NOTAS DE ACERCAMIENTO A BB, PRIMER TEBEO ESPAÑOL PARA NIÑAS, 1920-1925
«(…) el público no tiene la menor idea de qué es exactamente la edición. Y, como después de todo, como el misterio de esta profesión suelen mantenerla los mismos que la ejercen, no está mal poner las cosas en claro. La edición es, ante todo, comercio. Un comercio singular que requiere de otros muchos para seguir siendo, en definitiva, único (…)».
La Travesía del Libro. Memorias de Jean-Jacques Pauvert
Trama Editorial, Madrid, 2011
Los orígenes de la historieta española pueden rastrearse hasta los inicios de la segunda mitad del siglo XIX, por el momento, en un largo proceso de descubrimiento, innovación y afirmación del lenguaje expresivo de la misma, que se desarrolla hasta finales del siglo XIX en la prensa de adultos. Con la presencia de figuras de la importancia de Víctor Patricio Landaluze, José Luis Pellicer, Apeles Mestres, Mecáchis, Ramón Cilla, Ramón Escaler, Ángel Pons, Rojas, Joaquín Xaudaró, Pedro de Rojas o Robert, entre los varios autores que crearon aquella primera historieta y cuya obra marcó momentos esenciales de su constitución como medio.
Pero estas historietas primeras, abundantes, modernas en su momento, muchas veces experimentales, como correspondía a un lenguaje expresivo nuevo que entonces se definía como instrumento comunicacional en manos de los dibujantes creadores, arrastraban el problema de su no normalización editorial, al instrumentalizar los editores la historieta como un material de entretenimiento que muchas veces se utilizaba como relleno de las páginas de la prensa, ya fuesen revistas literarias, informativas, artísticas, familiares y, algunas veces, incluso, políticas. Esta prensa se dirigía siempre a un segmento de lectores más cultos, surgidos sobre todo de la burguesía que daría vida a las clases medias españolas.
Hasta la aparición de las primeras revistas de historietas, en las décadas 1910-1920, la historieta española no dispuso de un soporte editorial específico y propio. Esto se produjo con la aparición de un nuevo tipo de editores comerciales, que anteponían las ventas entre un público más popular a cualquier otro planteamiento periodístico o de calidad[1]. Muy pronto, estos editores, aunque no todos, extendieron su negocio de la edición rápida, mediocre y barata a la publicación de tebeos, que simultanearon con sus restantes ediciones, en un totum revolutum originado en un único propósito comercial: ganar dinero. Así, cuando aquellos editores entraron en la edición de historietas, mantuvieron la publicación de toda clase de productos populares editoriales: folletos de chistes, cancioneros y horóscopos, novelas por entregas, postales, cromos, juguetes de papel, prensa recreativa de diverso signo —sobre todo revistas de humor, a veces eróticas— dirigida a adultos… y tebeos.
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Portadas de algunos de los tebeos de principio de siglo mencionados. |
El “nacimiento” de los tebeos (1910-1920)
Los primeros títulos de esta nueva prensa de historietas fueron: Dominguín, con el subtítulo de “Semanario Cómico” (1915); En Belluguet, en idioma catalán, dirigido por Urda (1915); Charlot, editado por Navarrete con el subtítulo de “Semanario festivo” (1916); Max Linder, “Semanario cómico” (1917); Charlotín, prolongación de Charlot, con el subtítulo “Semanario festivo peliculero infantil” (marzo de 1917); TBO, editado por Arturo Suárez con el subtítulo “Semanario festivo infantil” (marzo de 1917); Periquín, editado por Heras con el subtítulo “Semanario infantil” (1918). Después, Heras lanzó en 1918 los tebeos Historietas Infantiles, La Novela en Láminas de Periquín y Cuentos y Aventuras de Periquín. Mientras que en 1919 aparecieron Fatty —con el subtítulo “Setmanari infantil català”—, Historias y Cuentos de TBO y la Colección Gráfica TBO, estos dos últimos de Joaquin Buigas, nuevo editor de TBO, con otros títulos menos conocidos y populares de corta vida. Todos editados en Barcelona, forman la primera hornada de los tebeos españoles hasta 1920.
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Historias y Cuentos de TBO, nº 8. |
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Es así como la deriva cultural de estas revistas, que originariamente se autodefinían como “de humor”, más la introducción de la historieta en la prensa infantil, sumadas, dieron lugar al nuevo modelo de los tebeos, definido inicialmente más por sus destinatarios que por la reflexión editorial. Modelo editorial que con el paso de los años, durante la década de 1920 sobre todo y a inicios de los años treinta, acabó por instalarse de pleno derecho en el mercado de la prensa española con una presencia importante, por más que siempre y a lo largo de toda su historia los tebeos han soportado cierta indefinición, tanto en el modelo editorial como en la intención del mismo, en sus contenidos y especialmente respecto de sus lectores, que suelen desbordar el grupo infantil y se establecen también en los grupos de adultos de extracción popular recién alfabetizados[2].
Por este camino la historieta penetró en la sociedad española más y más hasta ocupar un espacio propio y ser parte de su cultura. Con el handicap de que fue en los tebeos para niños donde se concentró la producción y publicación mayoritaria de historietas en España durante más de medio siglo, contribuyendo así a la infantilización de la historieta tanto en la forma y la expresión como en los contenidos y los propósitos, por lo que su consideración como medio de comunicación quedó supeditada a la función recreativa. Y ello pese a la existencia de una historieta adulta, en la que autores más modernos e innovadores experimentaron con los límites expresivos del medio y la síntesis de su gramática propia.
Con el precedente de Dominguín (1915), revista que se encontraba en línea con los suplementos dominicales en color de la prensa estadounidense y que por el concepto, el soporte y la calidad técnica constituye un caso aislado, los primeros tebeos españoles fueron todos muy similares en sus características físicas editoriales, en sus contenidos y en la formula expresiva de sus historietas, primitivas y con densos bloques de texto al pie de las viñetas —característica común al general de la prensa infantil europea de las décadas 1910-1920—. Es así como en un breve plazo, apenas cinco años, se configuró formalmente la existencia de revistas de contenidos variados con un claro contenido de historietas y dirigidas a los niños como lectores preferentes, y todo ello con el precio mínimo en aquellos años, cinco y diez céntimos de peseta según títulos y editores. Título a título se impuso el modelo editorial de los tebeos, gracias a la determinación de los editores por crear una prensa periódica recreativa y popular dirigida a los niños y por extensión “a todos los públicos”. Importa insistir en cómo los editores de esta prensa de historietas se concentraron en Barcelona en un núcleo contrapuesto a los planteamientos generales y a los modelos de prensa infantil existentes en la capital, Madrid.
