POR AMOR A LOS TEBEOS. QUIENES LOS ATESORAN
REDACCIÓN DE TEBEOSFERA

Title:
For the love of comics. Those who treasure them
Resumen / Abstract:
Declaraciones de un grupo de coleccionistas y aficionados sobre su aprecio a la historieta, en respuesta a la convocatoria de Tebeosfera con motivo de la celebración del Día del Cómic, el 17 de marzo de 2023 / Statements by a group of collectors and fans of comics, in response to the call of Tebeosfera on the occasion of the celebration of Comic Book Day, March 17, 2023.

POR AMOR A LOS TEBEOS. QUIENES LOS ATESORAN
En el Día del Cómic, un grupo de coleccionistas y aficionados reafirman su amor por la historieta

 

Con motivo de la celebración del Día del Cómic, hemos pedido a nuestros socios que nos contasen cómo fueron sus primeros contactos con la historieta, que hicieran el ejercicio de rememorar momentos relevantes relacionados con los tebeos. Muchos de estos socios son además grandes coleccionistas, que dedican una parte importante de sus vidas a la lectura de cómics, y algunos de ellos son además documentalistas y colaboradores del catálogo de Tebeosfera de una u otra manera. Estos son sus relatos y su selección particular de obras.

 

JAUME MASANAS

Crecí en la Barcelona de mediados de los setenta, en un barrio humilde (ahora le llaman Raval, pero entonces era el “chino”). El menor de seis hermanos con mucha diferencia de edad, “abandonado” al salir del colegio en la pequeña imprenta/papelería familiar, buscaba opciones para dedicar el tiempo libre. Afortunadamente, en el piso/almacén de encima del taller encontré un alijo de libros ilustrados de la colección Historias Selección, una mezcla de páginas de libro convencional con el mismo contenido en formato cómic. Ese fue mi primer contacto con el mundo de las historietas junto con las Joyas literarias juveniles.

Cubiertas de Historias Selección (serie Julio Verne) nº 2: Miguel Strogoff, ilustradas por Javier Puerto.

En ambos casos se trataba de publicaciones que estaban a la venta en la papelería de casa, pero que, si andaba con cuidado de no estropearlos, mis padres me dejaban leer hasta que se vendieran.

En la misma época, en la imprenta se ofrecía el servicio de encuadernación de fascículos, y afortunadamente, un cliente, del que evidentemente nunca conocí el nombre, traía regularmente paquetes de revistas Cavall Fort para encuadernar, y otro héroe desconocido, colecciones de Hazañas Bélicas las cuales caían una y otra vez en mis manos.

Cuando aparecieron en la tienda los TBO, y toda la colección de Mortadelo, Zipi y Zape, Botones Sacarino, 13, Rúe del Percebe, etc., la cosa no hizo más que mejorar. Lamentablemente, algún desalmado inventó el retractilado, y mi acceso gratis a los cómics acabó de forma abrupta y dolorosa.

Pero como reza el dicho, cuando una puerta se cierra, se abre una ventana, y afortunadamente, un mercado negro de historietas de superhéroes floreció en el colegio y en tiendas de segunda mano del barrio, así que los 4 Fantásticos, Thor, Estela Plateada y otros tomaron el relevo. Finalmente, El Jueves me acompañó en la fase gamberra de mi adolescencia y juventud.

La edad adulta y el estigma de que las historietas era cosa de niños pequeños truncaron esta relación… y los malditos retractilados siguen existiendo.

Una pequeña anécdota. Mi madre, “botiguera” de barrio de las de antes, le insistió a un niño que compraba lápices en la papelería que siguiera dibujando, que se le daba muy bien, y aconsejó a su madre que hablara con el señor Bruguera, que sabía de esto. Se ve que la señora Ibáñez le hizo caso.

  • Mortadelo y Filemon, de Ibáñez.
  • Jep i Fidel, de Madorell.
  • 13, Rúe del Percebe, de Ibáñez.
  • Makinavaja, de Ivà.
  • Historias de la Puta Mili, de Ivà.
  • Superlópez, de Jan.
  • El botones Sacarino, de Ibáñez.
  • Rompetechos, de Ibáñez.
  • La familia Ulises, de Buigas y Benejam.
  • Los grandes inventos del TBO (por el Dr Franz de Copenhague).

  

JOSÉ ÁNGEL GUTIÉRREZ AGUILAR

Con una mezcla de ilusión, de filantropía y de enfebrecida iluminación desaparecieron casi todos los tebeos de mi casa. Fue la primera vez en mi vida en la que tuve que elaborar una lista con cinco de los tebeos que conformaban la extensa colección que compartía con mi padre. Aquella colección había ido ocupando un espacio cada vez más relevante en nuestro pequeño piso. Provenían los tebeos de mil orígenes; quizás algunos se compraron nuevos, los más se adquirieron en kioscos donde se cambiaban los tebeos de segunda mano, otros fueron adquiridos casi al peso en el mercado de Cádiz. Muchos vinieron de Valencia, de la colección de mi tío, que cada verano me demostraba su cariño regalándome todos los que yo pudiera recoger.

Nunca podré reconstruir aquella colección, se forjó desde antes de que aprendiera a leer, y desapareció cuando apenas había empezado a emprender el camino de la lectura de historietas más "serias". Solo recuerdo viñetas que me producían terror, temor, que me enardecían, que me enamoraban. Alguna imagen lúbrica que me despertaba deseos que no sabía ni expresar, ni reconocer. Recuerdo bocadillos con palabras que no entendía, textos demasiado extensos para mí, al Zorro, a paracaidistas, a caballeros medievales, romanos y vikingos, a remedos de Ming, caballos salvajes en la Camarga, barcazas en el Oeste junto a vendedores de pieles y mil imágenes más...

Mi padre se imbuyó del espíritu evangelizador que le habían inculcado en el seminario de San Calixto, del espíritu de libertad y esperanza de aquella época, y fundó una biblioteca de tebeos con los fondos de nuestra casa. Los lectores también acogieron con esforzado interés esta biblioteca, se hicieron socios aportando un tebeo, y leyeron las historias que yo nunca acabé. Ni tan siquiera pude expresar mi desolación, para no parecer egoísta, por lo bien que funcionaba aquel proyecto. La generosidad de un amigo me permitió, poco después, leer mis primeros seriales, una saga sobre el Tío Gilito y otra sobre Patomas, con lo que creí vencer aquella decepción. Fue una lectura emocionante, pero terminó, se mudó mi amigo y su colección desapareció. Poco menos de un año después se fue desmembrando aquella biblioteca fundada por mi padre; los lectores tomaban prestados más ejemplares de los que devolvían, la dirección del colegio prohibió algunas lecturas por considerarlas inadecuadas para un centro donde todavía se formaba en el patio y se cantaba el himno de Pemán; y, al poco, las reformas, las excavadoras, la avaricia y la envidia convirtieron en polvo arrastrado por las lluvias aquellas estanterías llenas de emoción.

Ayer corría por la Cuesta de las Calesas, frente a Puertatierra, y miré mis piernas tan rollizas, tan blancas, y recordé las de mi padre, bronce y acero. Recordé su hueco poplíteo y su marcada musculatura, esa que nunca tendré; recordé los viajes al centro, al mercado, de los que me aprovechaba para ir a la biblioteca y pedir prestados los codiciados álbumes de Astérix y Tintín. Recordé naranjas azules y menhires, toisones de oro, coronas de laurel, cohetes y águilas romanas. Recordé su orgullo por haberme convertido en un empedernido lector con el que se disputaba la primera lectura de las historietas. Y pensé en que, quizá, después de tantos años, lo único que busco con esta pasión, con la lectura, con los tebeos, es reconstruir de alguna manera aquella colección, revivir aquellos días en los que me despertaba y me quedaba leyendo en la cama durante una eternidad. Y pensé, que como aquella imagen del hueco poplíteo, como su cuerpo, como la biblioteca, todo es polvo arrastrado por la lluvia que intento detener.

Portada de Bernal para Joyas Literarias Juveniles nº 4, "El pirata".

Mi lista, personal, basada en emociones y recuerdos más que en criterios artísticos, y ordenada por orden cronológico:

  • 13, Rúe del Percebe, de F. Ibáñez.
  • El pirata, adaptación de la novela de sir Walter Scott para Joyas Literarias Juveniles de Bruguera, por Antonio Bernal, Miguel Cussó, Gloria Biosca y Julio Vivas).
  • Mortadelo y Filemón: Los mercenarios, de F. Ibáñez.
  • Paracuellos, de Carlos Giménez.
  • Historia de aquí, de Forges.
  • Historias de taberna galáctica, de Josep Maria Beà.
  • Cuttlas, de Calpurnio.
  • 666/999, de José María Beroy.
  • Peter Pank, “El licantropunk”, de Max.
  • El arte de volar, de Altarriba y Kim.

 

JOSÉ LUIS CAPARRÓS

Tenía yo siete u ocho años. Asistía a un colegio de monjas en régimen de mediopensionista, y mi madre, como complemento al menú del comedor escolar, todas las mañanas me metía un plátano en la cartera. Plátano que yo cambiaba a un compañero de clase por cuadernillos de El Capitán Trueno. Evidentemente, me pillaron y nos llevamos los dos una buena bronca.

Pero lo cierto es que desde entonces, y han pasado sesenta años, me es imposible pasar junto a un puesto, tenderete, expositor, escaparate, donde haya un tebeo, sin pararme y echar de menos no tener un plátano a mano.

Relación de tebeos que me marcaron en diferentes momentos:

  • El Capitán Trueno, de Mora y Ambros. Cuadernos de la Editorial Bruguera.
  • Colección OLÉ de Editorial Bruguera.
  • Pumby, de Sanchis. Editorial Valenciana.
  • El Guerrero del antifaz, de Gago. Editorial Valenciana.
  • Roberto Alcázar y Pedrin, de Vañó. Editorial Valenciana.
  • El Jabato, de Víctor Mora y Darnís. Editorial Bruguera.
  • El reporter Tribulete, de Cifrė. Revista Pulgarcito. Editorial Bruguera.
  • El Mercenario, de Vicente Segrelles. Editorial Norma.
  • Blacksad, de Canales y Guarnido. Editorial Norma.
  • El Invierno del dibujante, de Paco Roca. Astiberri.

