NEGRO ES EL COLOR....
Fue a finales de los setenta. Después de muchos años de navegar por oscuros y eximios mares de incertidumbre parecía que la industria española de la historieta resurgía. Tal vez los tiempos acompañaban; hubo quien creyó en que los viejos usos se iban desterrando, y la sensación de libertad responsable creció en el ambiente. El cómic participaba del cambio en una ceremonia iniciática que lo llevaba a la edad adulta; había revistas y álbumes con historietas que demostraban que el medio también podía llegar a la inteligencia. Una generación de autores que apenas había visto su firma en los tebeos de su propio país, pero que iba cargada de experiencia, sintió que había llegado el momento de profetizar en tierra propia. Una generación que tenía cosas que contar, y que ya desde mediados de los setenta lo hizo donde y cuando pudo (en revistas de humor o políticas, básicamente).
Alfonso Font forma parte de esa generación, aunque su trayectoria personal y profesional reserva matices que lo identifican. Font emigró y se convirtió durante dos años en autor francés; volvió, y como historietista concienciado participó en una historieta social y reivindicativa (sus historietas para El Cuervo y Troya/Trocha o Tequila Bang! para La Calle así lo demuestran), y en 1980 encontró en la revista Creepy el espacio para desarrollar la historieta que su conciencia le pedía en aquel momento. Se trataba de historietas cortas, de 2 páginas, sin protagonismo fijo y acogidas al muy significativo título de Historias negras. Dos años después Font, por los azares del destino, iniciaría una nueva etapa y crearía otras series, ya con personajes fijos, series atentas a las demandas del mercado, pero en 1984, de nuevo el azar, le devolvió a sus Historias negras, entonces en la revista Cimoc.
Negro es nuestro corazón...
Cuando abordó la realización de Historias negras, Font, con casi veinte años de profesión, había aprendido muy bien la lección. Conocía perfectamente la técnica de la historieta, la fórmula de contar historias en viñetas. Sabía escoger los planos en función de la intencionalidad dramática, componer la viñeta y la página, y conocía la utilidad de la elipsis para forjar el tempo narrativo, el alma mater de la narración y, por tanto, de los comics. Sabía cuándo debía ralentizar o acelerar (obsérvese con atención Cuestión de marketing), cómo remarcar los silencios (atención al final de Cuando deja de nevar) y cuándo desbordar al lector con sus diálogos (léase La víctima). Font, un dibujante completo dueño tanto de la técnica realista como de la caricatura, había escogido ya su camino estilístico. Su blanco y negro era un compendio del expresionismo y el impresionismo; la mancha le daba profundidad y rotundidad a sus dibujos, la línea enriquecía texturas y confería volumen a sus fondos y figuras.
En sus Historias negras Font se ocupa del género humano: de su lado oscuro. No de especímenes dotados para el mal, sino del "señor de la calle". En un ejercicio de voyeurismo, de fábula moral que muestra y evidencia, las historias de Font reflejan nuestra cotidiana crueldad, estulticia y estupidez. Con un cierto toque de parodia burlesca (sobre todo en las historias de la primera etapa), el retrato de nuestro comportamiento es presentado de forma tan feroz como en El hijo muerto o en Cuando deja de nevar, donde la habilidad de Font para explicar historias completas en dos páginas es más que evidente. Font ejerce de trovador de nuestras miserias, mostrándolas en un espejo apenas deformante, con la clarividencia del filósofo callejero que sabe interpretar lo que ve y que no teme profundizar en ello, tal vez pensando que si la autocrítica no es el camino para llegar a la perfección sí puede ayudamos a detectar los síntomas de la enfermedad.
... Negra nuestra alma
Las Historias negras son, al fin y al cabo, pedazos de nuestra cotidianeidad que nos impulsan a la risa gracias a la facilidad de Font para encontrar el toque humorístico que sirva, tal vez, como pequeña válvula de escape a tanta presión. Ese humor negro no es, además, una concesión, sino una fórmula para remarcar el horror de unas situaciones con las que nos hemos cruzado, pero que creíamos haber borrado de la memoria.
En contra de lo que pueda parecer, Font cree en el género humano. Porque estas historias desbordan humanidad y muestran a un autor preocupado por lo que ocurre a su alrededor, un autor que utiliza la historieta para transmitir esa preocupación; el ser humano no sólo no es infalible e imperfecto, sino que parece no darse cuenta de ello. Creo que estas Historias negras intentan ser un desgarrador toque de atención, el reflejo de una preocupación y una evidencia, y su contenido es intemporal y perfectamente válido para explicamos en cualquiera de nuestras épocas. Historias negras evidencia la importancia de una historieta comprometida y trascendente (no hay que temer a estas palabras), que no pretende hacemos mejor de lo que somos, sino invitamos a la reflexión.
A lectores como el que esto suscribe hay pocas historietas que en el momento de su primera lectura le hayan impactado en el sentido más literal del término, y las que componen Historias negras son algunas de ellas. Casi nunca se presenta la ocasión para agradecer personalmente a un músico, actor, actriz, ilustrador, escritor o historietista el haber compartido con un extraño una parte de su compromiso vital; aprovechemos ésta. Gracias, Alfonso, por tus Historias negras.