LA LOCURA DEL 23-F
La escena sucede a finales de enero de 2011. «Esto es una locura», exclama Felipe Hernández Cava al oír la propuesta de Silvia Nieto, redactora jefe de Magazine, suplemento dominical del diario El Mundo, que lo invita a coordinar un número entero de la revista con objeto de reconstruir en clave de historieta el intento de golpe de Estado del 23 de febrero de 1981, cuyo 30º aniversario está a la vuelta de la esquina.
La exclamación de Hernández Cava obedecía a un imperativo de orden temporal: si aceptaba el encargo, dispondría de apenas tres semanas para rematarlo. «Todo se resolvió en quince días», confesaría meses más tarde al crítico Toni Boix. Lo cierto es que apenas se advierten trazas de apuro en el resultado. Para llevarlo a buen puerto, Felipe contó con la complicidad de los dibujantes Pedro Arjona, Bartolomé Seguí, Keko y Víctor Aparicio. Junto a ellos, cuatro invitados ilustres: el periodista Jesús Palacios, el humorista gráfico Alfredo, el ilustrador Raúl Arias como portadista de lujo y el vicedirector de El Mundo, Miguel Ángel Mellado. Con esta alineación y en el formato tabloide que caracterizaba al suplemento, El 23-F salió a la calle el domingo 20 de febrero de 2011. No diré que sea una obra maestra, pero sí un tebeo memorable y único.
inicio de la primera historieta firmada por El Cubri. |
El 23-F presenta una estructura celular, dividida en tres bloques de diversa intención y tamaño. El primero y más extenso aparece fraccionado en secuencias independientes que encajan unas en otras como engranajes en un mecanismo superior. El todo supera en este bloque a la suma de las partes. Cada segmento aborda un suceso, un personaje o una teoría relacionados con el golpe. La columna vertebral la forman las secuencias firmadas por El Cubri, colectivo de historietistas compuesto por Pedro Arjona y Felipe Hernández Cava. Estas secuencias combinan la precisión del dato riguroso con la economía de medios de una composición ascética y la objetividad estética de una cámara fotográfica. En sus páginas figuran los sucesos directamente relacionados con la toma del Congreso de los Diputados así como diversas conjeturas en torno al golpe, con mención especial a la "Operación De Gaulle", que interpretaba aquella asonada como un intento de enderezar el rumbo de la frágil democracia española reemplazando el Gabinete en crisis de Adolfo Suárez por un Gobierno de unidad nacional presidido por un militar (en línea con la "Operación Resurrección" que aupó a De Gaulle a la presidencia de la V República Francesa en enero de 1959).
Hernández Cava arroja luz sobre el turbio telón de fondo en que se proyectó el golpe intercalando en este segmento dos secuencias de cuatro páginas cada una, dibujadas por Bartolomé Seguí y consagradas a la biografía de dos figuras que, por diversos motivos, fueron relevantes en la asonada: Adolfo Suárez (prestando especial atención al acoso que sufrió en su segunda legislatura) y el general De Gaulle (aquilatando su importancia como modelo de conspiradores).
Inicio de la historieta de Cava y Seguí sobre Adolfo Suárez. |
El segundo bloque es más breve y consta de una única historieta de ocho páginas escrita por Hernández Cava y dibujada por Keko. Con los recursos de la sátira y del humor se plantean algunas dudas —muy serias— sobre la implicación estadounidense en los sucesos del 23-F. Keko se muestra especialmente despiadado y turbador en la representación de los servicios secretos y de las sombras que rodean sus manejos.
Comienzo de la historieta de Cava y Keko. |
Víctor Aparicio cierra el cómputo de historietistas con "Tal como éramos aquel 23 de febrero de 1981", un relato de seis páginas protagonizado por un sujeto colectivo. Un puñado de vidas anónimas se cruzan en las calles y bares de Madrid el día del golpe de Estado pintando una estampa sociológica de la época, somera pero suficiente para calibrar sus elementos significativos. Esta historieta destaca por su retrato de dos generaciones divergentes: la que por entonces estaba a punto de alcanzar el poder gracias al PSOE y la que estaba en edad de hacer la mili y vivía ajena a la política. Estamos ante una historieta insular en el conjunto de esta obra. Es la única cuyo guion no firma Hernández Cava, que admitió la falta de tiempo para elaborarlo. Esta peculiaridad la sitúa en una posición excéntrica en relación al resto. No obstante, su espléndida resolución gráfica, su pintoresquismo y su acierto en el retrato generacional (especialmente en la pintura de los más jóvenes) la convierten en un dignísimo broche final.