 

RAMÓN SERRA MASSANA

Como tantos de mi generación debo mucho a los tebeos y son muchos los momentos en los que me quedé atrapado por ellos, afortunadamente; pero de ellos destacaría cuatro muy especiales. El primero, con cuatro años, mi abuela me suscribió a L'Infantil como respuesta, aunque no la única, a la represión que sufría la lengua catalana. Ajeno a ello me quedé maravillado con aquellas historietas. Ahí empezó la aventura.

Portada de L'Infantil nº 25 (1965), con Bibi i Tobi, de Sayrach.

El segundo episodio tuvo lugar cuando descubrí Gaceta Junior, tebeo que recibía por suscripción un amigo del pueblo. Solo abrirlo y me suscribí de inmediato sin pedir permiso a mis padres y sin pensar que recibiría una reclamación por no pagarla. El tercero, cuando en una de las escasas ocasiones que mi familia viajaba a la ciudad más cercana para las compras imprescindibles pude descubrir Trinca. Era la portada del número 20, de El Cid, de Antonio Hernández Palacios. Las historietas que contenía eran totalmente distintas a las que encontraba hasta entonces en los tebeos de Bruguera. Y aún una cuarta, cuando siendo universitario y volviendo a mi casa vi colgado en el quiosco de la estación de Renfe la portada de Sanjulián en el número 7 de 1984. Invertí mi escasa moneda en aquel número, y su lectura fue uno de los mejores viajes de vuelta a casa. Aún sueño con aquel trayecto, sigo soñando gracias a los tebeos y seguiré soñando hasta el inevitable fin.

Aquí va mi lista:

  • Hazañas Bélicas nº 44, de Boixcar (1958).
  • El Capitán Trueno nº 411, “El sembrado de puñales”, de Vicente Alcázar y Martínez Osete (1964).
  • Bibi i Tobi, “La gran guerra”, de Sayrach (1965).
  • Rin-tin-tin nº 225, “Confederados” (1965).
  • Mortadelo y Filemón, “El sulfato atómico”, de Ibáñez (1969).
  • Los almogávares, de Sesén y Chiqui de la Fuente (1972).
  • Hom, de Carlos Giménez (1977).
  • Eloy, de A. Hernández Palacios (1979).
  • Velvet nights, de Ramón de España y Sento (1983).
  • Torpedo 1936, de Sánchez Abulí y Jordi Bernet ( 1994).

 

JAVIER VIDIELLA

Tendría unos seis o siete años. Mis padres, mi hermano y yo vivíamos por entonces en casa de mis abuelos, en la calle Narváez de Madrid, y me tenían que llevar al dentista para sacarme una muela de leche. Como es normal, armé la marimorena y me escondí bajo la cama de mis abuelos, que era gigantesca (o eso me parecía a mí). Por mucho que intentaron sacarme de allí, no hubo manera hasta que mi padre me prometió que después del dentista me compraría un tebeo. Solo así salí. Me sacaron la muela (sin anestesia, lo juro) y mi padre cumplió su promesa: en una papelería cercana tenían tomos de Magos del Humor, y elegí uno de Mortadelo y Filemón que llevaba dentro aventuras que ahora son clásicas como Los invasores o Los monstruos. Así caí enganchado a los tebeos. Después vinieron la colección Dumbo, los Olé, Astérix... y descubrí la tienda de Pirulo. Un personaje mítico entre la chavalería madrileña de los cincuenta, sesenta y setenta que los domingos cambiaba cromos y regalaba globos a los niños en el Retiro, y el resto de la semana, en una tiendecita (casi un zulo) de la calle Sainz de Baranda, cambiaba tebeos como en otros sitios cambiaban novelas de a duro. Desde entonces, no he parado.

Alegres Historietas nº 17: "Los misteriosos casos de Anacleto", de Vázquez.

Ahí va mi lista:

  • Mortadelo y Filemón: El sulfato atómico, de Ibáñez.
  • Los misteriosos casos de Anacleto (nº 17 de Alegres Historietas), de Vázquez.
  • Sir Tim O’Theo, “La verruga de Sivah”, por A. Martín y Raf.
  • 999-666, de Beroy.
  • Las memorias de Amorós, “Firmado: Mister Foo”, de Hernández Cava y Del Barrio.
  • Clarke & Kubrick - Espacialistas Ltd., de A. Font.
  • Eva Medusa, “Tú, el veneno”, de Segura y Miralles.
  • El beso secreto, de Max.
  • Dieter Lumpen, en "Un puñal en Estambul", por Zentner y Pellejero.
  • De vuelta a casa, de Abulí y Bernet.

 

FRANCISCO POMARES

Había leído algunos Flash Gordon de mi padre, desordenados, sin orden ni concierto, y recuerdo también algunas tardes en el pueblo, en casa de mi abuela, encerrado con una edición encuadernada de El Cosaco Verde. Tenía siete u ocho años, y leía entonces todo lo que caía en mis manos, libros de Verne, Salgari, Enid Blyton, tebeos de Bruguera y Valenciana, los tebeos de chicas de mis hermanas, el Corriere dei Piccoli y Topolino (yo iba a un colegio italiano), pero mi relación con la historieta era aún… de baja intensidad, leía para entretenerme. Hasta 1969. Con doce años tuve un accidente grave y pasé algún tiempo inmovilizado en el hospital: un día fue a verme mi tía Juanita con El Loto Azul, el primer álbum de Tintín que leí. Y esa lectura cambió mi relación con el cómic. Fue algo parecido a un flechazo, algo intenso, profundo y duradero. Pasé casi un mes en aquel hospital, y en ese tiempo sometí a chantaje emocional a parientes y amigos para que me trajeran más álbumes de Tintín, hasta que me hice con casi todos los publicados entonces. Recuerdo el fanatismo con el que despreciaba algún Axtérix que llegó confundido en aquellos días. Tardaría años en aprender a apreciar su ironía gamberra y su extraordinario dibujo.

Portada del primer número de la revista Tintín, de Zendrera (1967).

Tintín fue un descubrimiento paradójico: la lectura y relectura de sus aventuras —llegué a memorizar completos El Loto y El cangrejo de las pinzas de oro, mis dos tintines favoritos entonces— me hicieron recuperar los clásicos americanos, abrirme con pasión a la historieta española de aventuras, acercarme con el Corriere al cómic europeo, alucinar con Trinca y las ediciones de Buru Lan, y estar preparado para la aparición de Totem, 1984, El Víbora, Cimoc, Cairo y todo lo que vino después. Supongo que la mía es la historia corriente y repetida de un aficionado seducido para el cómic por la narrativa y el dibujo de Hergé. Su influencia ha sido real en mi vida: creo que si soy periodista tiene bastante que ver con que Tintín lo fuera.

Hace unos días fui a Madrid para ver la exposición de Moulinsart sobre Hergé. Estuve dos veces. Las dos con los pelos como escarpias. Todo el tiempo que pasé por las salas del Círculo de Bellas Artes tuve la sensación de haber vuelto al territorio de mi infancia y juventud. Es algo que no suele ocurrirme con demasiada frecuencia.

Una lista de tebeos españoles:

  • Peter Petrake, de Miguel Calatayud (1970).
  • Paracuellos, de Carlos Giménez (1977).
  • La estrella lejana, de Daniel Torres (1987).
  • El bueno de Cuttlas, de Calpurnio (1997).
  • Bardín, el superrealista, de Max (1999).
  • El arte de volar, de Kim y Altarriba (2009).
  • Sexo, amor y pistachos, de Boldú (2010).
  • El invierno del dibujante, de Paco Roca (2010).
  • Ardalén, de Miguelanxo Prado (2012).
  • Las Meninas, de Javier Olivera y Santiago García (2014).

 

JESÚS DUCE GARCÍA

Aprendí a leer en el colegio con cierta precocidad, mucho antes que otros niños. O eso, al menos, me dijeron. Y lo primero que leí en casa fueron tebeos. De hecho, esa fue mi lectura durante muchos años, hasta que me interesé por los libros y entonces empezó otra historia. Mis padres no tenían mucho dinero, de modo que tampoco podían comprarme muchos tebeos. Tuve suerte de que acertaran con el tebeo más hermoso y fascinante que se ha publicado jamás. Me refiero, claro está, a El Capitán Trueno. Todas las semanas traían uno o dos ejemplares, y rápidamente me sumergía en ellos, aislándome de todo lo que me rodeaba. Me resulta difícil describir con precisión las sensaciones de aquel niño solitario, sentado en el poyo de un viejo corral, vestido con un peto desabrochado y unas sandalias rotas, vibrando de emoción con dibujos maravillosos y relatos trepidantes que aceleraban mi corazón y ensanchaban mi mente hasta grados insospechados.

La segunda nova estalló poco después, cuando descubrí que un vecino tenía unos tebeos que se llamaban Tintín, o algo parecido. El caso es que no los podía sacar de casa, según orden expresa de sus padres, y por ello me invitó a merendar algunas tardes y enseñarme así su magnífica colección. De aquella forma, pude leer varios de los tomos de Tintín, topándome con una exquisita felicidad que quedó instalada para siempre en mi acervo sentimental.

Los Truenos y Tintines fueron mis primeros tebeos. No pude empezar mejor. Después vinieron muchos otros cómics, extraordinarios, brillantes, de gran calidad, pero todos ellos han sido solo un pretexto para volver a los iniciales una y otra vez, porque de esa manera vuelvo a los ojos de aquel niño emocionado.

Diez tebeos españoles de toda una vida:

  • El Capitán Trueno, de Mora y Ambrós (Pardo y Fuentes Man).
  • El Jabato, de Mora y Darnís.
  • Paracuellos, de Carlos Giménez.
  • El Cid, de Antonio Hernández Palacios.
  • Haxtur, de Víctor de la Fuente.
  • Sunday, de Mora y Víctor de la Fuente.
  • El cartero siempre llama dos veces, de Florencí Clavé.
  • Grandes mitos del Oeste, de Toutain y José Ortiz.
  • Torpedo 1936, de Sánchez Abulí y Jordi Bernet.
  • Los surcos del azar, de Paco Roca.

 

ALEJANDRO CAPELO

No es sencillo contestar a estas preguntas. Mi primera revelación de la historieta debió suceder hace más de setenta años... Puedo recordar, eso sí, una portada de Jaimito (aunque mi memoria puede fallar y quizá fuera en otra revista), en la que los ocupantes de un cochecito sufren un susto cuando de noche por la carretera se acerca hacia ellos una extraña forma fantasmal con ojos luminosos... que más de cerca descubren que se trata de un camión envuelto en una lona. Tal vez fuera por mis pocos años, pero las escasas viñetas de aquella historieta me causaron una emoción increíble.

