MÁS VISIONES DE LOKI… Y DE EXTRAÑO
El equipo creativo formado por Cates, Hernández Walta y Bellaire repite en este arco argumental, tras su gran éxito con la serie limitada La Visión, uno de los títulos más celebrados, y galardonados del género superheróico en los últimos años. Cates es un autor bendecido por el propio Alan Moore, renovador del género y su mayor crítico en tiempos recientes. Cada aparición del escritor tejano en alguno de los títulos de la editorial se convierte ya en un acontecimiento que los aficionados esperan y celebran. Algo tendrá el agua cuando la bendicen, que dice el dicho. Gabriel Hernández Walta (Melilla, 1973) es un veterano autor que debutó en el género en 2010 con la serie limitada Nation X, de la Patrulla X, la gran franquicia mutante, una división dentro del universo Marvel que emplea a más creadores que el resto de títulos de la editorial. Se convierte esta editorial dentro de la editorial en una inmensa cantera de talentos mundial. No era el primer trabajo del artista melillense para el mercado internacional pero sí el primero para la Casa de las Ideas. Llegaron más, entre ellos su aclamada Visión. Inmediatamente después afrontó este breve arco argumental de Doctor Extraño. Bellaire, que aporta el color a los cinco episodios, es una artista norteamericana conocida por su trabajo en Visión, pero también en Moon Knight, Magneto y Batman.
El contexto de la colección
Doctor Extraño es otro ejemplo claro de personaje que ha dado momentos muy estimables a la narrativa gráfica superheróica. Ejemplos: la ya clásica etapa fundacional, con el binomio Lee-Ditko, o la escrita por Roger Stern en los años ochenta, cuando el guionista de Indiana estaba tocado por la varita. Pero Doctor Extraño es una serie débil, como muchas otras, con la cancelación siempre ahí, amenazante. Es una desventaja, pero también una oportunidad, porque propicia el riesgo de los editores y de los equipos creativos. No siempre sale bien pero no son pocos los ejemplos de colecciones condenadas revitalizadas por creadores a los que se les dejó desarrollar sus ideas con libertad.
Antes de la llegada de Cates, Walta y Bellaire, el personaje pasaba por una etapa de las llamadas de transición, con muchos episodios intrascendentes, que en el mundillo se conocen como fill-in y que se podría traducir como “relleno”. El Hechicero Supremo de Marvel, uno de los personajes beneficiados por las adaptaciones cinematográficas, había sido revitalizado, en el plano editorial, gracias a un equipo creativo tan experto e imaginativo en el dúo Aaron-Bachalo, que había alcanzado un gran nivel con el arco titulado “Los últimos días de la magia”. De hecho, la historia aquí reseñada bebe en aquel y aunque pueda considerarse una continuación, va más allá, con un importante salto adelante, no ya en la trama, asunto que puede ser casi secundario en un género tan circular como es el superheróico, sino en la construcción de los personajes y las relaciones entre ellos, aspecto que, a última hora, en esta sociedad globalizada tan empachada de tramas de todo tipo, resulta crucial para cualquier producto de la industria del entretenimiento.
El contexto editorial
Marvel pasa por una etapa en la que muchos de sus personajes son redefinidos en función de su rol en la pantalla grande. El espectador, en demasiadas ocasiones, se impone al aficionado, cuyo tiempo parece pasar. Pero, de vez en cuando, surgen voces que tratan de pensar historias y personajes desde un punto de vista de la narrativa gráfica, aferrados a la continuidad, ese inmenso legado que tiene de minusvalorarse por aquello de llegar a más público. Las constantes renumeraciones de las colecciones responden a ello, decisión basada en que una alta numeración en una colección desincentiva al lector nuevo. No seré yo quien discuta ese postulado, que seguro que se basa en concienzudos análisis de mercado. Pero, Loki, Hechicero Supremo, se aferra al viejo espíritu marvelita: la sacrosanta continuidad, la recuperación de aventuras y personajes, dentro del contexto editorial de recuperación de la numeración original de las colecciones bajo el eslogan Marvel Legacy. La historia responde a esa máxima del legado de Marvel, con una historia de factura clásica. De la novedad ya se encarga el apartado gráfico.
La cronología editorial y argumental
El arco consta de cinco capítulos, insertados en la cronología de la colección, pero bajo el lema Marvel Legacy, con lo que se recupera la numeración original, de ahí que comience en el número 381, con fecha de portada de enero, y se prolongue hasta el 385. Es evidente un arco argumental muy definido, que retoma acciones pero no las continúa, al igual que las finaliza pero no las deja cerradas. Hay subtramas por continuar y acontecimientos anteriores que no afectan a la comprensión del relato. En el caso de la edición española, los artículos insertados ayudan a manejar perfectamente todo el contexto narrativo. Haremos un mínimo resumen del argumento: Loki, y no Extraño, es ahora el Hechicero Supremo de la dimensión en la que nos encontramos. El asgardiano quiere abrir una de las estancias de la casa del Doctor Extraño, cerrada de tal manera que es imposible acceder a ella. Ese es el punto de partida. Imposible aportar más datos sin caer ya en los temidos spoilers.
