LO FEMENINO ASEXUADO EN LOS TEBEOS DE LA GUERRA CIVIL ESPAÑOLA
LUIS CONDE

Palabras clave / Keywords:
Guerra civil española, Representación femenina/ Spanish Civil War, Female representation
Notas:
Texto realizado para TEBEOSFERA número 9, especial sobre la representación de la mujer en los tebeos. A la derecha, viñeta de la portada de Pulgarcito nº 774, de 1937, obra de Niel, donde aparece una odalisca.
LO FEMENINO ASEXUADO EN LOS TEBEOS DE LA GUERRA CIVIL ESPAÑOLA

Hablar de feminismo en los tebeos es algo extravagante de por sí, pero hacerlo de los que aparecieron durante los tres años de la guerra civil en España raya casi en lo esperpéntico. Pero quizá merezca la pena intentarlo.

No estaba el horno para bollos, y ni los editores podían replantearse sutilezas de este tipo ni, por supuesto, los creadores, guionistas y dibujantes tenían para nada en mente cuestiones de ese cariz. La presencia de la mujer en los tebeos era un asunto que no figuraba en ningún proyecto.
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La ingenuidad en los primeros tebeos con niñas como protagonistas. Arriba, La Chiquilla, 4, de 1927. Abajo: Ki-ki-ri-ki, 4, de 1926.  
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Como en todas las guerras, y más en una entre compatriotas que habían llegado a la exasperación ideológica y a la confrontación por la situación ya insostenible, lo importante era ganarla, derrotar al adversario y extender por todo el territorio la concepción del Estado que cada uno llevaba en sus planteamientos ideológicos.

La prensa, y por ende los tebeos, eran parte de un conjunto propagandístico en el que primaba una cosmovisión religiosa y política, a imponer por un determinado tipo de educación y unos métodos coercitivos sostenidos hasta lograr sus objetivos. La perspectiva previsible al comienzo de la contienda, en la prensa y las publicaciones de entretenimiento como eran considerados los tebeos, era salvar en lo posible la mera existencia, que se sostuvieran como pasto infantil y juvenil, aparte de negocio de una industria débil y casi raquítica.
 
En cada bando contendiente el asunto se encaró de muy diversa manera, dadas las circunstancias impuestas por el desarrollo del conflicto bélico. En la España republicana, sostenida en las principales ciudades industrializadas, precisamente en las que radicaban las más prestigiadas editoriales de tebeos, como Madrid, Barcelona y Valencia, el primer impacto fue retener lo que se publicaba y revisar las posibles infiltraciones, mientras se intentaba lanzar nuevas propuestas con mayor carga ideológica o más ajustadas a lo que el pueblo demandaba, mientras que en la zona rebelada, que enseguida se denominó “nacional”, con predominio en territorio rural y en ciudades sustentadas en la agricultura, la ganadería o el comercio tradicional, la prensa se puso al servicio del ejército rebelde, la Iglesia comprometida en la sublevación y los representantes de los empresarios y los grupos financieros que apoyaban sin reservas a los alzados contra el Gobierno de la República.
 
AL REBUFO DE LOS “COMICS USA
 
En los tebeos de los años treinta, y por ende en los surgidos durante la contienda fratricida, cuando aparece la mujer y acaso las niñas siempre son personajes “acompañantes”: novias eternas, familiares de los protagonistas, rivales amorosas, malas perversas y fatales, hadas vaporosas y también brujas.

Al héroe interplanetario Flash Gordon siempre le sigue Dale Arden, una belleza que atrae a los buenos y malos como la miel. Y como viste ropa elegante pero atrevida, también a los censores. Dale es una de las víctimas más propiciatorias de los desmanes de todo tipo de censuras, pero tiene el mérito de haber inspirado a miles de dibujantes de todo el mundo, para aparecer en los tebeos como una mujer de verdad. Las copias e imitaciones, con mejor o peor fortuna, sublimaron el dibujo de figura femenina que Alex Raymond inició. Y junto a Dale, otras mujeres del serial, como Aura, la hija de Ming; Fría, la reina de Frigia; Azura, de los magos; Ondina, reina bajo las aguas; Sonja, la hermana del conde Bulok, y hasta las esclavas y prisioneras en Mongo. 