Portada del nº 199 de Yumbo (1957), con El Conejito Atómico, de Ayné.

Luego, buscar tebeos preferidos... ¿cómo escoger? Me enamoré de los muñecos disneyanos de Yumbo, especialmente con Billy y Bumble, con el Conejito Atómico de Ayné, Jaimito y sus amigos, Pumby, Don Berrinche y el resto de personajes increíbles de Bruguera, sin olvidar las maravillosas Belinda y Elvirita que descubrí en los Floritas de mi prima Marité... Y en cuanto al tebeo de acción, Roberto Alcázar, Milton el corsario, el Guerrero, el Cachorro, El Espadachín Enmascarado, El Capitán Coraje, Jack, Bill y Sam del FBI, el Jeque Blanco... y ya a finales de los cincuenta, tras la irrupción de Trueno y la magia de las colecciones de Maga, un batallón. ¿De veras serviría de algo hacer una lista de preferencias? Es que la que hiciera hoy la cambiaría mañana. Eso sí, puedo decir que no he dejado de leer tebeos nunca. De las "novelas gráficas" mejor no comentar.

El listado (a regañadientes):

  • Es que van como locos (y el resto de Ventura y Nieto).
  • Viceversa, Trotamundos de ida y vuelta (y el resto de Jan, en especial Pulgarcito).
  • Cuto (y mucho más de Blasco).
  • Topolino, el último héroe (y el resto de Figueras).
  • Anacleto agente secreto (y el resto de Vázquez, especialmente Ángel Siseñor).
  • Todo Coll, aunque no fueran series.
  • Pumby (y el resto de Sanchis).
  • La familia Ulises (y el resto de Benejam).
  • Sir Tim O'Theo (y el resto de Raf).
  • Roberto Alcázar (y Milton el corsario), aunque a muchos les pese (más de mil números merecen un respetillo).

Ya digo que mañana me saldrían otros (¿dónde queda Piel de Lobo...?), pero ese es el peligro de las listas.

 

LLORENÇ GIRONÈS

Empecé hace más de sesenta años, con El Capitán Trueno y los Héroes Modernos de Dólar. Coleccioné todo el Tamar. En aquel tiempo valían 1,50 ptas. Mi amigo Bonet los alquilaba por veinte o treinta céntimos.

A los (más o menos) seis o siete años me impactó el nº 135 de El Capitán Trueno, donde el Capitán y el almohade huían, atados de manos, de los sicarios de "La Garra" que les disparaban una flecha en la última página. ¡A uno u otro le iban a dar! El siguiente capítulo se anunciaba con el título “¿La muerte del Capitán Trueno?”. Estuvimos una semana discutiendo a quién le daban. El más sensato dijo: “¡Que lleva interrogante!”. Una semana de espera. Como era habitual, el número siguiente NO estaba guillotinado, lo rompí con los dedos (estropeándolo) y, gracias a Jor-El, la flecha la recibió el otro.

Arriba: última página de El Capitán Trueno nº 136, con el suspense final.
Abajo, portada del nº 137, "¿La muerte del Capitán Trueno?".

La lista:

 

ÁNGEL LUIS ARJONA

En el día del tebeo

Años setenta en una pequeña ciudad española de provincias. Ser el hermano pequeño suele tener una gran desventaja: nadie te hace caso. Pero, a su vez, lo bueno de ser el benjamín es que tus hermanos mayores aportan mensualmente a casa diversas publicaciones, entre las cuales es fácil que una parte sean tebeos que, al final, acabamos leyendo todos. También en casa de alguno de nuestros tíos se leen y coleccionan, por lo que al visitar a los primos es fácil terminar la tarde ojeando algún ejemplar, tanto de autores y editores españoles como foráneos. Así que, desde bien pronto, por delante de mis ojos pasan clásicos como Luchadores del espacio, Flecha Roja o El Corsario de Hierro, y desde Súper Mortadelo y Mortadelo Gigante a DDT, TBO, Pulgarcito, Hazañas Bélicas, Novelas gráficas, Serenata, Azucena o Tío Vivo.

Pero quizá la historieta que más me ha marcado la encontré en la revista satírica El Papus, en un número que ahora no recuerdo. Yo tenía unos diez años. Uno de mis primos mayores de edad compraba esa revista para adultos pero, como llevaba historietas, cuando iba a su casa le preguntaba si me dejaba verla. Y me dejaba, aunque a veces tenía que explicarme los argumentos.

La historieta a la que me refiero mostraba a un toro descomunal con un emblema nazi en el lomo y se enfrentaba a un torero avejentado y deslucido. Era una secuencia metafórica que, paralelamente a otra secuencia sobre el entonces panorama actual, hacía crítica social. Pensé que este tipo de historietas que no eran cómicas ni con un dibujo infantilizado debían ser las que los mayores llamaban "historietas para adultos". Luego la volví a encontrar en la obra recopilatoria que hoy conocemos como España: Una, Grande, Libre (que ha tenido varias ediciones). Me llamó la atención por su crudeza y violencia. Y me sorprendí cuando me dijeron que el dibujante, Carlos Giménez, era el mismo autor de obras infantiles o juveniles como Kiko 2000 o Dani Futuro. En otras historietas dibujadas por Giménez aparecidas en otros Papus se mostraban también referencias a la Guerra Civil española y a situaciones que entonces no solían contarse en los tebeos que yo leía, y mi temprano afán por conocer esa parte de nuestra historia que había marcado a los adultos de mi entorno (y de la que en aquellos años procuraban no hablar) hizo que, desde entonces, Giménez fuese uno de mis autores preferidos. Para mí, junto a mujeres y hombres relacionados entonces con el mundo de la historieta, autor fundamental de la que se podría definir como "la generación de nuestra Memoria Dibujada".

P.D.: el nombre de esa historieta no lo menciono porque creo que así la sensación de "mágico momento" contiene también un halo misterioso que a las personas curiosas le hará preguntarse qué narices de historieta sería aquélla (pero para una persona de la galaxia tebeosférica es fácilmente localizable en ese recopilatorio que he nombrado, que en una de sus ediciones lleva en portada la imagen del mencionado torazo). ;D

Portada del recopilatorio de España: Una, Grande, Libre (2013), de Carlos Giménez.

Y aquí mi listado (sin orden cronológico) de los 10 tebeos no extranjeros que más me influyeron en su día, o de los que más me acuerdo, por el motivo que fuera (en el caso de que su aparición inicial fuese seriada en revistas y ojease algún fragmento, el conjunto de cada historia lo conocí en álbumes y por eso la lista sólo contiene la referencia de estos últimos):

  • 5 por Infinito, de Maroto.
  • Mortadelo y Filemón, “La caja de diez cerrojos”, de Ibáñez. Col. Ases del Humor núm. 11.
  • España: Una, Grande, Libre, de Giménez, Ivá y Font, 1978, col. Papel Vivo, núms 1, 2 y 3.
  • Torpedo 1936, núm 1, de Toth, Bernet y Abulí, 1984.
  • Clarke & Kubrick. Espacialistas Ltd., de Font, 1984.
  • Cine Locuras - Guerra Loca, de Figueras, 1973, col. Olé núm 70.
  • El capitán Trinquete, núm 4, “El atolón de las sorpresas”, de Nabau y Sotillos. 1971.
  • Luchadores del espacio, de Guerrero y G. H. White, portadas de Vañó, 1978.
  • Sir Tim O’Theo, de Raf y Andreu Martín, 1972, col. Olé núm 66.
  • Etnocidio, de García, Hernández Cava y Ollivier, 1979, col. Papel Vivo, núm 5.

 

JOAQUÍN DEL VILLAR

Respecto a cómo me enamoré de los cómics, no lo sé exactamente, porque en casa a mi padre (y a sus amigos) les gustaban los tebeos y no faltaban de Buru Lan, de Tintin, de Spirou, de El Capitán Trueno, etc.

Sin embargo, tengo el recuerdo de haber comprado un librito de Spiderman, el número 12, titulado "¡Capítulo Final!". En la portada ponía Novelas Gráficas para Adultos, y no estaba nada seguro si mis padres me iban a dejar leerlo. El librito me había costado veinticinco pesetas, y tenía de paga semanal entre siete y doce pesetas (no lo recuerdo bien). Muchos chavales del colegio hablaban de los Éxitos Vértice, pero yo no sabía muy bien de qué se trataba. Tengo el recuerdo de esconderme en el cuarto de baño a leer la historia, que creo era demasiado complicada para mí, pero me llamó la atención el dibujo y la de cosas que le pasaban al personaje, y qué chula era la portada; lo leí mil veces, sobre todo me impresionó el dinamismo de la historia…. y quizás el placer oculto de lo que yo creía prohibido.

Portada de López Espí para el número 21 del volumen 1 de Spiderman (1970), de Vértice.

Mi lista:

  • Galax el cosmonauta, de la revista Bravo de Bruguera (1968), sobre todo los episodios de Víctor Mora y Fuentes Man, y de estos, el mejor, “Amenaza sobre la Tierra”.
  • Las aventuras del gato Pumby, de José Sanchis, sobre todo el episodio “El doctor Mekano”, número 7 de la colección de libros ilustrados Pumby.
  • Las historias de Mortadelo y Filemón; aunque me había gustado El sulfato atómico, Contra el gang del Chicharrón fue mi historia favorita.
  • También de esa misma época, Topolino, el último héroe, de Alfons Figueras, publicada en distintas revistas de Bruguera (Bravo, Gran Pulgarcito, etc.).
  • El Inspector Dan, de Eugenio Giner y con guiones, entre otros, de Silver Kane. Lo conocí a través la revista Bravo de 1976, que reeditaba esas historias.
  • En los primeros números de la revista Lily (1970), la serie Cristina y sus amigas en Landers School; siempre me maravilló ese estilo tan particular y peculiar que tenía Cuyàs.
  • La serie Dani Futuro, de Carlos Giménez, que tenía un aire tan diferente, en la revista Gaceta Junior.
  • Haxtur, de Víctor de la Fuente, que se publicaba en la revista Trinca, una historia de espada y brujería.
  • De Segura me gustaba todo, todo… y sobre todo las historias de La Panda, dentro de ellas, La isla de los Locos, publicada en especiales de Mortadelo.
  • También en Mortadelo, las historias de Sir Tim O´Theo, no me perdía ninguna.