La similitud o si se quiere el parecido en formatos y contenidos de los primeros tebeos españoles, venía aumentada por el reducido número de dibujantes de historietas que llenaban las páginas de dichos tebeos. Es lógico, se trataba de una industria nueva, la de las revistas infantiles de historietas, en un mercado pobre como correspondía al público potencial existente en aquellas décadas, en manos de editores comerciales que buscaban beneficios inmediatos derivados de la acumulación de muchos pocos céntimos por cada número vendido de un tebeo. Los grandes dibujantes que venían de los años finales del siglo XIX trabajaban preferentemente en la prensa de adultos, casi siempre como ilustradores y algunas veces como historietistas, por lo que los editores de tebeos tenían que echar mano de los dibujantes que se prestaban a colaborar, generalmente de segunda y tercera fila, más toscos y de menor calidad, que habían surgido gracias al aumento de la prensa y de su tendencia hacia un público de masas que, dentro de la relatividad que imponía el desarrollo de la sociedad española, se estaba formando en estos años y que se concretó en los años treinta[3].
Los dibujantes más frecuentes en los tebeos de estas primeras décadas editados en Barcelona fueron Donaz (con varios seudónimos), Urda, Robert (con al menos dos seudónimos), C. Rojo, Papin, Méndez Álvarez, Opisso, Nit, Tínez, Yorick, Vinaixa, Clapera, Rapsomanikis, Pasarell, Surroca, etc., varios de los cuales ya publicaban desde años antes en las revistas de adultos, sobre todo en las de humor y en las eróticas. Será frecuente ver repetida la firma de muchos de ellos en las historietas de distintas editoriales y en diferentes títulos de los tebeos de aquellos años, lo que contribuye a la similitud de aquella prensa en sus primeros años de vida. Lo mismo ocurre con los pocos escritores que hemos podido localizar con seguridad: Joaquín Arqués, Emili Graell Castells, Tomasetti y pocos nombres más, que lo mismo escribían cuentos y relatos que adaptaban argumentos de obras clásicas o desarrollaban guiones elementales para algunos de los dibujantes, aunque más frecuentemente los guiones de historietas los escribían los propios ilustradores, sobre todo en las historietas de humor. Para mayor dificultad en el conocimiento de los escritores, frecuentemente periodistas y gacetilleros, que colaboraban en los tebeos de aquellas décadas hay que contar con que raramente firmaban sus textos, unas veces por orgullo ante lo que consideraban un trabajo menor, otras por pudor y las más de las veces porque el editor lo impedía para así apropiarse de su trabajo.
Tómese todo lo anterior a modo de síntesis o digest para trazar un cuadro general de los primeros tebeos españoles, ya que habría que hablar de más títulos y editores para trazar un panorama más completo y que integrase, en una visión general y total, el nacimiento del modelo de los tebeos en España.
Casa Editorial Buigas: ¿primer intento de crear industria?
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Portada de KDT, con ilustración de Bigre (Opisso). |
Entre los primeros editores españoles de tebeos podemos destacar media docena de nombres, los más importantes del periodo 1910-1920. Se trata siempre de empresas personales creadas por personas concretas que buscaban hacer negocio y triunfar comercialmente con la edición de revistas infantiles de historietas. De entre estos nombres hay que resaltar especialmente a Joaquín Buigas por ser el editor de la primera revista infantil femenina, BB.
Como todas las empresas editoriales de los primeros tebeos, la de Buigas era una editorial pequeña, con un mínimo de trabajadores. El cuerpo de redacción de los primeros años lo formaban el periodista Joaquín Arqués, con cierta experiencia editorial y que había asesorado a Arturo Suárez en la inicial creación de TBO[4], el italiano Tomasetti y el propio Buigas como director de la revista, gerente y principal inspirador y guionista de la misma. Durante varios años, el director artístico fue el dibujante Ricard Opisso, creador del logotipo clásico que TBO llevó en portada a partir del número diez. Y también de un personaje, el “Niño TBO”, que se pretendía fuese el símbolo visible de la revista, por lo que protagonizó muchas historietas. En lo técnico, carecía de talleres de imprenta propios, y TBO se imprimió inicialmente en la imprenta y litografía de Arturo Suárez, suegro de Joaquín Buigas y primer editor de TBO.
Joaquín Buigas, que inicialmente y durante varios años trabajó con el nombre comercial de Casa Editorial Buigas, con domicilio en la calle Industria 201 bis de Barcelona, logró dar solidez a su empresa gracias al aumento de sus publicaciones. Fue así como en 1919 lanzó las publicaciones infantiles de historietas Historias y Cuentos TBO, Colección Gráfica TBO, Biblioteca de TBO, además de participar en la editorial Mercurio, que también publicaba cuadernos de historietas. Y en 1922, BB[5].
Pero Buigas no se contentó con aumentar sus títulos de publicaciones infantiles, sino que desde el primer momento diversificó su actividad como editor con publicaciones dispares y muy lejanas de los tebeos. Ya desde 1917 Joaquín Buigas editaba la revista de humor erótico KDT, que había sido creada en 1912 y que fue una institución entre la prensa erótica, tirando a pornográfica, en lengua castellana. KDT se presentaba con el subtítulo “Semanario festivo para niños de 16 a 80 años” y contaba con la colaboración de los dibujantes Opisso —que con el seudónimo Bigre fue el autor de una mayoría de portadas de la revista y de numerosos chistes en páginas interiores—, Méndez Álvarez, JRB, Zamba, J. Villalonga, Donaz, Demetrio, etc. Y los escritores Joaquín Belda, Hoyos y Vinent, Luque, Zamora, Álvaro Retana, Fidel Prado, Méndez, Ricardo Prieto, etc., durante el tiempo en que esta revista fue editada por Buigas[6].
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Tres de de los libros editados por Buigas mencionados. |
Igualmente, en los primeros años veinte, editó obras de contenidos inesperados, de los que son ejemplo el libro Desarrollo, dureza y hermosura de los senos, de Jorge Williams; Procedimientos infalibles para casarse con una mujer rica, de Monselet, o Misterios del lecho conyugal, del Dr. Mario de Alba, publicados por Casa Editorial Buigas (calle Industria, 201, de Barcelona). En los mismos años inició La Colección Universal, de novelas, en la que publicó obras de Octavio Fuillet (La novela de un joven pobre), Carlos Solo (Calvario de vergüenza), A. Prevost (Manon Lescaut), José Poch (La virgen roja), Miguel Cervantes (La gitanilla), Álvaro Retana, Guy de Maupassant (Pedro y Juan), etc., con obras como La Religiosa, de Denis Diderot, que se encontraba en el Index librorum prohibitorum et expurgatorum de la Iglesia Católica. Todos editados bajo el pie editorial Buigas (ahora con domicilio social en la calle París número 127).