Junto a Flash, en los tebeos españoles de los años treinta se colaron también The Phantom —aquí rebautizado como El Hombre Enmascarado—, Tarzan, Mandrake —traducido como Merlín, el mago moderno, Tim Tyler y Spud —de la serie Tim Tyler's Luck, rebautizada como Jorge y Fernando—, el agente policíaco X-9, Jungle Jim —llamado Jim el temerario— y Terry Lee —protagonista de Terry y los piratas—, así como los personajes humorísticos Popeye y Blondie y la serie Educando a Papá. En todos estos seriales aparecían mujeres y aun niñas bien caracterizadas, con los rasgos femeninos acusados y aun sexuales. Eran realistas, dentro de lo figurativo en el arte historietista, incluso en la distorsión caricaturesca.

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Carnes femeninas censuradas. A la izquierda, página original de Flash Gordon, y a la derecha, su versión española en El Aventurero, 59, de Hispano Americana. 
 
De todos ellos destaca por su audacia Betty Boop, que por ello había sufrido en los EE UU las llamadas de atención de los organismos competentes, obligando a sus creadores y editores a vigilar su aspecto. Pero que se sepa, en España nadie dijo nada de esa minifaldera tan atrevida. Otros personajes importados, como Shirley Temple o Anita, la huerfanita, apenas aportaban de sus características femeninas una aproximación entre realista y caricaturesca para proponerse como arquetipos melodramáticos imitables.
 
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   Página de Betty Boop de los años treinta, extraída del tebeo Cine Aventuras, de Marco.
Así las cosas, en un mercado que iniciaba su despegue a los comienzos de la década, la interrupción que produce la guerra civil da al traste con casi todo. Enseguida dejan de publicarse los seriales procedentes del extranjero y tienen que ser sustituidos por series y seriales producidos en España, bien en territorio republicano o nacionalista. De éstos es de los que pretendemos mostrar la herencia recibida y la originalidad en los tratamientos para la figura femenina de los nuevos tiempos, poco propicios a la innovación.
 
LAS DOS ESPAÑAS DE 1936
 
Cuando se produce el golpe de los militares implicados en el alzamiento del 18 de julio, el país vivía en la estrategia de la confrontación extrema entre dos visiones del mundo y de la sociedad: la tradicional nacional / católica / militarista y la republicana / laicista / izquierdista.
 
Desde la caída de la Monarquía de Alfonso XIII en 1931 y la consiguiente implantación de la Segunda República, las dos facciones se pusieron a la tarea de reafirmar sus posturas ideológicas y denigrar a los contrarios. Algo que, por otra parte, ya se arrastraba de casi todo el siglo XIX, con constantes golpes y contragolpes militares, revoluciones abortadas y las continuas conspiraciones de los grupos dominantes y la Iglesia católica, empeñada en mantener sus privilegios intocables.
 
Si al principio sólo era la alternancia entre conservadores y liberales surgidos tras la guerra llamada “de la Independencia” contra la invasión napoleónica, tras los controvertidos reinados de Fernando VII y de Isabel II, con los periodos revolucionarios de 1868 y la Primera República, trajo consigo el despertar del movimiento obrero, por medio de las ideas socialistas y anarquistas que llegaron a España como consecuencias de la revolución rusa y su influencia por toda Europa. Todo se volvió más complejo, y con el atraso industrial, en una sociedad anquilosada, era muy difícil de encarrilar hacia una modernidad casi imposible. Los sucesivos gobiernos monárquicos y luego republicanos lo intentaron desde los inicios del siglo XX, que para España se iniciaba con el lastre de la pérdida de los restos del imperio de ultramar en 1898.
 
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Pupy, de 1932, con un futbolista rodeado por chicas que le adoran (viñeta inferior izquierda).  
Taciturna y melancólica, la nación se desgarraba y lamentaba con los análisis de los escritores de la generación del 98, mientras procuraba no perder el tren europeo buscando alianzas con quien fuera y recabando inversiones para los ferrocarriles, las obras públicas y las transformaciones necesarias e inevitables. Los grandes bancos franceses, ingleses y hasta alemanes se apresuraron a desembarcar en Iberia controlando el despegue desde un atraso de medio siglo. Pero en las fábricas, las minas y los talleres los obreros y campesinos ya no se resignaban a aceptar los míseros sueldos o los jornales agrarios explotadores. Ya habían conseguido organizar sus sindicatos de clase y tras ellos los partidos que les representasen en los foros políticos. En el Parlamento empezaron a reclamar las siempre eludidas reformas institucionales y políticas, con la consiguiente irritación de los grupos dominantes, que temían perder sus privilegios mantenidos durante siglos.
 