 

SILVIA SEVILLA

Cuando era pequeña y vivía en Oviedo, los domingos por la mañana mi padre nos llevaba a mi hermana y a mí a comprar tebeos o libros. A mí me gustaban Pumby, El Botones Sacarino o esas Grandes Aventuras Juveniles o Historias Selección de Bruguera. Pero si solo podía elegir uno, sin duda iba directa a Mortadelo y Filemón. Me gustaban las historietas, pero lo que de verdad me encantaba era sentarme junto a mi padre, que se partía de risa. Este es uno de mis mejores recuerdos de infancia. Luego vinieron Lily, Esther y su mundo y, sobre todo, Mafalda.

Portada del primer número de la colección de libritos de Mafalda (1970), de Quino.

Y eso fue todo, hasta que casi veinte años más tarde conocí a un entusiasta de los cómics y entré en su mundo de tebeos, algo totalmente desconocido para mí. Él me dejó leer sus títulos favoritos, y aunque no siempre entendí el mundo de Neil Gaiman o de Alan Moore, poco a poco fui encontrando lo que me interesaba en la gran biblioteca que tengo la suerte de tener en casa. Me ocurre un poco lo mismo que cuando era pequeña: lo que más me gusta (además de los monstruos) es la pasión de los miembros de Tebeosfera, su entusiasmo contagioso.

Y esta es mi lista de los tebeos que por una u otra razón han sido especiales para mí:

  • ¡Oh, diabólica ficción!, de Max.
  • Curiosity shop, de Teresa Valero y Montse Martín.
  • ¡Universo!, de Albert Monteys.
  • Contrapaso: los hijos de los otros, de Teresa Valero.
  • Trazo de tiza, de Miguelanxo Prado.
  • Frank Cappa, de Manfred Sommer.
  • Memorias de un hombre en pijama, de Paco Roca.
  • El buscón de las indias, de Alain Ayroles y Juanjo Guarnido.
  • Un médico novato, de Sento.
  • La sombra del águila, de Rubén del Rincón.

 

JAUME CASAS

Creo recordar que hasta los diez años, más o menos, fui leal lector de Patoruzú y Patoruzito, de algunos álbumes del Pato Donald y de la revista Billiken. También me interesaban las tiras de autores norteamericanos que aparecían en la prensa argentina de los años cincuenta, como Peanuts, de Schulz, o Daniel el travieso, de Ketcham. Recuerdo la revista Rico Tipo, en la que mi padre había colaborado, y que era una revista que siempre rodaba por casa.

Ya de regreso a la Península me pasé a Pumby, TBO, DDT, me aficioné a Lucky Luke (del gran Morris), Astérix (de Uderzo y Goscinny), El Capitán Trueno, El Jabato, Hazañas Bélicas, Spirou, Marsupilami...

Recuerdo que con doce años leíamos a dos voces (con mi ahora viejo amigo Andreu Martín) todo lo que nos llegaba de Francia, como la revista Pilote, con Iznogud, de Tabary y Goscinny (aquel que quería ser califa en lugar del califa); Las aventuras de Valerian, de Christin, Mézières y Tranié; las del teniente Blueberry, de Giraud, y las de sus Tanguy et Laverdure. La Rubrique-à-Brac, de Gotlib; Los frustrados, de la Bretécher, y toda la colección de personajes de Lauzier.

También fueron un referente la revista Linus, los álbumes de Hugo Prat de Corto Maltés y el loco de Jacovitti con su western surrealista Cocco Bill.

Supongo que de tener que escoger una sola viñeta de todo aquel universo, quizá me quedaría con una de Hugo Pratt, una cualquiera de “La balada del mar salado”...

Portada del nº 21 de la revista Totem (1979), con ilustracipn de Corto Maltés, por Hugo Pratt.

Mis diez españolas preferidas:

  • La familia Ulises, de Benejam, en el TBO.
  • Pumby, de Sanchis.
  • Las páginas de Josep Coll en el TBO.
  • Carpanta, de Escobar.
  • El Capitán Trueno, de Mora y Ambrós.
  • Mara, de Enric Sió.
  • Nova 2, de Luis García.
  • Moderna Secreta, de Marika.
  • El ala rota, de Antonio Altarriba y Kim.
  • Torpedo 1936, de Enrique Sánchez Abulí y Jordi Bernet.

 

RICARDO TRIVIÑO

De muy pequeño, iba siempre a cortarme el pelo a la barbería que había en los bajos de mi edificio. Me encantaba ir porque el barbero me leía las historietas de un Super Humor de Mortadelo y Filemón. El libro estaba destrozado, sin tapas, con las páginas rotas y amarillentas. Él me sentaba en sus rodillas, abría el tomo y continuaba la historia desde donde la habíamos dejado. Señalándome cada viñeta, me explicaba qué ponía en los bocadillos, imitando el ruido de las onomatopeyas. El hombre se mudó, pero antes de marcharse me regaló el Super Humor, que todavía conservo.

Portada de Super Humor nº 51 (1985), con portada de Ibáñez.

 

JOSÉ MARÍA DEL REY

A pesar de lo difícil de elegir un solo momento que marcara la entrada en este maravilloso mundo del tebeo, recuerdo entre los más antiguos la impresión causada por el primero que tuve de Tintín: El asunto tornasol. La prueba de ese entusiasmo inicial se encuentra en esa gota de puré en una de sus páginas. ¡No podía dejar su lectura ni a la hora de la cena!

Otros momentos memorables tuvieron que ver, cómo no, con El Capitán Trueno. El descubrimiento de esos números de gran formato (Capitán Trueno Gigante), con esa enorme cantidad de viñetas por página, que tenía en la portada una foto de nuestro héroe, fue el gran festín de ese verano. Era como si me hubieran dejado en una pastelería con permiso para comer todos los dulces que quisiera!

Podría citar también la enorme impresión causada por el primer número de la revista Totem con el Arzach de Moebius, que me volvió a enganchar a los tebeos, ya rebautizados cómics. O esa obra maestra del Silencio, de Comès, que me mostró la profundidad conceptual a la que puede llegar este arte tan denostado, que, sin embargo, puede estar a la misma altura que la literatura o el cine como medio de expresión de las más complejas emociones y situaciones humanas; pero no quiero abusar de vuestra paciencia, pues ya me he enrollado demasiado. Perdón por la extensión.

Lista de las mejores obras de la historieta española:

  • El miserere, de Carlos Giménez, adaptando a Bécquer. Publicado originalmente en el número 24 de la revista Nueva Dimensión.
  • El misterio del elefante blanco, de El Capitán Trueno: es la saga de Barogar, con uno de los villanos más logrados de Víctor Mora.
  • Makoki, “Fuga de La Modelo”, de Gallardo y Mediavilla.
  • Mortadelo y Filemón, “El sulfato atómico”, aunque “La Máquina del cambiazo” tiene también un buen nivel.
  • Contactos, de Mariel y Andreu Martín.
  • Topolino, de Alfons Figueras, por su gran originalidad al tratar el tema clásico de los supervillanos.
  • El bueno de Cuttlas, de Calpurnio.
  • Los cuentos del Tío Vázquez, de Vázquez.
  • 13, Rúe del Percebe, de Ibáñez.
  • Mis miedos, de Enric Sió (varios episodios publicados en la revista Drácula).

 

FRANCESC LLAUDÓ

Afortunadamente, en mi casa siempre ha habido una gran afición por el cómic. El responsable fue mi padre, un avezado coleccionista de apócrifos de Tintín, que alimentaba los estantes con las obras más dispares: desde Max hasta Spirit, pasando por Dr. Slump o el bueno de Iznogud. Y aun con tantas obras geniales, mi tierno yo se enamoró del cómic con las trastadas de los agentes de la TIA.

Los invasores fue el primer álbum que leí de Mortadelo y Filemón. Aún recuerdo con especial cariño la portada: un gigantesco alien, color verde moco, acechando detrás de una valla a nuestros atolondrados protagonistas. Ese día sentí la emoción de descubrir un mundo nuevo, inmenso, a la espera de ser explorado. También fue ese el día que empecé a devorar —con sumo gusto— la colección de mi padre.

Ases del Humor nº 29 (1974): Mortadelo y Filemón en "Los invasores", de F. Ibáñez.

En cuanto a los tebeos españoles que más me han marcado, son los siguientes:

  • Mortadelo y Filemón: "Los invasores" (1974), de Francisco Ibáñez.
  • Superlópez 2, “El Supergrupo” (1980), de Jan.
  • Súper Humor 9: Anacleto agente secreto (2005), de Manuel Vázquez.
  • Los cuentos del tío Vázquez (2010), de Manuel Vázquez.
  • Jabato Color 1 (2010), de Víctor Mora y Darnís.
  • Todo Max 4: La muerte húmeda; El carnaval de los ciervos (2001), de Max.
  • Peter Pank (1985), de Max.
  • El licantropunk (1987), de Max.
  • Vapor (2012), de Max.
  • Calavera lunar (2021), de Monteys.

 

ANTONIO PLEGUEZUELO

Como representante de los venturosos niños del "baby boom" de los años sesenta... y pico, es lógico que mis primeros contactos con los tebeos ya pertenecieran a los primeros setenta. Y así mis primeros recuerdos son los Mortadelo semanales que me compraba mi padre todos los sábados en un kiosco y los TBO que devoraba cuando visitaba la casa de unos amigos de mis padres, con ese olor a tebeo nuevo que no se me olvidará nunca. Agradeceré toda la vida a estos amigos por regalarme unas Navidades varios tomos del Flash Gordon editado por Buru Lan, donde me enamoré perdidamente de Dale Arden.

Y de ahí pasé a material más "duro" cuando visitaba la casa de un primo mío más adulto que compraba los Creepy y compañía, amén de alguna que otra revista de más calentura. Y ya de esas calenturas pasé a El Víbora, que me hizo estallar la cabeza con su goma 2 underground

Bueno, pues allá va mi listado:

  • La familia Ulises, de Benejam.
  • Mortadelo y Filemón (sobre todo El sulfato atómico), de Ibáñez.
  • La sección "De todo un poco” del
  • Sir Tim O’Theo (bueno, cualquier cosa dibujada por Raf/Roldán).
  • Los extras de verano del TBO.
  • Cualquier cosa que dibuje Max.
  • Turandot, de Nazario.
  • Rompetechos, de Ibáñez.
  • Cualquier cosa dibujada por Vázquez.
  • Vampus, Creepy, Dossier Negro...