Junto a estos libros hay que situar los de la Colección Ilustrada Eros, también de la Casa Editorial Buigas, distribuidos profusamente por quioscos y librerías, con obras como El capricho de la marquesa (Tríptico galante), de Álvaro Retana; Carmina y su novio, de Joaquin Belda; A puerta cerrada, de Eduardo Zamacois; La casa de modas, de Antonio de Hoyos y Vinent, etc., con ilustraciones de Zamora, Méndez Álvarez, Bigre, Demetrio, etc. Y portafolios fotográficos como El Desnudo en la Fábula y El Desnudo Artístico, cada uno con «¡¡30 Estudios de desnudo femenino!!», según indicaba la publicidad propia en la revista KDT, sin que por el momento podamos aclarar si Joaquín Buigas era el editor directo de estos últimos libros o trabajaba con una empresa interpuesta.
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Portada del libro de Álvaro Retana. |
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También publicó en los mismos años folletos y libros tan dispares como Cancioneros, Reglamento del juego de Lawn-Tennis, El Libro de los sueños y obras similares, en un intento de alcanzar la mayor parte y registros del mercado popular. Esta actividad editorial múltiple, que Joaquín Buigas desarrolló a lo largo de los años veinte, permite establecer la hipótesis de que no fue la publicación de TBO lo que le afianzó como editor. De hecho, el que Buigas publicase la revista sicalíptica KDT, durante al menos los años 1917-1919 —desconocemos actualmente hasta qué año mantuvo la edición de esta revista—, impresa en los talleres gráficos de su suegro, Arturo Suárez, y la edición de libros como el de Jorge Williams o la obra de Diderot, así como la colección Eros y los desnudos fotográficos femeninos, bajo una presentación artística, rompe la imagen pública que con el paso del tiempo y las presiones del grupo social —a las que no son ajenas las versiones vertidas por Alberto Viña, último gerente y director de TBO— nos presentaba a Joaquín Buigas como un hombre y un editor que siempre habría permanecido dentro de los estrechos límites del humor blanco, en lógica correspondencia con los usos sociales de la burguesía catalana a la que pertenecía. Por otra parte, y más importante, hay que estimar cómo la edición de todo este abanico de obras, más allá de cuestiones morales que no son nuestra competencia, señala la importancia del tejido editorial que Joaquín Buigas intentó formar a partir de este conjunto de publicaciones, para lograr una posición de primera línea en el mundo editorial catalán, al menos en su vertiente popular.
Es en este marco editorial donde hay que inscribir la aparición de la revista femenina, para niñas, BB, como parte del aumento y la diversificación de títulos que Joaquín Buigas pretendía.
La prensa infantil de género en un mercado alienado
La distinción por géneros entre hombres y mujeres también alcanzó a los tebeos, en tanto que históricamente era algo común a todos los ámbitos de la sociedad, desde el nacimiento del individuo, y se prolongaba en los comportamientos adquiridos en la primera infancia, en los cuidados y las modas de los pequeños, en la educación y en la enseñanza posteriores, siendo la escuela y el instituto fundamentales para el afianzamiento de dicha distinción, que finalmente quedaba fijada en los patrones de comportamiento social por géneros. Esto, que venía de siglos anteriores, se prolongó en los siglos XIX y XX. Si bien la progresiva alfabetización, las nuevas costumbres y modas habidas a partir de 1920, la creación de una incipiente clase media, el trabajo femenino en talleres y fábricas, el acceso aún tímido de las mujeres a la universidad y la gran influencia que el cine comenzó a tener sobre las costumbres y los roles sociales, pareció que abría nuevas posibilidades para el futuro de las mujeres españolas, que en las décadas 1910-1920 carecían casi totalmente de derechos civiles[7].
Es entonces cuando se define una clara tendencia a la conversión de la mujer en consumidora de productos específicos propios. En el campo de la prensa ello se reflejó pronto en las publicaciones que fueron surgiendo sobre modas, productos de higiene íntima, productos de tocador, recetarios de cocina, cursos de costura y confección, etc., cada vez más, desde finales de siglo. En general, la mujer española se convirtió paulatinamente en una consumidora específica que, además de comprar y gastar los productos comunes en el grupo social, se decantó también por toda la mercancía que se crearía en función de su género. Se trata del aumento de la compra generada por las modas, que crece de forma importante tras el final de la I Guerra Mundial, cuando las grandes compañías estadounidenses invaden e inundan los mercados europeos tanto con productos relacionados con el consumo familiar como, mucho más, con los derivados de la industria del entretenimiento, cuyo cénit se alcanzará en los años treinta, sobre todo en el campo de la música ligera, la prensa y la cinematografía.
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Portada de Chicharito. |
La doble moral aplicada según el género se reflejó en la cosificación de la mujer, convertida en objeto, y como tal utilizada en un sector de revistas de humor gráfico de finales del siglo XIX y las primeras décadas del XX para alegrar la turbia imaginación de los lectores machos, gracias a los contenidos eróticos de estas revistas, pronto conocidas como sicalípticas, con chistes e ilustraciones, y muy pocas historietas, en las que la mujer, o más exactamente el cuerpo y el sexo de la mujer, se usaban en textos e imágenes escabrosas y picantes, siempre al borde de lo totalmente obsceno, como material que propiciaba una torpe y sórdida sexualidad masculina. Ejemplos de tales revistas, ampliamente estudiadas en este número monográfico de la revista TEBEOSFERA, dedicado a la mujer y el erotismo en la historieta, pueden ser: Rojo y Verde, Sicalíptico, Eva, KDT, El pobre Valbuena, Bésame, La Hoja de Parra, El Don Juan, Chicharito, ¡Venga Alegría! y un largo etcétera de títulos que son perfectos ejemplos de esta prensa a mitad de camino entre el humor y la pornografía. Aparte otras revistas, como La Traca, que utilizaban el erotismo en función, principalmente, de sus planteamientos anticlericales.
Es así, en la alienación de lo femenino, como en la familia tradicional de las décadas de aquel tiempo a las niñas se les regalaban muñecas, escobas, cocinitas y todo tipo de objetos y utensilios que reproducían los roles de la mujer adulta, mientras que a sus hermanos varones les regalaban coches, armas, balones, etc., que se ligaban a un pretendido carácter viril. Otro factor significativo fueron los libros y la prensa que recibían niños y niñas. Los libros, que tienen una especial importancia en los primeros años de aprendizaje al contribuir a la construcción de la personalidad y la formación de actitudes y comportamientos básicos, insistían en mostrar una imagen del niño / hombre como un ser activo, productivo, con una importante vida exterior a la familia y el rol del individuo que decide en el grupo familiar y social, mientras que la niña / mujer era comúnmente presentada como una entidad pasiva, dedicada a la casa y a sus labores, incluso en sus juegos, y claramente subordinada al sexo masculino.
