MODESTIA APARTE
La historia de Modesty Blaise, reina pop del espionaje británico
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Peter O’Donnell, creador del mito, junto a la afamada Modesty Blaise. Abajo, uno de los primeros estudios gráficos de Modesty Blaise, serena acuarela de Jim Holdaway.
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Swinging London
Las dos palabras mágicas que sirvieron para definir la incontenible efervescencia que hizo de la capital británica el centro cultural del mundo, allá por la mitad de los lejanos años sesenta. Apoyándose principalmente en el impacto juvenil causado y definido por la moda y la música, la identidad de una generación quedó moldeada entre la psicodelia y el cuero, la minifalda y los raros peinados nuevos. Un universo con epicentro en Carnaby Street, desde donde cualquiera (con la necesaria personalidad avasallante y dominadora, of course) podía encaramarse al pico del mundo moderno, cosmopolita y contemporáneo. Salir transformado en icono pop.
Muchas de estas características habían sido instituidas y apropiadas con anterioridad por la femme fatale más impresionante que haya surgido de las viñetas del Reino Unido. Comúnmente minimizada a la altura de un James Bond femenino, Modesty Blaise es, en realidad, un personaje mucho más complejo e interesante que el agente con licencia para matar. Mujer al fin, Modesty es un ave de presa que sabe cómo cebarse sobre el sexo opuesto, dosificando el uso del arma de destrucción masiva que la naturaleza le puso entre las piernas.
Creación del escritor Peter O’Donnell (1920-2010) para el diario londinense Evening Standard, por expreso pedido de su editor, Modesty fue, ante todo y sobre todo, una superviviente. Sofisticada, dueña de una belleza hierática y doliente, atractiva por la distancia que impone su presencia, Modesty se puso a la vanguardia del movimiento de liberación femenina. En 1963, una mujer independiente, sexualmente activa y desenvuelta, dueña de sus actos y prisionera de sus decisiones era, definitivamente, una figura revolucionaria. O’Donnell, que venía del periodismo y la escritura de historietas de rápido consumo, sabía que a ese presente había que sostenerlo con un pasado sólido, algo ambiguo y con más de una sombra de duda. El cóctel necesario para que la seducción de Modesty funcionara tanto dentro como fuera de las viñetas.
«Mi personaje –escribió O’Donnell en la revista Crime Time– tendría que tener una infancia de lucha constante, durante la que habría sido puesta a prueba al máximo en el peligro, la soledad, el miedo y todo tipo de penalidades, una niña con una voluntad de supervivencia diamantina. Por supuesto, había visto a aquella niña veinte años antes; y sabía que era el perfecto prototipo para el personaje que al final se llamaría Modesty Blaise»[1].
O’Donnell, que había participado en la II Guerra Mundial como operador de radio en Persia, Siria, el desierto de Sáhara y Grecia, había quedado prendado de una niña a la que sólo vio momentáneamente en un campo de refugiados procedente de los Balcanes. «Una pequeña figura erguida que caminaba como una princesa –aseguró–. Una mujer que, aunque completamente femenina, sería tan buena en el combate y la acción como cualquier hombre, si no mejor».
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El “origen” de Modesty Blaise, en una hoy clásica secuencia ilustrada por Jim Holdaway. |
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El punto de partida de la ficción quedó establecido, pues, alrededor de 1945, un pasado por ese entonces demasiado cercano como para poder seguir experimentando sus efectos en la vida diaria. Una chica anónima, que podía ser cualquiera que hubiera logrado escapar de un campo de refugiados en Grecia, vagabundea por el Mediterráneo, el norte de África y el Medio Oriente que empezaban a sacudirse el lastre que la II Guerra Mundial les dejara sobre los hombros. El lugar ideal para aprender todas las técnicas posibles de defensa personal y el manejo de las armas más exóticas y mortales que a uno puedan ocurrírsele. Un compañero de ruta decide llamarla Modesty, lo que ella acepta, y le suma el apellido Blaise en honor del tutor de Merlín en la gesta artúrica.