 

AGUSTÍN GARCÍA ZURRO

Siendo niño, recuerdo que un día tenía en mis manos un tebeo; lo leí sonriente, pero cuando llegué a la última página me atrapó, era 13, Rúe del Percebe, o sea, muchas historias en una.

Desde entonces, me imagino que como muchos, empecé el tebeo por el final.

Lista de mis diez cómics españoles preferidos:

  • Paracuellos, de Carlos Giménez.
  • Anarcoma, de Nazario.
  • Bienvenido al mundo, de Miguel Brieva.
  • Arrugas, de Paco Roca.
  • Bardín el Superrealista, de Max.
  • Torpedo 1936, de Bernet y Abulí.
  • Semillas, de Ann Nocenti y David Aja.
  • Blacksad, de Guarnido y Canales.
  • Mortadelo, de Francisco Ibañez.
  • Historias de Taberna Galáctica, de Josep Maria Beà.

 

JOAQUÍN GÓMEZ SANZ

Como lector de tebeos que aprendí a leer con las viejas revistas de Bruguera y algunas publicaciones franco-belgas, atesoré desde niño muchos cómics de humor (tebeos de toda la vida), desde Olés a revistas Mortadelo, Fuera Borda o Guai!

Mi verdadera afición a los cómics en general (y que me abrió a otros géneros y comics internacionales) la tengo grabada a fuego. Tras leer un tebeo prestado de las Secret Wars de Marvel, me anime a comprar mi primer tebeo de superhéroes de Forum, y sin saber por qué, entre las decenas de cómics que había en el kiosco me impactó la portada del número 77 de una colección titulada La Patrulla X, en el que salía una chica con cresta que lanzaba rayos a su alrededor. Lo compré sin dudar con mi paguilla del domingo... y el resultado es una afición de miles de comics y lecturas décadas después. El autor de esa portada era Carlos Pacheco, y el contenido del tebeo eran los X Men de Chris Claremont... Poco más que añadir, señoría.

Portada de La Patrulla-X vol.1 nº 77 (1989), ilustrada por Carlos Pacheco.

Mi listado de diez tebeos:

  • Mortadelo y Filemón, de Ibáñez.
  • Superlópez (del 1 al 10), de Efepé y Jan.
  • ¡Universo!, de Monteys.
  • Siempre Vengadores (Avengers Forever), de Busiek, Pacheco y Merino.
  • Sir Tim O´Theo, de A. Martín y Raf.
  • 13, Rúe del Percebe, de Ibáñez.
  • Rigoberto Picaporte, de Segura.
  • Agamenón, de Estivill.
  • Los Cuentos del Tío Vázquez, de Vázquez.
  • Pafman, de Cera.

 

EUGENIO DE LA MORENA

Es cierto que muchos de los que somos socios de ACyT sentimos aprecio, tenemos idealizadas o recordamos con agrado, en algún sentido, las publicaciones de nuestra infancia o juventud, las publicaciones de la época de nuestros padres que cayeron en nuestras manos con posterioridad, o aquellas con las que tuvimos contacto en algún momento en que no nos las pudimos comprar por cualquier motivo (dinero, estudios, época, accesibilidad al material, edad...). Al menos, queremos que se preserve su memoria.

Una de las primeras veces que tuve contacto con los tebeos fue en un kiosco (recientemente desaparecido) de la urbanización del Barrio del Pilar donde vivía. El dueño, por aquel entonces, era un compañero de la Renfe de mi abuelo que se había jubilado prematuramente por una lesión de la Guerra Civil en un brazo o algo así y lo llevaba con su hijo.

El año en que yo estaba aprendiendo a leer me compró en ese kiosco un ejemplar de la revista periódica Mortadelo (sería en torno al año 1985), que perdí con el tiempo y volví a comprar hace relativamente poco en una conocida tienda madrileña del sector de segunda mano. Mi abuelo se acercó al panel donde se sujetaban las revistas con cuerdas y pinzas, y me pidió que eligiera. Se puede decir que aprendí a leer con esos tebeos, más que con la cartilla de Preescolar. Después vinieron las publicaciones españolas Olé de Bruguera, las de Marvel, los tebeos de Tintín, etc., etc.

Portada de Mortadelo nº 28 8(1985), de Ibáñez.

Ya os digo que yo aprecio el mundo del tebeo (cómic) en todas sus facetas y considero importantes las publicaciones en formato revista que, en España, también aglutinaban franquicias y dibujantes extranjeros (la revista Tintín, la revista Strong, Spirou Ardilla, algunas páginas de la misma revista Mortadelo o TBO de los años noventa: por ejemplo, historietas cortas de Goscinny).

No obstante, de mi primera época de lector infantil, os digo los míos:

  • Mortadelo, “Valor y… ¡al toro!” (colección OLÉ), de Ibáñez [para mí, una de las mejor dibujadas, por no decir la mejor].
  • Revista Mortadelo del año 1985.
  • Jan Europa, en “El hombre que regresó de la muerte”, de Edmond.
  • Superlópez, “Los alienígenas” (colección OLÉ), de Jan.
  • Superlópez, “Los cabecicubos” (colección OLÉ), de Jan.
  • Superlópez, “Viaje al centro de la Tierra” (colección OLÉ), de Jan.
  • Superlópez, “La gran superproducción” (colección OLÉ), de Jan [muy graciosa].
  • Zipi y Zape, “La vuelta al mundo” (colección OLÉ), de Escobar.
  • Zipi y Zape, “El tonel del tiempo” (colección OLÉ), de Escobar [este siempre lo veía anunciado y tardé años en tenerlo].
  • Fanhunter, “The Konstantin Saga”, de Cels Piñol.

 

JUAN AGUSTÍ

Mi momento mágico: Yo tenía seis años y mi hermano cinco. Por alguna razón, mi padre tuvo que dejarnos en el coche mientras atendía algunos asuntos en la oficina. Iba a tardar un buen rato, por lo que primero pasó por el quiosco, para dejarnos la acostumbrada ración semanal de tebeos.

Habitualmente, esta constaba de un conjunto más o menos regular de publicaciones, no solo limitada a las publicaciones de humor de Bruguera. Pumby, el Trueno Color y, de vez en cuando, ejemplares sueltos de las múltiples series de Novaro eran lo normal. Ese día cayó en mis manos por primera vez una cosa totalmente distinta: el número 34 de la revista Tintin. Nada volvió a ser lo mismo.

Portada de nº 34 de la revista Tintin (1968).

Un poco más tarde, el ratón Pérez me dejó mi primer álbum de tapa dura debajo de la almohada: Aterrizaje en la Luna, con ese lomo de tela verde tan adorable. Ese día comprendí definitivamente que la magia existe. También aprendí una cosa más: a disfrutar de las cosas buenas que este mundo puede llegar a ofrecerte.

Mi lista (no está ordenada):

  • Pumby, de José Sanchis (y me dejo aquí cantidad de favoritos: Palop, Gremá, Karpa, Liceras o Nin son los grandes olvidados de la historieta española).
  • El Capitán Trueno (fundamentalmente la etapa de Ambrós, aunque no solo). Si hubiese que escoger una historia, “Titlán el tirano”. He de decir que una vez pasadas determinadas etapas, la serie comienza a repetirse y pierde interés.
  • Tiene que figurar un Escobar que no sea Zipi y Zape, con esas maravillosas estampas de mujeres de la época, personajes extraordinarios que no he aprendido a apreciar hasta bien mayorcito. Me voy a quedar con Doña Tomasa; aunque Blasa, portera de su casa, o Doña Trini y sus animalitos podrían ocupar su sitio perfectamente. En una línea distinta, su Profesor Tenebro merece ser rescatado del olvido. También lamento que con esto se ocupe mi espacio para Bruguera, con series como El caco Bonifacio, del recientemente desaparecido Enrich; Pascual criado leal, de Nadal, o Don Furcio Buscabollos, de Cifré. Y me estoy dejando a Conti, Vázquez o Jorge en la recámara. Y no, Ibáñez no me interesa —salvo su 13, Rúe del Percebe y su injustamente olvidada Anda, ríase usté con el arca de Noé—.
  • Con Carlos Giménez hay otro problema: ¿cuál de sus series me habrá marcado más?: ¿Dani Futuro, en medio de la etapa final languideciente de Gaceta Junior? ¿Koolau el leproso? ¿Hom? (ambas desde las páginas del Totem —¿se prestará alguien algún día a escribir un monográfico sobre la editorial Nueva Frontera?—). En su día, no fui lo suficientemente maduro para apreciar sus páginas de El miserere, y sus páginas iniciales de Paracuellos en El Papus solo las pude seguir intermitentemente, de forma que el sitio queda reservado para una obra que no se cita frecuentemente como uno de sus mejores logros: Barrio.
  • Kraken, de Antonio Segura y Jordi Bernet. Así hago honor a dos autores que me encantan en vez de uno. Esto no quita para que la obra escogida sea fundamental.
  • Trazo de tiza, de Miguelanxo Prado. Imposible dejarla fuera.
  • Bardín el superrealista, de Max. Casi todas las obras de Max me encantan. Me ha extrañado, por tanto, lo fácil que me ha resultado la elección de Bardín entre todas sus magníficas obras.
  • Laura Pérez Vernetti también se merece, de manera indudable, un lugar en mi lista. Me fascinan todas sus obras, especialmente sus traslaciones de obra poética a la viñeta. No obstante, quiero resaltar su obra con Antonio Altarriba. Aun así, ¿con cuál quedarme?: Amores locos o Sara Servito son magníficas. Me voy a quedar con El brillo del gato negro. Y eso que no me olvidó de la buenísima Macandé, con Felipe Hernández Cava. Espero que al meter a Antonio en la lista, Kim y Keko se sientan también incluidos.
  • Roberto España y Manolín (y por extensión el álbum Héroes Modernos, con Pepito Magefesa y Perico Carambola) me permite introducir aquí de manera simultánea a Gallardo e Ignacio Vidal-Folch, cubriendo otros frentes.
  • La casa, de Paco Roca, representando a toda la buena hornada de autores españoles de estos últimos años.

Fuera se han quedado cantidad, pero simplemente por clamar justicia: ¿cuándo alguien se va a dignar de una vez a reeditar Mis miedos, de Enric Sió?

