legalidad o que le sirven al autor para detallar algunos aspectos básicos, como el origen del derecho, la inconsistencia del derecho natural, la cuestión de la legitimidad, la jerarquización normativa, los principios de legalidad penal, la división de poderes y la conformación de los Estados democráticos y sus grietas: la sedición, la rebelión y el golpe de Estado.
Es divertido, a la par que fascinante, poder comprender fácilmente conceptos como los últimos mencionados, en boca de todos los políticos y opinantes españoles en estos días, gracias a la revisión de cómics en los que se fabula con un Estado totalitario gobernado por superhéroes (como el descrito en Kingdom Come o en Injustice: Gods among us). Resulta muy fácil asimilar las diferentes formas de gobierno y la idea de territorialidad del derecho si nos remitimos a lugares de ficción como Wakanda, Asgard o Latveria. Los supertipos que se ponen al servicio de los intereses de un Gobierno, aunque sean malvados (los del Escuadrón Suicida eran todos villanos), van guiados por una razón de Estado, y este caso límite nos ayuda a desentrañar el sentido de esa razón, por más que nos duela. Sarasola nos recuerda a Punisher (El Castigador), aquel formidable excombatiente que se tomaba la justicia por su mano, para hacernos pensar cómo se entiende el derecho natural en su circunstancia. ¿Hay que defender siempre “lo correcto” pese a quien pese y bajo el imperio de la ley, como predica el Capitán América? Y qué decir de los mundos utópicos de los comic books, como Apokolips, Krypton o Themiscyra. ¿Fluía la legalidad por ellos con igual naturalidad que en nuestro mundo o la normativa ―o el mismo derecho― se resquebraja? Fernández Sarasola responde a todas esas preguntas con una contrastada bibliografía y con ejemplos concretos que siguen sorprendiendo todavía hoy: valga rememorar los cuatro delitos que comete, uno tras otro, Superman en su primera intervención heroica plasmada en un cómic.
La mayor parte del libro la dedica su autor a cuestiones del derecho que nos afectan más de cerca, es decir, en el ámbito de la aplicación social. Las tres cuartas partes de Los superhéroes y el derecho van dedicada al caso de “Los superhéroes contra la sociedad”, y en esas páginas se centra Sarasola en los derechos fundamentales y sus límites en ámbitos por los que pululan los superhéroes (derecho a la vida, a la integridad, la dignidad, la libertad, la igualdad, el honor, la intimidad, etcétera) y además, en los últimos capítulos, a los derechos colectivos, los laborales y otros, llegando a tocar los derechos sociales de tercera generación, es decir, los surgidos en el seno de la globalización. Así,Swamp Thing nos lleva de la mano hacia el ecologismo, Los Vengadores nos plantean las dudas que puede haber sobre el derecho de reunión, el bueno de Superman podría estar vulnerando constantemente nuestro derecho a la intimidad con sus “penetrantes” ojos, ¿y qué se puede argumentar al respecto de la responsabilidad de Hulk sobre los tremendos destrozos que comete? Se abre todo un abanico de preguntas que habitualmente no nos planteamos en el calor de la lectura por aquello de la suspensión de la incredulidad, pero es que forzar la posibilidad de que esos mundos también debieran hallarse bajo el imperio de la ley nos ayuda a comprender los aspectos del derecho que el autor relaciona en estas páginas. Muchas cosas pueden resultar agradables o imperceptibles en el comic, pero si el derecho que respalda las leyes que defienden los superhéroes es el mismo que regula su mundo habría superhéroes que no podrían conducir un batmóvil, habría que establecer categorías de poder entre determinados contendientes, los clones y mutantes podrían exigir un trato especial, etc. Este fascinante tapiz de posibilidades es explorado por Sarasola con mucho conocimiento en la materia y con verbo florido. La rutinaria encuadernación y la mejorable impresión (es impresión digital) afean un poco el objeto, pero no el ensayo, que es posiblemente el mejor que ha visto la luz en España durante este año 2018.