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Rosa y Azul. Revista teóricamente toda para niñas. |
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Esto se reflejó también en la prensa infantil. Incluso en los periódicos para la infancia del XIX. Inicialmente, tanto éstos como los tebeos de inicios del XX se dirigían expresamente a los lectores infantiles sin distinción de género. La publicación en el XIX de tres periódicos para la infancia, dirigidos y dedicados expresamente a las lectoras niñas: La Colegiala (1861), La Educanda (1862), Rosa y Azul (1904), títulos muy escasos respecto de un total de más de cien periódicos editados para la infancia, confirma lo que fue una tendencia general. Por su parte, los primeros tebeos españoles se dirigían a “todos los públicos” del grupo infantil, sin distinción de sexo ni edad. Con contenidos generales de humor y algunas aventuras, los temas de sus historietas se basaban, más o menos, en el amplio repertorio de las travesuras infantiles, en episodios y escenificaciones de carácter costumbrista, en episodios y personajes históricos, en cuentos y leyendas tomados de la literatura universal y plagiados, copiados o adaptados al nuevo medio expresivo, y en el amplio repertorio de la literatura folletinesca, que surtió ampliamente de personajes, argumentos e historias a los tebeos de 1910-1920. Las niñas lectoras debieron conformarse con leer estos tebeos genéricos, hasta que surgió un nuevo tipo de publicaciones pretendidamente para niñas, que se centraban predominantemente en una temática “sentimental”. Fue así como, debido a la codicia de los editores industriales, siempre ansiosos por ampliar su negocio y captar nuevo público, se llegó al nacimiento de los primeros tebeos españoles dirigidos expresamente a las niñas.
En el intento de diversificar el modelo de los primeros tebeos, demasiado parecidos unos a otros, los editores jugaron con los formatos, con el color y los títulos, y más tarde con los conceptos, intentando alcanzar a un máximo de lectores. Es entonces cuando Joaquín Buigas, posiblemente amparándose en la existencia de una importante prensa femenina dirigida desde inicios de siglo a la mujer[8], se propuso llegar hasta las niñas con un título y un tebeo dirigido específicamente a ellas para así penetrar en el nicho social formado por las niñas como potenciales consumidoras. Para ello creó un tebeo para niñas, el primero de todos: BB, en 1920. Se iniciaba una nueva corriente editorial, que no triunfaría plenamente hasta después de la guerra civil española, y que se distinguía por la segregación por género que se hacía de las niñas y adolescentes lectoras.
Queda la duda de si este primer tebeo femenino, BB, fue más o menos casual y derivado del simple deseo de expansión comercial de Joaquín Buigas, basado en la imitación o la copia de títulos de prensa infantil femenina de otros países, o si, por el contrario, se trataba de una operación cuidadosamente planificada, a partir de un golpe de genio del propio Buigas o de su colaborador más cercano, Joaquín Arqués. Sea como fuere y estuviese motivado por simples planteamientos comerciales o bien por un afán de explorar nuevos modos de hacer prensa infantil, BB se ofrecía como una revista dirigida a la “juventud femenina”, debiendo entenderse por tal a las niñas, a las cuales el nuevo tebeo ofrecía textos, secciones e historietas que estaban teóricamente pensadas y dibujadas en función de las lectoras y con protagonistas femeninas, por más que todos los guionistas y dibujantes del nuevo tebeo fuesen hombres.
La primera noticia sobre BB se ofrece en las páginas de TBO número 139, Año IV (1920), un extraordinario de Reyes con ocho páginas más cuatro de cubiertas, con el precio de 10 céntimos —en aquellos momentos TBO aún se vendía a su precio inicial de cinco céntimos—. En la retiración de cubierta, un recuadro que ocupa un tercio de la página se titula destacadamente “TBO a sus lectores”; se trata de un mensaje publicitario y directo del editor dirigido a los lectores que, resumido a sus puntos fundamentales, dice:
«T B O a sus lectores. Como todos los años nos complacemos en saludar a nuestros queridos lectores, deseándoles todo género de prosperidades en el año que empieza; y además nos es grato adelantarles el programa de reformas para 1920, las cuales creemos serán del gusto de todos (…) [sigue una serie de noticias sobre TBO, Historias y Cuentos de T B O y Colección Gráfica T B O y se anuncia la publicación de una “Biblioteca” tan instructiva como amena. Para, a continuación anunciar la novedad más importante] (…) Además presentará una revista quincenal, suplemento de TBO, titulada “BB”, dedicada a la juventud femenina. Las niñas tendrán una revista de gran amenidad, en la cual habrá diferentes secciones, tan escogidas como interesantes. Se tratará de modas, muñecas, labores, historietas sugestivas, novelas de gran relieve y adecuadas al periódico; aventuras, juegos y toda clase de pasatiempos. ¿Verdad que no era justo que las niñas no tuvieran una revista dedicada a sus aficiones teniendo los niños la suya? / Por eso TBO pensando siempre cuerdamente, ha tenido esta noble idea y la ha puesto en práctica, encargando la dirección del suplemento a su cariñosa amiguita BB».
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Anuncio aparecido en los números 140 y siguientes de TBO. |
La revista BB, sus contenidos y planteamientos
Por supuesto, el mensaje de Joaquín Buigas a los lectores de TBO era pura y simple publicidad editorial encaminada a potenciar el nuevo producto que intentaba situar en el mercado de la prensa recreativa infantil. Durante varios números, 140, 141, 142…, TBO publicó en su página siete, penúltima, un llamativo recuadro encabezado por el lema “Muy pronto saldrá el primer número de BB, Suplemento femenino de TBO”, con el que se pretendía que los padres de familia se diesen por enterados de que a partir de entonces tenían la posibilidad de comprar una revista similar para sus hijas. Por ello, el reclamo publicitario de dicho recuadro seguía:
«Con ocasión de tan fausto acontecimiento se hace un llamamiento a todas las niñas de 3 a 20 años para recomendarles lean y propaguen esta hermosa revista, superior a la mayor parte de las que se publican en el extranjero».
Ni que decir tiene que, dado que ni los niños españoles ni sus padres tenían acceso a las revistas infantiles femeninas que se publicaban en el extranjero, BB siempre sería la mejor. Sorprende el arco de edad que BB pretendía abarcar, según su editor: de 3 a 20 años, lo que, más allá del reclamo clásico, ya utilizado en la prensa de aquellos años (a recordar que KDT se presentaba como una revista destinada a lectores de 16 a 80 años, y eran más los casos similares), daba a la nueva publicación el carácter de cajón de sastre si tenía que contentar a públicos de edades tan dispares. El resultado es que, con el tiempo, número a número y siempre dentro de una total blancura y atonía, BB resultó ser un contenedor en el que la editorial iba metiendo cuantos contenidos dirigidos a las niñas creaba o encontraba en otras publicaciones.
