Se cumplían, el 8 de septiembre de 2008 el quincuagésimo aniversario del estreno de Sky Masters of the Space Force en los diarios de EE UU, una serie de ciencia ficción que intentaba rivalizar con otras de veteranía sobrada y probada calidad (como Flash Gordon, aunque ya había mucha ciencia ficción de espíritu pulp en los comic books de la época) y que se distanciaba del resto por dos factores: una buscada verosimilitud rayana con el hiperrealismo y el germen de una nueva introspección en función del neoconductismo.
Como bien enmarca Álvaro Pons en el prólogo, estamos ante un producto de su tiempo, hijo de la política de bloques que emanó de la II Guerra Mundial y que, en este caso particular, explotó la vertiente de la astronáutica como manifestación del poder industrial (y militar) de un país frente a sus contrincantes potenciales. Mas, al contrario de lo que se cree o se ha dicho, Sky Masters no es un cómic ‘hijo de la guerra fría’, antes bien, la tira utilizó el recurso de potenciar los valores por sí mismos y no por contraste. Es decir, quienes guionizaron estas tiras no enfrentaron a sus personajes a villanos malencarados de más allá del Telón de Acero, sino que enfrentaron a los hombres y a los técnicos –importante detalle- y a las contingencias propias de su trabajo; o a las posibles fallas de un sistema que –salvo por algún sabotaje externo- dependía de sus propias flaquezas o debilidades. De ahí que también podamos afirmar que no estamos tampoco ante una obra de fantasía, en su subgénero de ciencia ficción, sino ante una historieta de aventuras, que peca de anticipatorio pero más aferrada a las informaciones de sesgo científico que llegaban a todos cada mes de la mano de Colliers, Popular Mechanics o Popular Science, que de The Magazine of S.F. & F, Galaxy o los libros de relatos publicados por Ballantine Books desde 1952 (los tiempos de Frederik Pohl). Naturalmente, y en cualquier caso, si hemos de etiquetar esta obra es con el marchamo de la ciencia ficción (sin guión en medio, por favor).
Sigue sorprendiendo que un producto así, generado en fragmentos para ir publicándolo día a día en un recóndito lugar de un diario, resulte todavía tan fresco y efectivo. Y tan revelador. Sky Masters entretiene educando. Es primero un vehículo didáctico que un trampolín para la evasión. Si en la primera línea argumental un astronauta se ve amenazado por una presencia maléfica ésta procede de la relación entre presión y el oxígeno, no de espacios fantásticos. Si luego una misión peligra, la causa es la maldad de un misántropo anarco primitivista, no una conspiración comunista o una presencia alienígena. Si más tarde se genera una crisis en un programa de lanzamiento, es una campaña publicitaria la culpable y no el despecho o los celos o la ambición. Este es un trabajo muy afirmado en tierra, muy consciente de la sociedad en la que se gestó y nada despegado de la realidad, de ahí la alusión a la psicología de Skinner y otros en el primer párrafo de esta reseña.
Evidentemente, la obra ha envejecido. Los personajes, los principales, están esculpidos con el patrón relamido de los años cincuenta: la chica de mirada ensoñadora, el héroe de nuca depilada y firme, el científico de cara surcada y bigotes recios, el villano de nariz aquilina… Por una parte, en la posición de los personajes se detecta cierto hieratismo, y algunos de los valores transmitidos son rígidos (la disposición abnegada de ellas, la fe religiosa de él). Otros no terminan por construirse debidamente (Mayday). Por la otra, el ritmo del relato es a menudo lento, característica ésta que está asimilada al formato elegido, la tira diaria, condenada a reiterar contenidos de anclaje en la última y primera viñetas. Es más, algunas tiras de esta obra que han sido vistas como avances narrativos, o estilísticos, como aquellas que consisten en viñetas alargadas con conceptos tumbados, o tiras volcadas para poder representar composiciones verticales, no son más que alardes didácticos que poco aportan al lenguaje del cómic (y que tienen antecedentes desde el siglo XVIII en la ilustración humorística). Hay alguna traducción desafortunada (‘rediós’) y alguna tira peor reproducida que el resto, lo cual choca con el primor reproductor y editorial que sobrevuela estas páginas.