Por lo que se refiere al eje historiográfico, el segundo de los motores comentados al principio de esta reseña, este año hemos disfrutado de varios libros que revisan nuestra tebeografía ( Cómics en los 80, Las chicas son guerreras, Del boom al crack, por ejemplo), y de todos ellos entresacaríamos la obra de un hispanista francés llamado Michel Matly, fundamentalmente porque ha elaborado un trabajo que ya resultaba necesario a esta altura de la efeméride, el de explorar la historieta sobre la Guerra Civil o que se ambienta en aquel funesto conflicto. Se trata del libro El cómic sobre la Guerra Civil, publicado por Cátedra en su colección Signo e imagen, la dirigida por Jenaro Talens. En este caso, el libro está muy bien editado e ilustrado, algo de enorme importancia porque Matly logra adjuntar ejemplos gráficos de casi todos los asuntos o ediciones que comenta, lo cual es muy importante porque hay abundantes obras producidas en el extranjero que no hemos podido conocer traducidas al castellano. El estudio de Matly procede de su monumental tesis doctoral sobre los diferentes enfoques practicados desde la historieta en torno a la Guerra Civil, en la que hacía un repaso exhaustivo a todo lo que en cómic se ha publicado sobre el conflicto. No sorprende la escasez de obras de historieta publicadas durante aquel periodo, amén de que muchas quedaron subsumidas en la ingente producción de revistas infantiles, ni tampoco el silencio impuesto durante la dictadura sobre el particular (como bien sabemos, apenas hubo tebeos de ambientación bélica hasta que no transcurrió una década desde el final de la contienda). Sí llama la atención, sin embargo, la producción pobre, sesgada o alegórica de los años setenta y ochenta, la surgida tras la muerte del dictador y que debería haber sido rabiosa, pero que acabó acomodada en aquel concilio callado de la transición de 1978. Lo que más destaca es el clamoroso silencio que sobre el conflicto cainita se mantuvo en España durante los años noventa. Es decir, recuperada la democracia estuvimos un cuarto de siglo sin comentar con vehemencia la guerra que había hipotecado todo nuestro siglo XX.
Según Matly, el tiempo de la memoria regresó en el siglo XXI para dar forma a otro conflicto, el del reproche posmoderno, enhebrado en la polarización y el discurso manipulado. Si bien la guerra había terminado en 1939, los políticos, los sociólogos y los lobbys decidieron revirtualizarla. Matly da fe de todo ese reinicio crispado y de la proliferación de obras, muchas fundamentadas en la biografía, que surgieron a partir de 2010, la cuales ya no pretenden la reconciliación sino meramente el recuerdo. Y cada recuerdo nos retrotrae a una guerra diferente… A la postre, lo más interesante del libro de Matly (al menos para el que esto escribe) es la mirada exterior, a la que dedica los seis capítulos centrales del libro. O sea, la visión que sobre nuestra guerra tuvieron desde el mismo año 1936 otras culturas y sus tebeos, que resulta indicativa de las distintas formas de entender el conflicto y de comprender las dos Españas. Se ha detenido el autor sobre todo en el cómic franco-belga para buscar ejemplos, por ser el mercado que más obras largas ha dedicado a la Guerra Civil, pero resulta también muy esclarecedora la mirada desde América Latina, precisamente por ser una tierra muy influida por la cultura española y un territorio luego castigado por los conflictos de clase y que acabaría viviendo sus propias dictaduras militares en no pocos países.
Luego dedica Matly los capítulos finales a analizar los cuatro grandes grupos de temas que más ha querido destacar en su investigación: la violencia ejercida durante la guerra, sobre todo contra la población civil; la intervención e importancia de la Iglesia en y después de la guerra; el extrañamiento, bien a través del exilio bien por razón de encarcelamiento; el afán por recuperar una fórmula de gobierno republicano, por último, constatando la poca presencia de la bandera de la II República en la historieta producida aquí. Una bandera, la tricolor, que en la actualidad ha mutado su simbolismo por otro, el de la idealización de una nueva revolución social. Esto mismo parece haber ocurrido, según nos revela el autor, con las historietas que más recientemente han tratado en profundidad la Guerra Civil: ha pasado tanto tiempo y tan difícil ha sido la recuperación de la memoria, sobre todo tras el periodo de silencio autoimpuesto en el final del siglo XX, que ahora la remembranza del conflicto es mera evocación, una llamada al recuerdo que informa más sobre la sociedad desestructurada de hoy que sobre la desintegrada de entonces. Y de esto solo se obtiene un decantado: el rencor.
Por último, comentemos una obra teórica aparecida en 2018 que pertenece a la corriente o enfoque nostálgico, bien que es una mezcla entre estudio hemerográfico y homenaje a un autor, Josep Toutain. Este tipo de trabajos no escasean en nuestra bibliografía, porque debemos incluir las loas a las gestas superheroicas transcurridas en el siglo XX dentro del apartado nostálgico, mal que les pese a los divulgadores jóvenes que adoran la visión modernizada de ciertos justicieros enmascarados. Es cierto que hay quienes siguen vinculando el afán nostálgico solamente a la revisión de los tebeos de antaño, los publicados bajo la dictadura y los anteriores (los cuales han revisado con sapiencia autores como Paco Baena, Agustín Riera o Fernando Bernabón durante este último año), pero también son nostálgicas el resto de visiones si se ciernen sobre superhéroes, mangas o tebeos que son modernos, sí, pero llevan más de un cuarto de siglo a sus espaldas. Es decir, lo que no recuerdan haber leído de chicos los millennials es nostalgia, y ahí estaría toda la nueva historieta española, nuestrounderground, la línea clara versus la línea chunga, el boom, el crack y el catacrack.