Dura por fuera, monolítica por dentro, Modesty toma el control de una pandilla criminal en Tánger. Bajo su mando, el negocio florece. Son buenas épocas para el crimen. Modesty internacionaliza el accionar de la pandilla, la profesionaliza, porque sabe que el mundo nunca es suficiente para las almas hambrientas. Por esa época se cruza en su camino Willie Garvin, un perdedor habilísimo en el manejo de las armas blancas. Modesty le dará un sentido a su vida, el de ser su mano derecha y su perrito faldero. De ahí en adelante, la de Modesty y Willie será una relación platónica, ese amor profundo nacido de la ausencia y forjado al calor de la necesidad. Mutuos acompañantes de sus soledades, llevarán la lealtad tatuada en la piel, justo al lado de las cicatrices. Él la llamará Princesa; y ésa será la principal muestra de afecto (¿la única debilidad?) que Modesty le permitirá a Willie.
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Dos secuencias que enfatizan la ambigüedad de la tira. A la izquierda, Modesty Blaise encuentra a ¿su verdadero padre? Y a la derecha, nunca quedará claro si los protagonistas luchan con o contra el vietcong, ya que llevan adelante una agenda personal que aprovecha las circunstancias bélicas. |
Cansada de esa vida de hacer plata, Modesty se retira del negocio, se muda a Inglaterra y se lleva con ella a Willie. Millonarios de élite, aceptan la invitación de sir Gerald Tarrant, alto oficial del Servicio Secreto de Su Majestad; y empiezan a trabajar para la Corona británica. Lo hacen por gusto, pero también por la necesidad que tiene Modesty de mantener la residencia y la nacionalidad inglesa. Ése es el tono que campeará eternamente por la serie, el del elegante chantaje emocional entre las partes. Aliados por conveniencia, harán coincidir sus agendas personales con las prioridades “institucionales” del Reino Unido. No debe extrañar, entonces, que el tratamiento de la violencia sea bastante realista, seco, contundente, con la brutalidad absolutista de la muerte campeando sobre cada enfrentamiento.
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Dos tiras originales dibujadas por John Burns. |
Con todo cocinado, O’Donnell eligió como dibujante a Jim Holdaway (1927-1970), con quien ya había trabajado en Romeo Brown, tira diaria de modesta repercusión, protagonizada por un detective privado perdido por los asuntos de faldas. Holdaway aportó a la tira su identidad gráfica definitiva, manteniéndose a cargo desde su debut, el 13 de mayo de 1963, hasta su muerte prematura en 1970. Al español Enrique Badía Romero le tocó reemplazar al gigante. Y lo hizo más que bien hasta 1978, cuando, debido al exceso de trabajo, dejó en manos de los británicos John Burns primero (1978-1979) y Patrick Wright después (1979-1980) el destino de Modesty. Entre mediados de 1980 y 1986, Neville Colvin (1946-1991) dibujó la tira, hasta que Badía Romero volvió a retomar el cetro que, por derecho propio, le pertenecía, quedándose al frente del cómic hasta su cancelación, el 11 de abril de 2001.
Por todos los medios
Modesty Blaise es un verdadero fenómeno editorial en Inglaterra y en el resto de los territorios europeos que no están exclusivamente pendientes (y dependientes) de la producción norteamericana, francobelga o nipona. Y su influencia se viene haciendo notar en otros campos creativos, principalmente el de la moda y la música. Grupos mayormente desconocidos fuera de sus países de origen (Polonia, Suecia, Yugoslavia) le han dedicado más de alguna melodía de aires góticos, progresivos y/o roqueros.
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Popular figura de la cultura británica, la música rindió tributo a Modesty Blaise, con Monica Vitti dando (literalmente) cuerpo al Swinging London filmado por Joseph Losey. Arriba, la Blaise cinematográfica, encarnada por Monica Vitti. A la derecha, arriba, disco pop con el rosto de Vitti. Abajo, foto del set de rodaje, y foto de un momento del filme de Losey.
