El carruaje que menciona es el nexo del conjunto de historietas que integran este volumen. Tumbas con ruedas, chirriantes y desvencijados vehículos que quieren parecerse a la barca de Caronte, pero sin óbolo, pero sin vuelta atrás.
Los carruajes de Bradherley son viajes de ida a un universo de terror sin límite y sin otra salida que una oscuridad dolorosa. Tras la promesa de conceder una oportunidad a preadolescentes huérfanas (un acomodo en el seno de una familia adinerada, lo cual lleva adherida la posibilidad de actuar en un espectáculo teatral operístico) los siniestros cocheros las conducen hacia los muros de una penitenciaría de población siniestra. Los políticos, tras comprobar que el sistema penitenciario no lograba aplacar el comportamiento hiperviolento de los reclusos, piensan que una posibilidad es aplacar sus instintos sexuales.
El autor de La Espada del Inmortal nos tiene acostumbrados a historias en las que la crueldad a veces se comporta de manera caprichosa y los espacios para la moralidad se estrechan dolorosamente mientras los ocupados por la violencia se expanden. Aquel tebeo era sangriento. Éste es espeluznante. La pregunta que surge es: si esto no está basado en un hecho real ¿por qué había que utilizar muchachas en flor? ¿Por qué no urdir una obra con prostitutas venidas a menos, o con mujeres de la calle delincuentes a su vez? ¿No sería menos cruel con mujeres dementes? ¿Con mujeres enfermas? ¿con…? Pero, ¿por qué con niñas?
Esta es la gran y horrible pregunta que surge cuando se están leyendo estas páginas, que son algunas de las más abyectas –por la sensación de vergüenza y asco que producen- de las aparecidas en la historieta mundial a lo largo de la historia. ¿Por qué con niñas? Una vez mostrado el tema central de todas las historietas que se suceden en este libro, en algunos casos se juega con la idea del castigo: niña mala, que ha llegado a dañar a otra, se “merece” el castigo que le espera tras subir a uno de los carruajes de Bradherley. Algo, también, moralmente aberrante.
Hiroaki Samura (1970) nos ha hecho sentir asco y terror. Lo logra, además, por su frío trazo. Esa plumilla seca, que modula líneas limpias y, aparentemente, a punto de quebrarse. Que usa la trama manual o mecánica para obtener una pátina de limpieza que es, a la vez, áspera, como si al tocar las viñetas corriéramos peligro de rasparnos las yemas de los dedos. Sus chicas son de anatomía delicada e impúber, sus rostros son dulces y sus ojos inmensos, pero cuando aflora el instinto salvaje de los convictos, sus huesos se quiebran y sus curvas se abruptan con llagas y heridas.
El ritmo de lectura de Los carruajes de Bradherley y la inmersión en el relato se ve estorbada un tanto por la obligada lectura a la oriental y por el rotulado mecánico. El autor también rompe el discurso ocasionalmente (como con las viñetas negras) pero en general estamos ante un trabajo de gran solidez, bien diagramado y estructurado, que brinda al lector una historia no por inverosímil menos escalofriante.
Y sigo sin comprenderlo. ¿Por qué tanta crueldad? ¿Por qué con niñas, por qué?
LOS CARRUAJES DE BRADHERLEY, DE Hirokai Samura
T. Dolmen Editorial: Manga, Palma de Mallorca, 2008
Libro de historietas en rústica, con camisa. 216 páginas en b/n, con sentido de lectura en japonés. 18 X 13 cm., 8,95 euros. ISBN: 978-84-92458-04-2
Texto promocional editorial:
"Convertirse en hija adoptiva de la familia Bradherley era el sueño de todas las niñas del orfanato. El deseo de triunfar en la Compañía de la Ópera Bradherley, era la esperanza que tenían las niñas, pero el destino que alcanzaron era una especie de fosa oscura sin fondo. Es el comienzo de una pesadilla de terror y de crueldad… La segunda obra que Dolmen Editorial lanzará con motivo del XIV Salón del Manga será el tomo único Los Carruajes de Bradherley (Bradherley no Basha) de Hiroaki Samura, el gran artista creador de la gran serie del Japón Feudal, La Espada del Inmortal. Hiroaki Samura, creador de la renombrada obra La Espada del Inmortal (Mugen no Jûnin) y de la cómica Ohikkoshi La Mudanza, cambia radicalmente de registro, olvidando las luchas encarnizadas en el Japón Feudal y adentrándose de pleno en la oscuridad de la Época Victoriana. Con Los Carruajes de Bradherley, Hiroaki Samura vuelve a demostrar con su estilo de dibujo tan característico y personal, de bocetos rasgados y de gran caracterización de personajes, que es uno de los mangakas más consolidados del momento."