 

CRISTINA BENITO

De todos los tebeos que leía de pequeña, los que más me gustaban con diferencia eran los de Mortadelo y Filemón y los de Astérix, porque me hacían reír a carcajadas. Pero el que verdaderamente me impactó fue Esther y su mundo. Me fascinaba, me hipnotizaba, me creaba adicción. Aunque sigo disfrutando muchísimo de la lectura de cómics, ninguna otra historieta me ha generado tantas emociones como aquella.

Portada del primer número de la revista Esther (1981), ilustrada por Purita Campos.

Mi lista:

  • Contrapaso, de Teresa Valero.
  • Estamos todas bien, de Ana Penyas.
  • La compañera, de Agustina Guerrero.
  • Trazo de tiza, de Miguelanxo Prado.
  • Los surcos del azar y La casa, de Paco Roca.
  • El arte de volar y El ala rota, de Antonio Altarriba y Kim.
  • Paracuellos, de Carlos Giménez.
  • Blacksad, de Juan Díaz Canales y Juanjo Guarnido.

 

ALEJANDRO DEFEZ

Desde que tengo uso de razón, en casa siempre había revistas (Interviú, Hola, El Jueves, Kiss, Dosieres negros, etc.) porque mi padre trabajó en una imprenta y más tarde de operario de máquina cortando los dominicales y los especiales del periódico en el extinto Grupo Zeta.

Yo siempre he tenido problemas de visión, que empezaron a muy temprana edad, sobre los seis años, en primero de primaria, y esto me perjudicó a la hora de aprender a leer. La historieta se convirtió en mi profesor de lectura, puesto que distinguía mejor los dibujos que las letras. En la mayoría de las revistas no leía bien los bocadillos, pero la narración del arte no difería en exceso del texto. Aun así, la imaginación cambiaba algunos relatos, y durante un tiempo las guardé en mi memoria de forma diferente a como son. Con el tiempo fui recuperando algunas de estas historias, y fue como ir abriendo pequeñas salas en un laberinto lleno de historias inacabadas o, mejor dicho, contadas a medias.

Mi lista:

  • Todo Paracuellos, de Carlos Giménez.
  • Torpedo, de Abulí y Bernet.
  • Blacksad, de Canales y Guarnido.
  • ¡Universo!, de Albert Monteys.
  • Punto final, de Carlos Giménez.
  • Historias Negras, de Abulí y Bernet.
  • Drácula, de Azpiri.
  • Tierra muerta, de Don Rogelio.
  • Esto no está bien, de Irene Jiménez.
  • Night business, de Benjamín Marra.

 

JUAN MANUEL BOSQUE SENDRA

En mi casa, desde muy pequeño, siempre hubo tebeos, por lo que no necesité mucha motivación para leerlos y coleccionarlos. Sin embargo, sí existieron distintas anécdotas que consolidaron mi amor por ellos. Una de ellas ocurrió cuando tenía unos nueve años. Un día, en la ventana de la pequeña tienda de mi barrio donde se vendía prensa y golosinas pude ver la portada de un cuadernillo que nunca había visto: era el número 1 de la colección de Rock Vanguard, un personaje de nombre potente y extraño, que me entusiasmó y me hizo buscar y rebuscar el dinero para comprarlo. Después de maravillarme con su lectura me hice el propósito de comprar todos los números, así que durante varias semanas acudí diariamente a la tienda a buscar el siguiente número. No fue posible, ya que no llegó ningún número más. A pesar de todo, siempre he tenido en mi memoria este personaje y aquella primera colección que no pudo ser.

Portada de Rock Vanguard nº 1 (1961), ilustrada por Guerrero.

Allá va mi lista de los diez tebeos españoles de mi infancia y adolescencia cuando surgió y se cimentó mi amor por los tebeos:

  • Roberto Alcázar y Pedrín (1941), de Vañó.
  • El Guerrero del Antifaz (1944), de Gago.
  • Hazañas Bélicas (1948), de Boixcar.
  • El Cachorro (1951), de Iranzo.
  • El Capitán Trueno (1956), de Mora y Ambrós.
  • Pantera Negra (1956), de Quesada y Ortiz.
  • El Jabato (1958), de Mora y Darnís.
  • Apache (1958), de Quesada y Bermejo.
  • Rock Vanguard (1961), de González Casquel y Guerrero.
  • Delta 99 (1968), de Mora y Giménez.

 

JAVIER COLLAR

Mi primer tebeo lo recibí en diciembre de 1956, el Almanaque de TBO 1957; recuerdo pegar la última página en un cartón ayudado por mi madre; recortarlo y luego ponerlo encima de un aparador; para que no se cayeran las figuras, las clavaba con un alfiler. El recortable era de Opisso.

Arriba: Historieta de Benejam en la portada del Almanaque 1957 de TBO (1956).
Abajo: Contraportada, con un belén recortable de Opisso.

En años posteriores se repetía la bendita rutina, y fui ampliando la colección de figuras recortadas, figuras que conservo todavía, no todas, por supuesto, y sigo poniendo el belén con ellas.

Y seguí con los tebeos. Sesenta y algunos años ha...

Mi lista:

  • TBO Almanaque 1957. Mi primer tebeo y recortable.
  • Mortadelo y Filemón, “Valor y… ¡al toro!", de Ibáñez.
  • Hazañas Bélicas nº 1, “10 minutos en Stalingrado”.
  • Casco de Acero nº 13, “La Cruz de Hierro”.
  • Brigada Secreta nº 82, “El cebo”.
  • Azucena nº 14, “El Triunfo de la verdad”.
  • Platillos Volantes nº 1, “El mensaje de otros mundos”.
  • Sissi (revista femenina) nº 23.

 

PAU VILALTA

Me enamoré de los tebeos cuando era un crío que apenas sabía leer, pero las historietas me llevaban a mundos imaginarios y me tenían entretenido un buen rato. Vivía en Portugal y "leía" Tintin en francés. Tenía cinco o seis años. Más tarde me regalaron una suscripción a la revista juvenil Flecha Negra, que contenía historietas y era bastante salazarista, por cierto. Cuando veníamos a Barcelona, mi abuelo, coleccionista de sellos, me llevaba los domingos al mercado de Sant Antoni y me compraba tebeos que devoraba en casa y releía una y otra vez, hasta el siguiente domingo, momento de adquirir nuevas aventuras. TBO, Tío Vivo, DDT... Me moría de risa con Mortadelo y Filemón, las desventuras de Carpanta, el día a día de la familia Ulises... El Capitán Trueno, junto con su equipo, me llevaban a aventuras emocionantes; vivía en tensión las batallas de Hazañas Bélicas. En el internado leía una colección que, si no recuerdo mal, se llamaba Vidas Ejemplares e iba de vidas de santos.

De esos años inocentes viene mi amor por los tebeos.

 

JUAN ANTONIO GAYO

Decir la palabra tebeo, en mi caso, es rememorar toda mi vida. No recuerdo con precisión cuándo descubrí el mundo del tebeo y se me inoculó en mí el amor por las historias gráficas. Sí que recuerdo que en casa de mi abuela alguien había dejado un cuadernillo de El Capitán Trueno que al hojearlo me cautivó —tanto a nivel del dibujo como a nivel del guion— enseguida y me hizo decantar por continuar leyendo cualquier tebeo que tuviera a mi alcance. En todos los momentos vividos aparece el mundo de las viñetas acompañándome en los buenos y en los malos instantes que nos depara la vida. Desde aquellas infantiles meriendas con un bocadillo de chocolate mientras la imaginación nos llevaba de la mano de Trueno, Jabato, Tintín, Astérix…, hasta mi devenir profesional, en el que al ser profesor de historia, empleo en mis clases los tebeos para acercar a mis alumnos el currículo de la asignatura. Por tanto, como decía al principio de estas líneas: para mí, tebeo es sinónimo de mi propia vida, y sin ellos no podría entenderla.

Mi lista de tebeos españoles:

  • El Capitán Trueno,Cautivos en Argel”, de Mora y Ambrós.
  • El Corsario de Hierro, “El enigma de los Cárpatos”, de Mora y Ambrós.
  • Paracuellos, de Carlos Giménez.
  • Mortadelo y Filemón, “El sulfato atómico”, de Ibáñez.
  • Zipi y Zape, “El tonel del tiempo”, de Escobar.
  • La familia Trapisonda, de Ibáñez, en
  • Pumby, de Sanchis, en
  • El Jabato, “¡Esclavos de Roma!”, de Mora y Darnís.
  • La familia Ulises, de Benejam.
  • Superlópez, “El supergrupo”, de Efepé y Jan.

 

JOSÉ MARÍA BAENA

Como yo nací en el año 1951, a mí me coincidió el momento de esplendor de Bruguera en la segunda mitad de esa década con mis comienzos en la lectura. No obstante, he de decir que mis padres siempre me animaron a leer tebeos, tanto es así que los primeros que llegaron a mis manos fueron en la primavera de 1955, cuando aún casi no sabía leer. Mi madre me los solía leer varias veces, de manera que me los aprendía de memoria y luego repetía los diálogos como si realmente los estuviera leyendo. Dicho esto, voy a intentar ser lo más preciso posible.