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Cabecera de BB, con su atractivo logotipo, tomada del número 107. |
El nuevo tebeo apareció en los primeros meses de 1920. Su formato era vertical, su tamaño 28 x 22 cm, exactamente el mismo de TBO en el mismo año, cuarto de su publicación, lo que era lógico, ya que así se rentabilizaba la compra de papel utilizando el mismo para ambas publicaciones, y se aprovechaba la entrada en la máquina de imprimir, lo que bajaba los costes. BB tenía las mismas características técnicas que TBO: se imprimía en un pliego de papel de 56 x 44 cm que, plegado en cruz, daba ocho páginas, cuatro impresas en negro y las otras cuatro en bicolor, y no llevaba grapa, sino que se vendía plegado y sin guillotinar, intonso, y era el lector quien abría las páginas, de forma similar a lo que ocurría con muchos libros en aquellos años. Su precio era de 10 céntimos de peseta. La cabecera era siempre la misma, dibujada por Ricard Opisso, con el precio repetido a derecha e izquierda encerrado en un medallón, y en el centro las dos letras be, separadas por el dibujo de una niña en cuyo vestido también aparecían bordadas las mismas letras, ya que se quería que fuese la representación física de la revista: la niña BB.
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Portada del número 42, firmada por BB (que pudo ser Opisso o bien un imitador suyo). |
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Las características técnicas se modificaron el mismo año 1922 cuando BB aumentó su tamaño a 32 x 22 cm, de acuerdo con los cambios que Buigas introdujo en TBO en la misma fecha, para dar una mayor presencia física a sus publicaciones gracias al mayor tamaño y la presentación de las historietas con el fin de competir mejor con los restantes editores de tebeos —sobre todo Enrique Heras, que también mantenía en el mercado cuatro colecciones de tebeos, además de novelas por entregas y otras publicaciones populares menores—, y por la misma razón aumentó la periodicidad de BB de quincenal a decenal[9]. Con este cambio, BB subió su precio a 15 céntimos, que mantuvo hasta su desaparición en 1925, mientras que TBO subió su precio de 5 a 10 céntimos. Ello apunta que el éxito de ventas y por tanto las tiradas de ambos tebeos habían de ser muy dispares, ya que los beneficios que reportaba el tebeo insignia de Casa Editorial Buigas, con mayores ventas, permitieron que su precio fuese más bajo, lo que se reflejó en la creciente popularidad de TBO y en su continuidad más allá de la guerra civil[10].
Según la propaganda editorial aparecida en ambos tebeos se señalaba concretamente que la nueva revista era: «BB Suplemento femenino de TBO. Primer y único periódico dedicado a las niñas en España. Aparece los días 15 y 30 de cada mes. Redacción y Administración: Industria, 201, bis – Barcelona». Esta definición de la revista como “suplemento” de TBO no constaba en ningún lugar en las páginas de los números de la revista BB y presumiblemente se trataba tan solo de amparar el nuevo título a la sombra del éxito de TBO. Lo cierto es que la principal novedad radicaba en el hecho de que Joaquín Buigas lanzase su nueva publicación de forma expresa como una revista “femenina” para las niñas, novedad que se inspiraba en otras publicaciones infantiles similares, sobre todo francesas[11].
La cubierta de BB, la página más importante de la revista, llevaba siempre la cabecera creada por Opisso y una historieta completa con un máximo de seis viñetas. Esta historieta de cubierta estuvo dibujada inicialmente y durante muchos números por el mismo Opisso y por Manuel Urda y en menor cantidad por Serra Masana y algunas, sin firma, se debían posiblemente a Tínez. A partir del número 89, año IV de edición, comenzó también a dibujar la cubierta Rapsomanikis, autor con una presencia cada vez mayor en la revista y que acabó por ocupar el mayor espacio en la parte gráfica de BB, mientras que la producción de Ricardo Opisso se espaciaba, hasta desaparecer en el quinto año de edición; con el caso curioso y ocasional de algunas historietas firmadas BB, que bien pudieron estar dibujadas por Opisso o por un imitador suyo. Hay que señalar que todas las historietas publicadas en BB eran primitivas, con abundantes textos descriptivos al pie de las viñetas, al igual que ocurría en TBO y en la casi totalidad de los tebeos españoles de este periodo; pese a ello, no se trata de lo que se llama protohistorietas, ya que las viñetas siguen una secuencia narrativa. Las historietas se publicaban siempre en el anverso del pliego de papel, impreso en bicolor, mientras que las secciones de textos ilustradas se publicaban en el reverso, en blanco y negro.
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Páginas centrales del número 45, en este caso con historieta y un recortable. |
En las dos páginas centrales de la revista, las menos interesantes gráficamente, se publicaba una sola historieta, unas veces a todo lo ancho de la doble página y otras en páginas separadas. Se trataba de obras que muchas veces estaban inspiradas, copiadas o quizá calcadas de historietas de autores de otros países, o bien se debían a dibujantes primerizos, y no solían estar firmadas —como ejemplo hemos documentado una serie de estas historietas, que llevan en un rincón, apenas distinguible, la inicial W por toda firma, correspondiente al dibujante Iván—. A partir del número 69, de 1922, esta doble página fue realizada con gran frecuencia por Urda, al que se añadieron ocasionalmente el dibujante J. Molinas y J. Rapsomanikis, quien desde el número 90, del año 1923, dibujará íntegramente todas las historietas de muchos números de BB, con claras influencias foráneas en la temática y en los modelos gráficos.
Otros dibujantes de la revista, menos frecuentes y de menor importancia, fueron Nit, Matz, el ya citado Iván y alguno más que permanece anónimo por el momento, que generalmente ilustraron las páginas en blanco y negro, en las que fue frecuente la publicación de modelos de trajes femeninos tomados de otras publicaciones. También los recortables de muñecas procedían en su mayoría de otras revistas, pese a que algunos los dibujó Nit. Estas cuatro páginas, correspondientes al reverso del pliego de papel, tenían un contenido de relatos y cuentos, modelos de bordados, patrones de ropa, que acabaron presentándose bajo el título genérico “Las labores de B.B.”, entretenimientos, espacios sobre el peinado y el cuidado de la belleza, recetario de cocina, recortables de muñecas, consejos prácticos, canciones y adivinanzas, curiosidades sobre animales, publicidad editorial, etc. Son estos espacios los que muchas veces están tomados, plagiados o calcados de Le Poupée Modèle, Fillette y otras revistas infantiles de la época, generalmente francesas y en menor grado inglesas, hasta llegar en ocasiones al simple recorte del dibujo y a su reproducción directa en BB. Ocasionalmente, en las páginas en negro de la revista se publicó alguna historieta inglesa tomada de las publicaciones infantiles de Amalgamated Press, con la curiosidad de que, pese a llevar los habituales textos al pie de las viñetas, se respetaron los bocadillos de origen existentes en el interior de las mismas (ver como ejemplo el nº 81 de la revista). También en estas páginas se presentaron “juguetes” de papel protagonizados por los personajes Tiger Tim, Jumbo, Bob By Bruin, etc., de los cómics ingleses de Amalgamated, que en los años treinta popularizaría Hispano Americana de Ediciones en su tebeo Yumbo, y que en BB aparecían redibujados por Nit y otros colaboradores.
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La Poupée Modèle, un número de 1910 y otro de 1922 (el del centro). A la derecha, ejemplar de Fillette.
