Un poco de formalidad es un libro que viene a demostrar dos cosas: que se puede hacer humor con lo mínimo y entretener a un público que busca en la viñeta la distensión y no el entrecejo, y que se pueden hacer antologías de humor con la obra propia, algo muy necesario en cada localidad si no queremos que la historia de las viñetas se olvide de los historietistas y de los humoristas gráficos.
La colección de antologías La Tira de Gracia, editada por el sello de díscola denominación Nausícaä, viene recogiendo la obra de los historietistas de la prensa murciana desde 2004. El proyecto nació en la mente de su director, Paco Olivares, uno de los teóricos de la historieta con la cabeza mejor amueblada del país, y arrancó temblorosa con las obras de Álvaro, tradicional humorista local, y Puebla, genial historietista todoterreno que ha acabado besando el cielo de la sátira en las páginas de ABC.
En la colección han tenido cabida genios de la categoría de Chipola (un autor de talla inmensa, extrañamente poco enaltecido, si no casi olvidado, por nuestros comentaristas y memorialistas de la viñeta) y desde luego no podía faltar la presencia de Juan Álvarez, una de las más inquietas firmas de la región murciana, implicado en casi todas las ‘movidas’ en torno al cómic que se concitaron durante los ochenta y los noventa (recordemos la AATRM y su El Tío Saín, o El Saco del Tío Saín, o los talleres de cómics, o las exposiciones…). El núm. 9 de La Tira de Gracia va dedicado a su obra publicada entre 1995 y 2002 en varias publicaciones: el diario local El Faro de Murcia, la revista de ocio ¡Venga!, la de economía Dinero, y el periódico deportivo As.
A Juan Álvarez casi todo el mundo le conoce por sus labores en El Jueves, como coautor (junto a Jorge G.) de Los Mendrugos, aunque posiblemente más por sus historietas publicadas en revistas pseudoeróticas, como Playboy, Penthouse, DT, etc., donde acostumbra a estructurar historietas que pivotan en torno a una damita de enormes pechos, caderas generosas y rostro infantilizado. Álvarez parece haberse especializado en delinear sueños eróticos masculinos con esa plantilla de mujer dibujada. Así era la capitana que dibujó para Puta Mili, así es su personaje actual en El Jueves (Lucía, gabinete de sexología) y así son las chicas que, ocasionalmente, también se asoman en las tiras recogidas en este libro.
Álvarez las dibuja a ellas y plantea humoradas sobre ellas, si bien el eje argumental de su humor es la cotidianidad. Dependiendo de la publicación a la que dirigía sus viñetas, el autor desarrolló un personaje con unas características concretas. Para As creó a una familia cuyos integrantes eran cada uno de un equipo, con el padre oficiando de hincha indomable, con todos los defectos del macho ibérico y gañán. Para Dinero creó a Dante Cibernavegante, un tipo que se peleaba con su ordenador, como todos nos hemos peleado alguna vez, y también la serie Pérez y Flórez Asesores, brokers en ciernes. Para ¡Venga!, revista de información sobre ocio y bullanga, dibujó a Nacho Cubatas, el típico espécimen noctívago, más pendiente de la corva femenina y de sisar un güisqui que de sus estudios o su vida laboral.
Una tira de Peteneras, protagonizada por Juanpa Tiño
Todos estos personajes están construidos con patrones similares y protagonizan historietas que no pretenden más allá de la sonrisa, dibujando acaso un panorama laboral de vagos y uno social de tipos con complejo de peter pan deseosos de eludir responsabilidad y bucear en el hedonismo. En este sentido, el mayor logro del libro –aparte de que cuenta con un prólogo de Tha descacharrante- es la primera parte, la más jugosa, la que el autor firmó como Peteneras en El Faro de Murcia. Las aventuras de esta serie, Juanpa Tiño resultan de muy grata lectura. Tocan los temas locales en su justo momento y lugar, permitiendo una lectura exterior; abordan cuestiones de sentido común en las que no caemos habitualmente; aportan el toque justo de pesimismo a sus reflexiones satíricas; diseña unos personajes secundarios realmente interesantes y sólidos; y, en fin, dirige sus dardos satíricos hacia todos los estamentos que lo exigen.
De no haber sido por la labor de los que se preocuparon por rescatar estos trabajos del amarilleamiento de la prensa guardada difícilmente hubiéramos podido disfrutar hoy, y para siempre, de unos trabajos de Álvarez simplemente modestos y cumplidores, pero también deliciosos.