Toutain. Un editor adelantado a su tiempo es un atractivo libro de Aitor Marcet, que es un hombre formado en cinematografía; de hecho, es cortometrajista y filmó un documental sobre el editor Josep Toutain estrenado en 2014. A partir de la buena recepción de aquel documental, que tuvo la fortuna de ser estrenado a la par que la magnífica exposición de Lluís Ribas y Marcel Miralles L’esclat creatiu a La Floresta, Marcet siguió trabajando sobre la vida y obra de Toutain para componer un ensayo largo, abundantemente ilustrado, que ha editado con primor Trilita Ediciones. Marcet ha escarbado en busca de información y ha realizado entrevistas con las cuales enriquecer el conocimiento sobre las empresas de Toutain (entre los entrevistados ha sido capital Josep Maria Beà) y ha compuesto con todo ello un volumen repleto de datos que está muy bien editado, hay que reconocerlo. Da gusto hojear este libro. Eso sí, Marcet ha construido una biografía completa del dibujante y editor, recorriendo su vida profesional desde sus inicios como dibujante hasta su final como agente y editor irredento, pero da la sensación de que se ha dejado cosas en el tintero y no ha podido componer el complejo perfil de Toutain, un empresario que se movió dentro de un escenario más complejo aún: el del tránsito entre la industria que burbujeaba en torno a las agencias y la que surgió ilusionada al amor de una transición democrática que se demostró deficitaria en lo relativo a la historieta.
El libro constituye un magnífico regalo para cualquier coleccionista o aficionado a los cómics de aquel sello, Toutain Editor, y también para cualquier lector temprano de los tebeos del llamado boom o para los nostálgicos de la historieta nacidos poco antes de la muerte de Franco. Lo es precisamente por su baza nostálgica, por la recopilación que hace de cientos de poderosas imágenes, por el repaso atento a todas las cabeceras del editor (salvo una, Cuando el cómic es nostalgia, paradójicamente, y no se entiende bien el porqué) y por proveernos de una relación exhaustiva de las series desarrolladas en las páginas de todas las revistas de Toutain. Y también por las generosas biografías de todos los autores implicados, uno de los más sabrosos anexos del final del grueso volumen. El libro contiene, pues, aportes novedosos e importantes, como algunos detalles hasta ahora desconocidos de la familia de Josep Toutain y sus primeros pasos en los negocios de los tebeos, y también resulta relevante el listado final de los títulos publicados en Estados Unidos por Catalan Communications, que es una parcela de la edición española en el extranjero que nunca hemos ponderado lo suficiente. Por otro lado, el libro se queda corto en el análisis de contenido y en la descripción del contexto en el que se produjeron aquellas obras. No se traza un relato sobre la trayectoria y los cambios en las filosofías editoriales de las diferentes cabeceras, o al menos no uno que entronque con las fluctuaciones económicas y sociopolíticas, y tampoco se profundiza sobre las relaciones (o los conflictos de competencia) de Toutain con el resto de la industria, al menos en el periodo de mayor efervescencia editorial, entre 1980 y 1984. Como libro de repaso de una producción es perfecto, y es ideal para satisfacer el apetito de recuerdos, y por todo ello muy recomendable. Pero quedan algunos perfiles de Toutain que nos gustaría conocer, como empresario, sobre todo; más allá de su carisma o su dandismo, habría que entrometerse en sus decisiones, juzgar sus apuestas y valorar su visión del negocio.
El legado teórico de este año es mucho más amplio de lo que cubren estos tres libros. Sin ir más lejos, la ACyT ha lanzado otro documento sobre la representación de la Guerra Civil en los cómics contemporáneos (un libro de Tomás Ortega), se han reeditado obras clásicas (como la de Masotta), se han publicado libros de actas o monografías altamente interesantes sobre nuevos enfoques teóricos en torno al cómic (como la de Iván Pintor), han visto la luz dos libros sobre guion de historieta (muy completo el de Vicente Ferrer), por las monografías biográficas hemos sabido más de autores como Shum, Bluff, Donaz, Laxeiro, Castelao, Goñi, Riso, Martínez de León, Xaquín Marín, Jan, Nazario, Bernet o Eisner, y hemos disfrutado de un puñado de textos teóricos sobre manga y ánime. También ha proliferado la divulgación sobre lo que más vende, como demuestran las revistas Dolmen, Z, Zona Negativa, Tomos y Grapas, y las promocionales Bunka, Marvel Age y ECC Cómics. Mención especial merece CuCo, revista académica que ha seguido fiel a su cita bimestral con interesantes contenidos.
Ha sido un año fructífero el de 2018, que nos ha dejado buenas lecturas y un puñado de reflexiones sobre el futuro y el pasado del cómic. Estos trabajos teóricos nos ayudan a conocer qué está por llegar y a reconocer lo que vivimos. Bienvenidos sean ambos procesos.