Primero con debates parlamentarios y desde la prensa con cautela y tímidos tanteos, liberales, republicanos, socialistas y anarquistas reclamaban leyes más justas y reivindicaban derechos negados o eludidos en la construcción de un país más participativo y solidario. El Gobierno de la Segunda República se había atrevido a intentar una reforma agraria siempre postergada, una reforma educativa libre de los controles ideológicos de la Iglesia católica, apalancada en las instituciones dominantes, y unas reformas militares que ya no podían aplazarse. Sabía que con esas propuestas se echaba encima a tres sectores indomables de la España tradicional, que harían lo imposible por impedirlas, como se vio enseguida con sus torpedeos parlamentarios, políticos, institucionales y finalmente conspirativos. Fueron los desencadenantes de la guerra civil.
 
Y por supuesto, la prensa entró en liza: eran los portavoces de grupos decisivos en la política real y no iban a consentir que las cosas cambiasen en contra de sus intereses auténticos. Como bien decían desde El Debate, “iban a por todo” (empezando por los trescientos diputados del Parlamento).

Mientras que la prensa republicana o previsiblemente revolucionaria también se sentía comprometida con las promesas de sus organizaciones políticas y sociales, expuestas en sus campañas electorales y en sus programas transformadores de la sociedad en marcha. También echaban, pues, toda la carne en el asador.

Y algo de eso llegó, inevitablemente, a los tebeos, aunque primordialmente a los de mayor carácter proselitista, los que difundían instituciones con pretensiones didáctico ideológicas. Las orientadas por partidos y grupos propagandistas.
 
LOS TEBEOS DE 1936 A 1939
 
Revisar los tebeos que existían antes del inicio de la guerra de 1936 a 1939, y en ellos el tratamiento que se daba a la mujer en sus páginas, es un ejercicio de análisis hemerográfico merecedor de una investigación pormenorizada, que aquí apenas vamos a apuntar. No contamos con material suficiente para ese estudio y menos aún con el tiempo que hay que dedicarle a un trabajo de tal envergadura. Sería necesario un plan sostenido con el apoyo de una institución y unos meses de dedicación exhaustiva a cotejar los cientos de publicaciones existentes en bibliotecas, hemerotecas y colecciones públicas y privadas de los tebeos producidos durante los tres años de la guerra. Nos conformamos, pues, con un muestreo significativo de los títulos más representativos y de las historietas más relevantes en esos tebeos elegidos. Las conclusiones así obtenidas se ofrecen como simbólicas, más hipótesis o puntos de partida para posteriores investigaciones o que quizá ya están en curso y por desgracia desconocemos y de las que ni siquiera tenemos noticias y se estén realizando en alguna universidad o centro educativo.
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Betty Boop mantuvo su "picante" hasta que estalló la guerra (almanaque para 1935). A la derecha, portada de Porvernir, de 1937, con una imagen protagonizada por dos pulcros jóvenes. 
Desglosamos los títulos por cada bando contendiente en la guerra, con los que se publicaban al inicio del conflicto y los que fueron surgiendo en los meses y años subsiguientes.
 
Tebeos persistentes en la zona republicana:
En Patufet, desde 1904
TBO, desde 1917
Pulgarcito, desde 1921
La Risa Infantil, desde 1924
La Chiquilla, desde 1927
Jeromín, desde 1929
Macaquete, desde 1930
Pocholo, desde 1930
El perro, el ratón y el gato, desde 1930
Pichi, desde 1930
Gente Menuda, desde 1930
Pequeñeces, desde 1932
Mickey, desde 1934
El rincón de los niños, desde 1934
Betty Boop, desde 1934
Yumbo, desde 1934
Aventurero, desde 1935
AEI, desde 1935
¡Ja…Ja!, desde 1935
Niños, desde 1935
¡Pum!, desde 1935
Aventuras, desde 1935
La Revista de Tim Tyler, desde 1936
Las Grandes Aventuras, desde 1936
El Muchacho, desde 1936
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  Inocente historieta de galanteo en Flechas (de Sevilla) nº 3
Las mujeres y niñas que aparecen en los tebeos hasta el estallido de la guerra civil son tan convencionales y asexuadas como corresponde al modelo burgués de la prensa ilustrada para menores de edad, saber y gobierno.
 