El relato
Cates opta por una narración convencional, lineal, sin saltos en el tiempo, con efectivos giros de guión y rescates de personajes de trastero, arrinconados, que no revelaremos por aquello de no destripar la trama. La historia está perfectamente anclada en la continuidad Marvel, con evidentes antecedentes en otras sagas anteriores. Cates se revela como un perfecto conocedor del universo marvelita, así como de los personajes. No hay ningún tipo de rediseño de personajes. Pero si se advierte una evolución en ellos, especialmente en Loki, que se erige como el verdadero protagonista de este arco. El hermanastro de Thor y el dios del engaño es uno de los personajes más evolucionados del entramado de la editorial, algo a lo que sin duda ha contribuido la acertada recreación que de él se ha hecho en las adaptaciones cinematográficas, con una notable interpretación del actor británico Tom Hiddleston. También presenta una faceta evolucionada el propio Doctor Extraño, con un matiz oscuro que le hace interesante. La galería de secundarios es un tanto escasa a nuestro juicio, pero con aportaciones inolvidables, en la que tampoco ahondaremos para evitar spoilers. El tempo narrativo es rápido, en ningún momento se producen digresiones que lastren la narración, ni es Cates un fervoroso admirador de los textos de apoyo, de los que tanto abusan otros autores y que tantos comics arruinan. Hay una sabia combinación de ironía y humor en muchas escenas, que ayudan a humanizar a los personajes pero que si se producen en exceso pueden banalizar el relato. Ni que decir tiene que Cates hace numerosos guiños a la cultura popular, desde el evidente homenaje al Doctor Doolittle a otros un poco más disimulados a Monty Python en su celebérrima Monty Python and The Holy Grial (Los caballeros de la Mesa Cuadrada, Reino Unido, 1975).
La narración gráfica
Hernández Walta aborda la historia en una posición de privilegio. Con crítica y afición rendidas a sus pies tras su Visión, el artista melillense se encuentra muy seguro de arte. En él se atisban infinidad de influencias. Desde los clásicos del género, como Kirby o Windsor-Smith, por citar solo dos de ellos, a la bandé dessinée, con escenas que podría firmar el propio Moebius. En unas viñetas se aplican tramas de Alcalá, en otras hay mayor desnudez, pero en todas las viñetas hay planificación y una evidente voluntad de estilo. Walta consigue dotar de una notable expresividad a los personajes, conoce perfectamente los escenarios Marvel, desde la vivienda en el Village de Extraño hasta la morada de los dioses asgardianos. Como Cates en su apartado, el dibujante es un estudioso de los personajes a los que se tiene que enfrentar. La puesta en escena, esto es, la disposición en viñetas, es fruto de una concienzuda planificación: nada se sitúa al alzar, ni la disposición de los paneles ni lo que en ellos se incluye. Gusta Walta del detalle, pero sin asfixiar el dibujo. El correlato entre la trama y la puesta en escena funciona de manera natural, en absoluto forzada. El poco peso de los textos de apoyo y la parquedad de los diálogos conceden una libertad casi absoluta al dibujante, que sabe aprovechar esa circunstancia. No se entrega a excesos, todo está supeditado al relato, a la narración, a los personajes. No significa esto que no haya viñetas espectaculares, Walta también sabe hacerlas.
El color
Aunque por fortuna está cambiando la percepción, el color es algo a lo que el aficionado no presta toda la atención que debiera. Han sido muchos años de colores planos, aplicados de manera muy convencional. No es fácil sacudirse esa herencia. Un buen colorista puede salvar un cómic. Hay ejemplos de ello. Pero hay muchos más de lo contrario. En estos cómics que reseñamos, por suerte, tenemos a Bellaire, que hace un trabajo notable, como ya hiciera en La Visión. Los colores dotan a los dibujos de Walta de una gran profundidad, contribuyendo, además, a la configuración de los ambientes y la atmósfera narrativa necesaria en cada situación. La escena de Loki en la taberna con otros hechiceros ilustra perfectamente esta aseveración.
Consideraciones finales
El equipo que conforman Cates-Hernández Walta-Bellaire continúa la senda trazada en La Visión, sin que Loki, Hechicero Supremo adolezca de personalidad propia. Las comparaciones pueden ser tentadoras, pero no obligadas. Estamos ante dos propuestas diferentes, ya que este arco de Doctor Extraño se encuentra inserto en una colección regular que ha de someterse a la continuidad, que debe cerrar la trama pero, además, dejar cabos sueltos que han de irse desarrollando y cerrando más adelante. El hecho de ser una narración de periodicidad mensual favorece los cliffhangers, recurso consustancial al género y que en esta serie son muy estimulantes. Se encargan de vender la colección. No sucede lo mismo con una serie limitada como La Visión, donde la planificación del relato se enmarca en una mirada más global y totalizadora. Ante ambos retos el equipo creativo gana la partida.