Inicio de la historieta de Víctor Coyote. |
La historieta española tenía una cuenta pendiente con el 23-F. Cierto que El Víbora y El Jueves habían abordado el suceso desde un punto de vista humorístico o sarcástico, como forma de exorcizar la rabia y el alivio que había despertado el suceso. Pero hasta la publicación de El 23-F no existía en nuestros tebeos un reflejo didáctico, analítico o documental de aquel incidente. Con el soporte del Magazine y la asesoría de Jesús Palacios (que por entonces acababa de publicar el ensayo 23-F, el Rey y su secreto), Felipe Hernández Cava y su equipo culminaron con éxito un proyecto impar, por insólito y arriesgado. «No faltaron voces», confesaría más tarde el guionista, «a las que más tarde, en frío, les pareció que la publicación había asumido demasiado riesgo sirviéndose de este lenguaje —el cómic— en el que algunos hemos creído siempre como uno de los más perfectos».
El 23-F se beneficia de una afortunada selección de autores. Pocas firmas tan acreditadas como la de Hernández Cava para recrear fielmente los pormenores de un golpe sobre el que pesaban —aún pesan— muchas sospechas. Especialmente feliz resulta su asociación con Pedro Arjona bajo el nom de plume de El Cubri. Este equipo lleva en activo desde principios de los años setenta y siempre ha hecho gala de una decidida vocación analítica y testimonial, que lo llevó a fundar los cimientos del género documental en la historieta española con el álbum El que parte y reparte se lleva la mejor parte (Fundamentos, 1975). Llevan casi cincuenta años juntos cultivando esta temática, comprometidos con la realidad, como demuestra su tebeo digital Miguel Ángel Blanco: la fuerza de la memoria, publicado por la Fundación Miguel Ángel Blanco en 2016.
Inicio de la historieta de El Cubri sobre las diferentes teorías. |
El 23-F manifiesta esa inclinación documental tanto en los materiales con que Hernández Cava construye el guion (documentos, declaraciones, fragmentos televisivos) como en el semblante de objetividad que caracteriza los dibujos de Arjona (hábil manipulador de imágenes fotográficas). El Cubri no apela a los sentimientos del lector, sino a su inteligencia. Unos textos informativos ejercen de hilo conductor, aislados de la imagen, situados discretamente en el margen superior de las viñetas. El dibujo —con una luz de alto contraste y una paleta de colores fríos— acompaña en su precisión al texto. Cada plancha se transforma en un quirófano donde El Cubri disecciona los pormenores del golpe, mostrando la imagen congelada de sus protagonistas y agitando las turbias aguas donde se cocinó la asonada.
Inicio de las declaraciones de Armada a Jesús Palacios, ilustradas por Pedro Arjona. |
Pese a las dudas que aún suscita el grado de adhesión a la conjura de algunos personajes (como Alfonso Armada o el elusivo José Luis Cortina), parece claro que la atmósfera enrarecida del país a fines de los setenta y principios de los ochenta propició el intento de golpe. España atravesaba una crisis profunda, política, económica e institucional. En lo político, Adolfo Suárez había arruinado en su segunda legislatura el crédito político que había ganado durante la primera, concitando la antipatía de buena parte de la clase política (incluidos sus correligionarios de UCD). En el tablero internacional, había despertado el recelo de Estados Unidos con una política exterior repleta de gestos de independencia y guiños al Tercer Mundo. En el plano económico, la crisis del petróleo de los setenta agravó la quiebra del modelo productivo de los años sesenta, sumiendo a España en una depresión profunda cuya manifestación más evidente era una tasa de paro altísima. Por último, la crisis institucional estaba ligada al proceso autonómico —que muchos consideraban una chapuza— y a una oleada salvaje de atentados de ETA, que atizó el extremismo entre los militares y en la prensa de derechas. En este sentido, cabe señalar que a las dependencias de los cuarteles solo entraban diarios ultraderechistas (como El Alcázar, que dirigía Antonio Izquierdo y que alimentaba la conspiración y el golpismo). Todo ello encuentra su reflejo en esta obra.
Otra página de El Cubri que muestra el grado de documentación de la obra. |
Y es que Hernández Cava es un documentalista escrupuloso. Entre sus materiales de consulta figuran, por ejemplo, los escritos sobre el tema de Jesús Palacios y de Javier Cercas (quien dos años antes había publicado su exhaustivo ensayo Anatomía de un instante). Incluso llega a presentarlos —a ellos y a muchos más— como personajes de cómic, sobreimpresos en las imágenes más sonadas del tejerazo. No es un alarde documental, sino una demostración de ética y compromiso con la verdad, abriéndose a la contraposición de opiniones discordantes.
A diez años de su aparición y a cuarenta del suceso que propició su nacimiento, El 23-F sigue siendo una lección magistral de lo que la historieta puede dar de sí en su registro más adulto. Un tebeo audaz, maduro e impar. Una locura, quizá. Pero bendita locura si viene acompañada de historietas como esta.