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Obviamente, la trascendencia y el reconocimiento semimasivo internacional le habían llegado bastante antes, gracias a la británica versión fílmica de 1966, interpretada por Monica Vitti (Modesty), Terence Stamp (Willie Garvin) y Dirk Bogarde, entre otros. Dirigida por Joseph Losey, Modesty Blaise galvanizó en pantalla la ética y la estética del Swinging London, pero traicionando alevosamente los preceptos estipulados por O’Donnell al hablar de la caracterización de los personajes y el tono de la trama. La idea generalizada del James Bond con faldas (o ajustados pantalones de cuero) viene de esta cinta, hermanada al 007 fílmico y a esa incontenible bestia pop televisiva conocida como el Batman de Adam West. A mitad de camino entre el espionaje fantacientífico y la comedia heroica de enredos, el film fue seleccionado para la competencia oficial del Festival de Cannes de ese año, junto con La armada Brancaleone, Doctor Zhivago y Un hombre y una mujer, además de sendas producciones de Orson Welles, Andrzej Wajda y Pier Paolo Passolini, lo cual habla a las claras de las distorsionadas expectativas que la 20th Century Fox tenía puestas en la película.
Una versión algo más cercana a la original se mantuvo en el telefilm Modesty Blaise, de 1982, episodio piloto para una serie que nunca prosperó. Por lo que afirman aquellos que han tenido la oportunidad de verla, la película producida por la cadena estadounidense ABC, se tomó mucho más en serio la carga existencial de Modesty y su relación con Willie Garvin (interpretados, respectivamente, por Ann Turkel y Lewis van Bergen). Lamentablemente, en el camino decidieron cambiar de cuajo la nacionalidad y el entorno de los personajes protagónicos, convertidos aquí en agentes secretos estadounidenses sueltos en Hollywood.
La letra con sangre entra
Un año después de su debut, Modesty Blaise ya era un éxito, un gran éxito. De crítica y público. En 1964, gracias a las artes del agente 007, el género del espionaje vivía uno de sus mejores momentos mediáticos. Fue entonces cuando la filial británica de la 20th Century Fox decidió trasladar a la gran pantalla las vicisitudes de esta mantis asesina enfundada en cuero. Tuvo la revelación creativa de encargarle a su creador, Peter O’Donnell, el guión de la película. Y después tuvo la equivocada idea de creer conocer a Modesty mejor que el propio O’Donnell, por lo cual metió mano e hizo y deshizo a su antojo. El resultado, ya lo dijimos antes, reflejó fielmente una movida social y cultural que Modesty Blaise había ayudado a definir, pero quedó parada a años luz de las características identitarias pivotales del cómic.
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Portadas de dos novelas de Peter O’Donnell: Modesty Blaise (ediciones inglesa y estadounidense). |
Pieces of Modesty y, abajo, la muerte aguarda a Modesty Blaise en el interior del libro de cuentos Cobra Trap. |
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Sin amedrentarse, O’Donnell reconvirtió en novela el original guión cinematográfico que le habían encomendado. En 1965, un año antes de que se estrenara la película, la editorial Souvenir Press publicó el libro en tapas duras bajo el más que obvio título de Modesty Blaise. Y el resultado fue el esperado. O no, ya que la repercusión popular fue tal, que obligó a O’Donnell a encarar una carrera como escritor literario que no había imaginado[2]. Hasta 1996, el autor firmó diez novelas más y dos colecciones de cuentos, editadas y reeditadas en diversos formatos alrededor del mundo, principalmente en Inglaterra y los EE UU: Sabre-Tooth (1966); I, Lucifer (1967); A Taste for Death (1969); The Impossible Virgin (1971); Pieces of Modesty (1972); The Silver Mistress (1973); Last Day in Limbo (1976); Dragon’s Claw (1978); The Xanadu Talisman (1981); The Night of Morningstar (1982); Dead Man’s Handle (1985), y Cobra Trap (1996).
Antes que por el cine, el filón literario explotado por las curvas peligrosas de esta morocha infartante[3] fue capitalizado por el espectro sonoro y el cómic. La novela Last Day in Limbo fue adaptada como radioteatro de seis entregas por la BBC en 1978, contando con los protagónicos de Barbara Kellerman (Modesty), James Bolam (Wilie Garvin) y Richard Vernon (Tarrant). Y ya entrada la década de los ochenta, el cuento I Had a Date with Lady Janet (incluido en Pieces of Modesty), narrado desde el punto de vista de Willie Garvin, fue editado en una grabación leída por el actor John Thaw, que años después sería reconocido por su performance del Inspector Morse en la homónima serie televisiva.