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A la vista del conjunto de la colección, tras seguir número a número la revista, hay que afirmar que BB quedó estancada en el modelo inicial, sin evolucionar en ningún momento más allá del aumento de tamaño. Por una parte, la revista se anticipaba a su tiempo al presentarse como un producto muy específico por dirigirse al público infantil femenino en momentos en los que, si bien es cierto que la pedagogía oficial separaba tajantemente a niños y niñas, sin embargo aún no se había creado un mercado que hiciese distingos tan significativos en el campo de la edición recreativa. Por otra parte, la revista BB no aportaba nada espectacular, ni siquiera renovador o simplemente nuevo, más allá del distingo de género de sus lectores, con unos contenidos que, si estaban protagonizados por niñas en las historietas, no eran diferentes en sus planteamientos, argumentos y dibujos de los contenidos de la masa de tebeos que se estaba editando en aquellos años.
Que la idea de Joaquín Buigas era muy atrevida para el momento viene confirmado por el hecho de que en un campo comercial en el que primaba la copia y la imitación ningún otro editor español se plantease durante varios años el sacar “otro” tebeo femenino. Hay que esperar hasta 1925 para que aparezca la segunda revista femenina infantil, La Nuri, en idioma catalán, de gran calidad editorial y artística pero con muy escasas historietas, y no es hasta 1927 cuando aparece el siguiente título femenino: La Chiquilla, editado por Biblioteca Films con el subtítulo “El primer semanario ilustrado para niñas”. Después vendrían Mari-Luz, en 1934, y varios suplementos para niñas en la prensa, como Miniatura, “Sección especial para las niñas”, en la revista El Hogar y la Moda, en 1934; Pocholina, “Página femenina”, en el tebeo Pocholo, en 1934; Marujita, “Sección para las niñas”, en el tebeo Mickey, en 1935, y poco más hasta después de la guerra civil, cuando se produce el boom de los tebeos femeninos.
Ejemplo editorial y fracaso comercial de BB
Con los datos existentes comprobados y la colección de la revista a la vista, es válido pensar que Joaquín Buigas al editar BB tan sólo pretendía explorar y explotar el nicho sociológico de las posibles lectoras de tebeos, sin más. La aparición de BB hay que valorarla en el contexto social y educativo de los primeros años de siglo, cuando se quería potenciar un público consumidor femenino, sin ninguna pretensión de cambio en su condición y consideración social, de forma similar a la mayoría de la prensa femenina adulta desde inicios del siglo. Pese a ello, Buigas era muy consciente de la novedad que el nuevo modelo de publicación suponía, y por ello intentó reforzar su lanzamiento con la creación del personaje arquetipo de la “Niña BB”, que dio en paralelo al modelo del “Niño TBO”, ambos dibujados por Opisso.
Es así como en los primeros números de BB, en 1920, encontramos en la página segunda, interior de cubierta, un recuadro publicitario que ocupa un tercio de la página y en el que, bajo el título: “¡Gran Acontecimiento Universal!”, se informa a las lectoras de la creación y puesta a la venta de dos muñecos: TBO y BB, con la entrada
«TBO y BB encarnados en dos preciosos muñecos han de ser, sin duda alguna, el mejor juguete para nuestros lectores, como así mismo el más lindo y elegante adorno para un “etechér” o un piano». Tras describir el muñeco TBO, la publicidad se centra en BB «(…) la preciosa muñequita, resulta de la misma altura que su compañero [27 centímetros de altura]; viste pantaloncitos [entiéndase bragas] y enaguas de linón blanco, con puntillas “valencienn”, delantalcito fantasía con cenefa búlgara; pelo rubio o negro, natural, y gran lazo en el peinado, forma exclusiva de BB, zapatitos blancos con madroños y calcetines del mismo color».
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El anuncio mencionado, tomado del número 49 de BB. |
El precio de cada muñeco era de 10 pesetas y llevándose la pareja de tan sólo 18 pesetas, y los interesados podían ver los muñecos acudiendo a la administración de la Casa Editorial Buigas, en calle Industria, 201, de Barcelona.
Este claro caso de lo que hoy llamamos merchandising, uno de los primeros en el comercio de los tebeos españoles, sus marcas y su personajes, señala que Buigas era consciente de que se había adentrado como pionero en un mercado nuevo y desconocido, por lo que estaba dispuesto a apoyar el lanzamiento de la revista BB con los medios a su alcance, en un esfuerzo por mantenerla e imponerla en el mercado; eso sí, con la visión puesta en un público mucho más amplio que las propias niñas: las madres de familia, a las que se dirigía directamente con la alusión a colocar los muñecos como un adorno sobre el “etechér” o el piano, lo que a su vez indica que se dirigía a las madres de clase burguesa media o alta, únicas posibles poseedoras de un piano en su domicilio a inicios de los años veinte.
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Anuncio publicitario del recortable de la niña BB anunciado en el número 47 de BB. Bajo estas líneas, portada del último número localizado de BB, el 131, de 1925.
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Meses después, ya en 1921, la Casa Editorial Buigas puso a la venta un magnífico cuaderno de recortables de la protagonista con el título BB y su equipo completo, dibujado por Ricard Opisso e impreso a todo color por una sola cara en cuatro hojas plegadas en acordeón en cartulina de calidad y alto gramaje. La primera hoja cumplía las funciones de cubierta del “cuaderno recortable”, con BB vestida de invierno con sombrero y manguito de piel; la segunda hoja daba la figura de BB y su ropa interior; la tercera hoja presentaba sus trajes de primavera, y la cuarta, sus trajes de verano, todos recortables y adaptables a la figura de la protagonista mediante pequeñas pestañas de cartulina blanca que se debían doblar sobre el cuerpo. En TBO número 228, Año V, en penúltima página, se anunciaba en un gran recuadro:
«BB y su Equipo completo se ha puesto a la venta», y seguía: «(…) Este precioso juguete que es sin disputa el más moderno y elegante de cuantos por el mismo estilo se han presentado hasta la fecha, NO TIENE RIVAL (…) [y se precisaba que la impresión se había realizado] a quince colores en preciosa cartulina marfil»,
y si bien lo que afirmaba de la cantidad de colores era posiblemente falso, resultaba un excelente reclamo publicitario para indicar la excelencia del recortable. El precio era de dos pesetas, lo cual era una cantidad muy alta en el año 1921 para cuatro hojas de recortables, por mucha que fuese la calidad de la impresión, el color y la cartulina; de ahí la afortunada presentación como un “juguete”. Curiosamente, la publicidad de este recortable fue muy escasa en la revista BB, mientras que, contrariamente, se anunció profusamente en sus páginas el recortable “TBO y su equipo completo” a partir de su lanzamiento en 1923.