Porque así es. Una de las razones para levantarse y aplaudir Sky Masters, de Glénat, es la labor editorial desarrollada por Ferrán Delgado y su equipo. Por más que resulta excesivo el montante de agradecimientos y promociones (Kirby Museum, TwoMorrows), el esfuerzo por obtener la mejor edición posible del material original convierten éste en un producto muy loable, superior al original en todos los aspectos.
Ferrán, y los editores de Glénat, no se han limitado a comprar una licencia y reproducir fotolitos traduciendo textos. Han ido mucho más allá, contactando con el mayor preservador del patrimonio artístico de Kirby, Greg Theakson, localizando a coleccionistas y otros editores para obtener la reproducción más adecuada de cada una de las tiras, trabajando con un equipo de diseñadores abnegados, y consiguiendo de este modo una edición, única, que tiene el aliciente de mostrar en exclusiva las páginas dominicales en color cuando llegue el tercer tomo. Si la crisis les deja publicarlo…
Este mimo editorial nos brinda una obra prodigiosa de Jack Kirby y Wallace Wood, que son los que arrancan la serie. Un Kirby que demuestra una capacidad de construcción de personajes y espacios que luego no necesariamente superará en los comic books (si acaso, la dinámica, pero no la estructura ni la composición). Un Wood apasionado que se inclinó sobre los lápices del maestro para arrojar una iluminación dramática y viva, que nutre cada tira (no cada página) con una luz sorprendente. El resultado son unos rostros bellísimos, unos caracteres muy bien definidos, una maquinaria casi tangible a través del papel. Una puesta en escena, en fin, inmejorable e irrepetible. ¡Qué tira la del 3-XII-1958! ¡Qué buena composición! ¡Qué magnífica la última viñeta de la tira núm. 97! ¡Qué técnica!
Y no sólo es una obra con un dibujo atractivo. No obstante la historia peca de algo cansina por momentos, los planteamientos resultan maduros todavía hoy. Los personajes no son inmortales o cíclicos, aquí existe el temor a una muerte real, inesperada, de los personajes. Los protagonistas viven experiencias al límite de lo previsto, siguiendo indudablemente los miedos despertados por las trampas conductistas (como queda de manifiesto aquí por la estratagema puramente publicitaria de Mayday). Estamos pues ante un trabajo inspirado por los recelos ante la ciencia y el desasosiego que comienzan a manifestar algunos escritores de ciencia ficción de por entonces (Clarke, Asimov, Sheckley, Heinlein), que fraguaron una ruptura entre la clásica literatura escapista y la nueva introspección que cundiría en los años sesenta. Posiblemente, muy posiblemente, Kirby leía aquellos relatos por entonces...
Hay que advertir que todo cambia hacia el final de este primer libro, cuando Dick Ayers entra a barrer detalles de las viñetas de Kirby y parece que apunta hacia el futuro cercano, con esa radiación cósmica a punto de afectar a astronautas, con ese equipo formado por el listo, el fuerte y la chica (Sky, Will Riot, Sta. Martin), que aún no son cuatro y que aún no son fantásticos.
Pese a los defectos, impresionante. Un libro limpio, prolijo en la edición, de rotulado grácil, con páginas de buen gramaje y el justo satín.
Un tebeo para acariciar.
SKY MASTERS OF THE SPACE FORCE. Vol. 1
Jack Kirby, Wally Wood, Dick Ayers.
Colección El Álamo, 1 de 3.
128 páginas, blanco y negro, 20,00 €
Con regalo de un póster, y prólogos de Theakson, Pons y Delgado.
ISBN: 978-84-8449-925-1
Texto promocional editorial:
En 1958, el llamado "Rey de los comics", Jack Kirby, responsable de la creación gráfica de, entre muchos otros, “Los X-Men”, “Los Cuatro Fantásticos” o “Los Vengadores”, desarrolló una tira diaria para la prensa americana que acabaría siendo una de sus mejores y más completas creaciones. Una obra desconocida por el gran público que ahora Glénat presenta en primicia mundial por primera vez recopilada en tres volúmenes de auténtico lujo.
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