El Cachorro nº 104, "La fortaleza de Abu-Seif”, de Iranzo.
  • El Cachorro, cuaderno número 104, titulado “La fortaleza de Abu-Seif”, uno de los primeros de la colección Dan, en mayo de 1955.
  • El Capitán Trueno, cuaderno 36, titulado “¡El país de los faraones!”, en junio de 1957. Ya sabía leer de corrido. Fue el primero que llegó a mis manos de esta colección. Los coleccioné hasta el número 198. Los números anteriores al 36 los compré en las reimpresiones que se hicieron.
  • Mendoza Colt, aunque comencé a coleccionar casi al comienzo, recuerdo particularmente las vistosas portadas de Martín Salvador, en especial la del número 28, titulado “Sangre de luchadores”, con la india emergiendo del agua en un primer plano.
  • El Jabato la coleccioné desde el principio, cuando nos regalaron, junto al número 107 de El Capitán Trueno, su número 1, cuya portada nunca olvidaré.
  • Domingos alegres, de SEA, número 235, dedicado a El Príncipe Valiente. Lo recuerdo perfectamente y debió de ser hacia la primavera de 1959. Un martes, día en que recogía los tebeos de la semana en la tienda, por alguna razón no habían llegado los paquetes, así que, paseando con mi hermano y mi abuelo, llegamos a otra tienda, en la plaza de San Francisco, y vi la portada de este tebeo, de manera que me gasté el dinero de los tebeos de esa semana en este maravillo tebeo en color (creo que costaba cinco pesetas). Luego le tuve que contar un rollo, que no recuerdo, a mi madre.
  • Hazañas del Oeste, serie verde. Mi padre me compró el número 1 por sorpresa. A pesar de que las series del oeste no eran de mis preferidas, coleccioné los treinta primeros números, que aún poseo en una encuadernación.
  • Castor, de Maga. Lo compré porque me gustaba Gago, pero El Guerrero del Antifaz iba muy avanzado cuando aprendí a leer.
  • El sargento Furia. Me gustaba mucho la Guerra de la Independencia, y no dudé en hacerme con la colección al ver su número 1, titulado “¡Emboscada!”.
  • El Mosquetero Azul. De nuevo podía tener una colección de Gago desde el principio, de forma que no lo dudé cuando vi la portada de su número 1, “El enigma del Mosquetero”. Junto a El sargento Furia, fue de las últimas colecciones que compré.
  • Hay dos colecciones más que adquiría de segunda mano en los puestos (por llamarlos de alguna manera, ya que normalmente eran una sábana sobre el suelo) que se ponían en los alrededores del mercado de abasto los domingos. Uno era El Capitán Coraje, en su edición de 1946, que me gustaba mucho, pero nunca llegué a tenerla completa. La otra, como no podía ser de otra manera, era Roberto Alcázar y Pedrín, que al ser, en su gran mayoría, aventuras completas, no tenía ningún problema en comprar números al azar. A pesar de lo dicho, no puedo olvidar la portada de un número de la serie de El hombre diabólico, me refiero al número 101, de títuloBurlando al enemigo”.

 

PACO MARTOS

La invitación a participar en este Día del Cómic y del Tebeo 2023 recordando aquellas primeras lecturas supone para mí recordar también a las personas que me regalaron, o que leyeron conmigo, aquellas historietas, y lo hago con gozo.

Hasta donde alcanza mi memoria (y atestigua alguna fotografía), fue en los suplementos infantiles de los diarios que compraba mi padre a mediados de los años setenta donde comencé a leer historietas, y en las “revistas del corazón” de mi madre descubrí los chistes gráficos, las viñetas de humor.

Poco después, gracias a mis tíos, llegaron mis primeros inseparables: Mortadelo y Filemón, que llegaban como regalo de consuelo a mis resfriados, consiguiendo que mis risas se escucharan en todo el edificio, y Flash Gordon. Prisionero de Ming, publicado por Buru Lan y que todavía conservo, con el que descubrí la magia del dibujo y las primeras anatomías femeninas. Poco después también tuvieron un papel importante, en cuanto a magia y anatomía, los cómics de superhéroes publicados por Vértice.

En mi adolescencia, los cómics llegaron hasta mí de la mano de amigos y compañeros de estudios. Tuvimos la suerte de coincidir en el tiempo con las publicaciones de editores como Toutain, Berenguer o Navarro, que nos ilustraron y nos estimularon a realizar nuestros fanzines.

Esta afición por el cómic llevó asociado el deseo de conocer su historia, a sus autores, su corpus… y encontré un lugar idóneo donde satisfacerlo, aquí, en TEBEOSFERA, donde habito desde entonces.

¡Feliz Día del Cómic y del Tebeo!

Portada de El invierno del dibujante (2010), de Paco Roca.

Mi lista:

  • Mortadelo y Filemón, de Ibáñez.
  • 13, Rúe del Percebe, de Ibáñez.
  • Jabato Color –Extra–, de Mora y Darnís.
  • Joyas literarias juveniles.
  • Historias de taberna galáctica, de Josep Maria Beà.
  • Los profesionales, de Carlos Giménez.
  • Torpedo, de Abulí y Bernet.
  • Peter Pank, de Max.
  • Brian the brain, de Miguel Ángel Martín.
  • El invierno del dibujante, de Paco Roca.

 

CÉSAR LÓPEZ

Un niño curioso revisa la estantería con los libros y escritos de su padre, mientras recorre con manos y ojos los títulos en los lomos; algo llama su atención, un… ¿libro? No tiene título en el lomo y es de factura casera, se diría que es una tosca prueba de encuadernado. El niño lo coge de la estantería y lo examina… ¡Son tebeos!

Nunca sabrá si su padre los leía o si lo hizo pensando en él pero desde aquel día la puerta a miles de mundos quedó abierta para su mente.

Mi lista:

  • 5 x Infinito, “Asteroide pirata”, de Maroto.
  • Hombre, “La herencia de la humanidad”, de Segura y Ortiz.
  • Cine locuras, de Figueras.
  • Superlópez, “El Señor de los chupetes”, de Jan.
  • Us, de Sara Soler.
  • ¡García!, de García y Bustos.
  • The space between, de Miguel Ángel Martín.
  • Paracuellos, “La paliza”, de Carlos Giménez.
  • Porcelain, de Llovet.
  • A prueba de balas, de Emma Ríos.

 

ALEJANDRO MOLINS

Soy de 1957 y me resulta difícil individualizar y recordar un tebeo en concreto. Recuerdo dos formatos de experiencia con los tebeos, los que me compraba mi abuela y los que alquilaba en verano. También el Almanaque Agromán, que no era estrictamente tebeo, pero recogía chistes de muchos, y buenos, dibujantes. También un pequeño tebeo que publicaba, si no recuerdo mal, TVE.

Portada del Almanaque Agroman 1957, ilustrada por Adado Oliver.

Los títulos que recuerdo son:

  • El Guerrero del Antifaz, de Gago.
  • El Capitán Trueno, de Mora y Ambrós.
  • Hazañas Bélicas, de Boixcar.
  • El Jabato, de Mora y Darnís.
  • Roberto Alcázar y Pedrín, de Arizmendi, Quesada y Vañó.
  • Mortadelo y Filemón, de Ibáñez.
  • Carpanta, de Escobar.
  • Jaimito, de varios autores.
  • Gorila, de Sotillos y Doyer.
  • El Corsario de Hierro, de Mora y Ambrós.

 

CAÍN SOMÉ LASERNA

De pequeño, mis primeros recuerdos están asociados a los tebeos de Mortadelo y Filemón. A principios de los ochenta, con apenas cuatro años, ya devoraba clásicos como El sulfato atómico, Magín el mago o A por el niño. Más o menos por esas fechas descubrí que el tebeo era mucho más que Ibáñez, y empecé a leer Don Miki, Gente Menuda y Pulgarcito. Recuerdo que una lectura que me dejó marcado durante años fue la de Los pitufos negros. Y dado que por entonces mis tíos de unos quince años vivían con nosotros, tuve acceso a revistas como Dossier Negro, Creepy, el Spiderman de Bruguera o las aventuras de Conan. Y todo ello sin pasar de los diez años. Lecturas que, sin duda, eran leídas y releídas. Hace dos o tres años leí a mis hijos Los pitufos negros. Fue una lectura con una enorme carga emocional y nostálgica. Para cosechar hay que sembrar primero. El futuro dirá.

Ahí va mi listado de diez tebeos españoles:

  • El Mercenario, de Vicente Segrelles.
  • Yo, asesino, de Altarriba y Keko.
  • La casa, de Paco Roca.
  • Mortadelo y Filemón, “ Valor y… ¡al toro!”, de Ibáñez.
  • Pulgarcito, de Jan.
  • El ala rota, de Altarriba y Kim.
  • Superlópez, “Los cabecicubos”, de Jan.
  • Paracuellos, de Carlos Giménez.
  • Blacksad, de Canales y Guarnido.
  • Jamás tendré 20 años, de Jaime Martín.

 

JOAN HIDALGO

Debería tener entre seis y siete años cuando cayó en mis manos un tebeo con una portada coloreada, llena de cuadrículas con monigotes y letra, que me absorbió por completo; con las historietas sobre un abuelito forzudo, un genio embotellado, un niño con un niqui rayado… un mundo mágico donde navegar con la imaginación en las horas de asueto después de la escuela y los juegos en la calle.

Portada del Almanaque 1967 de Jaimito (1966), ilustrada por Soriano Izquierdo.

Los diez tebeos más importantes de mi vida:

  • La revista Jaimito.
  • La revista Pumby.
  • La revista DDT.
  • La revista Pulgarcito.
  • La revista Tío Vivo.
  • “Vértice taco” Zarpa de acero, con dibujos de Blasco.
  • El Capitán Trueno, de Mora y Ambrós.
  • Vendaval (Colección Dan), de Mora y Bernal.
  • El conejito atómico, de Ayné, en Yumbo.
  • La revista Cavall Fort (1962).

 

FERNANDO RODIL

Mediados los setenta. Estudiando en la Universidad de Valladolid, vivía en una pensión que a sus espaldas estaba la plaza de Cantarranas. Todos los domingos en dicha plaza se ubicaba el rastro.

Un día, no sé la razón, cuando vivía en un piso con otros estudiantes, decidí dar una vuelta por el rastro. Y de pronto en el suelo, junto a otras muchas cosas, un tebeo de El Capitán Trueno. Uno de los que yo había leído de pequeño. Fue tal la sorpresa y el impacto, que lo compré. Y así empezó todo.

 Listado:

  • Capitán Trueno nº 70.
  • El Jabato nº 8.
  • Hom, de C. Giménez.
  • El Cid, de A. H. Palacios.
  • El Quijote, de Leopoldo Ortiz.
  • Peter Pank, de Max.
  • Uriel, de Sento.
  • Cuto, de Jesús Blasco.
  • Carta Blanca, de Jordi Lefebre.
  • Duelo de caracoles, de Sonia Pulido.

Se quedan fuera títulos como El juego lúgubre y Los surcos del azar, de Paco Roca; El solar, de Alfonso López o El pacto, de Paco Sordo.

 

EDU GUILLÉN

Mi amor por los cómics llegó mucho antes de los que voy a meter en el listado, ya que eran obras extranjeras como el Popeye editado por Bruguera, El Hombre Enmascarado editado por Valenciana, los Pocket de Ases de Marvel editados por Bruguera, los Don Miki de Montena o Tintín y Astérix, por poner unos ejemplos. Eso sin dejar de contar con las aportaciones de mi padre: los Héroes Modernos de Dólar o la Historia del Cómic de Javier Coma, que fue la obra que me motivó a investigar e intentar divulgar sobre el cómic o tebeo.