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Para la norteamericana DC Comics, Dick Giordano adaptó la primera novela de Peter O’Donnell. |
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En el campo historietístico, DC Comics adaptó en 1994 la primera novela de la serie, Modesty Blaise, con dibujos de Dick Giordano y textos atribuidos al propio O’Donnell, aunque en realidad fuera Mike Gold (bajo la supervisión personal de O’Donnell) quien se encargó del traslado mediático de la trama. De todas formas, el libro no obtuvo la respuesta comercial necesaria para su continuidad en el tiempo.
En abril de 2001, al tomar la decisión de finalizar la tira diaria, O’Donnell autorizó a su colaborador Enrique Badía Romero a realizar una nueva historieta de Modesty Blaise con destino específico a la revista sueca Agent X9. La aventura, un serial de dos partes publicado al año siguiente, estaba basado en un guión descartado por el propio O’Donnell, que el escritor ya había transformado en el cuento The Dark Angels, incluido en el último libro de Modesty Blaise, Cobra Trap. Curiosamente, la historieta The Dark Angels se mantiene inédita en Inglaterra, habiendo sido publicada por entregas en los EE UU por el magazín Comics Revue.
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Portada y dos páginas que Badía Romero realizó especialmente para la revista sueca Agent X9, éxito de ventas en su país. La historieta llevaba por título "The Dark Angels". |
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El fin
El propio O’Donnell lo dijo en cada oportunidad que tuvo. Tal vez a causa de la mala experiencia fílmica, no tenía fe en el tratamiento que otros escritores pudieran dar a sus personajes. Y por ello siempre se asumió como único y celoso guardián de sus criaturas de ficción, afirmando expresamente que nadie debería prolongar sus aventuras después de él. Poderosa razón que lo llevó a escribir el final de la saga de Modesty Blaise y Willie Garvin. Y no sólo una vez, sino dos.
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El día en que publicó la última tira de Modesty Blaise, el diario Evening Standard le dio cobertura noticiosa al evento. |
El primer final, presentado en el cuento Cobra Trap del homónimo libro, no dejaba lugar a dudas. Modesty y Willie, ya cincuentones y vueltos a la acción después de años de retiro, mueren sobre las últimas líneas del relato, que cierra con un vistazo a la existencia de los personajes en el más allá.
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La modelo alemana Anica Kovac, como Modesty Blaise, para el artículo sobre moda que publicó la revista sueca Story Book. |
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En el segundo final, que funcionaba como cierre definitivo para la longeva tira de prensa, O’Donnell y Romero despidieron el explosivo cóctel de acción, emoción y deseo sublimado por treinta y ocho años consecutivos con una pieza de tono introspectivo, en donde los personajes reflexionaban mínimamente sobre su recién terminada misión. El 11 de abril de 2001, a campo traviesa, alejándose hacia el horizonte, Modesty y Willie tomaban ese retiro anticipado por el cuento. Dejando abierta la posibilidad de superar el estadío platónico de su relación, los dos decidían tomarse “un descanso”. Solos. «Quería parar antes de que las cosas empezaran a perder consistencia –declaró O’Donnell al Evening Standard con motivo del cese–. Soy consciente de que la era de las historietas de aventuras ya terminó».
No estaba tan equivocado.
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En Suecia, Modesty Blaise reina también sobre elementos de consumo dirigidos principalmente al público femenino: Aparadores, maletas y sillas son objetos de diseño que la agente británica ha conquistado a fuerza de glamour. |
notas
[2] Bajo el seudónimo Madeleine Brent, O’Donnell escribió nueve novelas enmarcadas en el género del romance histórico: Tregaron’s Daughter (1971), Moonraker’s Bride (1973), Kirkby’s Changeling (1975, también conocida como Stranger at Wildings), Merlin’s Keeper (1977), The Capricorn Stone (1979), The Long Masquerade (1981), A Heritage of Shadows (1983), Stormswift (1984) y Golden Urchin (1986). Recién con la aparición de este último libro, se hizo pública la verdadera personalidad del autor.
[3] En España diríamos “hembra de infarto”.