Y los que fueron surgiendo:
 
Floreal, 1936 (complemento de TBO)
Pionerín, 1937
Pionero Rojo, 1937
Yo, 1937
La Vanguardia de los Niños, 1937
Camaradas, 1937
Pervenir / Porvenir, 1937
El Pionero, 1937
Muchachas, 1937
Calderilla, 1937
Pequeñeces, 1938
Monográficos de El Gato Negro, 1938
 
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 Sección "Margaritinas", en  Pelayos, nº 30.  
Los tebeos republicanos apenas dieron cobertura a algunos episodios aventureros con protagonistas leales al Gobierno y en las historietas humorísticas, con personajes de apariencia popular, de milicianos o soldados profesionales.
 
En la zona “nacional” o franquista:
Pelayos, 1936
Flechas, 1936
¡La Karaba!, 1936
Flecha, 1937, Zaragoza
Flechas, 1937, de Sevilla.
Flechas y Pelayos, 1937
La Trinchera / La Ametralladora, 1937
Chicos, 1938
 
En el bando rebelado contra el Gobierno de la República, desde el principio se manifiestan los personajes y las historietas como beligerantes, reivindicativos y proselitistas. Se presenta un nuevo Estado, que entronca con la tradición y rechaza las propuestas del bando contrario.
 
La presencia de personajes femeninos es muy escasa y apenas hay niñas protagonistas, pero quizá convenga recordar que el voto femenino se había aprobado en el Parlamento en 1931, gracias a los esfuerzos de Aurora Campoamor, Victoria Kent, Margarita Nelken, Dolores Ibárruri, Federica Montseny, Teresa Mañé y otras empecinadas sufragistas.
 
La incorporación a la vida social todavía era muy tímida y parcial: como sirvientas, costureras, limpiadoras domésticas, planchadoras, empleadas de comercio o como maestras y asistentas enfermeras. Por supuesto que en las fábricas y talleres textiles o de cualquier otra manufactura, las mujeres hacía tiempo que estaban incorporadas, pero políticamente no contaban. Y aun en las organizaciones sindicales, languidecían.

La consecuencia es que en los tebeos las mujeres asumen el papel secundario que la sociedad tenía asignado al reconocido como segundo sexo. Para que en sus páginas aparezca algo relacionado con lo erótico o sexual explícito hay que esperar todavía muchas décadas de machismo predominante y de moral conservadora, dictada por el nacionalcatolicismo que impregnaba la sociedad, incluso entre los que políticamente se consideraban republicanos.

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  El personaje Márgara, tira de Pelayos, nº 44.
 