A la vista del conjunto de datos concretos sobre la revista BB, su lanzamiento, el apoyo que Buigas le dio, etc., y siguiendo las preguntas básicas del periodismo, sabemos el qué se editó, quién lo hizo, cómo y cuándo. Queda sin respuesta el por qué y el para qué. Cabe aproximarse a las intenciones de Joaquín Buigas, que pretendía aumentar su fondo editorial con la mayor cantidad posible de productos diferentes para crear un tejido editorial amplio y sólido, en el que las ventas de unos títulos amparasen las de los restantes. Pero ¿por qué editar una revista para niñas? ¿Por qué entrar en un mercado absolutamente nuevo, con los riesgos que toda innovación supone? Y ¿fue idea propia de Buigas o éste trabajó a partir de ideas ajenas, bajo alguna influencia concreta o siguiendo una idea que estaba en el aire y que nosotros, a casi cien años de distancia, no podemos conocer?
Al margen de las respuestas de las que hoy carecemos, todo permite creer que en el momento de su aparición BB debió resultar sorprendente en el marco del naciente mercado de los tebeos, justamente por plantearse editorialmente como una revista infantil femenina. No obstante, con ser esto mucho, debido a los límites en que se movían el editor y sus colaboradores, con la repetición de los tópicos y lugares comunes más habituales en la prensa femenina adulta simplemente adaptados a las niñas, BB no alcanzaba mayor interés, ya que la posible curiosidad de las niñas interesadas por la temática “de mujeres” encontraría mejor satisfacción curioseando las revistas que consumían sus madres. Más aún cuanto que las historietas que se publicaron en BB eran aburridas, absolutamente blancas, repetitivas en el modelo de la niña buena, y gráfica y narrativamente lineales. Nada que las diferenciase de las historietas similares que se publicaban en cualquier otro tebeo de los mismos años. Por supuesto, ésta es la visión que podemos tener nosotros, a las alturas del siglo XXI, por la lectura y el vaciado de los contenidos de la revista, pero es imposible reproducir las sensaciones que pudo provocar en sus presuntas lectoras y en sus familias, ya que carecemos de documentos contemporáneos que nos hablen de BB. Queda, en cualquier caso, el hecho documental de que, mientras TBO continuó publicándose hasta la guerra civil, lo que supone casi veinte años, y más allá de ella, con un éxito y una popularidad crecientes, su hermana pequeña tan sólo permaneció seis años en el mercado.
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Interior del número 46, con secciones, viñetas y recortables. Bajo estas líneas, páginas de los números 53, 60 y las centrales del 89. |
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Es así como la importancia de la revista BB radica en el hecho concreto de su existencia, y hemos de considerar que su aparición debió suponer un suceso importante en la historia de los tebeos españoles, pero con la categoría de fenómeno y por ello como un hecho aislado, que importa en tanto que novedad como la primera revista infantil femenina, pero que no aportó nada decisivo a la evolución de los tebeos españoles.
Ahora bien, este planteamiento tan específico: BB era una revista para niñas, implicaba que por primera vez en España se ofrecía una publicación de historietas que teóricamente estaban pensadas, escritas y dibujadas de forma expresa en función de las niñas, junto con el complemento de secciones que las acompañaban, también para niñas. Pero, lo cierto es que la “feminidad” de este tebeo radicaba tan sólo en el hecho de que en los protagonistas de las historietas eran niñas o mujeres, vestían con ropa femenina y actuaban de acuerdo con los roles asimilados a su género —cosían, bordaban, cocinaban, hacían música, jugaban con muñecas, osos de felpa o a juegos diferentes a los de los niños, iban a la iglesia, ayudaban en los trabajos caseros, en la escuela estudiaban o cometían travesuras propias de las niñas—. Por el contrario, en una mayoría de números la temática de las historietas de BB era de tema histórico, leyendas, fábulas, acontecimientos sorprendentes e incluso de aventuras y podrían haberse publicado igualmente en TBO, ya que pertenecían al muy genérico “para todos los públicos”. Eran las páginas interiores, las publicadas en blanco y negro, las que aportaban una generosa ración de espacios y secciones para la niña / mujer: labores y patrones de costura, recetas de cocina, modelos de ropa y sombreros, remedios caseros, recortables para vestir a las muñecas o muñecos, etc. Con la pretensión, desde el punto de vista del editor y / o sus colaboradores, de que los temas tratados en dichas páginas reforzaban la intencionalidad de la revista para niñas, si bien tanto las historietas como las restantes secciones estaban pensadas, escritas y dibujadas por hombres.
A la altura de los primeros años veinte tampoco se podía pedir mucho más a los editores españoles de tebeos, ni a los escritores o a los dibujantes de historietas, para los que el planteamiento teórico de hacer un tebeo diferente a los habituales que se dirigiese a las niñas lectoras suponía un desafío que, muy probablemente, ni siquiera se planteaban. Porque en aquellos momentos no era factible la teoría del cómo hacer una auténtica revista infantil femenina y parecía que con amontonar una serie de contenidos presuntamente no masculinos ya era suficiente.
Y es que la mujer era, para el común de los españoles de aquellas décadas, o bien una santa: la madre, la hermana, la esposa, la hija, o bien una puta, en función del pensamiento único que regía en las cuestiones de género. Por otra parte, escritores como Joaquín Arqués, que colaboraba en las revistas galantes de la época y al tiempo escribía relatos y primitivos guiones de historietas para Buigas, o dibujantes como Méndez Álvarez y Opisso, que se prodigaban en KDT y otras muchas revistas de un verde subido en los mismos años, tenían muy difícil y cuesta arriba el trabajar planteándose la sensibilidad y la personalidad de la niña y realizar obras realmente ajustadas a ellas.
En el contexto temático de este monográfico de Tebeosfera, hay que concluir que BB contribuye a señalar la importancia alcanzada por la niña y la mujer en la prensa española anterior a la guerra civil. Tanto como protagonista ofrecida a la demanda del consumidor masculino en muchas revistas eróticas de la época como en el hecho de que su condición femenina se vio subrayada por la existencia de una prensa específica de género dirigida directamente a ella como consumidora, de la que BB es ejemplo.
NOTAS
[1] El proceso de aparición de los nuevos editores comerciales de tebeos vino favorecido por la neutralidad española durante la I Guerra Mundial (1914-1918), que supuso un aumento de la circulación de dinero, favoreció los negocios rápidos y propició una acumulación capitalista, sobre todo en lo financiero. Entre los sectores favorecidos específicamente por las circunstancias estuvo el de la prensa y las artes gráficas. Para profundizar en el tema, ver: Antonio Martin. Historia del comic español: 1875-1939. Barcelona, Gustavo Gili, S. A., 1978. Y para más detalle, el artículo “La historieta española de 1900 a 1951”, en revista Arbor, número extraordinario. Madrid, Departamento de Publicaciones del CSIC, septiembre 2011.
[2] Desde el inicio del siglo XX y con los nuevos planes de educación comenzó el lento pero progresivo retroceso del analfabetismo en España. Para valorar su posible repercusión sobre la lectura voluntaria y recreativa, tenemos las cifras estudiadas por Narciso de Gabriel (Universidad de La Coruña), que indican que en 1910 el número de analfabetos en España era de un 64% sobre la población total del país. Datos obtenidos de “Alfabetización, semialfabetización y analfabetismo en España, 1869-1990”. Revista Complutense de Educación, col. 8, nº 1, 1977. Servicio de Publicaciones. Universidad Complutense. Madrid.