Mi listado, sin un orden en particular:

  • La Biblioteca de Turpín, de Max, que se publicaba en El Pequeño País.
  • Leo Verdura, de Rafael Ramos, en El Pequeño País.
  • Superlópez, “Los cabecicubos”, de Jan.
  • 13, Rúe del Percebe, de Ibáñez.
  • Opium, de Daniel Torres, publicada en la revista Cairo.
  • Los forrenta años, de Forges (Sedmay).
  • Iberia Inc., de Rafa Fonteriz, Rafael Marín y Carlos Pacheco.
  • Fanhunter, de Cels Piñol.
  • Peter Petrake, de Miguel Calatayud.
  • Las viñetas de Tumbita, de Tunet Vila, que aparecían en los tebeos de Vértice.

Por si el décimo no vale, yo diría Pafman de Joaquín Cera. Extra bonus: BZZZ de Micharmut, fanzine publicado por Els tebeus del cingle.

 

MIGUEL GOSÁLVEZ MARIÑO

INFANCIA. Nací en 1961, lo que supone que conocí los quioscos petados de tebeos. Las portadas del TBO, Pulgarcito, El Capitán Trueno, Roberto Alcázar y Pedrín, Hazañas Bélicas, Mortadelo, etc., competían por el espacio visual con las revistas del corazón. Pero las historietas que de verdad me apasionaba leer eran Las aventuras de Tintín. Un buen catarro y el cóctel perfecto para alejar a la fiebre: el tocadiscos con los Beatles y todos los cartonés de Tintín. Qué gozada. ¡Es tan maravilloso el trabajo de Hergé!

MOVIDA ADOLESCENTE. El siguiente impacto decisivo de los cómics llegó por dos vías. Uno: Nueva York (RAW), Barcelona (El Víbora), Madrid (Madriz, con Ceesepe y Javier de Juan), un verdadero universo underground. Dos: París (Humanoides Asociados, con Moebius y Willem), Barcelona (Star), Madrid (Totem).

EDAD ADULTA (incluye mitin fanzinista). Me interesa el cómic en todos sus aspectos. Como arte, como diseño y como técnica de comunicación secuencial en expansión. Lástima que no se apoye a las bases de aficionados para que puedan dedicar tiempo a la práctica de este arte. Los fanzines son fundamentales. Yo, al final, con tanta contracultura y antiarte, he llegado a la conclusión de que no solo de genios y vencedores deberíamos nutrirnos.  El arte moderno nos invita a ser creadores y no solo consumidores. ¡Más dinero para las bases creativas y menos circo popular!

¡Listado hecho! Aunque soy un modesto lector y comprador y evidentemente se quedan varias obras maravillosas en el tintero si no lo he tenido en mis manos. Ahí va:

  • Mortadelo y Filemón, “El sulfato atómico”, de Ibáñez.
  • Makoki, “Fuga de la Modelo”, de Gallardo y Mediavilla.
  • Lo peor de Vázquez, de Vázquez.
  • Los Garriris, de Mariscal.
  • Paracuellos, de Carlos Giménez.
  • María y yo, de M. Gallardo.
  • El arte de volar, de A. Altarriba y Kim.
  • Las Meninas, de Santiago García y Javier Olivares.
  • El pacto, de Paco Sordo.
  • El invierno del dibujante, de Paco Roca.

 

ALFONSO MERELO

Mi gusto, o pasión, por los cómics se la debo a mi madre, que me leía tebeos de Jaimito cuando aún no sabía leer. A partir de los tres años, que ya aprendí a leer, mi favorito era Pumby, y algún que otro tebeo del pato Donald y sus aventuras con el Tío Gilito y sus sobrinos. Pero mi "enganche total" llegó con la publicación de la revista Bravo, que me descubrió al teniente Blueberry, a Michel Tanguy o a Galax el cosmonauta. Y desde entonces.

Portada del Gran álbum de vacaciones de Pumby (1967), ilustrada por Sanchís.

Listado:

  • Paracuellos, de Giménez.
  • Arrugas, de Paco Roca.
  • Los profesionales, de Giménez.
  • El Capitán Trueno, de Mora y Ambrós (por supuesto).
  • Drácula, de Fernando Fernández.
  • Iberia Inc., de Pacheco, Marín y Merino [por ser el primero de superhéroes español estilo Marvel o DC].
  • Torpedo 1936, de Abulí y Bernet.
  • Makoki, de Gallardo y Mediavilla.
  • Anarcoma, de Nazario.
  • Los surcos del azar, de Paco Roca.

Y hay muchos más, pero estos son los que puedo decir que más he disfrutado y que pienso que son unos grandes clásicos del tebeo español.

 

MATEU RIPOLL

Soy de 1981, así que puede decirse que llegué tarde a las revistas y los kioscos, descubrí tebeos de la generación anterior por recopilatorios y viví con fuerza la entrada del manga (Dragon Ball) y las tiendas especializadas. Cuando llegaron las novelas gráficas estaba acabando la carrera, opositando... y enseguida llegó la crisis del 2008.

Desde mi modesto conocimiento y haciendo referencia solo a obras españolas:

  • Hazañas Bélicas. Recuerdo con cariño el más antiguo que tenía en casa: “Hombres rana”. Aunque de Hazañas lo que más me gustaba eran las contraportadas de Kubert por su soltura y naturalidad.
  • Aventuras Clásicas ilustradas nº 4 (Ediciones B). Me lo llevé a un campamento de verano de pesadilla en Menorca. Su lectura fue un refugio siendo víctima de bullying con ocho años.
  • Mortadelo y Filemón. No lo leí mucho, pero cayó en mis manos La historia del dinero, el especial que hicieron para el Banco Urquijo, una maravilla para un niño que se cría en una familia donde la mayoría son empleados de banca. Opino que 13, Rúe del Percebe y Los grandes inventos del TBO son de lo mejor de Bruguera.
  • La Historia de les Illes Balears en còmic, de Vaquer. La original, de 1981, que estaba en todas las aulas de Mallorca.
  • Torpedo, de Abulí y Bernet. Cualquiera. Junto a Andrax o Kraken... De Torpedo, “Escupiré sobre vuestra tumba”, por poner uno.
  • El Mercenario, de Vicente Segrelles. Compite con otros como Bri d'Alban, de Alfonso Font. Que es un dolor que no haya más. Me parece una obra maestra. Y con Hernández Palacios. El “Little Big Horn” de MacCoy. Si tengo que elegir a un autor de los tres por su impacto y calidad me quedo con Bri d'Alban, de Font.
  • Tess Tinieblas, de Germán García. No llegué a tenerlos todos. Pero me sorprendió por su frescura.
  • El invierno del dibujante, Los surcos del azar o La casa, de Paco Roca. Si debo detenerme en uno: El invierno del dibujante..., por descubrir con él la novela gráfica española después de muchos años de sequía.
  • María y yo, de Gallardo. Para un padre de un menor con autismo como un servidor... imprescindible, una mano tendida en el peor momento de tu vida. No hay palabras para describirlo.
  • Las Meninas, de Javier Olivares y Santiago García. Hay muchos novelistas gráficos y autores y autoras alucinantes hoy en día. Me quedo con ella por ser profesor de dibujo y artes plásticas. Es brillante y abrió un camino.

Faltan El Capitán Trueno, Iberia Inc..., o cualquiera de Max, entre otros, pero, paradójicamente, lo descubrí ya mayor. He intentado ceñirme a obras concretas y a momentos. Están, de hecho, seleccionados por orden cronológico de lectura y "engagement", siendo siempre españolas aunque no siempre en castellano.

 

JUAN BENITA

La pandilla Cu-Cux-Plaf, en "Fantomas Pérez, sociedad muy limitada", por Martz-Schmidt.

Aquí a bote pronto mi lista de títulos españoles que más me impactaron en su momento por varios motivos, sin orden alguno y no necesariamente lo mejor, pero me parece más interesante que listar las obras maestras de Vicente Segrelles o Paco Roca:

  • El Capitán Trueno, "El pozo de la muerte", de Mora y Ambrós.
  • Mortadelo y Filemón, “El sulfato atómico”, de Ibáñez.
  • Superlópez, “El señor de los chupetes”, de Jan.
  • La pandilla Cu-Cux-Plaf, en "Fantomas Pérez, sociedad muy limitada", por Martz-Schmidt.
  • Peter Pank, de Max.
  • MacCoy, “Camerone”. de Gourmelen y Palacios
  • Livingston contra Fumake, de Beltrán y Keko.
  • Makoki, “Fuga de la Modelo”, de Gallardo y Mediavilla.
  • Sir Tim O’Theo, de A. Martín y Raf.
  • Joyas Literarias Juveniles, Viaje al centro de la Tierra, de Mora y Casamitjana.

 

NARCISO CASAS

De joven me apasionaban los tebeos, y en especial cuando conocí Red Ryder, creado por el dibujante estadounidense Fred Harman. A partir de ese día me enamoré profundamente del mundo del cómic con el género western o “viejo oeste”.

Lista de tebeos:

  • Mortadelo y Filemón, de Ibáñez.
  • Zipi y Zape, de Escobar.
  • Superlópez, de Jan.
  • El Capitán Trueno, de Mora y Ambrós.
  • Hazañas Bélicas, de Sanchez Boix.
  • El Jabato, de Darnis.
  • El Guerrero del Antifaz, de Gago.
  • La familia Cebolleta, de Vázquez.
  • Carpanta, de Escobar.
  • El Botones Sacarino, de Ibáñez.

 

GERARDO MACÍAS PRIETO

Listado de series, salvo algún tebeo puntual:

  • Mortadelo y Filemón, de Ibáñez.
  • Superlópez, de Jan.
  • Arrugas, de Paco Roca.
  • Jan Europa, de Edmond.
  • El Capitán Trueno, de Mora y Ambrós.
  • Benito Boniato, de Fresno’s.
  • Sir Tim O’Theo, de A. Martín y Raf.
  • Sherlock López, de Gabi.
  • Carpanta, de Escobar.
  • Joyas Literarias Juveniles.

 

Creación de la ficha (2023): Félix López
CITA DE ESTE DOCUMENTO / CITATION:
Redacción de Tebeosfera (2022): "Por amor a los tebeos. Quienes los atesoran", en Tebeosfera, tercera época, 22 (13-III-2022). Asociación Cultural Tebeosfera, Sevilla. Disponible en línea el 02/XI/2024 en: https://www.tebeosfera.com/documentos/por_amor_a_los_tebeos._quienes_los_atesoran.html