NIÑAS OBEDIENTES Y HACENDOSAS
 
Las organizaciones de pioneros y flechas, en uno y otro bando contendiente, acapararon las publicaciones para niños y muchachos, con la pretensión de mostrar nuevos héroes o arquetipos merecedores de ser imitados. Llama la atención que en casi ninguna publicación aparezcan mujeres adultas o con la apariencia de heroínas. Ni como milicianas de las organizaciones combatientes por la República ni como partícipes en los frentes: todas son de la retaguardia. En el bando nacional, en la revista Pelayos se insinúa un personaje llamado “Márgara”, símbolo de las niñas tradicionalistas reconocidas como “margaritas”. Creación de Consuelo Gil, es coetáneo del protagonizado por una niña falangista, “Mari-Pepa”, surgida en la revista Flecha, que creará escuela o imitaciones más o menos reconocidas. La niña, a veces uniformada, acompaña al personaje “José Antonio”, aunque a veces campea en solitario por el territorio de los rojos y también de los azules. Creado por Emilia Cotarelo en los guiones y por María Claret en los dibujos, es un personaje voluntarioso, amable, bienintencionado, pero inevitablemente ñoño. No cabe imaginarle con caracteres femeninos, fuera de los de una muñeca pepona. Como precisamente se llama otro personaje de la misma revista Flecha, “Pepona y Pegote”, también de la inefable María Claret. Cierto que son unos bebés, pero ya apuntan perspicacia y sagacidad respondona. Tanto “Mari-Pepa” como “Pepona” fueron incorporadas como símbolos y aparecieron en varias portadas y en historietas propagandísticas redibujadas por Avelino Aróztegui, el director de la revista. Y dibujadas por Kiki se publicaban también allí las “Aventuras de una flecha”, niña sin nombre, pero también rubita y minifaldera como “Mari-Pepa”. Cuando en 1938 se refunden las dos revistas con el título de Flechas y Pelayos, sólo se mantendrá como personaje simbólico “Mari-Pepa”, pero aparecerán otras niñas y mujeres en papeles secundarios, como era la costumbre.
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  "Mari-Pepa y Pirulo", en  Flecha, nº 2, y, en el centro, una sección en la que esa niña era protagonista. A la derecha, página de "Pepona y Pegote", de Flecha, nº 24.
Y como ejemplo de la influencia de estos modelos, se puede mostrar una publicación editada en Vitoria en marzo de 1938, con el correspondiente nihil obstat del obispado de la ciudad, titulada “Un héroe de diez años”, de Manuel Barberán Castrillo y dibujos de A. Lalinde, en la que se expone con una virulencia inconcebible, el feroz enfrentamiento entre los dos bandos, con niños, niñas y mujeres participando en la confrontación.

En la primera página de este producto figura la foto de una niña uniformada como falangista y brazo en alto, con el siguiente texto:

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  Página 2 del folleto. Bajo estas líneas, portada y otras páginas.
«A ti, mi queridísima Ana-Mary, que a pesar de tus pocos años sientes en tu infantil corazón tan hondamente las glorias de nuestra amada España en esta sublime gesta con la que asombra al mundo y le recuerda el indomable valor de sus hijos, te dedica esta pequeña obrita con todo el cariño de su corazón y un ferviente ¡Viva España! tu Papá».


Luego siguen cincuenta y cuatro viñetas en otras tantas páginas, con un texto narrativo debajo, que a veces las explican, otras las embarullan y casi siempre adoctrinan. No en vano el folleto, de 15,5 x 21,5 cm, llevó como antetítulo el lema “Lecturas patrióticas para niños” y bajo el título la arenga “¡Arriba España!”.

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Los comportamientos rebeldes o inquietos, consustanciales a cualquier niño en desarrollo, son los comprensibles en circunstancias tan particulares y casi nunca se advierte en los tebeos de esos años algún indicio del debate educativo replanteado en España con la irrupción de la Institución Libre de Enseñanza, promovida por Giner de los Ríos y que era emblemática para el Gobierno republicano. O los postulados anarquistas implantados en Cataluña tras los intentos del pedagogo Ferrer i Guardia.

Algo que sí se advierte enseguida en los tebeos del bando nacional, que quedaron aherrojados al nacionalcatolicismo impuesto por Fray Justo Pérez de Urbel y sus fieles seguidores.
 
En el grafismo se cuelan algunos detalles de lo que en las revistas galantes y erotizantes para adultos se había iniciado en el dibujo de mujeres “sicalípticas”. El atrevimiento y la audacia se manifiesta, pues, primero en los tebeos humorísticos, en las historietas cómicas, y luego, más lentamente, en las páginas de aventuras más realistas.
 
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Página de Mickey, nº 67, con una mujer muy despechugada para lo que luego permitiría el régimen de Franco.
 

Las innovaciones de la década de los años treinta se rastrean en publicaciones como Chiquitín, que en el número 307, en portada, exhibe a una chica minifaldera en un gimnasio bisexual. Es una niña “de cine”. Otro ejemplo es el de Risa y Alegría, que con personajes zoofomórficos o de animales humanizados, en su número 3 incluye protagonistas hembras, como “Hociquitos” y la “Sultana”, una morisca que luce velo ocultador del rostro. En La Alegría Infantil, con el subtítulo y la presencia absorbente de “Shirley Temple”, la historieta del personaje, dibujada por Salvador Mestres, resulta tan moderna y atrevida que compite con la del personaje casi realista. Para otro personaje también importado, en Cine Aventuras, se ceden la portada y páginas interiores a “Betty Boop”, con su minifalda “charlestoniana”. Se pueden apreciar algunas de estas tendencias gráficas más influyentes en publicaciones como Pocholo, Pulgarcito, Yumbo, KKO, Niños, Yo y alguna otra. Como síntoma, la portada del número 774 de Pulgarcito, con una historieta de Niel titulada “Las odaliscas”, que luce unos personajes sin desperdicio.