[3] Tal y como señala Jesús Timoteo Álvarez: «(…) Por esos mismos años, en torno a 1900, los periódicos (y pronto otros medios como el cine o la radio) están creando “sistemas de estrellas”, mitos populares (…) empujados por la necesidad de conquistar mercados de lectores para la demanda publicitaria, los grandes periódicos configuraron las masas y la sociedad del siglo XX (…) Y ello fue así incluso en España». [“Propaganda y medios de información en Madrid, 1900-1920”, en Bahamonde Magro, Ángel, y Otero Carvajal, Luis Enrique (eds.): La sociedad madrileña durante la Restauración: 1876-1931, Madrid, Alfoz / Comunidad de Madrid-UCM, 1989, vol. 2].
[4] Joaquín Arqués, nacido en Murcia en 1861, había asesorado o inspirado a Arturo Suárez en la creación del primer TBO. Arqués, periodista, actor aficionado y escritor teatral en la Murcia de su tiempo, estrenó en sólo diez años nueve piezas teatrales; en 1894 creó y dirigió el diario La Tarde, de corta vida. Y antes de acabar el siglo marchó a Barcelona, según Antonio Ibáñez para dirigir “publicaciones de acentuado color verde”. Lo cierto es que en Barcelona fue un periodista de segunda fila, colaboró en la prensa de la época y escribió con frecuencia en las revistas sicalípticas de las décadas 1910-1920.
[5] Para mayor información sobre Joaquín Buigas y su editorial, consúltese la ficha de la publicación TBO en Tebeosfera (disponible en este enlace y el artículo de Manuel Barrero “El TBO de Buigas, el TBO de siempre”, disponible en línea en este enlace. También, Antonio Martín, “La historieta española de 1900 a 1951”, en revista Arbor, número extraordinario. Madrid, Departamento de Publicaciones del CSIC, septiembre 2011, disponible en línea aquí.
[6] Carecemos de datos suficientes sobre la historia editorial de la prensa galante y sicalíptica española, apenas algunos estudios parciales de carácter genérico, sobre todo de las revistas publicadas en idioma catalán y escasas monografías sobre títulos concretos. En el caso de KDT, los datos fragmentarios tan sólo permiten establecer con seguridad que la revista pasó por varias épocas, en manos de diferentes editores propietarios. Así, sabemos que esta revista apareció a finales de enero de 1912 y tuvo al menos tres direcciones antes de que en 1917 se hiciese cargo de la edición Joaquín Buigas, quien la publicó al menos hasta 1919. José María López Ruiz da más de diez años de vida a esta revista, aunque no aporta ninguna documentación que lo confirme. Sobre la prensa sicalíptica en general y KDT en concreto, Luis Buñuel ha dejado escrito:
«En Calanda (…) En verano, a la hora de la siesta, con un calor agobiante y las moscas zumbando en las calles vacías, nos reuníamos en una tienda de tejidos, en penumbra, con las puertas cerradas y las persianas echadas. El dependiente nos prestaba revistas "eróticas" (sabe Dios cómo habrían, llegado hasta allí), La hoja de parra, por ejemplo, o K.D.T., cuyas reproducciones tenían un mayor realismo. Hoy aquellas revistas prohibidas parecerían de una inocencia angelical. Apenas se alcanzaba a distinguir el nacimiento de una pierna o de un seno, lo cual bastaba para atizar nuestro deseo e inflamar nuestras confidencias (…)». [Del libro autobiográfico Mi último suspiro, Barcelona, Edición en Colección DeBolsillo, Random House Mondadori, S.A., 2008].
[7] Fue la II República Española la que concedió el derecho al voto a la mujer, y durante los cuarenta años de la dictadura del general Franco, la mujer perdió los derechos conseguidos en la década anterior y se encontró totalmente supeditada al hombre: padre, tutor, marido o hermano, que tenía que concederle permiso por escrito para poder viajar, trabajar, disponer de su dinero libremente, tener pasaporte, etc., con la excepción de las mujeres protegidas por el derecho civil catalán. Esta situación no comenzó a cambiar hasta los primeros años setenta y ya de forma importante a partir de la promulgación de la Constitución de 1978, que consagró la igualdad jurídica, rompiendo legalmente toda distinción de género.
[8] Entre la mucha prensa dirigida directamente a la mujer, y más allá de revistas muy específicas que prácticamente sólo eran figurines de modas o recetarios prácticos, podemos recordar para los años 1910-1920 los títulos: La Mariposa (1900), La Mujer en su Casa (1902), Or i Grana (1906), La Dama (1907), La Moda Práctica (1907), Feminal (1907), El Hogar y la Moda (1909), Pensamiento Femenino (1913), Gran Mundo (1914), La Voz de la Mujer (1917), Ellas (1918), Lecturas (1921), Elegante (1923), La Dona Catalana (1925), La Mujer y el Cine (1925), Muñeca (1926), Magazine del Amor (1926), La Revista del Hogar (1926), Dona Gentil (1927), etc.
[9] El aumento de tamaño fue anunciado por la editorial en BB nº 45, en un recuadro en página 7, en el que, bajo el título "A nuestras lectoras", se decía:
«En vista del creciente favor obtenido de día en día, BB quiere corresponder en la medida de sus fuerzas a la bondad de sus queridas lectoras, por lo cual se complace en anunciar las radicales reformas que experimentará al entrar en el tercer año de su publicación y que le convertirán en una de las mejores publicaciones infantiles / Comenzará por aumentar el formato, lo que le permitirá aumentar el número de grabados y la cantidad de texto (…) Por último, la fecha de publicación, que hasta ahora ha sido quincenal, será en lo sucesivo decenal, apareciendo cada número los días 10, 20 y 30 de cada mes (…)».
Cuando se publicó este anuncio, TBO ya había aumentado su tamaño hacía meses.
[10] La popularidad de TBO llevó a que los propios lectores convirtieran su título en un sustantivo genérico para nombrar a pie de calle a las revistas infantiles de historietas. Fue frecuente en los años treinta y posteriores que los compradores, al ir al quiosco, pidieran “deme un tebeo”, refiriéndose a una revista infantil. En Cataluña y en catalán ocurría lo mismo cuando los compradores pedían al quiosquero “deme un patufet”, por la generalización y popularidad de la revista infantil En Patufet.
[11] Alberto Viña, último director de TBO, me señaló en entrevista personal realizada en 1967 cómo Joaquín Buigas había seguido el modelo de la revista infantil francesa Le Poupée Modèle para crear BB. Años más tarde y personalmente constaté la existencia de varios tomos encuadernados de esta revista, correspondientes a diversos años, en el archivo de la editorial Buigas, Estivill y Viña.