Y en cuanto a la tendencia “realista”, marcada por los seriales estadounidenses para historietas de aventuras, en muchas de estas mismas publicaciones se incluían páginas alternándolas con las cómicas. Un referente puede ser la historieta “La princesa perseguida”, dibujada por Urda para Risa y Alegría. O las de “La Tierra en llamas” y “Chip Collins” en Cine Aventuras. Por su parte, Jaime Tomás dibuja mujeres agraciadas como las de los seriales estadounidenses, en historietas como “El club de los vengadores”, en Pocholo nº 247, o, en el número 73 de Mickey, “El castillo de los tres fantasmas”, y Salvador Mestres, otras en el número 31 de Pocholo o en la contraportada de Camaradas, en su serie “Guerra en la estratosfera”. Ejemplo que siguen con poco acierto gráfico en la serie “James Pik”, del Yo, o en las aventuras selváticas de “Kid KO”, que se publicaban en Aventuras. En Pelayos, Serra Massana dibujaba la serie “Bajo tierra con los monstruos de la destrucción”, y en Flechas y Pelayos, “El misterio de Villa Regina”. Estas figuras destacan cuando lo habitual eran las dibujadas en TBO, Pulgarcito, La Risa, Yumbo o KKO, instaladas en el grafismo más convencional.
 
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 Tebeos mencionados: Chiquitín nº 301 y Pulgarcito 774, con la historieta "Las odaliscas".
 
A MODO DE CONCLUSIÓN
 
Tras esta revisión pormenorizada de los tebeos de la guerra civil que hemos podido examinar, nos atrevemos a establecer tres postulados:
Uno, en los tebeos más comerciales y populares se fijó el modelo de los seriales estadounidenses de difusión universal, que en España fueron publicados casi siempre proviniendo de Italia y ya algo censurados. Aquí lo fueron luego más durante la Segunda República y el franquismo. Las chicas tenían que ser modosas, discretas y nada provocativas.
 
Dos, en los tebeos propagandísticos y confesionales, la censura que era autocensura, apretaba más en la corrección gráfica que se mostraba con lo políticamente aceptable. Niñas y mujeres tenían que aparecer dignas y admirables.
 
Y tres, los dibujantes creadores de arquetipos femeninos en los tebeos españoles, tomando como referencias lo que se publicaba en Europa y América, se atrevieron poco a poco a ir levantando la falda y a dar cuerpos no tan asexuados como imponían los censores públicos y privados.

En el aspecto visual y gráfico, lo primero que capta en los tebeos, aunque cuesta encontrarlo, es la influencia solapada de lo que primaba entonces en Europa, y también en América: el art déco, art nouveau o modernismo. Las mujeres que consagró Alphonse Mucha y que en España seguían Apa, Junceda, Cornet, Apeles Mestres, Llaverías, Sáenz de Tejada, Penagos, Opisso, Xaudaró, Freixas y otros muchos se imponían de modo imparable, como había ocurrido con el ragtime y el charlestón.

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Páginas de Mickey, nº 71, y Pocholo, nº 245, con sendas secciones dirigidas a las niñas.
Creación de la ficha (2012): Luis Conde. Corrección de Javier Alcázar. Edición de Manuel Barrero. Corrección final de Alejandro Capelo.
CITA DE ESTE DOCUMENTO / CITATION:
LUIS CONDE (2012): "Lo femenino asexuado en los tebeos de la Guerra Civil española", en Tebeosfera, segunda época , 9 (2012). Asociación Cultural Tebeosfera, Sevilla. Disponible en línea el 21/XI/2024 en: https://www.tebeosfera.com/documentos/lo_femenino_asexuado_en_los_tebeos_de_la_guerra_civil_espanola.html